Pese a El barracón de las mujeres, un oportunista relato, supuestamente basado en hechos reales, las deportadas españolas de Ravensbrück están ganando, post mortem, su batalla de la memoria. Gracias, sobre todo, a familiares e interesados en la memoria histórica que se han puesto a la tarea de desmontar las calumnias y falsedades que se han vertido últimamente sobre ellas. No vamos a entrar en detalles aquí, basta con remitir al lector a los artículos recientemente publicados en Jot Down de fecha 03/03/2024 y en El Confidencial con fecha de 23/03/2024.
En este país de la desmemoria se puede dar gato por liebre y vender mercancía averiada sin que pase nada. Una escritora decide escribir una «novela histórica» con un minucioso contenido sadomasoquista y el éxito está, al parecer, asegurado, así como su repercusión mediática y económica. En otro país no sería posible hablar de la deportación femenina en términos tales. Para su información, señora Fermina Cañaveras, en Francia, país donde fueron detenidas las deportadas españolas por hechos de resistencia, estas mujeres, al volver de la deportación fueron reconocidas y homenajeadas con condecoraciones (Legión de Honor, Medalla de la Deportación por Resistencia…), algunas de ellas incluso descansan en el Panteón de París, veneradas como mujeres ilustres. En cuanto a las deportadas que regresaban con un precario estado de salud (fueron muchas) recibieron ayuda del Gobierno francés. Por supuesto, nadie se atrevió a tratar a esas mujeres de putas.
Hay que conocer, un mínimo, el historial de esas mujeres que ya empezó durante la Segunda República en España donde eran maestras, sanitarias, secretarias (como Mercedes Núñez Targa, que fue secretaria de Pablo Neruda), participaban en la vida cultural y política, hacían deporte… Cuando el 18 de julio de 1936 estalló el golpe de estado faccioso, esas mismas mujeres estuvieron presentes en fábricas de armamento, en el frente, en hospitales de campaña, en comedores sociales, en colonias infantiles, etc. Cuando se perdió la República y tuvieron que marcharse, conocieron las vicisitudes del exilio. Luego, más tarde, se incorporaron a la resistencia francesa para luchar contra el mismo fascismo que habían combatido en España. Por eso mismo fueron detenidas por la Gestapo y brutalmente interrogadas e incluso a menudo torturadas. Después de conocer los calabozos franceses, fueron llevadas al campo de concentración de Ravensbrück en condiciones infrahumanas. La mayoría de las españolas entraron en el campo en 1944, de haber llegado antes, a principios de 1942, como su inverosímil heroína, no hubiesen podido aguantar hasta el final dadas las terribles condiciones en que allí las mantenían. Entre ellas había, además, una gran solidaridad; y ser decididas y luchadoras les ayudó a resistir. Transcribo aquí un extracto de una entrevista de TVE Catalunya en 1986 a Mercedes Núñez Targa:
TVE Catalunya: La causa principal por la que fue usted deportada fue por motivos políticos, ¿usted no llegó a sentir, una vez en el campo de concentración de que no merecía la pena sufrir aquello?
N. Targa: No lo pensé nunca. No se me ocurrió jamás. Al contrario, cuanto más brutos los veíamos y cuantas más barbaridades hacían, más justificaciones encontrábamos a nuestra lucha.
Para ser breve, hay números que valen más que muchas palabras: el campo de concentración y luego de exterminio de Ravensbrück representó: un total de 92.000 muertes, de las 132.000 deportadas; el hambre, el maltrato y las epidemias mataron 60.000 mujeres y niños; 32.000 otras víctimas fueron asesinadas en las cámaras de gas o de un balazo en la nuca. Tras la liberación no pudieron regresar a su país y, a menudo, se convirtieron en apátridas. España estaba aún bajo el yugo franquista y habría de estarlo todavía durante muchos años. ¡Solo su heroína volvió en el mismo 1945 y no le pasó nada!
En la España actual a esas mujeres admirables no solo se les ignora, sino que asistimos a una nueva forma, vergonzosamente descarada, de «hacer historia» a su costa. Que nadie se atreva a decir que no hay ni archivos, ni testimonios, ni trabajos universitarios sobre el tema:
Montserrat Roig, publicó en 1977: Els catalans als camps nazis.
Mercedes Núñez Targa, publicó en 1980, El carretó dels gossos. Una catalana a Ravensbrück.
Neus Català, publicó en 1984, De la resistencia y la deportación. 50 testimonios de mujeres españolas.
Rosa Toran, publicó en 2002, Vida i mort dels republicans als camps nazis.
