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Meterte en una bronca ajena y conseguir que te escuchen

Meterte en una bronca ajena y conseguir que te escuchen

La palabra de hoy es lair (hundirse o quedar atrapado), del escandinavo antiguo leir, (barro). Desde su cuenta de Twitter, Rían Ó Díomasaigh la ilustra con un ejemplo: «Fir newance we’ve got snaw that’s mair nor a pouthery skinklin, an ye micht lair in it gin ye dinnae tak tent!». 

Si entiende esto sin esfuerzo probablemente viva usted en el norte de Irlanda y sea una de las cien mil personas que piensan, se expresan y decodifican el mundo a su alrededor a través del ullans (pronúnciese «ulans»); para el resto, sería algo así: «Por una vez tenemos nieve que es algo más que un polvo fino, y podrías hundirte si no prestas atención». Resulta que en esa isla en la que esperamos escuchar algo de gaélico y, sobre todo, mucho inglés, nos topamos con una misteriosa tercera lengua de la que pocos han oído hablar. 

Hay mucho que contar: de lingüística, de broncas, de los muros y alambradas entre seres humanos, de empezar de cero en un mundo nuevo y de la vida en general. Antes de meternos en harina, un poco de contexto. 

La costa de Inglaterra no se ve desde ningún punto de Irlanda, pero sí la de Escocia y, como es normal, la gente ha cruzado las aguas entre ambas desde hace siglos. De hecho, dicen que sus primeros habitantes llegaron de la misma Escocia hace unos ocho mil años, aunque como casi todo de aquella época, no es más que una teoría. Ya en tiempos de Cristo, sabemos que Irlanda fue la única región de Europa occidental que los romanos no invadieron. Mandaron una sola legión para ver qué había allí, pero no les gustó nada. De hecho, llamaron Hibernia (la Tierra del Invierno) a aquella isla húmeda y sombría y scoti (bandidos, saqueadores) a sus habitantes, celtas que se empeñaban en atacar la Bretaña romana. 

Serán precisamente esos scoti los que cruzarán después el charco desde Irlanda hacia el noreste y darán nombre a ese territorio que conocemos como «Escocia» y se llevarán consigo el gaélico, su lengua celta. Aún se habla en las Highlands, las Tierras Altas, pero es en los valles, las Lowlands, donde se levantan los reinos y se organizan sus ejércitos, y lo hacen es una variante germánica norteña pariente del inglés al que se llamará «escocés», o también lallans (de Lowlands). Sí, el gaélico fue la lengua de prestigio en Escocia hasta el siglo XIII, pero los primeros reyes y prohombres escoceses (como Robert the Bruce o William Wallace) lo que hablan es el lallans

Antes de volver a Irlanda, tenemos que decidir si el escocés es una lengua, un dialecto o «un inglés mal hablado», como aún piensan demasiados. Se trata de un debate estéril para un lingüista, pero no es menos cierto que muchos que no lo son le dan demasiada importancia. Vamos allá. Entre las variantes germano-británicas (no se habla el mismo inglés en Liverpool, Yorkshire o Kent), las de Escocia forman un conjunto que se diferencia más del inglés normativo que del resto. ¿Convierte eso al lallans en una lengua? Ni sí ni no. Lo explicamos con uno o dos ejemplos. Hubo una vez un país que se llamaba Yugoslavia y que, como tal, tenía su propio idioma: el serbocroata. A finales del siglo pasado, una guerra lo partió en pedazos y, por supuesto, cada uno enarboló un idioma propio: así es como aparecieron el croata, el serbio o el bosnio en el mapa lingüístico. Los hablantes de Cornualles, en el extremo suroeste de Inglaterra, y los de Newcastle (en el noreste), tienen más dificultades para comunicarse entre ellos que serbios y croatas, pero, por el momento, se acepta que cada uno habla su propio «dialecto del inglés». Es como lo de que noruegos, suecos y daneses tengan cada uno su propia lengua cuando se entienden entre ellos perfectamente. Cerramos este farragoso pero necesario inciso para recordar que la gente lo que habla es una lengua, un habla, una variante germánica, latina, dravídica, vasca… la que sea. Si los escoceses acaban independizándose, el escocés gozará de pleno reconocimiento. Es política, no lingüística. 

