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Speak to me in Anglish!

Speak to me in Anglish
Haroldo Godwinson es obligado jurar fidelidad a Guillermo el Bastardo (izda.) sobre unas reliquias en el año 1064. Más tarde serán conocidos como Haroldo II, el último rey anglosajón de Inglaterra, y Guillermo el Conquistador, el primer rey normando. Imagen: Ludwig Gruner, 1866 / Getty. Anglish

Este texto es un adelanto de nuestra trimestral Jot Down  nº 46 «Rupturas»

En la primavera de 1966, Paul Jennings, veterano de la Segunda Guerra Mundial, escritor y humorista británico, recibió el encargo de escribir tres artículos para la revista satírica Punch. En condiciones normales, un tipo tan hábil como Jennings se despacharía aquello de una sentada y cuatro gin-tonics. El problema era el tema: «Los novecientos años de la invasión normanda de Inglaterra». Y ya hemos dicho que no era uno sino tres artículos divagando sobre la batalla de Hastings. Y con gracia, claro, que son para Punch

Jennings salió del paso con una ucronía: ¿y si los normandos no hubieran ganado en Hastings? «1066 y todos sajones» tituló aquello. Que aquellos vikingos afrancesados no fueran amos y señores de la isla durante los siguientes cuatro siglos también se dejaría notar en la lengua. Jennings escribió el relato en lo que pensó que sería el inglés sin rastro latino alguno. Anglish fue como llamó a aquel experimento lingüístico. Nadie entendió nada de lo que escribió (probablemente, esa era la gracia), pero eso tiene una explicación.

La explicación

El inglés tal y como lo conocemos empezó a pergeñarse con las voces de anglos, jutos y sajones, tribus germánicas que zarparon hacia el oeste entre los siglos V y VII de nuestra era desde las costas de las actuales Dinamarca, Alemania y Países Bajos. Llegaron en números pequeños, y todavía sigue siendo un misterio por qué no adoptaron la lengua celta de la mayoría en la isla (que fue precisamente lo que hicieron los normandos con el romance francés al instalarse al noroeste de París, pero luego iremos con eso), o que el total de vocablos celtas en el inglés actual no supere la veintena.

Los siguientes en llegar fueron los vikingos desde Escandinavia, entre los siglos VIII y IX. No se sabe a ciencia cierta cómo de parecidas eran su lengua y la de los anteriores. Siendo todas tribus germánicas de un espacio geográfico no muy grande, es bastante probable que pudieran entenderse entre ellos como lo pueden hacer hoy un señor de Segovia y una señora de Florencia en sus respectivas hablas de cuna. Es el contacto lubricado con sangre entre decenas de reinos de taifas insulares el que da origen a lo que llamamos «inglés antiguo», una variante netamente germánica (no del todo, pero esto también lo explicaremos más tarde) que también es la base para la lengua que Jennings reconstruye en sus tres artículos. Como si los normandos no hubieran llegado para quedarse. 

Ni el islandés de los fiordos occidentales ni el alemán del Volga, el címbrico alpino, el frisón saterlándico, el afrikáans del Distrito 8 o el yiddish de una carnicería kosher de Brooklyn: ninguna lengua germánica es tan híbrida, tan mestiza, tan «poco germánica» como lo es el inglés. Un 29 % de palabras francesas más otro 29 % de vocablos latinos hace un total de un 58 % de léxico de origen románico (frente a un 26 % del germánico). El resto son palabras griegas y de otros idiomas.

¿Es realmente una lengua germánica? Los que aún se lo preguntan desconocen que lo que emparenta a las lenguas en familias no es su léxico.

La culpa de esta confusión la tienen los normandos. En origen eran politeístas, grababan piedras con runas, dominaban los océanos: eran vikingos. Pero instalarse en el noroeste de Francia (segunda mitad del siglo IX), jurar lealtad al rey francés, adoptar su lengua y su religión cristiana fue todo uno. Súmenle a eso la crisis de identidad del hijo de un duque normando soltero y su concubina, y tendrán al próximo rey de Inglaterra: Guillermo I.

Tras su victoria en Hastings, los cambios se precipitaron: la variante francesa de los conquistadores se convirtió en la lengua oficial de la corte mientras todos los seguidores de Guillermo se apoltronaban en los altos cargos civiles y eclesiásticos. Por supuesto, se les premió con propiedades expropiadas a la nobleza inglesa, lo que hizo que se asociara el uso del francés con la nobleza y las clases altas. Durante un largo período, el romance francés era la lengua culta; el latín, la eclesiástica, y el inglés seguía siendo la lengua mayoritaria, la del pueblo sometido. Se habla de trilingüismo, pero quizá sea simplificar demasiado las cosas. La diversidad lingüística del inglés antiguo era grande y, por si fuera poco, la propia lengua de los conquistadores se encontraba en plena transición. 

Si bien asimétrica, es esa convivencia lingüística la que hace que los préstamos se multipliquen hasta el punto de tener dos palabras donde la mayoría tiene solo una: house/mansion, worthy/honourable, bold/courageous, to feed/to nourish, to fight/to combat, clever/intelligent, deep/profound… La lista es interminable, un lujo que, muy probablemente, solo se pueda permitir el inglés. El ejemplo más sorprendente es la distinción que hace entre el animal vivo y el que llega a la mesa, como en pig/pork, cow/beef o sheep/mutton. «Cuando el animal está vivo y confiado a los cuidados de un esclavo sajón, tiene nombre sajón, pero cuando lo llevan al castillo para que los nobles se regalen con él se transforma en normando», escribe Walter Scott en su novela Ivanhoe.

