El año en el mundo del cómic ha arrancado nutriéndonos de toda una serie de títulos interesantísimos. El que escribe estas líneas, fiel a la cita trimestral, ha intentado, como es costumbre, encontrar temas similares o líneas paralelas. Pero en lo seleccionado, hasta la fecha, la variedad es tan rica que se hace difícil establecer esos mínimos comunes. El hecho no hace más que suscribir el carácter único de nuestras propuestas, siendo quizás una excepción la pujanza del cómic infantil/juvenil a la que se han sumado autores y autoras venidas de la escena más alternativa y underground. Clásicos que no pasan de moda, obras vanguardistas, de géneros variopintos, de retrato social o autobiografía confesional, ahí van nuestras recomendaciones de lo mejorcito del primer trimestre de 2024.
Lo sabes aunque ya te lo he dicho, de Candela Sierra (Astiberri)
Tras un debut inmerecidamente discreto el año pasado con Rotunda, Candela Sierra publica su segundo trabajo con una línea persistente en observar los tiempos que le (nos) han tocado vivir. Lo sabes aunque ya te lo he dicho es una mirada al narcisismo imperante en nuestros días a través de una ficción costumbrista que va saltando dinámicamente de personaje en personaje ilustrando situaciones en las que impera el ego desmedido, la búsqueda de satisfacción o validación instantánea y lo espurio de las relaciones en la actualidad. De fuerte tono satírico y una retranca de sutilidad variable, se sirve de una narrativa fluida y una forma colorista que gusta de los juegos con el lenguaje del medio y de la metáfora visual. Candela Sierra se asemeja aquí a autores mordaces que gustan de la observación de lo cotidiano como Flavita Banana u Olivier Schrauwen y se sitúa en una constelación de autoras contemporáneas que ponen de relevancia lo retorcido de las relaciones personales, sociales y laborales en los tiempos postpandemia.
Lamu Urusei Yatsura, de Rumiko Takahashi (Planeta)
Ejemplo o no de la tan discutida burbuja del manga, Planeta ha decidido avasallar a los lectores publicando con simultaneidad tres ediciones de las obras más emblemáticas de la gran Rumiko Takahashi. Con Inu-Yasha ya en marcha, la editorial ha dicho que «más leña» y ha decidido emprenderla con la obra más divertida y mamarracha de la mangaka (por si fuera poco, empezando dos meses después con Maison Ikkoku). Se hace difícil quejarse: Urusei Yatsura (Lamu para los amigos) es la obra con la que Takahashi dio el campanazo a finales de los setenta, un desquiciado y divertidísimo vodevil que alimenta tanto su trasfondo como su galería de bizarros personajes de diversas fuentes; léase la ciencia-ficción de su momento así como la mitología y el folclore japonés. Todo ello para generar un esplendoroso surtido de relaciones amor/odio a múltiples bandas. Esta frenética comedia romántica fue, sin duda, la piedra maestra de la posterior producción de Takahashi, dejando para la posteridad una icónica protagonista inspirada en la modelo hawaiana Agnes Lum.
Mal de ojo, de Cristian Robles (Bang Ediciones)
2024 se está presentando como un buen año de cara al público infantil-juvenil que está viendo obras interesantísimas no solo de autores y autoras dedicados a este público sino de otros que están desembarcando aquí trayéndose lo mejor de sus propios estilos e intereses. Para muestra, un botón: Cristian Robles, afanoso dibujante que ha sobrecogido con sus cómics de terror carpenteriano (Soufflé) o epatado y divertido con sus tiras de gore culinario (Gourmeat) nos trae aquí una guía en historietas sobre el folclore gallego repasando su bestiario, desde las meigas al Sacaúntos pasando por la Santa Compaña. Robles hace suya toda esa mitología y la revitaliza, acercando la tradición de los cuentos de antaño a la modernidad de las aventuras juveniles a la Stranger Things, a través de la estampa pop icónica y colorista que le da al libro cierta entidad de nostálgico álbum de cromos. Terror, picaresca y humor negro: una mezcla clásica de los cómics de EC que cuaja aquí de nuevo con una estética completamente diferente.
Mister Morgen, de Igor Hofbauer (Desfiladero Ediciones)
Si una antología de historietas es más que la suma de sus partes entonces la presente es un buen ejemplo de esto, por su maña al construir un entrelazado y sombrío universo. El croata Igor Hofbauer encadena los relatos de Mister Morgen —irónico título donde los haya— para transportar al lector a una periferia pesadillesca fruto de aspiraciones políticas desarrollistas que acabaron en fracaso o estafa. A medio camino entre el noir y la serie b de terror, con una atmósfera que va y viene entre la realidad más gris y la dimensión surrealista, el autor retrata el descarrile de la civilización en unos personajes que van de la desesperación a la resignación como mejor opción vital posible. De grafismo sólido y perturbador, su ausencia de color se salpica puntualmente de un rojo disruptivo que siembra de desasosiego el fondo apático. Mister Morgen es una expresión de lo urbano que se da la mano con la de autores patrios grandes maestros en el blanco y negro como Santiago Sequeiros, Martí o Keko.