Y, ahora sí, volvemos a Irlanda. 

Como la mayor parte del resto de Europa, la isla dejó de ser monolingüe hace mucho: la Iglesia cristiana introdujo algunos rasgos del latín, los vikingos que fundaron Dublín hablaban noruego, e inglés o normando el resto de los que desembarcaban para llenar la saca. Algunos se quedaron, pero las élites hibernias siempre acababan gaelizadas. Hasta el siglo XVI, cuando los ingleses decidieron conquistar Irlanda por las malas. Se mató, se expropiaron tierras, se excluyó a los gaélicos de la administración local, de las instituciones educativas, de las profesiones liberales… Fue un empobrecimiento programado y deliberado y, en menos de cien años, la Corona inglesa se hizo con el control de una isla en la que cualquier conato de rebelión se pagaba con sangre. 

En cuanto a Escocia, había sido un reino independiente durante la Edad Media hasta que, en 1603, Jaime VI de Escocia se convierte también en Jaime I de Inglaterra y, por ende, de Irlanda. El Ulster había sido un bastión gaélico que quedaba fuera del control de la autoridad inglesa y la isla en su conjunto se seguía viendo como un rincón bárbaro e incivilizado, demasiado caro de controlar y, sobre todo, espantosamente católico. La tierra cultivable escaseaba en Escocia y a Jaime se le ocurrió que podía matar dos pájaros de un tiro dando las tierras de algunos católicos a los protestantes. 

Es en 1606 cuando arranca oficialmente la llamada «plantación del Ulster»: familias enteras de las tierras bajas escocesas son enviadas como colonos al noreste de Irlanda para contribuir a la disolución del elemento gaélico-católico insular. Por supuesto, se llevaron con ellos su lengua escocesa, pero había un factor más que tener en cuenta: la religión. Para cuando llegaron al Ulster, los escoceses, presbiterianos, llevaban ya cien años negando la autoridad de papas, obispos y reyes («solo Cristo está por encima de cualquiera de nosotros») y rezando a Dios sin intermediarios. Aquella cultura de la igualdad no encajaba ni con la rígida ortodoxia católica ni con la protestante episcopaliana del rey inglés. La falta de armonía quedó constatada por la rebelión irlandesa de 1641, cuando aquellos desposeídos insulares quisieron recuperar las tierras robadas. Muchos colonos escoceses lucharon junto a los irlandeses, algo que ya daba pistas sobre cuitas aún pendientes con los ingleses. Aquel sangriento capítulo de la historia de Irlanda se saldó con miles de muertos entre unos y otros y las relaciones entre irlandeses, ingleses y escoceses envenenadas durante siglos. Vamos a saltar hasta el XXI antes de retomar el relato aquí mismo.

América

Corre el año 2016 y Barack Obama pide el voto para Hillary Clinton apelando a las emociones de esos demócratas que se escoran peligrosamente hacia la banda republicana. «Mis antepasados escoceses del Ulster me transmitieron unos valores de trabajo, igualdad y justicia que siguen vigentes aún hoy, y a los que no debemos renunciar», dice el expresidente, con la solemnidad que exige semejante afirmación. La identidad nacional es algo muy presente entre los estadounidenses (uno desciende de italianos, ingleses, hispanos…), pero la mayoría no se preocupa demasiado en marcar las coordenadas exactas. Algunos norteamericanos, bastantes de hecho, dicen que sus antepasados llegaron de Escocia e Irlanda, pero muchos ignoran que casi siempre se trata de una migración compacta de irlandeses presbiterianos; de escoceses del Ulster.

