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Cine de ‘killers’: 40 películas (o más) sobre asesinos a sueldo (2)

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Segunda parte de nuestro listado de películas sobre homicidas profesionales, ordenadas de peor a mejor según unos criterios y gustos absolutamente personales y a veces hasta erróneos adrede, con el fin de concitar el cabreo o el alborozo —o ambos sentimientos juntos— de los lectores.

27. El mariachi (1992) de Robert Rodríguez

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La ópera prima del director estadounidense, dirigida a los veinticuatro años, ya marca lo que serían las fortalezas y debilidades básicas de su cine: un virtuosismo natural para la acción, un tono de ligereza ideal para las películas de palomitas y un total desentendimiento de la consistencia en tramas y personajes.

La singular peripecia de un músico mexicano (Carlos Gallardo, muy inadecuado para el papel pero productor del tinglado, poca broma), al que en un pueblo fronterizo confunden con un asesino por culpa de la funda de su guitarra, deviene en fotogramas una oda a la imaginación al poder ante la escasez de medios disponibles. Su artífice pone en marcha una cámara bailarina que suple con agilidad la falta de capital. La gracia y diversión resultantes las depuraría el propio director en su versión hollywodiense, Desperado (1995), ya con un presupuesto digno y un Antonio Banderas en pleno apogeo. Empero, el mejor Rodríguez siempre surge cuando está aliado con talentos más cuajados: Quentin Tarantino (Abierto hasta el amanecer, 1996) y Frank Miller (Sin City, 2005).

26. Bullet Train (2022), de David Leitch

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Basado en la novela de Kotaro Isaka y realizado por el codirector no acreditado de la primera entrega de John Wick, el largometraje Bullet Train me fascina y repele al mismo tiempo, me entretiene y me irrita a partes iguales. Deudores de los personajes autoconscientes y el ansia por epatar tarantinianos, los asesinos a sueldo que pueblan ese tren bala se creen todos muy listos y sueltan diálogos supuestamente ingeniosos que me ponen de los nervios. Al final, el éxito en la recreación de un mundo con sus propias reglas dentro del tren y la planificación de las amenas peleas a muerte lo son todo. Brad Pitt cumple sin matarse ejerciendo de «pequeño Lebowski» y, bendito sea el cielo, Ryan Reynolds solamente aparece en una secuencia.

A los jovencitos les chiflará, porque cumple lo que se propone con su megapresupuesto, su refinada dirección de arte y su talento: ser lo penúltimo guay en acción.

25. El gran torneo (The Tournament, 2009), de Scott Mann

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Lo que en Estados Unidos hubiera supuesto una serie B mediocre y propia de los 90, directa para deuvedé, hace quince años el joven realizador británico Scott Mann lo convirtió en un delicioso divertimento, una de esas chucherías visuales que con muy mal gusto hay quien denomina «placeres culpables». El gran torneo presenta una trama adocenada de videojuego, un Perseguido con asesinos a sueldo, y la realización tampoco es fastuosa, de hecho resulta bastante chocarrera en ocasiones, abalanzándose sobre el mero gore a la menor oportunidad. Sin embargo, la película está planteada y resuelta con tal pasión que parece una obra fundacional en lugar de un refrito infinito.

Robert Carlyle está desternillante como cura alcohólico, metido sin querer en ese entramado letal de sicarios. Ving Rhames cumple como «asesino bueno» y Kelly Hu aporta dinamismo a las peleas, junto a un estupendo Scott Adkins que dura demasiado poco —pero arranca más de una carcajada— haciendo de ruso furioso. No deja de resultar irónico (supongo que ahí también se nota el origen británico) que el malo más repulsivo y despreciable de todo el lote sea estadounidense, texano para más señas.

Dadle un chance: es la demostración de que no hay que juzgar una cinta por su carátula…

24. On the job (2013), de Erik Matti

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Estupendo policial acerca de la corrupción institucionalizada tomado de un caso real en Filipinas sobre un grupo de convictos utilizados como asesinos a sueldo por el estamento militar y político. Se agradece mucho el naturalismo en el tratamiento de personajes, lejos de toda épica, lo cual no le resta virulencia a los crímenes recreados.

El filme, un éxito en festivales internacionales que ha generado su propia miniserie en 2021, alberga en su seno un poco del desesperado juego del gato y el ratón de Infernal Affairs (2002), el clásico de Hong Kong dirigido por Andrew Lau y Alan Mak que Scorsese versionaría en Infiltrados (2006).

