Arquitectura

Viaje al futuro: estación de Sants 2030, Barcelona

Barcelona Sants Alzado J. PeiroCC81 002

El coche termina aquí. El medio de transporte individual y privado se restringe en toda Europa en un intento de caminar hacia una movilidad y economía verdes. Pero hay un punto medio entre el extremo de no tener coche en absoluto y poder dejarlo aparcado allí donde se nos abren mejores opciones. El centro de Londres se ha llenado de bicicletas, lo mismo que los bulevares de París, y las estaciones de tren también se han convertido en puntos de parada para el vehículo privado. Las apps que permiten usar el propio coche por la ciudad, planificar la ruta ahorrando tiempo y reservar aparcamiento en parkings como los de la estación de Sants resultan cada vez más útiles. Porque si hay un proyecto bandera donde esta realidad futura de la movilidad urbana va a concretarse es precisamente allí, en una de las principales estaciones de tren de Barcelona. Cuando en 2030, si no hay retrasos, se inaugure transformada, un punto de referencia del transporte por ferrocarril iniciado en 1890 para conectar la red ferroviaria española y europea volverá a marcar un hito histórico. Con un inequívoco rasgo de integración europea, que es una vocación barcelonesa por excelencia: ser una ciudad abierta al mundo contemporáneo y sobre todo, al futuro.

No se ha visto una remodelación semejante de Sants desde 1930, cuando se construyó una nueva estación de pasajeros donde se anticiparon las nuevas ideas de la arquitectura. Especialmente las de estandarización defendidas por el arquitecto alemán Ernst Neufer, que además fue uno de los primeros defensores internacionales de la arquitectura de Antoni Gaudí. Le conoció en los años veinte en Barcelona, en compañía de Paul Linder, uno de los arquitectos educados en la Bauhaus. Esa conexión facilitó empezar a aplicar algo que hoy damos por descontado, unas medidas iguales en todo espacio arquitectónico, adecuadas al tamaño humano, pensadas para que moverse sea fácil, tanto si eres un pasajero individual como para que las masas no causen aglomeraciones en momentos de gran afluencia. La antropometría, la medida humana como base de todo, continúa siendo un referente para el diseño arquitectónico de edificios comerciales e industriales, lo mismo que el libro de Neufert, Arte de proyectar en arquitectura. Y aquellos andenes de Sants en los años treinta, espaciosos, lineales, con espacio para abordar el tren y tejados para proteger del sol y la lluvia en la espera, constituyeron un primer precedente de su aplicación.

Si la arquitectura pasada fue definida por la antropometría, nada define mejor a la actual que los medios de transporte. La sociedad del coche, la del siglo XX, está dando paso a la sociedad de las megaurbes, y en la aglomeración urbana masificada la movilidad eficiente pasa, necesariamente, tanto por el transporte colectivo en la media distancia, como ir a pie o en bicicleta en los trayectos cortos. Para dar respuesta a esa nueva realidad, hoy la transformación de cualquier edificio de uso civil se concibe conjuntamente con la transformación de su entorno. Y esa es la gran característica futurista de la estación barcelonesa, que convertirá sus alrededores en un espacio público para personas, en lugar de para vehículos. Cuando el AVE llegó a Barcelona se fueron acumulando en su entorno líneas de metro, Cercanías, trenes y una circulación de coches cada vez más masiva. Hoy la estación es una rotonda, que se puede rodear circulando, pero en el futuro solo se podrá acceder en coche privado por el paseo de Sant Antoni, las paradas de taxis serán subterráneas, y el tráfico delante de la fachada principal desaparecerá.

En Sants 2030 el tráfico rodado se habrá reducido un 75%, característica que se hará especialmente visible en la plaza de los Països Catalans. Un espacio de encuentro rodeado de verde, ideal para patinadores y otras actividades lúdicas de calle, también culturales, con espacio para juegos infantiles, que además recuperará aquellos elementos originales, como las fuentes, que en 1983 la hicieron ganar un premio FAD de arquitectura. Estructuralmente es una gran losa de hormigón sobre el patio de vías de los trenes, protegida como bien cultural por la Generalitat, así que no puede cambiarse. Pero su actual condición de plaza dura será radicalmente distinta, al trasladar la actual estación de autobuses a la plaza de España. Ese espacio liberado lo ocupará un nuevo bosque urbano, el Bosque Viriat, otro de los rasgos vanguardistas en el urbanismo arquitectónico europeo. Aunque la silvicultura urbana lleva mucho tiempo aplicándose, ha sido en los últimos tiempos cuando se ha superado su concepción meramente estética, ampliándose a un espacio de biodiversidad que facilita el asentamiento de animales y un hábitat para ellos. Y que redunda en ampliar la biodiversidad del resto de la ciudad, reduciendo el CO2, mejorando la calidad del aire, dispersando el ruido y regulando la temperatura. Necesidades esenciales en un momento de cambio climático.

