Este artículo contiene SPOILERS
Toda la trama de Succession y los comportamientos enrevesados de los personajes se basan en el siguiente razonamiento: «[…] es mejor una mala figura de apego que ninguna. Cuando un niño tiene unos padres que no lo cuidan o que incluso lo tratan mal, para él es tan desregulador pensar que tiene unos padres «malos» que es preferible pensar que son buenos. Si mis padres son buenos y no me cuidan o me tratan mal, ¿por qué ocurre? La lógica resulta aplastante: yo soy el que está mal […] Si me han pegado porque soy malo, para que no me vuelvan a pegar únicamente tengo que portarme bien»*.
Succession nos lo viene a decir alto y claro. En la lucha por ver quién es el sucesor de Logan, el jerarca del imperio mediático, sus cuatro hijos hacen lo mismo una y otra vez durante toda la serie: portarse bien, acceder, torcer el brazo, aceptar las imposiciones de su padre porque él es el bueno, él es el apto, es el que impone su criterio y, sin su aprobación, no hay nada, porque él siempre gana. Vemos a Kendall en la segunda temporada que, destrozado tras su viaje a Inglaterra, se ve en la humillación de retractarse de sus palabras y repite la misma frase hasta que quizás, cerrando muy fuerte los ojos y los puños, él mismo se la acabe creyendo: «La idea de mi padre era mejor».
A veces, la base de nuestras decisiones, de nuestra personalidad y de nuestra estructura de vida se basa, sin darnos cuenta, en un problema mayor, en un conflicto profundo y lejano que se llama infancia. La claridad de mente y de afectos de una persona que tuviera una infancia feliz no puede compararse nunca con una que no. Porque una infancia feliz no significa que te llevaran de vacaciones a la playa o que nunca te faltara de nada, una infancia feliz es una en la que la criatura se sienta cuidada, querida y escuchada. Una infancia feliz es una en la que sea la protagonista de su infancia, en la que sienta que va primero y lo sabe porque la infancia es el único momento en que una relación sana se fundamenta en una estructura vertical.
Los humanos tenemos un largo periodo de maduración, es decir, los bebés y los niños necesitan de sus progenitores para su supervivencia, se trata literalmente de una cuestión de vida o muerte porque no tienen el desarrollo suficiente para proporcionarse su propio cuidado, alimento y seguridad, son totalmente dependientes de sus figuras de cuidado para sobrevivir. Este tipo de relación en que una de las partes sostiene todo el poder de la misma se denomina relación vertical y es la única sana que debe darse entre padres y madres y sus criaturas —mientras que una relación sana entre adultos debe ser horizontal, con el mismo cuidado y responsabilidades depositado en ambas partes—. En el momento en que eso se descompensa, no solo el cuidado físico sino también la seguridad emocional, el menor tomará responsabilidades que no le corresponden y podrá sentirse abandonado y poco válido, pues para él no habrá logrado suscitar el amor en las únicas personas que conforman todo su mundo: sus padres.
Así, una infancia feliz definitivamente no es aquella en la que un padre se relaciona con sus hijos desde su propio trauma, recreando en la próxima generación los mismos comportamientos que él experimentó mientras teme hacer lo mismo pero abocado a ello porque, en última instancia, la agresividad, la crueldad, es el único modelo de paternidad que conoce. A Logan, el patriarca, el jefazo, el déspota, cuando era niño, su padre le pegaba y lo maltrataba hasta dejarle las marcas en la espalda que tiene hasta su vejez, lo vemos en pantalla, la espalda dañada del padre, y vemos al padre maltratando psicológicamente a sus hijos como lo maltrataron a él en pos de una fortaleza de carácter que no hace más que minar. Parece una defensa paralela al ataque, y lo es. O un ataque paralelo a una defensa, que se confunden, que se unen porque realmente son la misma cosa. Me flipan las frases de la serie que hacen clara referencia al trauma y que, de simples, cuentan las verdades más certeras, más absolutas. En la tercera temporada, nos dicen: «Cuando él ama alguna cosa le pega la patada para ver si sigue volviendo con él». Todo viene de la necesidad de Logan de sentirse retorcidamente querido, de un pseudoamor mal entendido, mal sentido y mal gestionado. Es el espejismo del amor, una presunción de maldad, de ignorancia, de asco hacia lo amado que va cayendo en sus cuatro hijos como un goteo. El amor debe significar respeto y cuidado, pero si no tienes un referente que te lo haya enseñado, solo buscarás los sucedáneos de estos. Porque todos necesitamos respeto y cuidado y, si no lo obtenemos de la forma sana, tiraremos de cualquier otra para conseguirlo: la manipulación, el engaño, la sumisión, la humillación, la agresividad, la violencia.
