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‘El chico y la garza’, de Hayao Miyazaki

El chico y la garza. Imagen: Studio Ghibli.
El chico y la garza. Imagen: Studio Ghibli.

Cuando los japoneses tratan la Segunda Guerra Mundial suelen hacerlo para hablar de lo doloroso de la realidad. El chico y la garza, de Hayao Miyazaki, también lo hace, pues la historia de su protagonista, Mahito, es la de una evasión a la fantasía ante el sufrimiento por la muerte en un incendio de su madre y la aceptación de las segundas nupcias de su padre (con la hermana pequeña de la madre y estando ya embarazada).

No es la primera vez que el afamado director japonés se aproxima a este periodo histórico a través del descubrimiento de un mundo fantástico. La esperada película del eterno director en retirada no solo está dirigida por él, sino que también la monta y la escribe. Como los Coen y Tarantino, entre otros, Miyazaki tiene un gran control sobre su película, quizás solo superado por su paisano Takeshi Kitano, que además de lo antes dicho, la protagoniza y es el autor de la obra que adapta El chico y la garza

El chico y la garza es todo lo que se puede esperar de la leyenda de los estudios Ghibli: un anime melodramático, lleno de fantasía, en el que el protagonista, tras realizar el viaje del héroe, vuelve a su realidad cambiado. Es posible que los fans se hayan sentido satisfechos con esta nueva entrega, o que, por el contrario, esperaran otra cosa.

Miyazaki vuelve a cautivar a los espectadores con la presentación de un nuevo mundo compuesto por sus ingredientes de siempre. Es indiscutible que el dibujante japonés ha creado un imaginario único y espectacular, que es delicado y mágico. Escenas como la conversión de una visión en agua, cuando Mahito se desmaya y es tragado por el agua que va desapareciendo poco a poco, son de una delicadeza sabia que demuestra su ingenio y su experiencia.

Miyazaki no se demora mucho en presentar a la garza en las secuencias más documentales, que se acercan a las secuencias iniciales de La princesa Kaguya, de Takahata, su compañero de estudio. La garza, salvaje y altanera, observa a Mahito llegar a su nueva casa, un gran palacio que parece no recibir (apenas) las repercusiones de la guerra. La relación de la garza con el chico es uno de los hallazgos más impresionantes de la película, aunque hay que reconocer que dura poco, pues la garza no es tal, sino que es uno de los personajes antropomórficos de los que ya ha hecho gala el director anteriormente.

Es remarcable la delicadeza que el director demuestra en las secuencias en las que se recogen oficios o acciones. Por ejemplo, cuando Mahito construye una flecha en la que pega plumas con arroz o cuando Kiriko limpia el pescado. Posiblemente recogiendo de nuevo el testigo de Takahata en la película ya mencionada o, quizás, inspirándose en Yasujiro Ozu, predecesor de ambos en muchas de sus películas, Miyazaki pone especial atención en la cotidianeidad, tratándola con el tiempo que merece, trasladando al tiempo fílmico parte del tiempo real, del esmero y del detenimiento con el que se hacen los oficios. De alguna manera es como si ese esmero en tratar lo cotidiano fuera una representación de la propia filosofía creadora del director, preciosista en los detalles, tal y como se puede apreciar en toda su filmografía. 

El chico y la garza. Imagen: Studio Ghibli.
El chico y la garza. Imagen: Studio Ghibli.

Una de los problemas está en algunas expectativas que Hayao Miyazaki no llega a satisfacer del todo. Una es la garza, que pareciera por el titulo (en español) y por la presentación de la película (incluso el póster original) que sería la gran relación sobre la que girara toda la trama, pero en realidad es un personaje secundario, uno de los dos Sancho Panzas de Mahito. Tampoco llega Hayao a cumplir la expectativa de la relación paternofilial, que parece también que va a ser el conflicto de la realidad que desencadena la fantasía, pero que en definitiva tiene un papel todavía mucho menor que la garza. La otra gran expectativa no cumplida es la del grupo de ancianas que viven en el palacio al que se muda el protagonista. Presentadas pretendidamente a la forma de Sanjuro (Akira Kurosawa) no alcanzan a tener cada una de ellas una personalidad que justifique que sean tan numerosas. Salvo una de ellas, Kiriko, las demás son distintos miembros de un mismo organismo. 