Todo ese exterior conducirá al nuevo edificio de la estación, al que se podrá acceder desde cualquiera de sus cuatro lados. El aspecto que ADIF ha revelado en las imágenes renderizadas que la recrean evoca otras obras del estudio RCR arquitectes, encargado del proyecto, en parques y espacios públicos. Referentes en la gestión de espacios e integración con el medio natural. De los espacios angostos y oscuros de la Sants que conocemos evolucionará a vestíbulos amplios, donde la ventilación e iluminación será de origen natural.

Dejar que el sol inunde los espacios interiores y que la temperatura de la ciudad, suave la mayor parte del año, sea predominante en el interior, supone aumentar la eficiencia energética. Reduciendo significativamente las necesidades de climatización. Este es otro hito muy importante en la arquitectura del XXI, que usa el término alemán «passivhaus», porque nuevamente fue en ese país donde se originó un concepto que, a medida que se ha ido aplicando, ha influido en las leyes que regulan la construcción en toda la Unión Europea. La idea surgió de una conversación entre dos profesores, Wolfgang Feist, del Instituto de Vivienda y Medio Ambiente de Alemania, y Bo Adamson de la universidad sueca de Lund. Su idea proyectaba construir viviendas cuyo consumo energético se redujera un setenta por ciento mediante un máximo aislamiento térmico, aprovechamiento de la energía del sol, y control de la circulación del aire. Actualmente la idea se ha extendido a cualquier edificio, no únicamente a la vivienda, y se concretó en nuestro país en 2018, al erigir el rascacielos Torre Bolueta en Bilbao. Cierto que la aplicación al clima mediterráneo de las ideas alemanas ha encontrado ciertos problemas al trasladarlas de forma idéntica, sin considerar que fueron concebidas para un clima mucho más frío. En el rascacielos bilbaíno sus ocupantes sufrieron por el exceso de calor, un gran aislamiento térmico no sirve cuando la ganancia solar es tan intensa como en el sur europeo. Este no será el caso de Sants, no solo porque los años transcurridos han permitido adecuar el passivhaus a nosotros, y muestra de ello es la atención que se ha puesto en la ventilación natural.

Toda la obra incluirá además los elementos habituales en cualquier edificio civil actual, placas solares para reducir el gasto energético, y un aprovechamiento de los espacios de los vestíbulos comercial, de restauración, espacios para coworking y ludoteca municipal. No es el rasgo más futurista, pero sí caracteriza la nueva concepción urbana, donde un edificio ya no se reduce a una única finalidad, ser una estación de trenes, sino que construye un espacio de convivencia. El exterior para el ocio urbano, el paseo, el deporte, el encuentro, y el interior para las actividades diarias, comerciales y lúdicas.

Los estudios de evolución demográfica calculan que para 2050 la mayor parte de la población de nuestro país, el ochenta por ciento, se habrá concentrado en las grandes urbes, Barcelona y Madrid. No es un fenómeno que no hayamos detectado, y hasta tiene su nombre en esos conceptos de España vacía o vaciada, pero parece una evolución irreversible que nos conduce a un futuro completamente urbano. De cómo se preparen hoy las ciudades para ese horizonte dependerá de que sean invivibles o agradables, y eso es tanto como decir que de actualizarse, urbanísticamente hablando, depende nuestro bienestar futuro. Si Sants lo consigue y muchos siguen su ejemplo, el futuro será un poco mejor.

N.B. Las fechas de realización, al ser un proyecto donde intervienen varias administraciones públicas, se han calculado en fases. En 2030, año usado como referencia, debería estar completamente terminado tanto el exterior como el interior de la estación, aunque ADIF maneja la fecha de 2029. El Ayuntamiento de Barcelona, por su parte, calculó 2026 como año de finalización de las actuaciones en los espacios que rodean Sants.

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4 Comments

  1. Muy bonito el entorno, sobre todo comparado con la horrenda (y premiada) plaza dura que lleva décadas degradada en forma de skatepark en el otro lado de la estación. De todas formas, mucho tiene que cambiar la climatología para que se pueda mantener tanto verde y tanto lago. Y no parece que la tendencia sea a que aumenten las lluvias precisamente.

  2. Robustiano

    Tremenda película se ha montado para decir que van a poner unos árboles en la parte de atrás de la Estación de Sants.

  3. Punlicidad política. Mientras, tres generaciones, habremos visto languidecer, decaer, hasta la obscenidad y degradarse un entorno de vergüenza. Una chapuza tercermundista.

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