Succession es bastante explícita en lo que se refiere al trauma de los hijos, es el moco del que se burlan y que señalan en la nariz del otro, entre los cuatro hermanos, constantemente. No es el elefante en la habitación, porque todos lo tienen muy presente y lo traen a la superficie. Todos conocen las flaquezas de los otros hermanos, pero para mí lo interesante es que, a pesar de que Logan sea como una enfermedad que los contagie a todos y los haga inmaduros e histriónicos, los cuatro responden de forma diferente al mismo estímulo, los cuatro desarrollan una reacción distinta a la misma falta de amor y, como en un continuo, Logan les da la espalda en todas las escenas del opening inicial.
Empecemos por Kendall, el supuesto favorito para dirigir la compañía al ejercer el rol de hermano mayor y cuyo problema son las drogas. En Kendall la evasión es la única forma de sentir felicidad, o ni tan siquiera, es simplemente una euforia ante la más temible depresión. Sobre todo al comienzo de la serie, su rostro estándar es la seriedad, la representación del estrés y del businessman de papá. No lo vemos reír ni sentirse relajado ni mostrarse cariñoso, pero sí lo vemos eufórico, cuando está puesto de coca y cuando cree que va a ganar a su padre. La droga es la salida que ha encontrado para poner un momentáneo alivio a su absoluta impotencia y a su autodesprecio porque, mayoritariamente, lo vemos asustado. Asustado ante un padre que siempre está por encima dispuesto a reprenderlo, a quitarle la aprobación y a retirarle el amor; quizás si él, el hijo, un día ganase, al fin pudiera tomar las riendas de su vida y dejar de estar asustado de una vez.
Roman, el segundo en la línea de sucesión, tiene problemas con el sexo y hace explícita su necesidad de castigo para sentir placer, el insulto, la humillación y la descalificación para disfrutar del sexo, pero esto lo descubrimos más adelante. Su gran fachada es el uso del humor como escudo ante el gran vacío y la falta de intimidad que pueblan todas sus relaciones, ya que, a pesar de su actitud I don’t give a shit, es el más sensible de los hermanos y el más proclive a apaciguar. Mientras los otros se rebelan y su forma de atención es removerse y luchar, Rome agacha la cabeza y desea ser buen hijo simplemente por el hecho de reconocer que quiere a su padre. Su humor esquivo solo demuestra el pánico que siente ante las relaciones cercanas, a mostrar sus sentimientos: si no me acerco a nadie, nadie me daña; si nadie me conoce, nadie puede dejar de quererme. Es el terror total ante la intimidad con otra persona. Y el sexo es una actividad de intimidad.
Shiobhan es la única mujer de los hermanos, la más rebelde, la que lleva la contraria para rebelarse y ver si funciona, para ver si así se gana el respeto de su padre y para una falsa sensación de control, pues si yo hago lo contrario, entonces es que pienso por mi cuenta. Su debilidad recae en las relaciones de pareja, en las que solo quiere que la quieran para sentirse segura, solo dice te quiero para que se lo digan de vuelta. Shib elige a la pareja desde la carencia: «Que el vínculo se establezca desde ahí [la carencia] impide el crecimiento saludable, tanto individual como el de la pareja. […] Además, ambos miembros tienen miedo de que su pareja crezca y de crecer ellos»*. Esto lo vemos explícitamente cuando estaba a punto de recibir el cargo de CEO de la empresa, desarticulando aún más el poco poder de Tom, su marido.
Shib utiliza a Tom como un instrumento para sentirse querida y para tener el control sobre algo, porque si se pone en la posición superior y anula la voluntad del otro, el otro no puede hacerle daño y eso es exactamente lo que busca: una seguridad emocional donde no arriesgarse, una complacencia y sumisión total ante ella. Esa es la razón por la que, cuando Tom al fin la cuestiona y hace algo por defenderse a sí mismo, para él resulta tan placentero y, para Shib, tan aterrador. Juegan todo el rato a ver quién sostiene más poder en la relación, el poder que, ya sabemos, no es una baza con la que jugar en una relación sana, pero es el elemento ideal con el que forzar la seguridad emocional y suplir las carencias afectivas.
No me parece casual que mientras escribía este artículo casi se me olvide que hay un cuarto hermano, Connor, el mayor. Es el niño rico, quizás el mas adulado, pero definitivamente el más inmaduro, el hermano mayor que nunca creció, un Peter Pan con dinero que juega a tener una familia feliz y a cumplir su sueño de ser presidente de Estados Unidos, un bebé de ojos azules que ha sido criado entre flores y que nunca se ha enfrentado a ningún problema en la vida, pues por supuesto cosa que quiere, cosa que puede comprar, ya sea una casa, un rascacielos o una campaña electoral. Es el primer hijo de su padre, pero no es el primogénito, no forma parte de la tríada. Todos se olvidan de él. Al ser el primer hijo de su padre y diferenciarse tanto en edad de sus hermanos, toma el rol de hijo único, mimado y egocéntrico, y se lo expresa de forma explícita a sus hermanos antes de su boda: lo único que quiere es que lo quieran. Él también es consciente de su trauma, pero, en lugar de sanarlo, se abraza a él.
