La obsesión de los magnates de Silicon Valley por refugiarse de una catástrofe global ha vuelto a poner de actualidad los búnkeres. Especialmente por el último proyecto de Mack Zuckenberg, quien gastará 240 millones de dólares en construir el suyo en Hawái. Pero los billonarios son apenas la punta del iceberg. Este es un fenómeno con profundas raíces culturales e históricas en aquel país, que ha generado una demanda entre sus clases medias. Médicos, ingenieros y arquitectos que, cada vez más, se hacen el suyo junto a la vivienda habitual. Ya suman cuatro millones de estadounidenses, cuatro millones de búnkeres repartidos por su territorio. Su idea ya ha saltado el océano, y nosotros también hemos comenzado a construirlos.
Hoy Futuro Imperfecto aborda este fenómeno en una investigación que ha contado con preparacionistas, empresas dedicadas a su construcción, arquitectos, ingenieros y especialistas en seguridad. Incluye también una guía esencial sobre sus requisitos. Al fin y al cabo, según el Boletín de los Científicos Atómicos, su simbólico reloj del juicio final ya solo está a 90 segundos de la medianoche.
Nietos de la Guerra Fría
En 1961, en uno de sus discursos televisados, John F. Keneddy dirigió estas palabras al pueblo estadounidense: «en el conflicto con la U.R.S.S. nuestro principal cometido no es la propaganda, o la provocación, sino la preparación». No era una frase sin más. El país que facilitó a Oppenheimer convertirse en el destructor de mundos había comenzado a construir el Complejo de Cheyenne Mountain, un búnker pensado para que un gobierno de emergencia siguiera gobernando el país si se desataba la guerra nuclear. El lugar que sería recreado como escenario cinematográfico para Dr. Strangelove, Terminator, o Juegos de guerra. Y que continúa siendo renovado en la actualidad como instalación militar para el NORAD, un sistema de vigilancia conjunta del espacio aéreo por EE. UU. y Canadá, además de potencial refugio.
El país de Kennedy no se limitó a prepararse para salvar su gobierno. La idea de preparación se abordó a gran escala, trasladándose a un equipo conjunto formado por el equivalente al Colegio de Arquitectos estadounidense y su agencia de Protección Civil, para crear refugios antinucleares donde salvaguardar a la mayor parte de su población. El proyecto acabaría abandonando por su enorme coste. Pero su difusión influyó lo suficiente en los ciudadanos como para disparar el «doom boom». Un interés generalizado por tener un búnker individual en casa. Hubo ventas masivas de unidades prefabricadas por una cadena de distribución similar a la actual Amazon, que se compraban por catálogo y te enviaban a casa. Numerosos anuncios, y abundantes reportajes en revistas de gran difusión como Life, con consejos para tu búnker, y técnicas de supervivencia. Un buen ciudadano, como había dicho el presidente, tenía que estar preparado.
Quizá la producción que mejor reflejó este miedo colectivo fue «The Shelter», capítulo de The Twilight Zone, emitido en 1961. Un ataque nuclear, un refugio que solo puede acoger a tres personas y la cordialidad vecinal convertida en agresión por ocuparlo. Más una magistral lección humana final. Ahí están resumidas las semillas mentales del futuro preparacionismo, sus argumentos a favor, y los en contra. Y así es como nace este concepto, el del preparacionista, por una frase de Kennedy más una convicción social colectiva: nos encontramos cerca del fin.
Los verdaderos millonarios del apocalipsis
Pocas personas conectan mejor con esta mentalidad que Robert Vicino. Constructor de búnkeres texano, él mismo explica que nunca salió de la Guerra Fría. Sus padres le prepararon para ella y creció en una familia convencida de que la guerra nuclear ocurriría tarde o temprano. Así que añadir a su empresa de construcción pequeños búnkeres para sus clientes, preparacionistas como él, surgió de forma natural. Especialmente cuando a raíz de la crisis inmobiliaria de 2008 cesó la demanda de viviendas o reformas. La mayoría de constructores de búnkeres actuales refieren lo mismo, empezaron su idea con esa crisis. Fue un estímulo, además de los condicionantes culturales y psicológicos, y fue a partir de esa fecha cuando comienza el segundo doom boom. Después de hacer muchos refugios de unos veinte metros cuadrados, Vicino recibió un encargo mayor, de cien metros, y ahí empezó a escalar hasta su gran encargo, el de los Kardashian. Su empresa, Vivos Group, ya le ha convertido en millonario, y tiene sede en Europa para abastecer peticiones de estadounidenses expatriados y europeos preparacionistas.