Escojan cualquier texto en inglés y busquen una sola frase que no incluya una palabra de origen latino. Están por todas partes, disfrazadas de adjetivos, verbos y adverbios… Más allá del plano léxico, la vieja lengua sajona también cambia en su estructura gramatical. De los antiguos casos (nominativo, acusativo…) solo sobrevive el genitivo en ‘s, aunque se puede sustituir por un of, ‘de’. Son precisamente preposiciones como esa las que se imponen (by, ‘por’; with, ‘con’; from, ‘desde’…). No se toman prestadas del francés, pero es la influencia de este último la que normaliza su uso.

No deja de ser intrigante el tremendo impacto de la invasión normanda sobre la lengua inglesa cuando sabemos que las estimaciones hablan de entre diez mil y quince mil soldados como mucho frente a una población local que se calcula en el millón y medio. Pero ya hemos dicho que esa es la lengua del poder, de los que mandan y escriben. Aprender a leer se convierte en una prioridad en el siglo XII, y eso no es algo que uno haga en una lengua sin estandarizar que solo hablan los campesinos. Además, casi todo lo que se puede leer está en latín. Pasarán dos siglos hasta que los monarcas ingleses vuelvan a usar su lengua vernácula en eventos públicos en vez del latín o el francés. Pero esta ha cambiado, se ha transformado en algo que ya nos resulta familiar. Desde el inglés actual y sin nociones de lingüística, podemos entender la mayor parte de aquellos textos del siglo XIV con bastante facilidad. A no ser que uno domine el frisón antiguo, su antecesor prenormando seguirá resultándonos totalmente hermético.

Diga folk

Arrancábamos con el anglish, eso que, según Jennings, sería el inglés actual de no haber fracasado en Hastings. Uno de sus tres artículos gira en torno a cómo lo habría contado Shakespeare si Guillermo I de Inglaterra nunca hubiera llegado a reinar. Para ello, Jennings escoge únicamente léxico germánico, adapta palabras en desuso o crea otras nuevas a partir del inglés antiguo. Lo entenderemos mejor con un ejemplo. En vez de I respect the man because he’s very industrious («Respeto al hombre porque es muy diligente»), el anglish propone I onlook the man since he’s very ithand.

A pesar de que se les coló ese desafortunado very (del francés antiguo verai), está bien traído. Onlook nos llega del inglés antiguo anlec; ithand es un término en desuso hace siglos, mientras que since es el equivalente germánico en perfecto uso de because, que se nos cae por su origen latino (causa). Es como lo de primar choose sobre decide, o intentar resucitar folk y deshacerse para siempre de ese incómodo people, que tanto recuerda al peuple francés. 

Esta obsesión por la pureza germánica no es nueva. Ya en el siglo XVI, John Cheke, profesor de Griego en Cambridge, sugirió sustituir vocablos latinos y helenos en el inglés por sus equivalentes en inglés antiguo (no digan centurion, propheter o resurrection; mejor hundreder, foresayer y gainrising). Los escritores románticos del XIX se apuntaron a la corriente purista con un entusiasmo aún mayor, con firmas tan ilustres como Dickens, Hardy o Barnes defendiendo con ardor el stock anglosajón. De entre los del siglo XX siempre se menciona a George Orwell, quien, en un ensayo publicado en 1946, atribuye a los escritores «malos» pensar que el griego y el latín son «más grandes» que la lengua sajona. A uno le parece más bien una crítica bien argumentada al gesto de esconder la mediocridad bajo pomposos y a menudo innecesarios términos latinos de muchos autores británicos. Pueden buscar el texto en internet (Politics and the English Language) y juzgar ustedes mismos. 

Lo que también se puede encontrar en la red son plataformas que reivindican «la anglicidad perdida del inglés». Hay diccionarios English-Anglish online, foros en los que se discute con fervor cuál será la traducción más «pura» de esta o aquella palabra, cuál el alfabeto más conveniente… Los puristas 2.0 siguen negando la evidencia más palmaria: que las lenguas respiran y crecen por hibridación. Casi el 40 % del léxico swahili es de origen árabe, y el porcentaje del chino mandarín en el vietnamita es aún mayor. El rumano rezuma eslavo, lo mismo que tamazight el árabe magrebí o persa el armenio. Ni siquiera el inglés antiguo más primigenio se libraba de vocablos «ajenos» porque aquellas tribus ya habían estado en contacto con los romanos y otros pueblos antes de cruzar el canal. 

El anglish se justifica como mero ejercicio intelectual, lo mismo que dedicar el tiempo libre a estudiar folksprak (una especie de esperanto para las lenguas germánicas), klingon o valirio. Al fin y al cabo, no deja de ser una lengua construida más. Ya lo dijo el propio Jennings: no era más que una broma para una revista satírica. 

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2 Comentarios

  1. Qué interesante!

  2. Creo que entre las lenguas «grandes», solo el japonés tiene un léxico tan mezclado, en su caso de chino clásico y medio, y también tiene cientos o miles de dobletes al estilo de cow/beef (ushi/gyuu).

    Para el castellano hubo un intento alrededor del año 2000: el castiellano padremoñal o español sen cuchesmos. Se podían usar cultismos, pero imaginando su evolución directa desde el latín en lugar de su reintroducción entre los siglos XV y XVII.

    Mi inglés es regular y más de un hablante nativo me ha dicho «Pareces una persona muy educada, usas muchos términos elevados». Es decir, no conozco la palabra adecuada y uso alguna de origen latino que podría funcionar.

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