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Guille Milkyway: «Mi obra artística siempre la he ubicado en una grabación y no le he dado tanta importancia a la ejecución»

Guille Milkyway para Jot Down

En el amplio y a veces impredecible universo de la música pop, hay figuras que brillan con luz propia, creando melodías y letras que trascienden el tiempo y las modas. Guillem Vilella Falgueras (Barcelona, 1974) conocido como Guille Milkyway, la mente maestra detrás de La Casa Azul, es una de esas estrellas. Con más de veinticinco años de carrera, Guille se ha convertido en un referente indiscutible del pop español, una figura que ha sabido reinventarse y mantenerse relevante en un mundo en constante cambio. En esta entrevista, nos adentramos en el cosmos personal y profesional de Milkyway repasando su carrera desde sus inicios, cuando decidió dejar un trabajo seguro para dedicarse a la música.

Guille Milkyway ha realizado una notable labor de producción y composición para diversas bandas y artistas, destacando su trabajo con Elefant Records, sello con el que ha publicado toda de su discografía. Es conocido por sus presentaciones en directo con La Casa Azul en España, Japón y Corea del Sur, y por sus sesiones regulares como DJ en clubs de Barcelona. Ha compuesto sintonías para campañas publicitarias destacadas, como Amo a Laura (MTV España), y para marcas como Samsung y Nestlé. En televisión, ha creado sintonías para programas como Zona Disney de TVE y la banda sonora de series como Gominolas. En 2008, compitió para representar a España en Eurovisión con La Casa Azul, quedando en tercer lugar. En 2010, ganó el Premio Goya a la mejor canción original por «Yo también» de la película homónima.

Tras más de veinticinco años de carrera, ¿en qué momento te encuentras ahora?

Pues ahora me encuentro fenomenal, creo que he superado mis inseguridades y creo, es curioso, como consecuencia de quedarme calvo pronto (risas). No te lo digo en broma porque lo he pensado mucho: yo era una persona insegura que siempre estaba agobiado por lo que viene de fuera, por el mundo… me quedé calvo y es una ¡puta mierda!, es como que tienes que asumir algo que no quieres porque tú no eres el que te ves en el espejo y te haces mayor de repente, pero de alguna manera ya no cambias más (risas). ¡Es falso!, pero la gente que te ha visto calvo te ve dentro de quince años y te dice: ¡cabrón sigues igual! No es así, pero te siguen viendo calvo (risas). Esto es una gilipollez, pero me ha quitado muchas tonterías.

¿Podemos decir que quedarte calvo te ha quitado presión? Podría ser un buen titular…

Puede parecer una broma entre amigos, pero cuando me haces la pregunta de en qué momento te encuentras después de este tiempo te diría que yo, que he aprendido hacerlo todo, muy mal al principio, ahora mismo siento que podría grabar a cualquier estrella. Esta seguridad de control técnico me hace sentir muy libre para crear, pero por otro lado soy muy consciente que las efervescencias de las primeras veces no vuelven a suceder.

¿Cómo analizas el camino recorrido desde la publicación de tus primeras maquetas: Te invito a mi fiesta (1998), Canciones ligeras (1999) y Galletas (1999)? Las grababas en tu habitación después del curro…

Esta sala, en la que estamos, es así porque es prácticamente igual a mi habitación; no era necesario porque arriba tengo una sala grande, pero yo quería que el enfoque del trabajo y la producción fuera la misma, pero metiéndole material bueno (micros, condensadores…). Tengo casi cincuenta años y de niño era un poco mayor y de mayor mantengo un punto infantil todavía (risas). No hay mucha diferencia sustancial.

¿Recuerdas tu primer contacto con el público?

Esto sí que ha sido un megatrauma en mi vida, donde he hecho una evolución radical mucho más que a nivel técnico, ya que este se mejora con evolución y aprendizaje. Pero lo otro tiene que ver con la cabeza. Lidiar con eso en un escenario… hasta los últimos seis o siete años.

¿No has disfrutado?

No solo no he disfrutado, sino que te diría he sufrido mucho, hasta el punto de plantearme abandonar… seguí adelante por obligación. ¡Me horroriza el business pero estamos en él! Había que hacer algo con esto como he hecho con otros ámbitos de mi vida para poder ser feliz.

He pensado mucho en la historia de la música, cuando a los Beatles no les dejaban tocar Sgt. Pepper’s en directo. Hay un asunto sobre lo que nadie suele hablar y es que en verdad son dos disciplinas artísticas diferentes: grabar un disco y tocarlo en directo. Un director de cine que está durante dos años grabando, termina su obra, que es la película y la proyecta en cines, ¿no? Los discos deberían, igualmente, ser escuchados en salas. Pues imagínate que le obligas al director a que vaya por los teatros a hacer algo parecido a lo que hacemos los músicos para demostrar su valía a los puristas. Esto es una mentira que me ha provocado mucho estrés durante años. Al final lo he comprendido y me he reconciliado entendiendo que es otra disciplina, en la que voy a intentar salir airoso. La solución, obviamente, fue montar una banda, algo ante lo que yo me venía rebelando, con excelentes músicos para defender una buena puesta en escena, pensando más en el show que en el disco.