Es fácil retratar a Vicino, o a la mayoría de preparacionistas, como votantes republicanos de Trump, texanos de los que van con metralleta a supermercado, o rednecks con dinero. Unos payasos. Pero tanto ellos como sus búnkeres son la expresión de una cultura absolutamente individualista como la estadounidense. La frontera y el oeste pusieron la semilla de un imaginario social según el cual un individuo puede sobrevivir solo y por sus propios medios si está preparado. Es una lección moral que sacan de su propia historia, de hombres como Hugh Glass, el explorador que superó el ataque de un oso. Recolocándose el hueso roto de su pierna, dejando que los gusanos se comieran la carne podrida de sus heridas, y robándole bisontes a los lobos para atracarse de carne cruda mientras regresaba cojeando al fuerte Kiowa. Eso es verídico, y la emulación de Leonardo DiCaprio en The Revenant, una versión edulcorada. Pero siendo una película moderna, conecta extraordinariamente bien con la idea del pistolero, del vaquero con su caballo y su revólver, que no necesita una sociedad para desenvolverse y sobrevivir, solo sus habilidades. El problema es que en EE. UU. esta idea saltó de la ficción a la realidad gracias a la amenaza nuclear de la Guerra Fría. Los problemas contemporáneos la han reforzado, dando alas a los preparacionistas.
Los mismos que niegan el cambio climático quieren sobrevivir con su búnker a los eventos climáticos, fallas del ecosistema, desastres naturales, pandemias, o a los problemas económicos, sociales y de violencia en que vivimos. De esos, reales y en tiempos recientes, hemos tenido muchos. Pero en su imaginación parecen aún peores. El constructor, Vivos, dijo en una entrevista que el 90 % de las mujeres suecas han sido violadas por musulmanes. Es menos una estupidez que una muestra de la cámara de eco en que viven estas personas, y por qué su miedo al apocalipsis les parece tan verídico como para poner su dinero en un refugio. O forrarse construyéndolos.
Sobrevivir, el anhelo preparacionista
A menudo escuchamos que esos locos millonarios como Zuckenberg no sobrevivirán mucho tiempo por sus medios aislados en su búnker. Incluso si se llevan al personal de servicio y seguridad. Pero la mentalidad preparacionista no funciona así. La idea no es quedarse, sino sobrevivir el tiempo suficiente para volver a emerger y reconstruir la sociedad. Al fondo de todo el delirio hay un ideal, crear un mundo mejor, una «utopía» pasada antes por la eugenesia.
Eugenesia, porque el búnker ha evolucionado a una idea absolutamente capitalista. La gente que ha triunfado en este mundo tiene dinero, y por tanto hace el mundo mejor. Merece vivir, más aún si ha empleado su dinero en prepararse bien. Así que la sociedad futura será de ese puñado de elegidos que son, bajo este criterio, los mejores seres humanos posibles. Los constructores y propietarios de búnkeres.
Su retrato de los de fuera del búnker en un apocalipsis es estremecedor. En setenta y dos horas, aseguran, volveremos a ser salvajes incivilizados. Muchos habrán muerto. Pero los supervivientes, sin comida ni agua, se saltarán todas sus limitaciones morales y éticas, las que son la base de las leyes. Matarán o robarán a sus semejantes, practicarán el canibalismo, no les importará robar, matar, o ejercer la violencia. Cormac McCarthy, que es un grandísimo retratista de la sociedad estadounidense, hizo un retrato fantástico de esta idea en The Road (2006). Y la película homónima lo reflejó bien, padre e hijo encuentran uno de esos búnkeres, un alivio en su peregrinaje, y también a los caníbales. Todo, tras un apocalipsis climático.
La realidad les contradice. Y posiblemente pone un poco de esperanza en el género humano como colectivo. Dos comportamientos que se sucedieron tras el huracán Katrina, que anegó el 80 % de la ciudad de Nueva Orleans, y el Fiona en Puerto Rico, lo demuestran. Las personas que tenían allí búnkeres, y que emergieron cuando ya había pasado todo, usaron la comida, víveres y medicamentos acumulados para ayudar a las personas que se habían quedado sin nada a su alrededor. Y declararon sentirse muy satisfechos de haber podido ayudar. Ocurrió en dos lugares distintos de EE. UU. y en años distintos, 2005 y 2022. La conducta altruista y colectivista parece primar cuando se desata el verdadero apocalipsis, y según los antropólogos, es lo que ha primado nuestra evolución a lo largo de millones de años.
Cómo construir tu propio búnker en nuestro país
En España existen un puñado de empresas especializadas en búnkeres. Una de ellas lleva trabajando desde la Guerra Fría, con casi cuatrocientos construidos, aunque en este caso son colectivos, para cincuenta personas o más. Pero también hay perfiles más similares a las estadounidenses, negocios constituidos hace más de una década para proporcionar refugios unifamiliares. Algunas de sus soluciones son prácticamente idénticas a la del texano Vicino. Un contenedor de acero y titanio, soldado y estanco, que se entierra en el terreno. Construido en taller, como un prefabricado, y equipado en el interior como vivienda. El modelo de 20 metros cuadrados tiene un precio que oscila entre 25 000 y 40 000 euros.