Perpendicular al sol, de Valentine Cuny-Le Callet (Salamandra Graphic)
Con diecinueve años la autora francesa Valentine Cuny-Le Callet decidió enviar una solicitud para participar en un programa que permitía mantener correspondencia con un condenado a muerte en una institución penitenciaria de Estados Unidos. Su solicitud resultó aceptada y así es como empezó una extensa relación epistolar con Renaldo McGirth. Perpendicular al sol es la crónica de ese diálogo entre ambos en los que media el amor por el dibujo y en la que la autora se convirtió en una ventana al mundo para el preso. Autobiografía y biografía expresada en un formato libre con raíces en el diario personal es esta también una obra que expone las condiciones de vida en prisión, los absurdos de la burocracia y el racismo institucional, lo que subraya su vocación política. Además de todo eso brilla por ser, aun en su frecuente tono apesadumbrado y su testimonio desesperado, una muestra de cómo el arte puede ir más allá de una expresión individualista y ser un vehículo que pone en contacto íntimamente a través de una dedicación y un cariño perseverante.
Ratas, de Karla Paloma (Alpha Cómics)
No tengo muy claro si quiero saber si las historietas de la danesa Karla Paloma son biográficas o autoficción pero lo que queda claro es que el underground de la experiencia cotidiana poco políticamente correcta está muy vivo en sus páginas. Ratas es una demostración de que no es necesario flexionar mucho los músculos y forzar el chiste para epatar sino dejarse llevar con naturalidad por los quehaceres de una cotidianeidad atascada de decisiones bastante sonrojantes para el ciudadano medio. La obra se disfruta así entre la carcajada gruesa y la estupefacción mientras el lector salta de la empatía a la aversión constantemente, escurriéndosele a la autora entre los dedos. Karla Paloma se instala así en una tradición de cómic underground que empezó con Aline Kominsky-Crumb, continua con Julie Doucet y llega a nuestros tiempos con Gabrielle Bell, Camille Vannier o Roberta Vázquez. Ah no, que el underground costumbrista murió cuando Peter Bagge chapó Odio. Pues nada, circulen, circulen.
Soy su silencio, de Jordi Lafebre (Norma Editorial)
El género detectivesco está teniendo una prolífica nueva vida en el audiovisual con personajes como Benoit Blanc o Charlie Cale, ambos casos inspirados en célebres investigadores (Holmes y Poirot en el primero y Colombo en el segundo) de la literatura y la televisión. De donde se inspiró para crear a un detective tan único y fresco para el mundo del cómic solo lo sabe su dibujante, Jordi Lafebre. Eva Rojas es un personaje arriesgado, excéntrico, sumamente inteligente, con ese interesante bucle de tener formación de psiquiatra y al mismo tiempo estar aquejada por un trastorno mental. El caso a resolver es uno típico en el género (la muerte de un cabeza de familia adinerada) pero ella le pone toda la chispa al caso. Aunque Soy su silencio no lo juega todo a una sola carta: Lafebre demuestra, de nuevo que es un maestro integral de la historieta, construyendo una estructura argumental compleja y dinámica y demostrando que domina su lenguaje a la perfección dándole a su cómic una expresividad que hacen de esta obra un trabajo inquieto y entretenidísimo de leer.
Hombre, de Antonio Segura y José Ortiz (ECC Ediciones)
Más allá de ser un hito de nuestro cómic patrio, la presente es la obra que estrenó al guionista Antonio Segura y al dibujante José Ortiz como dupla creativa, una que duraría muchos años. Cómic de acción postapocalíptica calificado con frecuencia como un «wéstern crepuscular», los referentes que lo fraguaron residirían en los cómics de terror de la EC por su tono sombrío o los de aventuras como los de Tarzán que Ortiz dibujó anteriormente por su fuerza salvaje. Segura aportó la visión de un mundo distópico aventurado en los tiempos de la Guerra Fría: sus zozobrantes textos introductorios no parecen muy fuera de contexto en la actualidad. Y en medio de todo esto, la llegada de un antihéroe que sería modelo para muchos otros después: individualista y áspero, que entiende la esperanza como una señal de debilidad y que es reflejo del mundo que lo rodea.
