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España, entérate: los griegos también tuvieron su guerra civil

Miembros de la resistencia comunista en 1944. DP guerra civil griega
Miembros de la resistencia comunista griega en 1944. DP

En Eleni (2004), la película de Angelopoulos donde se narra la peripecia de los griegos huidos de Odesa con la revolución bolchevique, los hermanos gemelos Yorgis y Yannis, hijos de la propia Eleni, se reencuentran en el tiempo uno frente al otro. Ambos se hallan enfrentados como soldados opuestos en la guerra civil griega (1946-1949), uno enrolado en el Ejército Regular del gobierno y el otro luchando en el Ejército Democrático de los comunistas. La escena es lenta. El fotograma, inolvidable.

Otra película, Niños de la guerra (2015) de Dionisis Grigoratos, se centra en el trauma de los niños griegos que sufrieron la amputación de la infancia por culpa de la guerra civil. El título del filme es un guiño al llamado que en su día hizo el poeta francés Paul Éluard y ofrece al espectador dos visiones contrapuestas, en razón de los dos bandos enfrentados en la balacera griega. Se estima que unos treinta mil niños fueron trasladados por el Ejército Democrático de los comunistas a otros países de la órbita afín, pertenecientes a esa Europa donde ya afloraban las fronteras de la Guerra Fría. Por otro lado, el Ejército nacional del gobierno envió a otros treinta mil críos a las llamadas «ciudades de niños» (Paidopolis en griego) que la reina Federica, consorte de Pablo I, había fundado.

Ahora que recientemente ha muerto el último rey de Grecia que ejerció como tal, Constantino II (hijo de Pablo I y hermano de Sofía, la reina emérita de España), se antoja conveniente echar un vistazo fuera de nuestro ombligo. Quiere decirse que la historia reciente de Grecia es en ciertos aspectos parecida a la española, por cuanto aquel país, como engranaje moderno, ha vivido dictaduras, monarquías truncadas y repuestas y, sobre todo, una demoledora y cruenta guerra civil. Sus cicatrices, en recuerdo de la falta de piedad que demostraron los bandos enfrentados, permearán la política griega hasta años relativamente recientes.

O sea, que el monopolio del trauma entre nativos no es exclusivo de los españoles, aunque a menudo nos comportamos como si la cacareada polarización nacional fuera un demonio patentado únicamente en la tierra de la piel de toro. Grecia no padeció la noche larga de la dictadura, como sucedió en España; pero sí sufrió sus periodos de represión (el último con la Dictadura de los Coroneles de 1967 a 1974) y una psicosis ideológica, semejante a la del franquismo, en torno a lo que se consideró la presencia del maligno: el comunismo griego.

Los griegos tuvieron además un precedente bélico entre los suyos, anterior incluso a la contienda civil de 1946-1949. En plena Primera Guerra Mundial, Grecia sufrió el llamado Cisma Nacional entre los partidarios del rey Constantino I, declarado germanófilo, y los seguidores del canciller Venizelos, ferviente aliadófilo, el cual acabó imponiéndose para que Grecia entrara en la Gran Guerra en el bando de quienes al cabo serían los vencedores de la misma. El Cisma Nacional (Ethnikós Dijasmós) no solo fue un grieta circunstancial en aquel periodo. Sus consecuencias señalarán, al igual que lo hará la guerra civil años después, lo que la política griega ofrecería una y otra vez, década tras década, como sociología del enfrentamiento.

A menudo, la guerra civil española (1936-1939) es vista por los historiadores como un ensayo o aperitivo de lo que se avendría pavorosamente después: la Segunda Guerra Mundial. La peculiaridad de la guerra entre griegos es que se desarrolla como apéndice a las secuelas horribles que la invasión nazi había dejado en Grecia (la hambruna del invierno de 1941 y sus ochenta mil griegos muertos, sin contar con el exterminio judío en historiadas ciudades como Salónica y la venganza ejecutada por los alemanes como represalia por la colaboración de los griegos con los partisanos).

No obstante, lo que hace retorcer el conflicto heleno desde sus inicios es el hecho, diríase que casi rocambolesco, de que es en plena lucha contra el siniestro ocupante, los nazis, cuando se abona la semilla del conflicto civil. Bajo el altivo tutelaje de Reino Unido (Churchill se entrometerá de inicio a fin en el devenir político de los griegos), la defensa de Grecia contra Hitler, dada la impericia conquistadora de Mussolini, se llevó a cabo entre dos sectores opuestos. El EAM (Frente de Liberación Nacional) agrupaba a los comunistas, cuyo brazo armado fue el ELAS, el cual atraerá no solo a comunistas, sino a izquierdistas en general (muchos de ellos jóvenes). Por su parte, el Ejército Griego Democrático Nacional (EDES) aglutinaba a los llamados demócratas, reunidos la mayoría de ellos en torno al débil monarca Jorge II, refugiado en Creta y luego en El Cairo y Sudáfrica.