Es legal, y puede construirse con una licencia de obras para sótano o garaje, o con una de movimiento de tierras si es prefabricado. No puede encargarse a un estudio de arquitectura común, porque tiene que resistir amenazas nucleares, agentes químicos, patógenos pandémicos, desastres naturales, o fuegos. Todos deben incluir unos equipamientos básicos: bomba de aire para oxigenación interior con filtro de aire de carbono, generador de energía, y puerta blindada, tipo cámara acorazada de banco. Habitualmente tienen cocina, camas, almacén, y un depósito de agua.
La estanqueidad interior es fundamental, y el caso de Australia lo ha demostrado. La peor temporada de incendios desde 2019 ha creado una gran demanda de búnkeres antiincendios junto a las viviendas. Permiten sobrevivir una hora, con bombonas de oxígeno suplementario por si tienes que estar más tiempo, mientras la ola del fuego te pasa por encima. Se han dado casos de muertos y heridos por asfixia en refugios deficientemente construidos. Pero ello no ha mermado su popularidad. De hecho ahora se están construyendo masivamente también en Washington, costa oeste de EE. UU. Rodeados de espesos bosques, junto a Canadá, donde también ha habido recientes incendios de enorme magnitud.
La gran duda sobre estos refugios es su efectividad. Especialmente ante un ataque nuclear. Para resistirlo tendrían que estar enterrados al menos diez metros bajo tierra. Pero la mayoría están construidos a un metro o dos de profundidad. Y contar con paredes de hormigón con un mínimo de dos metros de espesor. Tampoco las tienen, para abaratar. Los preparacionistas mencionan a menudo Hiroshima, asegurando que a los tres días de una bomba como aquella la radiación en superficie habría descendido al 1 %. Es cierto, pero las armas nucleares actuales tienen cien o mil veces su potencia, y el lugar en que cayeran tardaría de semanas a años en volver a ser apto para la vida.
Aunque es posible que el mayor reto no sea el técnico, sino el lúdico. Y ahí es donde más interés ponen los millonarios, dotando los suyos de salas de cine, pistas de tenis o piscinas subterráneas. Cuando estuvimos confinados durante la pandemia el streaming y las videoconferencias fueron la principal vía de escape a la soledad y el aislamiento. ¿Aguantaríamos bajo tierra en un evento catastrófico, sin ninguna comunicación con el exterior, e ignorantes de qué ocurre fuera? Los búnkeres parecen ser solo una tirita contra ese miedo que nos sobrecoge ahora a la mayoría al mirar a nuestro tiempo. Y contra nuestra aparente impotencia para cambiarlo.
La dependencia de lo virtual hace esclavos de la tecnologia a el futuro de la humanidad y con las futuras pandemias la sociedad colapsará en una catarata. No es nafa estraño la locura de los norteamericanos creyendo ser los que salvaran la humanidad tienen tendencia egolatras
El individualismo es más una aspiración utopía que una idea con algún fundamento. Ningún ser humano puede ser totalmente individualista. Todos dependemos de los demás para unas copas u otras. El mito del self made Man no resiste un mínimo análisis del sentido común.
El preparacionismo creo que va más en línea con el miedo descontrolado y sin conexión con la realidad
«La gran duda sobre estos refugios es su efectividad. Especialmente ante un ataque nuclear. Para resistirlo tendrían que estar enterrados al menos diez metros bajo tierra. Pero la mayoría están construidos a un metro o dos de profundidad. Y contar con paredes de hormigón con un mínimo de dos metros de espesor. Tampoco las tienen, para abaratar.»
Bueno, pues ya está todo dicho, ¿no…? A pesar de ello, miles de imbéciles se resisten a la realidad. Todo, menos aceptar con algo de dignidad que el fin llegó.
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Yo no digo que lo que hacen estos millonarios sea una tontería. Existe un riesgo real de que haya una gran catástrofe, y por eso en los tiempos de Ronald Reagan mucha gente se preparaba para la posibilidad muy real de que hubiera una guerra nuclear. Había películas y se creía de modo general, que en caso de guerra nuclear total la humanidad podría extinguirse. La humanidad, si se salvaba de la extinción, sería gracias a los que se hubiesen preparado para resistir un ataque nuclear.
Creo que sería mejor tratar de evitar una catástrofe que prepararse para resistirla. Pero lo que no tengo claro es que catástrofe sería mayor. Hay quien propone en serio matar a miles de millones de seres humanos para reducir la población mundial como mucho hasta los 2 mil millones, ya que dicen que la raíz de todos nuestros problemas es la superpoblación.
Francamente, es menos peligroso que se construyan bunkeres a que traten de salvar el mundo. Antes existían los «salvapatrias». Ahora tenemos a los que quieren salvar al mundo a base de matar gente.