La conclusión sobre la corrupción es desoladora, constatando la imposibilidad de ganar en panoramas podridos donde delincuencia y gobierno son cómplices.

23. El hombre de hielo (The Iceman, 2012) de Ariel Vromen

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De todas las películas filmadas en torno a asesinos empleados por la mafia, esta puede que sea de las más sobrias y crudas. Un sombrío Michael Shannon deslumbra en su interpretación de Richard Kuklinski, autor de más de cien crímenes por encargo. Su método de congelar los cadáveres para despistar sobre la fecha de su defunción le valió el apodo de «hombre de hielo».

Lo que mejor refleja The Iceman es lo perturbado que ya de por sí estaba dicho sujeto para poder entregarse a su cometido con tamaña dedicación y eficiencia. A su lado, buenos secundarios: Winona Ryder como devota esposa, el añorado Ray Liotta haciendo lo se siempre (pero qué bien lo hacía) y un sorprendente Chris Evans como competencia profesional y socio eventual del protagonista.

Un filme que deja muy mal sabor de boca: pero de eso se trata.

22. La virgen de los sicarios (2000), de Barbet Schroeder

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Tras hacerse un nombre en el cine francés como productor de la Nouvelle Vague y de su colega Éric Rohmer, Barbet Schroeder se asentó con cierta firmeza en el Hollywood de finales de los 80: El borracho (1987), El misterio Von Bulow (1990) y Mujer blanca soltera busca… (1992) lo cimentarían como realizador importado con buqué, para perderse a continuación en títulos cada vez más insustanciales. Puede que ello lo motivara en el año 2000 a replantearse su trayectoria como cineasta al encarar la adaptación casi herzogiana de la famosa novela La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo.

Aupándose en el típico apego que más de una generación de literatos homosexuales, obligados a la semiclandestinidad de sus sentimientos, vivió por los jóvenes marginales, y que tanto juego ha dado en lo fílmico (véase el cine de Eloy de la Iglesia), Schroeder usa la voz de Vallejo para acercarnos al mundo de los sicarios adolescentes al servicio de los carteles de la droga en la Colombia de hace un cuarto de siglo. Rodado con cámaras digitales, el romance del maduro protagonista con estos inquietantes menores nos obliga a asumir una perspectiva doblemente controvertida. Un excelente cóctel de ficción y realidad que hoy deja aún menos indiferente que hace veinte años.

21. Hanna (2011) de Joe Wright

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A priori este filme lo tenía todo para desagradarme: Eric Bana y Cate Blanchett no me despiertan ninguna empatía (a él tampoco me lo creo peleando) y el motivo de la niña asesina ya estaba un poco gastado hace una década. Sin embargo, la película funciona, por el convencimiento con que está narrada y porque no se achanta a la hora de mostrar los crímenes que, a ritmo de The Chemical Brothers, comete la renacuaja Hanna (sobre el papel, una quinceañera que en pantalla aparenta no más de doce años). Saoirse Ronan brilla en la piel de esta asesina infante, producto también de un experimento fallido del gobierno y bla bla bla.

Pero el filme es valiente (incluso se atreve a plasmar su despertar sexual con una amiga, en un cálido flou que no se veía desde los tiempos de David Hamilton) y logra su cometido de coagular una pequeña joya de violencia y belleza plástica. Entiendo perfectamente el pequeño culto que ha engendrado, además de una serie reciente y moderadamente exitosa. Joe Wright, director que más tarde convertiría al facha de Churchill en un progre enrollado dentro de El instante más oscuro, cumple con nota alta.

20. Crying Freeman: los paraísos perdidos (Crying Freeman, 1995) de Christophe Gans

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El realizador francés Christophe Gans nos sedujo a muchos con su sencilla pero estilizada adaptación del manga de Kazuo Koike y Ryoichi Ikegami, todo un cóctel kitsch del subgénero, metaforizado a la perfección en ese asesino profesional que vierte lágrimas después de llevar a término cada una de sus ejecuciones. Estamos en el cursithriller pseudonipón y hay que aceptar sus reglas.

Gans filma con elegancia y en complicidad con Mark Dacascos nos proporcionó una obra cinematográfica que fue a 1995 lo que la magistral The Crow de Alex Proyas al año anterior: uno de los más hermosos empeños de la ficción audiovisual en romantizar la figura trágica del criminal, una misión cumplida en hacer del existencialismo un etéreo artefacto pop.