Los comunistas habrían de recordar que el rey había protegido la severa dictadura de Metaxás, que había discurrido entre 1936 y 1941. Pedían elecciones generales y un plebiscito sobre la monarquía cuando la contienda mundial llegara a su deseado término. Churchill quería la reposición monárquica en Grecia. En otoño de 1943, ambos bandos (ELAS y EDES) se enfrentaron abiertamente cuando el gobierno británico decidió no enviar armas a los partisanos comunistas en su lucha contra los alemanes. La reconciliación se produjo en febrero de 1944, ante la necesidad conjunta de centrarse en la derrota de Alemania. Pero ya se había abonado la inquina y la desconfianza mutuas.

Ocho meses después, en octubre de 1944, el Ejército Rojo liberaba Rumania, Alemania retiraba sus tropas de Grecia y fuerzas británicas, en previsión de acontecimientos, desembarcaban en El Pireo para controlar la logística del Mediterráneo oriental. El rey Jorge II, aún en el exilio, encargó formar gobierno a Yorgos Papandreu (el apellido casi ubicuo de los Papandreu —el linaje en política es una característica muy griega— llegará en el tiempo hasta los célebres días del PASOK de su hijo Andreas Papandreu y, por último, hasta su nieto y también primer ministro Yorgos Andreas Papandreu en 2009). Su gobierno de Unión Nacional fue aclamado como parte de la fiesta por la liberación del nazismo, pese al estado de ruina y desnutrición que presentaba el país. Uno de los mayores problemas del nuevo gobierno fue la desmovilización de las guerrillas, su difícil desarme y la creación de un único ejército nacional.

La guerra civil, que venía larvada ya como queda visto, tuvo su segundo abono cuando los comunistas pidieron ya en 1944, sin que la Segunda Guerra Mundial hubiese acabado, el castigo para los colaboracionistas de los nazis, lo que implicaba a parte de la oligarquía griega. La negativa de Papandreu propició manifestaciones violentas. Hubo varios muertos, lo que hizo germinar a su vez una potente columna de extrema derecha, dispuesta a enfrentarse al comunismo y a ajustar viejas cuentas. Los comunistas aceptaron el desarme a cambio de que, tras un referéndum popular sobre la monarquía, se celebrasen elecciones generales. Estas se llevaron a cabo en marzo de 1946, pero sin que el referendo sobre el rey se hubiese celebrado previamente. El Partido Comunista (quiere decirse toda la izquierda griega de aquella hora) se abstuvo. El desconcierto y un clima de supervivencia impregnaban la posguerra. Las derechas lograron el previsible triunfo y se formó un gobierno presidido por Tsaldaris.

En la vigilia del estallido de la guerra civil como tal, el Partido Comunista emitió un comunicado: «Grecia es el único país europeo que luchó contra el eje nazi-fascista donde los colaboracionistas se han reactivado y acceden al gobierno, mientras las fuerzas sociales y políticas que resistieron la ocupación y la combatieron, están siendo sometidas a exterminio y persecución». Era verdad. Decenas de izquierdistas fueron asesinados y gran cantidad de presos políticos acabaron llenando las cárceles. De ahí que, como en los tiempos de la liberación contra el ejército alemán, la Grecia montañosa volviera a estar nutrida por partisanos que huían del «terror blanco», que se había desatado en las modernas y destartaladas ciudades griegas.

Finalmente, Tsaldaris convocó el referéndum sobre la monarquía el 1 de septiembre de 1946. Se realizó en circunstancias confusas y bajo un halo de pucherazo y apaño. El rey Jorge II regresó a Atenas tras haber recibido el 68 % de los votos de los griegos. Al alimón, el Partido Comunista anunció la creación de su Ejército Democrático, del que emergerá la histórica figura del general Markos. En plena contienda griega, el rey Jorge II muere en 1947 y es sucedido por el rey Pablo, mentor, como se dijo al inicio, del último y epilogal Constantino II.

Tras Reino Unido (que padeció el enfrentamiento con el ELAS), Estados Unidos emergió en Grecia como principal potencia vigilante. Apoyó al ejército gubernamental y su ayuda militar resultó decisiva. Los comunistas del Ejército Democrático recibieron asistencia de los regímenes de Yugoslavia, Bulgaria, Albania y, por supuesto, la URSS. Pero la confrontación entre la propia URSS y la Yugoslavia de Tito, que iba por libre, hizo que los comunistas griegos se alinearan con la ortodoxia de Moscú, lo que propició que los yugoslavos dejaran de ayudar a los hermanos griegos. La presencia inalterable de Estados Unidos sobre la órbita de Atenas hizo ver a los soviéticos que su influjo debía virar a otro lugar fuera de Grecia.

