El libro Los ojos vendados de la Justicia de Diego García Paz es un ensayo que reflexiona sobre la justicia y su relación con el poder, la manipulación y la ética. A lo largo de sus páginas, el autor analiza cómo el poder puede corromper la verdad, la ley y la ética para mantenerse, y la importancia de la razón humana y el Derecho Natural en la búsqueda de la justicia. García Paz comienza el libro con una cita de Maquiavelo, en la que afirma que la justicia ha sido y siempre será la causa principal de los males de la humanidad. El autor considera que la justicia debe basarse en la ley «no hagas a los demás lo que no quieras que los demás te hagan a ti», reprimir las malas pasiones, no ser ni amo ni esclavo de nadie, no fingir, no mentir ni por temor ni por lucro, no eludir las exigencias de la ley suprema de la conciencia. Todo esto exige esfuerzo. Sin embargo, imaginar que determinada forma de gobierno conducirá por una vía mística a todos los hombres a la equidad y a la virtud y para ello repetir lo que dicen los hombres de un partido, discutir, fingir, insultar y batirse, se hace por sí mismo y sin necesidad de esfuerzo. Es así como surge la teoría según la cual será esta segunda opción la que mejore la vida de los hombres.
El autor considera al gobierno como una institución consagrada por la tradición y la costumbre para cometer impunemente la violencia y los crímenes más espantosos; la promoción del alcoholismo, el embrutecimiento, la depravación, la explotación de la gente por los ricos y poderosos. Por esa razón, piensa que los esfuerzos que desean mejorar la vida social deben tender a librar a los hombres de los gobiernos. Este objeto, según su entender, se consigue por un solo medio: el perfeccionamiento interior, religioso y moral de los individuos. En su afán por democratizar los altos ideales de la Filosofía y el Derecho, el autor no escatima en guiarnos a través de un diálogo con personajes y pensadores, desde los más eminentes filósofos hasta iconos de la cultura popular, creando un mosaico donde el esplendor de la cultura clásica se fusiona con el pulso vibrante de la contemporaneidad. Con una metodología que rompe moldes, García Paz nos ofrece una experiencia de lectura que es, en sí misma, una obra de arte, invitándonos a contemplar la Justicia no como un mero concepto jurídico, sino como un principio etéreo que se entrelaza con la fibra más íntima de nuestra condición humana.
Algunos capítulos conectan la justicia con películas como en caso de Gladiator: Estoicismo frente a corrupción. El autor destaca que Máximo Décimo Meridio aglutina en su persona todos los valores estoicos: sabiduría, justicia, un gran sentido ético, pues conoce y ha sufrido la sensación que produce la corrupción, el mal, en sus propias carnes, y por medio de su acción quiere no sólo vengar el daño personal que se le ha causado, sino mantenerse fiel al legado de Marco Aurelio, que no era otro que evitar que con el tiempo los emperadores se corrompieran por efecto del poder y llevaran a Roma a su fin. Otros capítulos hablan de personajes históricos como Hernán Cortés: ¿Una imposición de Derecho Natural? en el que Diego García destaca que la figura de Cortés tras conquistar Tenochtitlán con el apoyo de buena parte de la población indígena contraria al imperio azteca de Moctezuma, entró con los siglos en el camino de la leyenda negra, erigiéndose en un personaje controvertido. Otros capítulos se articulan basados en series como Los caballeros del Zodiaco, actrices como Marilyn Monroe o escritores como Stephen King.
El libro reflexiona sobre el Derecho Natural y los derechos humanos afirmando que el Derecho Natural, aquello que legitima verdaderamente a las normas jurídicas que rigen la sociedad, y del que se derivan los derechos humanos, debe aparecer sustentado en factores ajenos a la imposición del poder; un poder que no ha de entrar en ámbitos por esencia ajenos a toda injerencia. Se trata de valores y de principios superiores que están marginados de orientaciones partidistas Este libro es para aquellos que disfrutan de un debate estimulante tanto como de una buena novela. García Paz nos desafía a despertar, a mantener los ojos bien abiertos, y promete que, en este viaje, quizás ayudemos a la Justicia a liberarse de sus ataduras.
Lejos estoy yo de ser un iuspositivista estricto, pues ello me llevaría a despreciar instancias tan necesarias como los derechos humanos que beben, en cierta forma, del iusnaturalismo.
Y no soy un jurista de tanto renombre como el autor, al que le expreso mi felicitación por el libro.
Pero pienso que formular una propuesta para reorganizar el ordenamiento jurídico (¡y el Estado mismo!) sobre la base de que cada individuo autónomamente cambie es lo opuesto a lo jurídico. Es como diseñar una política criminal sobre la base de que deberíamos dejar de hacer crímenes. Ya, cierto, pero la gente comete crímenes. De eso va el intríngulis.
Terry Pratchett, por boca de Vimes, lo expresa mejor que yo en Ronda de Noche:
«Swing, sin embargo, no empezó por donde debía. No miró a su alrededor, vio y aprendió y después dijo: «Así es la gente, ¿qué hacemos con ello?». No, lo que hizo fue sentarse y pensar: «Así debería ser la gente, ¿cómo la cambiamos?».
Y ese pensamiento no estaba mal para un sacerdote, pero sí para un poli, y la forma paciente y pedante de operar de Swing había puesto el trabajo policial patas arriba.»