Guille Milkyway para Jot Down

¿El proyecto de La Casa Azul no fue concebido para el directo?

Para nada. Además, aquí hay un hecho contradictorio, ya que inicialmente concebí el proyecto como una fantasía de un grupo falso de dibujos animados al que fuimos retorciendo.

¿Cómo surgió la idea de buscar personas físicas que se parecieran a los personajes de los dibujos animados?

A eso me refiero cuando digo que fue una vuelta de tuerca. Fue Domingo González el que me animaba y me decía: «esto hay que hacerlo de verdad». Yo, en aquel momento, estaba trabajando aún en una oficina y recuerdo que entre los correos típicos del curro tipo «informe de tal y cual», me llegaban los de Domingo que decían: «mira este niño». Era un poco oscuro, porque me mandaba las fotos que hacía de los adolescentes en la puerta del instituto. Muy oscuro y turbio (risas). Pero funcionó para nosotros y pudimos hacer los «archies» de carne y hueso. Uno de ellos trabaja desde hace mucho tiempo en Elefant Records.

Cómo fue la reacción de los adolescentes cuando se les acercaba un tipo mayor y les decía: hola, ¿quieres formar parte de un grupo de música que no existe? ¿No salían corriendo?

Pues tal cual (risas). Así te garantizabas que si pasaban ese primer filtro ya tenían ese puntito freak que todos nosotros tenemos. Era un buen filtro. Fue increíble porque durante una época ellos hacían las actuaciones en televisión y yo cuando lo pienso digo: ¡lo hicimos! Fuimos a programas como Música Sí con ellos. Obviamente era una mentira, pero no un engaño. Hubo gente se enfadaba y lo entiendo (risas). 

¿Cuándo se produjo el cambio en los conciertos? Decías que tocabas tú porque ellos eran tímidos…

Los conciertos siempre los hice yo como pude; iba rodeado de unas maquinitas. La raíz de la puesta en escena que llevamos ahora estaba ya en ese momento. En cuanto pude, antes de comprar un mejor ampli, me pillé cinco pantallas igual que estas que tengo aquí, las poníamos en vertical y cada uno de ellos estaba tocando en la pantalla. Era un poco primitivo, pero el que quería entrar en esta fantasía, entraba. El cambio final responde a que yo soy muy fan de los Archies, de los grupos que no existían, de los discos, de defender el trabajo de estudio en contraposición a la supuesta «autencidad» de la banda y los directos.

Entonces, ¿cuál es el sitio donde más cómodo te encuentras?

Mi lugar es la producción. Yo recuerdo que de pequeño me fascinaban los sonidos. Las primeras cosas que hice fue con una doble pletina que había en mi casa y descubrí que mientras grababa de un casete a otro podría meter alguna cosa, de forma muy rudimentaria porque no estaba pensado para ese fin. Mi pulsión real es la grabación. Por eso te digo que son dos disciplinas muy diferentes: mi obra artística siempre la he ubicado en una grabación y no le he dado tanta importancia a la ejecución.

Creo que con la banda que llevas has encontrado el equilibrio…

Sí, total, pero sigo grabando los discos solo y soy peor instrumentista que los músicos que llevo, pero me siento cómodo grabando mis discos así.

¿Hiciste un casting tradicional para escoger a los músicos de la banda?

No, estoy con amigos míos de toda la vida.

Eso tiene sus cosas buenas y malas, ¿no?

Para mí solo tiene cosas buenas, y te digo por qué: he preferido no tener al mejor a nivel técnico a cambio de tener a la persona con la que me puedo ir de viaje cada semana durante mucho tiempo disfrutando de una idea común. Puede parecer algo de secta, pero es muy importante para mí, porque hay formas de proceder de las que decidí apártame cuando dejé mi trabajo anterior. No quiero rodearme de gente trepa o con ansia de éxito o de ser famosa. No digo que esa actitud no sea lícita, pero no es lo que quiero para mí. Dicho esto, te digo que llevo a uno de los mejores guitarristas de España, que es Paco Tamarit.

¿Tiene La Casa Azul el sonido que buscabas? Eres muy autoexigente.

Yo creo que sí. Para mí el «clic» se produjo con La Gran Esfera y me pasó algo que nunca me hubiera imaginado y es que lo estuvimos tocando en directo mucho tiempo antes de haberlo sacado.

Tardaste casi ocho años en publicarlo y llegaste a decir que lo sentiste como una carga…

Eso es lo que pasa cuando dilatas algo en el tiempo y tu visión sobre eso no es la real, perdiendo la capacidad crítica. Además, en mi caso todo el proceso de inicio a fin lo hago yo solo y eso me produce retrasos, ya que puedo estar todo un día entero microfoneando una caja. Se que es muy poco eficiente, pero es lo que me hace feliz.

Esto lo podemos extrapolar a tu discografía: tienes cinco discos en veinticinco años de carrera. 

Esto yo lo hablé con Elefant Records, porque he hecho muchas cosas al margen de esto para poder subsistir económicamente cuando dejé mi anterior trabajo.

¿Qué te llevó a dar el paso de dejar tu trabajo de oficina?

