Mitología, arte y destino: una inmersión en «El Apocalipsis según San Goliat»

Ante las continuas andanadas de autoficción que produce maquinalmente el sector editorial y que se corresponden con esta época de indulgencia narcisista, la aparición de una narrativa que se aleja completamente de la experiencia vital de peterpanes y traumatizados varios es motivo de celebración, ya que nos permite revisitar la naturaleza polisémica de la literatura.

La glándula mefítica que desencadena la putrefacción de los cuerpos

El Apocalipsis según San Goliat es una epopeya urbana donde el caos y el arte se cruzan, delineando los contornos de la vida y su eterna lucha contra la muerte. Tejida a través de una serie de personajes arquetípicos, la obra se despliega como un vasto mural donde el misticismo, la mitología y la memoria colectiva convergen. La trama explora los entresijos del poder, el arte, el sexo y la enfermedad. A veces surrealista, a veces sarcástica y siempre de forma sofisticada la historia se sumerge intermitentemente en el mundo onírico a través las de obras maestras de la pintura y la mitología que las inspira.

Los gritos de la dama sonaron como un último espasmo de placer. Aunque horrorizada por el furor salvaje de los équidos, Margaheritta Cacciari fue poseída por un gozo nunca antes conocido.

En lugar de ser meras reproducciones, nuestras percepciones y comprensiones son actos activos y creativos que forman y dan estructura a la realidad. Estos actos no son solo recepciones pasivas, sino manifestaciones de la espontaneidad humana, que configuran nuestra visión del mundo y se activan con los relatos de amores prohibidos, sacrificios heroicos y venganzas despiadadas que se encuentran en la mitología.

Los gritos del desdichado no apaciguaron a la arrogante Artemisa, diosa salvaje, señora de los animales, reina de los peñascos, matrona de las fieras nocturnas. Nadie hasta ese día se había atrevido a violar su intimidad y la diosa, bella milenrama de flores blancas, no va a perdonar la mirada lasciva del campesino. El entrometido le hizo sentir una confusa emoción de pudor y vergüenza. Una conmoción ajena al cáliz de sus votos más secretos.

El arte, en su esencia, lleva consigo un velo de misterio, una pincelada de duda que requiere una mirada crítica, pero también una apertura a la interpretación. Basilio Baltasar por momentos se mete en la piel de Íñigo de Velasco para sentenciar que «el experto en arte es un profesional de la sospecha» y es que, entre relatos históricos y fábulas mitológicas, el autor, en ocasiones desvelará algunas verdades fascinantes de estas obras maestras y en otras fantaseará con las mismas.

Sentado en el trono, el rey Herodes observa afligido la escena. En la oscuridad se distingue el rostro satisfecho de Herodías. Y en el suelo, el cuerpo decapitado del Bautista. Vestida con unos pañuelos de seda escarlata, Salomé levanta la cabeza del profeta y besa sus labios mortecinos. La sangre resbala por el brazo de la bailarina y salpica sus pies descalzos.

De alguna manera, el autor que ya nos descubrió el vínculo entre el Bosco y la Divina Comedia, hasta entonces inadvertido por la crítica que estudia sus pinturas, pergeña con esta obra su propio Jardín de las delicias y al igual que el pintor flamenco, Basilio Baltasar «reproduce en su obra escenas clásicas de la mitología, pero en el telón de fondo de su prosa discurre una sofisticada imaginación satírica y el humor pérfido de una inteligencia sarcástica».

El hombre elegido para un puesto de libre designación está obligado a entender las órdenes que nadie le ha dado.

El Apocalipsis según San Goliat es una pequeña obra maestra que combina la mitología, el arte, el humor y la tragedia para presentar una visión rica y matizada de la condición humana. Con personajes memorables y una prosa lúcida e ingeniosa, Baltasar nos invita a reflexionar sobre la memoria colectiva, la influencia del arte en nuestra percepción de la realidad, y la eterna danza entre la vida y la muerte.