19. Polar (2019) de Jonas Åkerlund

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Basado en el celebrado cómic del dibujante y guionista español Víctor Santos, Polar es un pequeño triunfo en su reinterpretación del estereotipo del asesino profesional veterano, fatigado de su sangrienta tarea y a punto de retirarse. El responsable de la adaptación, el sueco Jonas Åkerlund, dirige a medio camino entre un ágil realizador en nómina de EuropaCorp (un Olivier Megaton o un Pierre Morel), pero con un poco más de ambición en atmósfera, atención al detalle, metalingüística y tono: por momentos, su ácido retrato en psicodelia pastel de la «familia» de matones que se enfrentan al héroe parece sacado de la filmografía del Jess Franco libidinoso y aún eufemístico de los últimos años 60. Un troceado montaje no invoca en demasía, al menos en lo rítmico y estético, el universo del polar al que el título hace referencia (ese universo reposado, lacónico y frío del cine noir de Melville, Becker, Giovanni), pero no importa: Åkerlund se toma en serio la historia y le consagra el tiempo necesario para transmitir al espectador el estado emocional que la trama demanda, lo cual no es muy habitual hoy día. Además, acierta de pleno en rehuir la sobreexplotada estética comiquera (y el planteamiento narrativo) de Frank Miller, modelo en el que Santos se basa legítimamente para construir sus propias y depuradas estética y narrativa.

Si a ello añadimos un Mads Mikkelsen (también productor aquí) absolutamente entregado al papel del mercenario Duncan Vizla y aportando a espuertas la gravitas que su personaje requiere, recreando dilemas y remordimientos como si fuera la primera vez que los contempláramos en una representación filmada, concluiremos que estamos deseando que llegue la secuela.

18. Fulltime Killer (2001) de Johnnie To y Ka-Fai Wai

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Parece mentira que hayan transcurrido más de dos décadas desde que el cine gansteril hongkonés arrollara con sus propuestas violentas, estilizadas… y terriblemente ñoñas. Para entonces, el gran Johnnie To ya llevaba una racha imbatible de pequeños clásicos del género (mi favorito es de 1999: Con los días contados, también con Andy Lau, una intriga tan lúdica y euforizante como los relatos de Arsenio Lupin); pero Fulltime Killer no es tampoco moco de pavo.

El enfrentamiento entre dos asesinos de élite, uno introvertido y sentimental, el otro jactancioso y cinéfilo (hay referencias explícitas a El silencio de un hombre y hasta a El mariachi), da pie a un chaparrón de sangre y balas que satisfará a los ojos más exigentes. La grandilocuencia de Lau me enerva un poco, pero ahí está el magnífico Simon Yam del lado de la Ley para equilibrar la balanza de la contención expresiva.

17. Best Seller (1987) de John Flynn

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Fabulosa serie B ochentera que confía todo su voltaje casi exclusivamente a un guion irresistible (obra de Larry Cohen, aunque al parecer reescrito a fondo por su director) y al innegable carisma de dos grandes actores de carácter: un Brian Dennehy recogiendo todavía los frutos de su éxito un lustro atrás como antagonista de Rambo en Acorralado; y el genial James Woods, mucho antes de reinventarse como cascarrabias de las reyertas políticas en redes, cuando en los 80 intentó desesperadamente (y sin éxito) convertirse en estrella taquillera: después del fracaso en las salas de Best Seller, volvió a intentarlo —y de nuevo sin éxito— con Cop, el desmayado largo de James B. Harris adaptando a James Ellroy.

Woods y Dennehy disfrutan a sus anchas en las pieles de un asesino a sueldo que desea relatar todo su pasado delictivo a un policía metido a escritor, para que el libro consecuente hunda la carrera de su principal cliente, un todopoderoso empresario que le ha dado la patada. No hay pausa ni sobra nada en este carrusel desatado de emociones: acción, intriga y dos personalidades de peso estrechando su vínculo de afecto y odio. Una de las pocas películas que realmente funcionan de las muchas que se produjeron en esa década y la siguiente sobre hombres diabólicos fascinando (y arrastrando consigo) a hombres honestos. Un tiovivo de sarcasmo y violencia que, de propina, imparte una lección ejemplar: cómo ejercer de matón en un fotomatón.