Era muy infeliz y yo no soy una persona valiente que asuma muchos riesgos en la vida. Podría mentir y decir que aposté por mi sueño y todas esas cosas para quedar bien, pero cualquiera que me conozca sabe que es mentira. Es un defecto como otro cualquiera, aunque también te salvaguarda de otras cosas. Era tan infeliz que tengo una imagen de un día en el que estaba llorando en la cocina de mi casa porque al día siguiente tenía una reunión con directivos y tal… Es la antítesis de mi forma de funcionar. Esa tensión donde yo me llegaba a tomar once cafés al día… ¡es mucho peor que el rock and roll! Yo se lo decía a Eric (batería de Los Planetas), que siempre dice que no sabe cómo sigue vivo. Me puse a llorar y pensé que me quedaban muchos años de trabajo y no veía salida porque tenía un contrato fijo, una estabilidad y tenía ilusión de tener hijos… pero tampoco me veía como un buen padre que se tomaba once cafés y llegaba a hecho una mierda a casa.

Guille Milkyway para Jot Down

Tu proyecto de vida estaba limitado por una empresa que cualquier día te podía dar la patada.

¡Total! Pero todo esto es difícil verlo en ese momento. Nuestra generación ha tenido un camino marcado por el binomio estudia y trabaja. Ahora no es así; la única cosa buena de la precariedad y la incertidumbre global actual es que te obliga a estar preparado para los cambios. Me acuerdo de que mi chica me dijo: «pues déjalo». ¿Dejarlo? ¿Y qué hago? «Pues música, que se te da bien», me contestó de forma natural. Tuve mucho estrés económico y aquí te contesto por qué tengo solo cinco discos: he estado haciendo música para series y, publicidad, también he producido para otros, y lo hacía de una manera muy artesana, que tampoco se lleva mucho ahora. 

Habrá gente que lo valore y otra te dirá que estás perdiendo pasta.

Segurísimo, porque es ineficiente a todos los niveles

Como el ejemplo de la sonorización de la caja…

¿Y sabes que es lo peor? Qué lo mismo llega uno y en un minuto consigue que suene mejor, pero a mí es lo que me hace profundamente feliz y no lo voy a cambiar. Tuve claro cuando dejé mi trabajo que quería poder vivir de esto, no vivir de puta madre. El levantarme cada mañana y poder venir en bici al estudio… Mira, ¡se me ponen los pelos de punta todavía! Nunca he tenido un atisbo de delirio de grandeza.

No has querido ser una popstar.

¡Me fascinan! Pero lo que me hace feliz a mí no es eso. Hablo con productores que admiro mucho y ¡joder, graban cinco discos en una semana!

Oye ¿y lo de Milkyway por qué viene? 

Por la Vía Láctea (risas). Me fascina, es mi profesión frustrada. Me vuelve loco la meteorología y el espacio. Tengo el recuerdo que cuando llegaba alguna fecha tipo Navidad o mi cumpleaños siempre pedía algo de música o para mi estación meteorológica. ¡Creo que nunca lo había contado, pero llegué a niveles muy freak!

¿Con barómetro y movidas de esas?

¡Todo! Presión atmosférica de varios tipos, tres hidrómetros y además las estadísticas, ya que me encantaban analizar los datos.

Es curioso porque me has dicho que no tienes capacidad de síntesis, pero sí de análisis.

De análisis sí, y además me gusta sacar conclusiones de los datos.

La dureza de tus letras en general choca con la alegría de la música. ¿Es intencionado?

No, nunca lo he buscado. Más que la música sea alegre es la no contención que tengo. Cuando tocaba de joven en grupos siempre me tenía que adaptar y no me dejaban ser yo mismo. Cuando empecé solo, me prometí que, aunque hiciera mis acordes favoritos en ochenta canciones, no me pondría freno.

Pero drama tienes en las canciones y ríete de los Camela…

Pero son reales. En alguna canción hablo de mi hija y no sé si es correcto.

¿No quieres ser una Shakira?

No, claro. No sé si tengo derecho de implicar a otra persona. El contraste también me gusta hacerlo con lo más mundano, como que nos despierte mi hijo Nico y ponernos a discutir. Eso le pasa a mucha gente y soy consciente de que la vivencia continuada transforma las cosas algunas veces en una puta mierda.

Algunas cosas con el tema hijos no se trasforman, sino que directamente las pierdes.

Completamente, aunque yo me siento completamente realizado siendo padre. No me gusta nada la típica frase de: «disfruta ahora, que ya verás después». Soy muy feliz y me lo paso muy bien, pero obviamente hay etapas duras, y a nivel artístico es más fácil porque es algo que necesitas soltar. Y a veces no hay otra manera de hacerlo.

¿Es el amor tu motor?

Concibo el amor como la razón de la existencia y sé que puede sonar como muy ñoño (risas). Ayer estuve viendo el documental de Eric y se lo dije, que se pasa todo el documental haciendo de rockstar y ¿sabes cuándo da el giro? ¡Cuando habla del amor y sale su puta boda!

Mira, yo de pequeño, y no sé por qué lo cuento, aunque no tiene nada malo, cuando tenía los primeros orgasmos me daba cuenta de que en ese intervalo de tiempo no odiaba a nadie (risas). Hacía pruebas.