Hasta su fin entre el verano y el otoño de 1949, ambos bandos en conflicto extremaron un odio visceral. Cobró fama la dureza que los comunistas aplicaron a adversarios y disidentes. En muchos casos no se hicieron prisioneros. Por la vía gubernamental, se habilitaron espacios macabros en enclaves idílicos, como la isla-penitenciaria de Makronisos, junto al cabo Sunión y la otra isla de Cea, en las Cícladas. Makronisos se convirtió además en un campo de reformación forzada para excomunistas (con el tiempo volverá a erigirse en isla-prisión bajo la Dictadura de los Coroneles).

Grosso modo, años y décadas venideras arrastrarán consigo el espantajo de la guerra civil. En la Grecia del primer ministro Papagos (1952-1955), se hace visible la tutela norteamericana (en 1959 en España Eisenhower paseará en coche junto a Franco por un Madrid entregado al nuevo amigo americano). No faltan los recelos políticos, la mayoría de las veces motivados por los rescoldos de la guerra civil. El conflicto, unido a la Segunda Guerra Mundial, causó ochocientos mil muertos, cifra sobre la que algunos historiadores se han mostrado reticentes (la guerra civil española, la represión inmediatamente posterior y la mortandad por hambre y enfermedades durante el conflicto provocó alrededor de quinientos cuarenta mil muertos).

Tras fallecer Pagagos, el rey Pablo eligió como primer ministro a Constantino Karamanlis (figura indispensable en la política griega largo tiempo). El prolongado periodo de poder de las derechas concluye con la vuelta de Yorgos Papandreu. Tendrá sus rifirrafes con el nuevo monarca, Constantino II. Como efluvio de la guerra civil, siempre palpitante, Papandreu se propuso domesticar el derechismo en el seno del ejército (existía el llamado sector IDEA ultraderechista, conocido como la Sagrada Alianza de Oficiales Griegos, frente al más pequeño y vagamente izquierdista sector ASPIDA).

El 21 de abril de 1967 se produjo la asonada militar que conducirá a la Dictadura de los Coroneles hasta 1974 (los militares implicados eran de cuadros medios, casi todos provincianos, que odiaban la clase política urbanita y el enredo habitual de Atenas). Era el primer golpe de Estado que se producía en Grecia desde la Segunda Guerra Mundial. De nuevo el trasgo de la guerra civil, reflejado en el comunismo, fue la excusa que los sublevados esgrimieron para evitar una supuesta conspiración por parte de los adalides de la hoz y el martillo para hacerse con el poder.

Los coroneles se propusieron frenar el comunismo y, anhelando los tiempos de Metaxás, recuperar la «civilización helenocristiana» y reivindicar la raza griega (cualquiera que fuese su muy mezclada sanguinidad). El rey Constantino II, que aceptó la dictadura por la vía de los hechos consumados, intentó urdir un torpísimo y fallido contragolpe en diciembre de 1967, lo que le llevará al exilio prácticamente hasta su muerte. El general Papadoulus, con su brutal aparato de seguridad, emerge como faro y yunque de Grecia. Le sucederá el último coronel, Dimitrios Ionnidis, que será el último dictador tras una rebelión fraguada en el propio seno militar (sin olvido de la oposición estudiantil en Atenas y, sobre todo, de la gravísima crisis en torno a Chipre y la invasión turca del norte de la isla). Regresará al país Constantino Karamanlis como hombre nuevo de Grecia —es un decir lo de nuevo— en julio de 1974.

En la larga y difícil transición a la democracia (Metapolitefsi), con la vuelta de Karamanlis se produjeron dos hechos relevantes. En diciembre de 1974, un referéndum abolió la monarquía en Grecia (Constantino II se hallaba exiliado en Londres): el 70 % de los griegos aprobaron la república, frente a un 30 % que se decantó por el sistema regio (curiosamente, casi todo este 30 % se concentró en la región del Peloponeso). El otro dato, como secuela de la guerra civil, es la legalización del Partido Comunista. Desde 1947 fue declarado ilegal, incluso proscrito desde 1969 bajo los Coroneles.

Del fin de los años 70 al inicio de los 80, los socialistas del PASOK en torno a Andreas Papandreu van ahormando su influjo político, avalado por importantes victorias electorales. Su programa se basaba en el llamado «Contrato con el pueblo» y su lema era Allagi (cambio). Entre otros muchos asuntos, el PASOK se propuso realizar una revisión objetiva de la historia griega en torno a la guerra civil. Y un detalle: comenzó un proceso de reconciliación nacional con la resistencia antinazi protagonizada por los comunistas (solo se excluyeron los comunistas macedonios, integrantes del Ejército Democrático de antaño, porque por entonces en los 80 Grecia y la república yugoslava de Macedonia mantenían un contencioso fronterizo y de orden nominal: los griegos rechazaban el nombre de Macedonia, que consideraban únicamente para sí).