Los personajes de Kiriko y de la garza de alguna manera se superponen el uno sobre el otro. Involuntariamente, tiene que acompañar al héroe y se quejan. Son el alivio cómico de la historia melodramática. Sin embargo, interactúan más bien poco entre ellos. Una decisión de guion que, probablemente, se hubiera caído en el proceso de producción si el guionista no hubiera sido una persona del renombre (merecido) de Miyazaki.

En cuanto a los personajes, cabe mencionar el contraste entre ese mundo tan japonés del filme y los rasgos faciales de algunos de ellos. Bien es cierto que los seguidores de esta forma cinematográfica están acostumbrados a tal salto, pero los neófitos pueden sentirse algo desubicados, al menos durante los primeros minutos del metraje. Como la historia se ambienta en la Segunda Guerra Mundial, la aparición de Natsuko, la prometida del padre, podría ser la de una americana. Todo en ella es tradicional japonés menos sus rasgos. Una vez adaptada la mente al género, esto se olvida y simplemente uno se introduce en la historia, pero es desde luego algo que da que pensar. ¿Podría ser que la alta inserción de las películas de anime, culturalmente tan lejanas al cine de Hollywood al que estamos acostumbrados o al cine español, tenga algo que ver con esto? Puede que no. Lo cierto es que el anime es una evolución japonesa de los dibujos animados de Disney y, por eso, también heredaron algunos de sus rasgos. No es menos cierto que la gran parte del público que acude a la sala está en el rango de edad de aquellos que se criaron con dibujos animados japoneses, algunos de los propios fundadores de los estudios Ghibli como Heidi y que, por eso, este cine tiene este acogimiento en el publico español. Aún así, quizás sería posible un debate sobre este elemento tangencial del género.

La planificación en el film es más bien sobria. No en cuanto a los dibujos, siempre vistosos y buenos, como lo son los de Miyazaki, sino en cuanto a los «movimientos de cámara» (que no lo son tal en la animación). Miyazaki opta por «planos fijos» durante gran parte de la película reservando los «zooms» o «movimientos de cámara» para casos muy concretos, respetando siempre el punto de vista de Mahito. Esta apuesta en favor de la sobriedad es una buena decisión por parte del director, que opta por reservarse los recursos para los momentos en los que de verdad quiere enfatizar algo. 

Visualmente, no solo en cuanto a los dibujos, sino también en cuanto a las imágenes descubiertas por el director, es indiscutible que estamos ante alguien con talento. Las imágenes de la visita a Natsuko o la torre toda repleta de gorriones son elocuentes por sí mismas y quedan en la memoria del espectador una vez sale de la sala. 

Otro bonito contraste de este filme es el tratamiento del sonido. Las imágenes están acompañadas de unos sonidos ultrarrealistas y precisos, hechos con mucho tacto y en los que se nota una verdadera devoción. Son sonidos naturalistas que acompañan a los dibujos y que sirven para introducirle en ese mundo tan fantástico sin que el espectador se lo cuestione. Cuando Mahito bebe agua, los pasos diferenciados de las sirvientas cuando caminan… Son algunos de los muchos ejemplos que se dan durante todo el metraje. 

El chico y la garza es en realidad una adaptación de ¿Cómo vives?, una novela de 1937, escrita por Genzaburo Yoshino con fines educativos que es, en resumen, un viaje del héroe clásico, muy del gusto de Miyazaki. Comienza con su orfandad trágica por parte de madre, y mudándose a casa de la que debe ser su nueva madre, que no es otra que su propia tía (que además está embarazada). No se deja nada al libre albedrío, y es razonable y natural que Mahito sufra tanto como para querer evadirse. 

La moraleja de la historia es la de hacerle comprender al joven que la aparición de la nueva madre es en realidad algo bueno. Y lo cierto es que Natsuko es una buena mujer desde la primera secuencia, que se preocupa por su hijastro (y sobrino a la vez) con sinceridad. De hecho, ni siquiera el protagonista lo duda. Salvo cierto enfado o fase rebelde al mudarse a la casa de la nueva pareja de su padre, Mahito es el primero en considerarla su «segunda madre» y en acudir a salvarla en cuanto desaparece. 