Decías: «esta semana voy a odiar».

Incluso me obligué a pensar en alguien que odiaba en ese momento y era imposible, y ahí me obsesioné y me puse a investigar sobre la revolución, la energía y toda la paranoia. ¿Por qué podemos estar brindando con una persona que está en las antípodas tuyas en un momento de felicidad? El amor tiene un poder inmenso de unir y crear, al igual que el desamor tiene el contrario.

¿Si folláramos más tendríamos menos problemas en el mundo?

Depende de cómo se folla (risas). Aunque no se puede reducir todo al sexo. 

¿Podemos catalogar a La Casa Azul como una banda de rock?

No. De toda la vida me siento cómodo con la definición más amplia de pop porque me garantiza no tener que justificarme.

¿Todo vale?

Sí, y es real porque está en la esencia de la música pop, que se alimenta de todo. 

¿Te dieron mucha caña con esto cuando empezaste? Te pilló en plena época de Los Fresones Rebeldes…

Sí, pero a mí me gustaba entrar al trapo y jugar con ello. Le puse «Superguay» a una canción chunga en la que le quería decir a mis hijos que tuvieran cuidado con las personas que tenían al lado, ya que algunas solo son felices cuando tú no lo haces; son personas tóxicas. No hubo comentarios sobre la letra, pero sí por el título.

Guille Milkyway para Jot Down

He leído por algún sitio que La Casa Azul surgió a raíz de un desengaño. ¿Es cierto?

Cien por cien verídico y recuerdo el día, el lugar y si me esfuerzo mucho incluso el olor. Necesitaba algo que me acompañara en mi duelo y me sacará del agujero en que se había convertido mi habitación. De hecho, mi madre se preocupó por mí y me decía: «pero si tampoco te gustaba tanto esa chica y pasabas de ella» (risas). Necesitaba algo que me acompañará toda la vida.

¿Qué edad tenías?

Ya era mayor, unos veinticuatro.

¿Le tienes que dar las gracias entonces?

Sí, por supuesto. Ese sufrimiento me ha permitido hablar de la mejor manera de las cosas que me dan miedo. 

¿El nombre de La Casa Azul viene por la casa Frida Kahlo? 

No, pero… hay una canción del musico murciano Parade que se llama «La Casa Azul». La letra habla de un refugio, de un lugar donde pasan cosas y podemos ir. Habla sobre la evasión. Nunca he hablado con él, pero creo que sí que hay una conexión con la casa de Frida Kahlo.

¿Qué le debes a Juan de Pablos y a Flor de pasión?

Uff… No tengo palabras. Flor de pasión lo escuchaba desde muy pequeño y para mí era un refugio donde se acababan los problemas y podías ser feliz. Grabé la maqueta que se llamaba Te invito a mi fiesta al poco de crear La Casa Azul y fui a un concierto de Parade en la sala Sidecar, donde después pinchaba Juan de Pablos. Me daba apuro acercarme a Juan y se la di a Antonio, de Parade. Esto fue un sábado por la noche y el lunes en su Flor de pasión la puso Juan con el estilo suyo característico: (imita la voz) «Bueno, bueno me ha llegado un grupo misterioso…». Me encantó porque él sí había captado la idea. Estuvo poniendo la maqueta durante toda la semana y la escucharon Luis y Montse de Elefant Records, que eran muy fans del programa, y contactaron conmigo.

Y sigues con ellos desde entonces.

Desde entonces. La primera vez que hablé con Luis fue por estuvimos casi dos horas solo charlando de cosas sobre música que nunca había hablado con nadie. Yo era fan de Elephant y cuando terminó la conversación tuve claro que, si era por mí, así sería siempre. No he tenido jamás ninguna necesidad de cambiar de sello y tampoco me oirás criticar a alguien que lo haga si lo hace bien y cree que es lo correcto. Me siento afortunado, porque son mis mejores amigos y antes de nada, lo que buscan es que el artista esté bien para que haga buenas obras y no exprimirlo hasta el último momento.

Participaste en Operación Triunfo como profesor de cultura musical.

¡Y me lo pasé en grande! 

¿Un artista nace o se hace?

Tal como yo entiendo la profesión no entraría en esa disyuntiva. No hay que olvidar que Operación Triunfo es un show televisivo. Me parece contradictorio que se haya criticado el programa a la vez que se alababan programas similares que venían de fuera, como X Factor. ¿Es malo el disco de Amaia o el de Aitana? Pues no lo son. Bisbal tiene una carrera equiparable a los grandes cantantes melódicos de la historia popular española. Te pueden gustar más o menos, pero asumir que esto es directamente es una puta mierda… hay algo ahí que chirria. En cuanto a las clases te puedo decir que el que sucedan cosas disruptivas en un lugar donde no te lo esperas siempre va a ser bueno. ¡Me lo pasé muy bien y hubo cantidad de gente que me escribía pidiéndome los apuntes!

¿Estamos obsesionados con el artista integral? Tiene que cantar, ser instrumentista, bailar… Tenemos frontmans como Loquillo o Luz Casal que no son así.