Bajo la lucha electoral entre conservadores de Nueva Democracia y el PASOK del inefable Papandreu (con sesenta y nueve años, recuperado de un cáncer, se divorció de su mujer para casarse con una azafata de treinta y cuatro años de la compañía aérea griega Olympic), la catarsis en Grecia llegará con un episodio realmente asombroso. En las elecciones de 1989 ganó Nueva Democracia, pero sin mayoría absoluta (el PASOK había resistido todos los embates y escándalos de corrupción que lo acosaban). La solución de castigo al PASOK para alejarlo del gobierno se formuló a través de una insólita unión entre conservadores y ¡comunistas! La catarsis, llamada así históricamente como tal, supuso la reconciliación definitiva entre la derecha griega y el comunismo desde el estallido de la guerra civil. Largo, larguísimo pespunte, pues, en el tiempo.

Grosso modo, los años políticos que transcurren entre la dilución del siglo XX y la entrada en el nuevo siglo XXI seguirán siendo movidos en cuanto a gobiernos de nueva formación, refrendados en un largo y a veces confuso listado de elecciones. El peso de la estirpe en la política griega, la escasa meritocracia y el ardor con el que los griegos viven la política en detrimento de perfiles técnicos o tibios, seguirán formando parte de una forma de hacer política en Grecia que la convierte, por su peculiaridad, en una suerte de etiología a la griega.

Un gran salto en el tiempo nos lleva a los conocidos y lastimosos años de la enorme crisis de deuda griega (el azote de la Troika y sus odiados «hombres de negro», la amenaza con hacer salir a Grecia de la zona euro, la gran crisis social, las revueltas y el cuasi terrorismo callejero como modus vivendi en Atenas, el irónico padecimiento por recibir Grecia dos mil ochocientos millones de euros en paulatinos rescates, la alucinante puesta en escena de los filonazis de Amanecer Dorado, la aparición estelar y un punto sexi del ministro de economía Varufakis, etcétera).

De todo este fresco de precariedad y humillación por parte de la Europa de Bruselas hacia Grecia, surgió la coalición de izquierda radical Syriza, liderada por el juvenil Alexis Tsipras. Será de hecho quien, finalmente, se alzará con el poder (era la primera vez en Europa desde la Segunda Guerra Mundial que un partido a la izquierda de la socialdemocracia, pero alejado del canon comunista, llegaba a un gobierno). En tiempos recientes, Tsipras ha ido atemperando el ardor izquierdista con el pragmatismo y un giro paulatino a las formas del carismático Andreas Papandreu de los 80, como afirman algunos analistas políticos.

Por su parte, el partido comunista griego, referente histórico de la izquierda en Grecia, fue diluyéndose o arrebujándose más bien frente a las nuevas y frescas formas contestatarias de la izquierda. En 2015, tras años de lastre económico, los comunistas (KKE) lograron el 5,5% de los votos. En los últimos comicios de 2019 (ganados por el conservador Mitsotakis, pero con poca diferencia sobre Syriza), el KKE obtuvo el 5,3 % de los sufragios. Es como si el comunismo histórico en Grecia se mantuviera a temperatura ambiente.

En España, cada dos por tres, la guerra civil mantiene su vigencia en ciertos ángulos de la conciencia nacional y se sigue usando como comodín en los mentideros de la trifulca. En Grecia, en cambio, donde la contienda permeó la vida política del país durante décadas, su recuerdo parece haberse quedado detenido, como fijado, en aquel fotograma de Eleni, la película de Angelopoulos.

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2 Comentarios

  1. El KKE, un gran referente para todos los comunistas. Envidiables su organización y su coherencia ideológica. Ya podrían aprender los sedicentes comunistas españoles. No hay color.

    Por otra parte. Enhorabuena, muy bien contado.

  2. Andreas Papapndreou en 1981 unio todas las partes de la izquierda griega, del centro moderado, la socialdemocracia hasta los comunistas que habian luchado contra los nazis, contra la dictadura de los coroneles contra las constantes intervenciones de la monarquia en la vida politica y las violaciones de la constitución e contra la represión.Creo que justo entonces ,con la victoria electolar del PASOK en 1981 llegó al fin, la catarsis de la vida politica griega y la historia se recuperó ( a pesar los graves errores que ha cometido PASOK durante su mandato guvernamental) .Excellente articulo ,enhorabuena!

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