Hostigados por los irlandeses y abandonados por los ingleses, muchos de aquellos colonos decidieron echarse a la mar de nuevo y probar suerte en las colonias británicas de Norteamérica. El grupo más importante llegó en 1718: más de cien barcos abarrotados con la comunidad más numerosa de entre todos los europeos que probarían suerte en el nuevo mundo. Buscaban las tierras más baratas y esas, claro, eran las que quedaban hacia el oeste, las más peligrosas. Los del Ulster estaban más que acostumbrados a usar la azada para sembrar o defenderse de los católicos. ¿Podían ser peores los indios? Puede, pero allí no habría terratenientes de la Corona que los explotaran. Su avance era fácil de trazar con cada iglesia presbiteriana que se levantaba, y era en aquellos templos donde los de Antrim y Donegal, los de Armagh y Coleraine se reunían y casaban a sus vástagos con otros MacLaughlin, los Kirckpatrick, los MacLallan… Aprendieron de suecos y alemanes a construir sus cabañas, pero rara vez se mezclaban con ellos. Como ocurría en Ulster, e incluso en las Tierras Bajas, al otro lado del Atlántico el clan seguía siendo el líquido amniótico. 

Pero ni allí se librarán de la bota inglesa. La Corona exige a sus trece colonias americanas impuestos con los que llenar sus arcas tras una larga guerra contra Francia y las protestas se encadenan. Muchas las lideran los escoceses (no es la primera vez que plantan cara a los ingleses) y serán ellos los que piloten la rebelión. Gente como William Tennent o David Coldwell, predicadores a los que no dejaban entrar en la mayoría de las iglesias, pero que conseguían arrastrar a las masas. Les decían que podían decidir por sí mismos, que todos los hombres, fueran labriegos o reyes, generales, obispos o carpinteros, eran iguales ante Dios, y eso era algo totalmente revolucionario en el siglo XVIII. También había seglares como Francis Hutcheson o Francis Allison, intelectuales que convertían esos incendiarios pregones en razonados idearios que hundían sus cimientos no solo en la reforma escocesa, sino también en aquel ideal de libertad forjado durante siglos en los hijos de las Tierras Altas y las Bajas se zurraban con los sureños ingleses. 

La identidad de aquellos escoceses trasplantados dos veces se disolverá en la americana, pero su aportación será enorme: desde una música que hunde sus raíces en Irlanda (el country) hasta una emancipación nacional articulada, al menos sobre aquel papel, en la igualdad y la justicia.

Ballymena

El capítulo americano ha quedado algo largo, tanto que casi nos olvidamos de que este era un artículo sobre esa misteriosa tercera lengua de Irlanda de la que casi nadie ha oído hablar. No todos se fueron a América, por lo que aquel escocés trasplantado al Ulster ha tenido ya más de cuatrocientos años para incorporar vocabulario, giros y otros ingredientes del gaélico irlandés, así como de las variantes germánicas traídas de Inglaterra. El ullans (el glotónimo deriva de Ulster y lallans) es una auténtica virguería. Una conversación en el pub arranca a menudo con un «Whaur are ye frae» (¿De dónde eres?), pero una pregunta indiscreta se puede zanjar con una ristra de sinónimos de «gilipollas» que también empiezan por G (glumo, glunterpudden, goam, gormet, gulpin, glipe…) y, de encontrar la persiana del Tesco bajada tras una riada de pintas, habrá que rebuscar en el frigo en busca de kickshaws, del francés quelque chose (cualquier cosa). 

¿Que cómo encajan hoy los tataranietos de los colonos en la Irlanda más bipolar? Esto también se lo preguntamos a Rían Ó Díomasaigh (el tuitero con el que abríamos esta historia). «Si bien el escocés del Ulster se ha asociado históricamente con los unionistas, su peso ha sido incomparablemente menor al del gaélico entre los nacionalistas irlandeses», dice este norirlandés de veintisiete años y barba roja que también habla la lengua celta local. Añade que gente de ambas comunidades usa palabras del escocés del Ulster, pero que algunos lo ven como una amenaza a la lengua irlandesa, y que eso es una pena. 

Hoy hay programas de radio y de televisión en ullans y, por supuesto, cursos para aprenderlo, principalmente porque se ha avanzado mucho en las últimas décadas. Sin ir más lejos, los puntos para poner fin al conflicto norirlandés del Acuerdo de Viernes Santo de 1998 incluyen uno que habla del «respeto mutuo y la tolerancia en lo que respecta a las lenguas del norte de Irlanda», así como del reconocimiento del ullans como «parte de la riqueza cultural de la isla de Irlanda». La tercera lengua de la isla también se certifica cuando Londres firma, en el año 2000, la Carta del Consejo de Europa para las Lenguas Regionales o Minoritarias. 