Es una de las cosas con las que he sufrido, porque veía a algunos showman y me daba cuenta de que no sería capaz de actuar como ellos, porque soy muy patoso. Me acuerdo de un concierto en Murcia que me di un cabezazo estando yo solo en el escenario y me caí al suelo e hice un ridículo enorme (risas). Me di cuenta de que hubo gente que me miró y tuvo empatía conmigo. Aquí asumí que cada uno tiene que ser como es. Como anécdota te diré que cuando Masiel ganó Eurovisión estaba prohibido bailar por normativa, y ahora mira el despliegue de bailarines que van. Era un concurso de la canción y no querían que nada distrajese la atención. El baile que hizo Masiel con las manos estaba al límite.

¿Cómo una persona tan tímida como tú decide presentarse a Eurovisión?

Porque soy muy fan desde pequeño. 

¿Te alegraste de no haber ido?

Sí. La escena es la siguiente: del cabezazo a Eurovisión. Es impensable. Montse Santaella me decía: «Guille, esto nos va a matar». Y casi fue así, porque el día de la gala yo llevaba el puto camión con las pantallas con cuarenta de fiebre, y al día siguiente tuve más porque dormí apenas una hora. Enfermé de manera literal por el estrés. No podía soportar la presión, y si llegamos a pasar hubiera tenido que renunciar. A mí me hubiese gustado ir, pero como yo lo tenía en mi cabeza. Es como ir a jugar la Champions y yo estaba jugando en el parque con mi hijo (risas).

Tú ibas como profesional que buscaba una proyección y te ganó Rodolfo Chiquilicuatre, un personaje interpretado por David Fernández con una guitarra de plástico de juguete.

Pero es que yo no iba buscando proyección, y eso creo que es importante. Muchos colegas me preguntaron qué me había aportado y yo les preguntaba: ¿pero a ti te gusta Eurovisión? ¿Entonces por qué te vas a presentar? A mí me encantaba. Yo soy muy naíf y pensaba que iba a ser divertido. Tengo el recuerdo de la cara de alivio de Montse cuando no pasé.

¿Has hablado con David?

Sí, claro. Yo me sentía identificado con él, que era un poco outsider. Él es muy profesional y tenía una maquinaria detrás muy potente, aunque hiciera humor. Eurovisión tiene humor, pero hubo mucha gente que le criticó y obviamente es un juego en el que puso un espejo delante del concurso.

¿Todo lo que rodea a Eurovisión crea polémica, chanelazo incluido? 

Piensa que es el programa de televisión más visto del mundo cada año. Es normal que haya polémica ya que es el formato mediático más bestia del mundo. Tinet Rubira dice que ha sido lo más estresante que ha hecho. A mí me gustaría hacer canciones para Eurovisión, pero no asumir esa primera línea porque requiere de un talento y unas virtudes que yo no tengo.

Te vendes muy mal, Guille.

Es verdad, no tengo ese «talento», pero tengo otros y no pasa nada.

Guille Milkyway para Jot Down

¿Y tu momento fan con Raffaella Carrà?

Fue muy guay. Yo la admiro mucho, mucho. Recuerdo una anécdota que ilustra cómo era ella y por qué me siento identificado con gente que es autentica y no trepa: ella hacía un programa de TV que duraba siete horas con dos hojas de guion y cada programa era una aventura. Ella era una bestia televisiva. Pues resulta que le vienen los directivos, creo que de la RAI, y le comentan que vamos a hacer una cosa que está viniendo que es un reality show y le sueltan un guion… ¡el libro gordo de Petete! Y ella les contesta: «¡Reality show es lo que estoy haciendo yo!». Una mujer muy fuerte y honesta. Yo perdí un poco los papeles porque soy muy tímido y me pongo muy nervioso por todo. Nos avisaron de que no podíamos alagar el momento ni dar besos, pero yo me olvidé. ¡Yo había venido a conocer a Raffaella! (risas) 

Hiciste un Paco Umbral con su libro.

¡De verdad que fue así! Luego me llamó y me dijo cosas superbonitas como: «tienes un aura de artista muy guay». Me sentí muy bien y guardo un buen recuerdo, no como el sufrimiento por no poder cantar, ya que estuve ingresado el día anterior con tubo. 

También te falló Manolo.

Le propuse cantar a Manolo Martínez de Astrud, que canta de puta madre, y me dijo: «Guille, no puedo porque voy en una mesa electoral y me meterán multazo», «quizás si dices que vas a Eurovisión…» y me pregunta: «¿pero hay contrato?». «Pediremos un contrato» (risas). Lo pasó realmente mal.

Hablemos de Amo a Laura: ¿Una campaña de la MTV para hablar mal de ellos mismos?

Sí. A nivel publicitario es muy sencillo, ya que cualquier pretest publicitario que hagas para entender a los adolescentes siempre es lo mismo: los adolescentes hacen lo que no queremos que hagan, o sea, siempre hacen lo contrario. Pues a eso le di la vuelta e hicimos un grupo integrista llamado Los Happines, que pertenecían a una asociación ficticia llamada Asociación Nuevo Amanecer para una Juventud sin Mácula. Fue muy divertido.

¿Se os fue un poco de las manos?