Montse Armengou y Ricard Belis, publicaron en 2007, “Ravensbrück, l’infern de les dones”.
Mónica G. Álvarez, publicó en 2012: Guardianas nazis. El lado femenino del mal.
Amics de Ravensbrück, publicó en 2012, Memorial de las españolas deportadas a Ravensbrück.
Montserrat Llor, publicó en 2014: Vivos. En el averno nazi.
De Mercedes Núñez Targa, se publicó en 2016: El valor de la memoria. De la cárcel de Ventas al campo de Ravensbrück.
Mónica G. Álvarez, publicó en 2021: Noche y Niebla en los campos nazis. Historias heroicas de españolas que sobrevivieron al horror.
También podríamos citar los relevantes y numerosos testimonios de deportadas francesas.
Todos estos libros tienen en común el estar escritos por las propias deportadas o por historiadores e historiadoras especializados en la deportación femenina y que trabajan, ellos sí, con archivos históricos.
Según lo publicado por El Español el 10 de enero de 2024, usted ha identificado a 26 españolas que fueron explotadas sexualmente e incluso cuenta que seguramente habría más. ¿Cuáles han sido sus fuentes? Son afirmaciones graves que necesitan ser esclarecidas para restablecer el honor de las deportadas y para aliviar el dolor de sus familias. En definitiva, para restablecer la verdad y cumplir con la historia.
Las investigaciones del Dr. Robert Sommer y de Bernhard Strebel, ambos de reconocido prestigio en este tema, que trabajan, como es debido, con rigor y documentos de archivo, coinciden en el hecho de que no hubo ningún prostíbulo en el campo de Ravensbrück; y el Dr. Robert Sommer concluye que, entre las mujeres obligadas a prostituirse por las SS en los burdeles de los campos de concentración de hombres, no había ninguna española.
Para terminar, le invito a leer el siguiente pequeño extracto del libro de Mercedes Núñez Targa, relatando alguna de sus vivencias en el campo de Ravensbrück:
Nuestra vida es dura. Durante una semana empezamos a trabajar a las cinco de la mañana para terminar a las cinco de la tarde. Antes de salir tenemos que hacer el inevitable appell, nunca menos de una hora. Ya, al regreso, otra hora, nunca menos, de appell. La semana siguiente trabajamos desde las cinco de la tarde hasta las cinco de la madrugada, lo que no nos exime de los appells. Trabajamos siempre de pie, en trabajos duros, agotadores y muchos de ellos peligrosísimos. Comemos una sopa a mediodía. A modo de cena nos reparten nuestra ración de pan del día –una rebanada de color oscuro e incluso enmohecida– y un trocito de margarina grueso como la mitad del dedo meñique. Por la mañana una agua oscura y azucarada de regusto desagradable nos sirve de café. Como extra, algún domingo, no todos, recibimos una cucharada de sucedáneo de confitura…
La espantosa realidad es que todas nosotras, más tarde o más temprano, estamos destinadas al crematorio. Podemos durar unos meses, un año como mucho, no demasiado más. Nueve meses tienen calculados los «teóricos nazis». Todo esto está perfectamente previsto y si, de acuerdo con los magnates de la industria, nos conservan todavía en vida, es únicamente porque necesitan peones para sacar adelante la industria de guerra del Gran Reich…
¡Appell! ¡Appell!, no solo significa la postura físicamente insoportable, el agotamiento, el frío durante largas horas, sino una deshumanización total, eso de sentirse no como un ser viviente, sino como un número, un objeto. Ni el hambre, ni los azotes, ni la perpetua amenaza de la cámara de gas te llegan tan al fondo del alma como aquella humillación profunda de verte obligada a ordenar a tus propios músculos una inmovilidad de piedra, a imprimir en los rostros la impasibilidad, a no estremecerte ni siquiera cuando el zurriagazo cae en la carne martirizada de una compañera, amiga, hermana.
Te sientes vencida, cobarde, como si de golpe te hubieran arrebatado tu dignidad de combatiente.
N.E.: «appell» es la llamada al recuento o la formación que los prisioneros tenían que hacer en los campos de concentración durante el régimen nazi. Esta práctica era una parte de la rutina diaria y solía ser extremadamente rigurosa y deshumanizante. Los prisioneros tenían que alinearse, independientemente de las condiciones climáticas o de su estado de salud, para ser contados y revisados por los guardias. Este proceso podía durar horas, durante las cuales los prisioneros debían permanecer en posición de pie, inmóviles y en silencio.