El chico y la garza. Imagen: Studio Ghibli.
El chico y la garza. Imagen: Studio Ghibli.

Ahí es donde verdaderamente comienza la película, en este otro mundo al que se accede por el portal mágico. Es muy interesante la relación que el chico puede emprender con su madre fallecida cuando ella tenía solo unos pocos años más que él. Gracias a ese portal en el espacio-tiempo, se encuentra con su madre, pero perteneciente a otra dimensión. Su relación es la más interesante de toda la película. Con ecos, seguramente por casualidad, de Petit Maman, de Celine Sciamma. Este relato es una despedida y aceptación de la pérdida. Es el reencuentro entre madre e hijo, en el que el hijo acepta su muerte y puede despedirse de su madre para vivir su vida y, la madre, a pesar de saber su fatal destino en el que morirá en un infierno, acepta volver al universo al que pertenece porque sabe que tendrá un hijo tan bueno como él. 

Es inevitable interpretar esto como una despedida del propio Miyazaki como autor a su público. Aunque no es la primera vez en la que el director japonés dice que una película va a ser la última, El chico y la garza tiene una clara intención testamentaria. Aquí Miyazaki parece aceptar el final de su creación con dignidad, feliz de que sean sus últimos días como autor porque siente orgullo de lo que ha creado. La verdad y la ternura en la relación entre madre e hijo de tiempos distintos destilan la sinceridad con la que Miyazaki trata la despedida y nos hace creer que, quizás sí, esta sea su última película. 

Aunque también podría interpretarse como una consideración de la vida como un bien preciado, en la que el dueño de la misma tiene que asumir vivirla aunque sea infeliz o aunque sepa que acabará trágicamente. Al estilo de Arrival (también una adaptación), de Denis Villeneuve, vendría a decir que no somos nadie como para elegir sobre la vida. Aunque es probablemente más cercana a la propia visión del director la de considerar que el fin es la última fase y de que está orgulloso de su legado. 

En cuanto a pasar el testigo, esto son palabras mayores. La película también podría interpretarse como una referencia a la cuestión de qué va a pasar con Ghibli. Ahora ya sabemos que los estudios han sido vendidos a Nippon TV por presuntas inseguridades de los directivos a la hora de dejar al propio hijo de Hayao, Goro Miyazaki, como sucesor. En El chico y la garza, un gran sabio se considera mayor para seguir en su responsabilidad y decide que tiene que haber una sucesión en alguien más joven, para que las cosas marchen bien. Además, en la película, ese tiene que ser alguien de su linaje. Si no fueran conocidas las claras rivalidades entre padre e hijo, podría considerarse que esta es la manera que tiene el dibujante japonés de expresar quien debería ser para él su heredero.

Esta última moraleja del relato tiene, sin embargo, menos fuerza narrativa que la de la relación entre la madre y el hijo. Quizás se deba a que el propio Hayao Miyazaki no esté tan convencido de la necesidad de pasar el testigo como lo está de la dignidad de su legado.

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4 Comentarios

  1. Ambituerto

    Ninguna mención a la banda sonora. El cine de Miyazaki (el bueno, al menos) no se puede concebir sin la música de sus películas. Sé que ha vuelto a trabajar con Joe Hisaishi en esta película, que es el compositor de casi todas sus obras y creador de algunas bandas sonoras sublimes, trabajando tanto con Miyazaki como con Kitano. ¿Qué tal le ha quedado esta?

  2. Rmn Plnsk

    Me alegró mucho ver que en esta película Miyazaki habla de la herencia y el legado, de un reino que ha creado un gran anciano, donde buscaba equilibrar todas las cosas. Sin embargo llega la hora de morir y se da cuenta que lo mejor tal vez sea dar por finalizado ese mundo que él antaño crease.
    Da pie a interpretaciones que a ninguno se le escapa. Una película única y emocionante.
    Gran artículo.

  3. lo siento,pero esta ultima de miyazaki ha sido aburridsima lenta….y con musica repetitiva.aparte de que se ha copiado a si mismo una y otra vez durante esta pelicula

  4. Pingback: Jot Down News #42 2023 - Jot Down Cultural Magazine

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