Un poco sí. Yo lo hablé con el equipo publicitario y pensé que ya no iba a hacer gracia, porque era muy exagerado, pero aun así hubo gente que se lo creyó.

¿Hicisteis unos cuantos de enemigos?

¡Pero se veía que no era de verdad! No me estaba riendo de nadie. La canción era muy bonita (risas). Cuando dejé mi anterior trabajo estaba muy agobiado porque de golpe era el vacío, y esto supuso un trabajo ajeno como profesional que me generó ingresos y me abrió una vía que no tenía prevista, y me servía de flotador por si acaso. Esto me confrontó con Manolo de Astrud, que hizo lo mismo que yo y dejó su trabajo en una empresa y se alegró cuando yo se lo dije. Un día me llamó enfadado: «¡Dejas todo para terminar haciendo esto!». Estaba muy indignado, en plan mi padre.

También trabajaste para Nesquik.

Sí, durante dos años estuve trabajando en otros proyectos. En mi conflicto interior pensé cual era la solución, y si por ejemplo viene Mercadona para que le haga la canción y no la acepto, la alternativa sería trabajar de cajero, por decir algo, ya que hay que trabajar para poder vivir. Si puedo elegir, me quedo con la música, ya que tengo las herramientas adecuadas para desempeñar el trabajo. Al igual que intento no juzgar a nadie sin conocer su vida, me permití no ser tan duro conmigo mismo. Esto me proporcionó la paz suficiente para ver que podía subsistir económicamente y empezar a grabar discos de La Casa Azul. Hoy día solo me dedico a esto.

Podemos hablar del primer vídeo viral.

Lo que permitió la viralidad de manera real fue el hecho que la gente lo pudiera poner de tono del móvil.

¿De politono? Otra fuente de ingresos entonces…

Sí, aunque menos que la canción, porque no sabía cómo funcionaba esto (risas). Recuerdo que llamaba a la SGAE y decía: «Oye que soy el de Amo a Laura y estoy viendo que esto…» (risas). No le di importancia; era una cosa como de risa.

¿Cómo viviste el confinamiento? Te obligó a volver a grabar en tu habitación…

¡Una puta mierda! Y aquí me pongo serio, porque me paralizó por completo.

Hubo artistas que pudieron hacer cosas…

Admirable. Hoy precisamente he estado borrando carpetas que ponía «La Casa Azul Covid», y estaban todas vacías. No quiero entrar en los discursos de los conspiranóicos, pero cuando vayan a suceder cosas parecidas no podemos tratarlas de igual manera.

¿Te planteaste dejar la música en algún momento? Fue de los primeros sectores en cerrar.

No, yo por suerte volví a coger otros trabajos, como hacer canciones para programas de niños de TV3, entre otras cosas. 

¿Visualizabas un concierto de La Casa Azul sentados en sillas?

No, no, no. Recuerdo un concierto en la que había una pareja de gente de nuestra edad donde el hombre a la tercera canción empezó a bailar y la mujer lo contuvo. Al final del concierto era ella la que estaba bailando. ¡Qué absurdo todo! ¿Y lo de los conciertos en tu habitación? Eso a mí me generaba muchísima tristeza.

Noni (Lori Meyers) nos comentó que hicieron uno y que la peña al final estaba más atenta a bichear tu habitación que a escucharte. Tampoco estaban de acuerdo en generar contenido gratuito para las grandes empresas de las RRSS.

¡Obviamente! Si ahora nos dijeran que vamos a vivir así forever pues seguro que buscaríamos la fórmula y acabaríamos haciendo movidas ultradistópicas, seguro. Yo salía a pasear por la montaña, que la tengo justo ahí, y escuché un ruido. Pensé que eran animales que habían bajado a la ciudad, pero eran unos adolescentes con ocho pizzas y música. Es inevitable. Puedo entender las restricciones, pero tiene que haber otra manera, como te decía, porque encerrar a la gente es muy raro y anacrónico. ¡Es insostenible! Si antes ya se veía gente loca por la calle, ahora imagínate.

Apuestas por la salud mental.

Mi chica se dedica a esto con adolescentes y es muy fuerte. Yo defiendo la salud mental y la primera canción que hice tras el confinamiento fue «Entra en mi vida»: es muy positiva porque me asomaba y veía el amanecer… Llevo durmiendo mal desde los quince años y esas noches de mierda donde no descansabas, el insomnio y que todo se magnificaba en esos días.

Esos días donde todo el mundo hacia multitud de cosas en sus casas; pan, por ejemplo.

Pero es lo de siempre: cuando tú vas al bar y le preguntas como va el día, te dirá que bien, que tirando y tal. Generalmente la gente no te dice que está mal. Queremos proteger a los demás de nuestras mierdas. Eso pasa con las redes, donde ves que todo el mundo estaba de puta madre haciendo pasteles… y los músicos, que sí estaban haciendo un concierto en su habitación con velas… ¡Y tú estabas hecho una puta mierda!

Postureo máximo.