Cada hermano «escoge» un arma defensiva y, aunque todos compartan una baja autoestima, problemas emocionales y un concepto de baja valía sobre sí mismos, me parece muy inteligente que a los hermanos hombres se les asignen comportamientos problemáticos y patológicos, mucho más ligados a aspectos socialmente considerados masculinos, las drogas y el sexo, y al tercero se le asigne el estereotipo de hombre cis, hetero, blanco, rico (el culmen del culmen) mientras que a la única hermana mujer se le asignen problemas relacionales y de pareja, más típicamente catalogados como femeninos, y dificultades con una posición de poder que siempre intenta atrapar pero nunca alcanza. Y tampoco me parece casual que, cuando están solos, los cuatro hermanos se unan como una piña hasta que aparece el padre, el punto disruptivo que hace que se enfrenten unos con otros. Por algo una psicóloga me dijo una vez: si hay problemas entre hermanos, suele ser a causa de los padres.
Aunque distinta, la herida de uno es la herida de todos. En vez de proteger a sus hijos, Logan los expone al daño para hundirlos y controlarlos desde la depresión y la baja autoestima o desde la adulación y la manipulación, según le convenga, pero, en última instancia, desde el miedo. Porque lo que tienen siempre en mente es ¿qué piensa mi padre?, ¿qué puedo hacer para complacerlo?
Ha habido mucho debate sobre el final de Succession para saber si el nombre de Kendall estaba tachado o subrayado en el testamento, cuando creo que lo que representa es exactamente eso, la incertidumbre respecto a Logan, la total ambigüedad y la absoluta ambivalencia, que es lo que los destruye a todos, la ambivalencia afectiva de un día te quiero otro no, me prometió a mí ser CEO pero luego no, ahora voy contigo ahora no. La ambivalencia solo te hace cuestionarte qué está mal en ti cuando no consigues llegar al mínimo de amor. El afecto ambivalente crea a una persona insegura, indecisa, sumisa, dependiente, ansiosa de amor, porque siempre está en alerta a cualquier señal que le haga ver el estado anímico de su figura de apego y así reajustarse, intentar leerle la mente, darle lo que desea y obtener el aplauso que nunca llega. Al retirarles el afecto para hacerlos duros, los convierte en adultos frágiles que se venden constantemente al mejor postor en una búsqueda desesperada por la victoria.
En esa incertidumbre, los hermanos se debaten todo el rato entre dos bandos: la búsqueda de amor y la búsqueda de independencia en contra de los valores paternos. Este es uno de los ejes de la trama: la lucha contra sí mismos versus la lucha contra el padre. Al final de la serie, cuando finalmente pierden la empresa, Roman es el que ve la realidad más clara porque han perdido, porque deben rendirse, porque no son nada. Han luchado por la esperanza de que al final su padre les dejara el imperio, han luchado para merecerse su amor, pero el amor no es un trofeo ni un esfuerzo. Y han luchado para demostrarse a sí mismos que son dignos igual que su padre, la figura inalcanzable, el amor inaccesible que persiguen y persiguen. Él siempre gana, ellos no. A pesar del final de derrota, para mí se abre una esperanza. Clean slate. Pueden empezar de cero. Cuando quitas de en medio a la figura ambivalente que lo único que hace es retenerte, entonces es cuando puedes crecer; cuando asumes el dolor y el miedo, puedes empezar a construir. Ahora, desde lo más bajo, desde la desesperación de la pérdida, tienen todo el futuro por delante. Excepto Shiv, que es la única que agarra la mano del poder, la seguridad de lo malo conocido, la sumisión a un mando que nunca será suyo. Renuncia a ella misma, su única forma de ganar es la de perder.
Logan los ha machacado, Logan los ha destruido. Yo me pregunto: ¿cómo podrían haber sido, qué tipo de personas serían tras una infancia con amor? ¿Qué futuro, qué logros? ¿Qué habrían conseguido con una autoestima sana en la que creyeran que podían hacer cosas sin represalias, sin crítica, sin juicio? ¿Qué vidas plenas podrían haber tenido sin el miedo a exponerse a la intimidad y a la vulnerabilidad? Pierden la compañía. Pero la trama de la serie no es quién gana, no es a quién le deja el pez gordo su imperio, la trama de la serie son las heridas de la familia cuando se las relaciona con el poder, son las decisiones que, en la falta de amor, se basan en el dinero.
Notas
* Condenados a entendernos. La interdependencia o el arte de mantener relaciones sanas, Arun Mansukhani.
Debe ser a causa de toda esta cochambre moral tan bien expuesta aquí, que he intentado ver esta serie dos veces desde su aparición y las dos he tirado la toalla. Lo mismo me pasó con «Billions». No sé si me animaré con ambas para una tercera intentona, aunque lo dudo bastante.
Pornopulencia: creación de Hollywood para mantener a los espectadores celebrando la riqueza mórbida encapsulada por un drama familiar de nepo-babies, muy bien blindada por una trama al estilo Rey Lear. Una genialidad al nivel de Leni Riefenstahl.