Kageki Shojo! Vol. 1, de Kumiko Saiki (Distrito Manga)
Se puede afirmar con casi total seguridad que en Japón hay ya un manga para casi cualquier disciplina deportiva o artística, nacional o internacional. Todos ellos se revuelven alrededor de la típica convención: protagonista entusiasta que busca sublimar una vocación con un objetivo muy claro en mente. Kageki Shojo!, en ese sentido, es una serie canónica al tratar de la formación en una escuela de musicales de la joven Sarasa, una muchacha toca y atraviesa ese techo de entusiasmo y genialidad tan característico de los protagonistas de este género. Pero todavía más, lo que aquí está haciendo Kumiko Saiki —además de un entretenidísimo manga costumbrista de institutos de formación artística— es relacionar las artes escénicas específicas de Japón nacidas en varias épocas, desde el kabuki hasta los grupos de idols pasando, evidentemente, por los musicales de intérpretes femeninos. Muy recomendable empezar por su precuela, Kageki Shojo! Season Zero para conocer bien a fondo a los personajes.
Jim, de François Schuiten (Libros del Zorro Rojo)
El virtuosismo del belga François Schuiten al dibujo es algo conocido y demostrado a través de una dilatada carrera en la que destacan obras que son ya clásicos históricos del noveno arte como los álbumes de Las ciudades oscuras, creados junto a Benoît Peeters. Cuando Schuiten perdió a su buen amigo Jim, un retriever negro, toda su maestría se puso al servicio de una necesidad, la de rendirle homenaje, llenando así las horas que se hacían insoportables con su ausencia. Jim es una obra exhaustiva, realmente nos deja la sensación de que su autor ha volcado todo aquello asociado a su compañero de vida. Reflexiones puntuales, sensaciones fantasmales, recuerdos específicos. Jim está omnipresente en la memoria de su amo, se palpa en un dibujo muy mimoso y delicado en el que cada línea trazada para ilustrarlo se antoja como una caricia. A través de metáforas visuales y escenas del día a día de su experiencia particular, Schuiten consigue trasladar, buscada o no, esa experiencia universal tan difícil de desentrañar y explicar, que es el vínculo íntimo entre un animal y su dueño.
Casa desastre, de Roberta Vázquez (Blackie Books)
El desembarco de autores y autoras en el cómic infantil y juvenil no cesa y si algo caracteriza a este es que dichos autores no cambian su estilo y sus temas para dicho público, sino que precisamente mantienen la esencia de este para llegar a ellos. Roberta Vázquez, que viene del underground, la autoedición, el costumbrismo y la tragicomedia de ser joven y artista, lanza Casa desastre, una suerte de sitcom con personajes antropomórficos que comparten piso y de cuyas interacciones no sale nada que no sea una creciente bola de nieve de estropicios que promete acabar en prominente ruina. En la línea del Ana y Froga de Anouk Ricard, Vázquez no busca el cuento maniqueísta con moraleja, sino la construcción de un relato coral con personajes de personalidades que destacan por sus vicios y/o neuras y, por ello, bastante realistas al final. Una oda al caos pero también a tomarse la vida día a día independientemente de lo que se venga.
En el limbo, de Deb JJ Lee (Ediciones La Cúpula)
Probablemente una de las autobiografías en cómic más interesantes del arranque de este 2024, la de Deb JJ Lee es una demostración de que el género autobiográfico no es un terreno fácil, ni narcisista per se, como algunos han dado a manifestar cuando el género asomó la cabeza con una mínima relevancia en el medio. En el limbo es un retrato de las penurias de una adolescencia entre relaciones familiares complicadas, la carga del pasado, las dificultades de integración en entornos nuevos, el acoso escolar y, especialmente, la depresión. En ese maremágnum de escollos le autore es precise en el relato de sus vivencias y el peso de las decisiones más o menos acertadas. La voz honda descargada en el papel toma una forma que se expresa a través de una gran variedad de recursos gráficos y narrativos con una vocación de eficiencia motivada por la claridad de lo que se quiere transmitir.
Cuando el viento sopla, de Raymond Briggs (Blackie Books)
He aquí un clásico histórico indiscutible del cómic que tuvo su edición en España hace ya cuarenta años y del que se precisaba, quizás con más urgencia que nunca, una reedición. Cuando el viento sopla despliega un duro ejercicio de imaginación sobre lo que sería vivir un apocalipsis nuclear real, rehuyendo el efectismo violento pero haciendo presente el peligro mortal invisible, no menos impactante. A través de una pareja de jubilados, inspirados en los padres del propio autor, ajenos a las consecuencias de un evento semejante, Raymond Briggs consigue elaborar una proyección de un costumbrismo aterrador que es también un manifiesto antibelicista, una exposición de la desinformación y desamparo del ciudadano y un alegato de como son siempre estos quienes pagan el pato de las luchas entre los grandes poderes. Chocante por lo naif de su estilo, absorbente por la sutil intriga que es capaz de generar y terrible por el candoroso retrato psicológico de unos protagonistas condenados a un destino horrible, este cómic hace del apelativo «necesario» algo completamente pertinente más allá del cliché de divulgador.