¡Totalmente! Aunque hubo gente que sacó discos superchulos y eso requiere de una gran fortaleza mental. Nosotros hablamos muchas veces del miedo y del conflicto, pero esta vez nos superaba tanto que te paralizaba no a nivel creativo, sino físico. La gente que sí pudo yo la veo como resiliente. ¿Cómo hubo gente que pudo crear en los campos de concentración? Porque tienen una fortaleza que va más allá. Hay muy poca gente así, creo, y es otra de las virtudes que no tengo. ¡Y Noni tampoco! (risas). También te digo que a nivel personal me dio mucho miedo porque convivir con tu pareja y en momentos muy duros…

Hubo un montón de divorcios y embarazos…

Hubo algo de tragar relacionado con este proceso, que al final te haces inmune y tienes más paciencia. A mí me pasó un poco.

Todo irá mejor…

No me gustaba ese discurso, porque de alguna manera romantizaba y eso pasaba en la música mucho y con toda la buena fe del mundo como: «oye todos a una y vamos a hacer el festival de tal…». Esto no estaba bien; lo pensé y luego lo ratifiqué con otros compañeros, y era que se iban a provechar de que la peña trabajaba gratis con la mejor voluntad, pero el negocio en sí salió muy debilitado, y los que lo han pagado fue la gente que curra en el sector. No sé si puede salir como representante del sector Alejandro Sanz o Noni a nivel indie. Quizás debería salir Miguel, que maneja las luces y ya estaban al límite con trabajos precarios, con cantidad de horas… Yo era partidario de pararlo todo, porque había festivales que iban a lo mínimo y querían que nos apretásemos todos el cinturón. Yo aún me podía apretar un agujero más porque al final era el que más cobraba en el concierto, pero había gente que ya no tenía ni cinturón. Por otro lado, ¿tú te crees entonces que el año siguiente, que ya lo hemos aprendido de toda la vida, va a aumentar el presupuesto? Al final todo volvió a su sitio de alguna manera. Yo veía un riesgo y era partidario de pararlo, pero también entiendo la buena fe y participamos en un CruÏlla, que fue un test sin mascarillas donde estaba todo controlado para ver qué pasaba.

¿Como Love of Lesbian?

Ellos lo hicieron en un entorno cerrado y el Cruïlla es al aire libre.

Guille Milkyway para Jot Down

¿Qué es la Fangoria Azul?

(Risas) La primera vez que fui a un estudio ajeno al mío fue con El sonido efervescente de La Casa Azul para grabar baterías (creo) y nada más al entrar veo a Cargos García Berlanga. ¡Parecía una cámara oculta porque yo lo admiro mucho! Fue un encuentro puramente casual, pero a raíz de ahí tuvimos mucha conexión de forma natural. Trabajamos superbien y ellos lo han vivido todo de alguna manera dentro de su carrera; la han dirigido como ellos han querido y esto no es muy habitual en artistas de trayectoria tan extensas. Yo entendí que querían una etapa más luminosa y hemos trabajado de manera muy autónoma. 

Te atreves con una rumba y ganas el Goya a la Mejor Canción por «Tú también».

Me gustan mil cosas, pero entiendo que con La Casa Azul no las puedo hacer. Ellos me envían el guion que va sobre un chico con síndrome de Down que se enamora de una persona que no lo es, ilustrando el conflicto: él será como es, pero no es un niño y no entiende por qué todo el mundo lo trata como si lo fuera: al entrar en una discoteca, al poderse enamorar, al tener relaciones sexuales… es un tema muy conflictivo y tabú. Pero básicamente es una peli que habla del amor.

Pensé que si hacía una canción del estilo de La Casa Azul y que básicamente era la razón por la que me habían contratado, no iba a funcionar porque el único género que habla del amor de forma directa, clara, pura, seria y sin complejos es la rumba, al menos la que yo conocía como son Los Amaya, Los Chichos… A nivel de sonido estoy fascinado por el sonido de los años 70 tipo Manzanita, Los Chorbos… Lo tuve claro que tenía que ser una rumba.

¿Y qué te dijeron cuando se lo propusiste?

Me dijeron: «Pero Guille, vamos a ver…» (risas)

¿Pero tú no eras el de La Casa Azul? 

Claro, claro… pero es que además sucedía en Sevilla y vi que iba a funcionar. Hice gran parte de la banda sonora también y fue muy emotivo todo. Ellos no querían llevarlo a ese punto, pero el cine francés incide en eso y de hecho había creado momentos musicales, pero ellos prefirieron dejarlos sin música.

Os nominan. ¿Te veías con posibilidades reales? 

Para mí fue muy inesperado. Fue muy guay que la academia se fijara en la peli. Lola Dueñas creo que también se sorprendió y estuvo nominada. Es una película difícil en todos los niveles y preciosa a la vez… me acuerdo de que Santiago Segura mientras nos tomábamos unas cervezas antes de entrar a la gala me comentó: «Guille, tampoco te agobies que aquí no tenemos ni puñetera idea de música… todo es un poco aleatorio… tranquilo no pasa nada». Por quitarle importancia le comenté a Luis Calvo que yo me siento afortunado viendo al estudio en bici todos los días y no necesito premios y tal, y él me dice: «ya, pero tu madre sí» (risas).

¿En qué casa está el premio entonces?