16. Collateral (2004) de Michael Mann

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Collateral es una extraordinaria película, pese al guion absolutamente convencional de Stuart Beattie y el protagonismo insufrible del niño bonito Tom Cruise, quien nos quiere convencer de que puede ser un asesino sin escrúpulos. El lance de un hitman que debe matar a cinco personas en una sola noche y para ello alquila los servicios de un taxista (Jamie Foxx) no se sale en ningún momento del estándar hollywodiense.

Más allá de que combine texturas de celuloide y vídeo digital, el mérito de Collateral es estrictamente cinematográfico, pero forma parte de esa búsqueda desesperada de Michael Mann por encontrar un tema genuinamente suyo tras dar en el clavo con la insuperable Heat (1995), universo al que en breve regresará de modo inevitable para rodar una secuela. Con todo, Collateral supone un buen divertimento que podría haber sido mucho más de haber rehuido la fórmula del cine espectáculo más autocomplaciente y de haber contado con un actor verosímil para el papel del «sanguinario y temible» villano.

15. El asesino (The Killer, 2023) de David Fincher

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No soy fan de David Fincher, ni de Michael Fassbender ni, especialmente, de The Smiths, así que pensaba que iba a sufrir mucho exponiéndome a este largometraje. Sorprendentemente, la experiencia resultó muy satisfactoria. El secreto está en que, pese a la manida trama (un asesino de primera fracasa en eliminar a su última presa en París y, tras la brutal represalia de su cliente, lo perseguirá para vengarse, de él y de su cohorte de sicarios), el enfoque es formalmente sofisticado y comprometido en ofrecer un retrato, si no realista, sí al menos dramáticamente convincente de la mentalidad que hay detrás de un individuo que se gana la vida matando por dinero. La dirección de Fincher es casi magistral y el monólogo interior del asesino (un Fassbender que por lo marchito ya tiene casi más de Brendemühl que de Fassbender) suena plausible… aunque tanto discurso nihilista se vea traicionado enseguida cuando descubramos que el sujeto tiene pareja y que pierde los papeles en cuanto la ve en riesgo. Como cualquier hijo de vecino: tanto Nietzsche para esto.

Por su parte, el guionista Andrew Kevin Walker vuelve a organizar las cosas de manera irreprochable, tal como ya lo hiciera en Seven (1995), Asesinato en 8 mm. (1999) o El hombre lobo (2010). Fincher y Walker se conchaban para fiar toda la apuesta al interés despertado por los personajes, renunciando conscientemente a coronar la película con una explosión de violencia.

Lo cual se agradece, porque implica compromiso con la obra.

(Finaliza aquí)

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10 Comments

  1. Txomin

    Excelente repaso, maravillosa escritura. Gracias.

  2. The American, donde un killer se enamora de un pueblecito mediterráneo, como en Calabuch.

    • Isobel

      Hombre pos mira nostá mal visto no. Aunque lo de Calabuch pasa en Peñiskola si no recuerdo malamente y no se yo si un pueblo en los Abruzzos se le pue llamar mediterranio. Es verdá que Italia está en el Mediterranio pero tambien lostá España y no se yo si llamar eso a un pueblo de Soria. Digo yo eh? Ay y Yorg Clonei questá como un queso con sus gafas Police mascando chicle.

  3. Maestro Ciruela

    «No soy fan de David Fincher, ni de Michael Fassbender ni, especialmente, de The Smiths» ¡Pues oiga, vaya mierda! Pero casi se lo ha hecho usted perdonar cuando más abajo, discurre: «aunque tanto discurso nihilista se vea traicionado enseguida cuando descubramos que el sujeto tiene pareja y que pierde los papeles en cuanto la ve en riesgo. Como cualquier hijo de vecino: tanto Nietzsche para esto». Casi, ¿eh?

  4. Deithí

    Por favor, corrijan la fecha de Heat, de lo contrario la frase pierde todo el sentido.

  5. de ventre

    tomo nota de las recomendaciones, aunque con prevención (la virgen de los sicarios y best seller son fantásticas, pero Polar no la pude terminar ni en plan buenadepuromala)…

    Michael Shannon podría hacer de David el Gnomo y seguiría siendo inquietante. lo de repartir leña a tom cruise debería estar prohibido, repartirsela a Fassbender debería estar subvencionado.

    Quedo a la espera ansiosa de la segunda parte.

    Si se mueven, mátalos.

    j

  6. Jose Luis

    Vi El asesino y me pareció muy muy mala lo único que vi claro el espacio publicitario de amazon

    • Sebas Topol

      El asesino es buenísima. La que es mala, digan lo que digan, es El silencio de un hombre con Alain Pasmarote Delon.

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