Rían Ó Díomasaigh es de Ballymena, una localidad del condado de Antrim cuyo hijo más famoso hasta la fecha es el actor Liam Neeson. Tras licenciarse en Historia y Política por la Queen’s University de Belfast, Ó Díomasaigh empezó a investigar sobre el ullans para una tesis y acabó hechizado por su magia. Hay un tal James Parsley que ha escrito una gramática fantástica. Rían la usa a menudo, y ya nos adelanta que la palabra de mañana será curcudyagh (sentarse muy juntos).

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12 Comentarios

  1. El serbocroata, croataserbio, serbio o croata, croata o serbio (sus 4 denominaciones oficiales) no era el idioma de Yugoslavia, sino que era, junto con el esloveno y el macedonio, uno de los idiomas oficiales en la totalidad de alguna de las repúblicas federadas. De hecho, Yugoslavia no tenía lengua oficial (excepto en el ejército y en el Ministerio de Asuntos Exteriores) donde el serbocroata… etc. era oficial.

    Karlos, que conoces gente por la zona de sobra para que no sepas del tema…

    • Efectivamente: el esloveno y el macedonio también eran lenguas oficiales en Yugoslavia. Gracias por recordármelo.

  2. “ La costa de Inglaterra no se ve desde ningún punto de Irlanda”

    Nos falta saber si se ve la de Gales…

  3. Muy interesante. Aún me queda por saber a cuento de qué ese título.

  4. Me suelen gustar mucho tus artículos, Karlos, pero este…

    «Los hablantes de Cornualles, en el extremo suroeste de Inglaterra, y los de Newcastle (en el noreste), tienen más dificultades para comunicarse entre ellos que serbios y croatas, pero, por el momento, se acepta que cada uno habla su propio «dialecto del inglés».»

    Frase muy, muy, muy discutible. Hay una diferencia fundamental: un hablante de inglés (que no de córnico) de Cornualles y uno de Newcastle comparten una norma aprendida en el colegio que, si la usan, permite la comprensión mutua sin problema alguno. Esa comprensión mutua será mayor a medida que mayor sea su nivel sociocultural. Un hablante croata de Istria (que use la variedad local cajkaviana) y un serbio de Pirot (que hable la variedad local, que incluye maravillas como un sistema reducido de casos en la declinación…) no se entienden en absoluto, o se entienden tanto como un esloveno y un búlgaro hablando sus respecitvas lenguas. Se entenderían bastante mejor si usan las respectivas normas (estándares) aprendidas en el colegio… que no son, en absoluto, idénticas. Ahora bien, un serbio de Sarajevo y un croata de Sarajevo hablan igual siempre que no necesiten echar mano de un registro formal (por ejemplo, el abogado serbio de Sarajevo formado en Belgrado y el abogado croata formado en Zagreb no hablan igual de leyes). Justo lo contrario que en Inglaterra.
    Por cierto: el serbocroata no era en sí un estándar (una norma), eran en el fondo dos (de ahí la denominación de sus partes, cada una con sus peculiaridades morfosintácticas y léxicas principalmente, al margen de lo llamativo de los alfabetos diferenciados -en sí la menor de las diferencias) pero ambas formas tenían el mismo valor legal y ambas eran aprendidas en el colegio. Compararlo con el inglés en Inglaterra… pues no.
    Mi humilde consejo en estas cuestiones: no se deben usar ejemplos de lenguas que no se hablan. Y en el caso de Yugoslavia es muy efectista, pero no es tan simple como «la lengua cambió por culpa de la guerra», «lingüística y política van de la mano».

    Un saludo.

    • Jairo,

      Gracias por los interesantísimos apuntes sobre el serbocroata. Reconozco mi ignorancia sobre el mismo, y también que es el ejemplo más cercano y accesible para incidir en el peso de factores extralingüísticos (como la política) que nada tienen que ver con la lengua. Antes de ello, usaba también el ejemplo de las lenguas escandinavas, lo que conlleva tener un Estado para hablar de las existencia del noruego, el sueco o el danés, y no de simples variantes del germánico septentrional,, del escandinavo o como quieras llamarlo.