Está en una estantería del estudio. A ver, me siento orgulloso, pero lo de mi madre no es una tontería e incluso es muy importante para la gente que te conoce. No he hablado con mi madre de esto, pero sufrió mucho cuando dejé mi trabajo; una madre quiere lo mejor para un hijo, es lo normal y yo percibí que aquel momento fue un orgullo para ella. ¡Mira, aún me emociono recordándolo!

Ahora mismo estás con el disco de Soleá Morente, pero también le metiste mano a unos de tus artistas favoritos, como es Nino Bravo. ¿Cómo se lo tomaron tus fans? ¿Y los de Nino?

La ventaja de no tener un éxito muy explosivo es que no te tienes que explicar. Cualquier persona que me haya oído hablar de música sabe que me gusta la canción melódica. Fue una responsabilidad muy grande y es un trabajo del que estoy superorgulloso. Me dio mucho curro, porque grabé muchas cosas para poder jugar y la mayoría lo hice con un magnetófono para que tuvieran colores muy parecidos… hoy hubiera sido distinto con la IA, ya que en gran parte de las cosas que hacía no tenía la bobina con las pistas. Ha sido muy guay, porque la gran cosa de este trabajo fue ir a Valencia, ya que Universal me dijo que necesitaba el visto bueno el artista, que cuando ya no está es el de su mujer o las hijas, es decir, la familia. Me vino a buscar su hija con la mujer de Nino Bravo, y de camino al pueblo les puse por primera vez las tres canciones en las que estaba trabajando y se pusieron a llorar las dos. ¡Fue muy bonito, era como si nos conociéramos de siempre! Les tengo mucho aprecio y me dijo una cosa muy bonita: «Es la primera vez que he sentido algo parecido a cuando él se iba a grabar y luego me lo enseñaba». Esto me quitó mucha presión y trabajé mucho más ligero creyendo en lo que hacía. 

No hay cambios sustanciales…

Estoy superorgulloso de eso. Intenté entenderlo: a través de su mujer, ver de dónde venía y que era una persona muy tímida. 

La Casa Azul tiene muchos seguidores en Japón y en Corea del Sur…

Durante la primera etapa tuvimos mucha interrelación con los grupos de Shibuya, que es un barrio de Japón que está en continua ebullición.

Incluso eligieron la canción «Galletas» para un anuncio…

Sí, creo que fue en Corea.

¿Cómo se comporta el público por allí? 

En Japón hay público para todo. Me fascina que no son puristas y podías ver a gente vestida de heavy disfrutando el concierto y al terminar venir a felicitarte. Esto me encanta y aquí sería imposible. Son muy enfáticos y me recuerdan al público de México. Una cosa curiosa es que tararean con la «ñ».

¿Con la letra ñ?

¿A que no lo hubieras dicho nunca? Aquí siempre que se hace marca España reivindicamos la letra Ñ y eso es ¡una puta mierda! (risas). En Japón es así, o al menos mis fans (risas). La época de Japón fue muy guay y tocamos en la Expo con los grupos que mandó España.

Has sacado tres sencillos: Entra en mi vida en el 2021, No hay futuro en el 2022 y Prometo Olvidar en el 2023. Si un LP tiene diez temas, ¿tendremos que esperar diez años para el siguiente disco de La Casa Azul?

Bueno ya lo veremos, no tengo ni idea). De momento voy a terminar el de Soleá. Me encantaría sacarlos más rápidos ya que me quitarían presión a mí mismo, pero…

Guille Milkyway para Jot Down

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4 Comments

  1. Estudiodelsonidoesnob

    Es estupendo escuchar a alguien con los `pies en la tierra como Guille, tan lleno de melodías, y con las contradicciones inherentes al ser humano. Qué cierto es y qué poco se comenta -tanto por artistas como por críticos- los de los dos mundos estilísticos, paralelos y antagónicos que son el estudio y el directo. El pop es estudio, investigar, crear, inventar, equivocarse y, cuando se acierta, Booom!.

    Hay un par de erratas. Paco Serpentina, su guitarrista, se apellida Tamarit y no Tamariz, cosas de magia, supongo. Y el grann Antonio Galván (aka Parade) otro espíritu musical libérrimo a reivindicar, es de Yecla, por tanto murciano y no asturiano.

  2. Pingback: Jot Down News #5 2024 - Jot Down Cultural Magazine

  3. Feldestein

    Buena entrevista, Guille Milkyway siempre me ha parecido un tipo super razonable.
    Me hubiera gustado que le preguntarais más por su faceta como compositor de canciones para programas infantiles de televisión. En esto el que también brilla es otro calvo ilustre, Marc Parrot, que también parece muy entrevistable.

  4. Gonzalo

    No soy objetivo con Guille Milkyway, ya que desde hace 20 años La Casa Azul es mi grupo preferido. Para mi todo lo que toca es oro, ya sea haciendo música para la Casa Azul, jingles para la publicidad o canciones para series infantiles. Es un virtuoso musical, sabe muchísimo de música y lo transmite con pasión. La única pena es que no componga más, ya que muchas veces los seguidores de LCA nos sentimos un poco huérfanos. Enhorabuena por la entrevista, se nota la sensibilidad extrema de Guille

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