Agua y arena, de Lux Meteora (Autoedición)
Algunos de los cómics más interesantes que se están haciendo actualmente sobre ecología tanto por su fondo como por su forma son los de las autoediciones que la artista Lux Meteora está publicando con sumo mimo. A su primer trabajo, Chasquido y siseo, un interesante ensayo sobre el papel del fuego en los ecosistemas, que arranca situando al lector en el corazón de un incendio, le ha seguido este Agua y arena que indaga sobre la acción del hombre sobre el curso de los ríos y masas de agua y como eso, tanto altera el entorno y lo transforma con el paso del tiempo, como provoca cambios y fuerza migraciones en la vida de las personas. Más allá de lo didáctico, la autora practica aquí un poético ejercicio de animismo sobre los elementos para hablar sobre la indefectible relación entre el ser humano y agua. Y lo hace con un estilo arrollador, una risografía a cuatro tintas de colores contrastados que en ocasiones parece rozar el arte abstracto y que refuerza la trascendencia y esencialidad de lo que se cuenta.
Domingo flamenco, de Olivier Schrauwen (Fulgencio Pimentel)
El stream of counciousness —entendido este como monólogo interior de continuidad incisiva— como mecanismo narrativo ha tenido empleos en algunas de las obras más célebres de la literatura universal. En cómic también los ha tenido pero no todos se han atrevido a acercarse al extremo joyceano como lo ha hecho Olivier Schrauwen. Un día cualquiera (o no tanto) en la vida de Thibault —otro familiar suyo de ficción—, queda plasmado en las casi quinientas páginas de Domingo flamenco, un documento que se sumerge en la volátil psicología de su protagonista. Pero más allá de esta crónica individual e individualista, el autor usa el plano visual para transportar el monólogo interior a la realidad externa y lejana del protagonista resultando en un relato excéntrico con amagos de sátira, guiños de ironía y relativización de los efluvios del yo.
Doctor Extraño: Amanecer de otoño, de Tradd Moore y Heather Moore (Panini Cómics)
Dos tradiciones de cómic confluyen en esta espectacular épica visual. Una, la de los primeros cómics del hechicero de Marvel, que fueron un campo abonado para la experimentación con autores como Steve Ditko, Gene Colan o Marshall Rogers a cuentas del trasfondo sobrenatural del personaje. Otra, la del cómic europeo de fantaciencia para adultos de los ochenta, de la escuela de la Metal Hurlant con autores como Moebius o Philippe Druillet. Estos antecedentes, a los que se podrían sumar ciertas influencias del manga, son la materia prima de la que parten Tradd Moore y Heather Moore para armar esta delirante aventura con una mitología propia nueva ajena a las continuidades habituales. Paradójicamente tan vanguardista como clásico, al rozar lo excepcional pero al mismo tiempo no despegarse del género, Doctor Extraño: Amanecer de otoño es uno de los indiscutibles cómics de superhéroes de este año.
Me apunto unos cuantos que desconocía. Y una cosilla: Schuiten es belga.
Ostras, sí. Disculpas por el patinazo. Lo corregimos en breve. Gracias por señalarlo, Fede.
Entiendo que quizá no sea el tipo de cómic que se espera por aquí, viendo las interesantes recomendaciones de Iván, pero creo que la nueva serie de Transformers, de Mike Spicer y Daniel Warren Johnson, merece la pena.
Hola Lolo! Aun no lo he leído pero seguramente dé con él más pronto que tarde. Por alguna de estas listas han salido tebeos de Daniel Warren Johnson. Además, de crío fui un fan de los tebeos de los Transformers (también he leido unos cuantos volumenes de las series actuales aunque las tengo un poco aparcadas). Muchas gracias por la recomendación, se aceptan de todo tipo!
Me alegra ver que alguien leía los transformers de Marvel tiempo atrás. Tebeos que muchas veces no eran de gran calidad (me quedo con la etapa de Andy Wildman a los lápices).
Te dejo mi reseña sobre la nueva saga de robots transformables. No pretende cambiar el mundo del cómic pero es muy disfrutable.
http://jugandopachangas.blogspot.com/2024/04/y-john-wick-se-hizo-robot.html?m=1
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Pro, además es la obra póstuma de Manuel M. Vidal.