      Volviendo al tema, me refería a hablantes de inglés (y no de córnico) de Cornualles. Lo contrario no tendría sentido al hablar de una lengua celta extinguida en el XVIII que está intentando ser (legítimamente) resucitada.

      Un saludo.

    • El «croata de Istria» no es serbocroata y quizás ese serbio de Pirot tampoco (no tengo idea). El serbocroata tiene normas estándares levemente diferenciadas en cada pais, pero además en cada pais se hablan otras lenguas locales que no pertenecen al mismo grupo y que en ciertos casos se alejan de forma bastante espectacular del serbocroata. Considerar al čajkavski como un dialecto del croata (=serbocroata) es como considerar al catalán de las Baleares como un dialecto del castellano, solo porque es de la misma familia y se habla en el mismo país.

  5. Hadrián

    Aquí un gallego (filólogo) residente en Belfast con una teoría. Si Irlanda se reunifica, el ullans ganará muchísimo peso. Me explico: en caso de una hipotética reunificación (que no creo que ocurra, pero…) uno de los cambios constitucionales en la República tendría que ser por fuerza el del idioma oficial. Para tener contenta a la comunidad presbiteriana (calvinista, para que se nos entienda, porque siempre hubo algunos otros protestantes, anglicanos -episcopalianos-, a favor de la República), el ullans sería cooficial con el gaélico (¡qué mal le hizo ese nombre a ese idioma! ¡Qué diferente habría sido su percepción en el norte si se le llamase Irish y no Gaelic!) y probablemente el inglés (que de iure no es oficial). De hecho, para muchas personas se convertiría en un importantísimo elemento de identidad en un país que, de buenas a primeras, no quieren y con el que no se sentirían identificados.
    A este respecto es muy interesante observar los cambios que, desde 1998, se están produciendo. Uno de ellos es el paulatino interés por el gaélico entre los unionistas (principalmente episcopalianos). Una parte importante de la comunidad episcopaliana era hace 3 generaciones hablante de la lengua celta. Denominarla «gaélico» (adjetivo muy marcado políticamente) y no irlandés (término aceptado por todos en la isla… el unionista presbiteriano más británico es irlandés) supuso a partir de finales del siglo XIX un fuerte desapego como elemento exclusivo de los republicanos. En cierto modo es la misma polémica que aún existe en España sobre si hablar de castellano o español, con las connotaciones que una u otra denominiación pueda tener.
    En cierto modo, el ullans tiene todas las papeletas para convertirse en el gaélico del siglo XXII desde esa perspectiva político identitaria.
    Por cierto, como filólogo, un pequeño tirón de orjeas: no hay ningún linguista que considere el Ullans (Scots) un dialecto del inglés. Dicho esto, la comparación Cornualles – Newcastle es muy tendenciosa, porque (ignorando que Cornualles no es históricamente Inglaterra), ambas son Inglaterra. Sería más correcto hacer la comparación entre Londres y Dublin. ¿Es el Hibernian English un dialecto o un geolecto del inglés? ¿Se entienden un londinense y un dublinés? Y ahí entraría el conepto de lenguas pluricéntricas… sin olvidar que la intengibilidad mutua no es un criterio para considerar qué es un idioma.

    • Hola Hadrián,

      ¡Gracias por los apuntes y por leer!
      Muy interesante lo que cuentas sobre el papel del ullans en una Irlanda reunificada.
      Yo también soy filólogo y no creo que diga en el texto que ningún lingüísta considere el ullans como «un dialecto del inglés». De hecho, insisto en lo contrario cuando digo que «la gente lo que habla es una lengua, un habla, una variante germánica, latina, dravídica, vasca… la que sea».

      En cuanto al ejemplo de los hablantes de inglés del sudoeste de la isla (Cornualles) y los del noreste (Newcastle), era un intento de explicar a una audiencia no especializada el concepto de inteligibilidad entre variantes de una misma lengua, y de cómo este puede precisamente resultar engañoso a la hora de establece líneas entre lenguas y «dialectos». Puede que no me explicara bien. En cuanto a si era mejor usar Dublín y Londres, me parece una opción igualmente válida que Cornualles/Newcastle: ni mejor ni peor.

      Un saludo

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