Arte y Letras Filosofía

Friends, Aristóteles y la chica de las fotocopias

Platón y Aristóteles, en un detalle de La Academia de Atenas, de Rafael.

En su Moral a Nicómaco —durante años fue Ética a Nicómaco y si los filósofos no nos ponemos de acuerdo en esto imagínense en lo demás—, Aristóteles defiende la necesidad de crear instituciones basadas en la justicia para facilitar la convivencia dentro de la polis. Esta tendencia legisladora, tan habitual en la Atenas de los siglos V y IV a. C. y obsesión de su maestro, Platón, para quien todo era deber, organización, estructura… no es uno de los rasgos más marcados de la filosofía de Aristóteles, pero incluso para él resulta una obviedad: en caso de conflicto, alguien, ajeno, tiene que determinar lo que es justo para las partes.

Ahora bien, Aristóteles hace una excepción. Una excepción algo utópica, si quieren, pero que influiría tremendamente en el cristianismo posterior. La frase en cuestión, cito libremente, dice: «Donde hay amistad no es necesaria la justicia», es decir, en aquella polis o en aquel Estado donde todos fueran amigos entre sí, lo justo sería algo así como una intuición colectiva; ni siquiera haría falta preguntarse qué es y qué no es justo, todo el mundo lo sabría, sin más. El término en griego para «amistad» es filía y sobre esa base se construirá el mensaje cristiano y católico —katos leukos, «por encima de la sangre»— en sus primeros momentos, una de sus grandes aportaciones al pensamiento occidental.

Algo parecido a ese «donde hay amistad no es necesaria la justicia» es lo que parece repetirle insistentemente Rachel a Ross en aquella maravillosa serie de capítulos de Friends en los que él se empeña en demostrarle que no es culpable de haberse acostado con «la chica de las fotocopias» porque en rigor y con «la ley» por delante, ya no mantenían una relación formal sino que estaban «tomándose un descanso» con todas sus consecuencias. Creo que todos los que hemos seguido la serie recordamos ese episodio: Rachel piensa que Ross le ha sido infiel y exige que lo reconozca. Ross se acoge a sus derechos y asegura que, sensu stricto, él no tiene nada de lo que arrepentirse.

La discusión, como sabemos, está a punto de acabar con su relación, pero el tiempo y la increíble aceptación de la pareja en los índices de audiencia hace que no sea así.

Si se fijan, toda la serie está basada en ese concepto de «amistad sin justicia» o, más bien, para ser más rigorosos con Aristóteles y los guionistas, «amistad sin necesidad de justicia». Los protagonistas tienen unos vínculos entre sí a menudo exagerados y que se basan en la entrega total. Solo Ross y Monica son familiares entre sí, no todos terminan siendo pareja de otro miembro del grupo, algunos se conocen de toda la vida y otros de apenas unos meses… pero su compromiso está por encima de cualquier convicción, es algo que parte del sentimiento, de la noción de lo que está bien y lo que está mal sin necesidad de ir a la biblioteca a consultar jurisprudencia: Rachel siente que Ross le ha hecho algo terrible. Lo siente. Es así. No puede venirle el otro con tecnicismos, porque los tecnicismos, en esa relación, no valen.

Lo mismo sucede cuando Chandler le levanta la novia a Joey y este le obliga a permanecer encerrado en una caja, sin hablar, durante una serie de horas. Finalmente, el aspirante a actor italoamericano termina «liberando» a su competidor, consciente de que no hay castigo en la amistad, que una vez que se ha pedido perdón, se ha asumido el acto… y especialmente cuando la realidad es tozuda —la chica prefiere a Chandler, qué le vamos a hacer— aplicar una sentencia es absurdo, mejor dejarle ir, que recupere a su amada y acabe dejándola para liarse con Monica en un viaje a Londres…

He utilizado a Aristóteles para darle algo de empaque al artículo —tienen que entender que cuando uno escribe sobre series en Jot Down y no menciona a The Wire es necesario buscar autoridades en cualquier otro lado— pero en realidad todo esto lo quería enlazar con el emotivismo moral de David Hume, filósofo escocés, uno de los padres de la Ilustración británica y que cuenta en su currículo con dos grandes logros: despertar a Kant del «sueño dogmático», según el propio pensador alemán, y ser un excelente jugador de bridge.

Hume tenía una curiosa percepción de la moral que no se basaba en el deber, como sí lo hacía el imperativo categórico kantiano, sino en la emoción. No negaba que hubiera algo —natural o social— que de alguna manera nos indicaba lo que era justo o injusto, lo que era bueno o malo, pero él defendía que, en la realidad, en la empiría, las cosas funcionaban de distinta manera, esto es, por emociones. No pensábamos en lo que estaba mal o bien sino que lo sentíamos. Por ejemplo, si yo veo a un ladrón golpear a una señora mayor y robarle el bolso con el dinero de su pensión dentro, no necesito apelar a la razón y determinar si eso es bueno o malo, directamente salgo corriendo detrás de ese bastardo y le devuelvo el dinero a la ancianita.

La moral, de alguna manera, es un impulso. Esa doctrina, muy peligrosa por cierto, más incluso que la del deber, por mucho Eichmann que sirva de contraejemplo, es precisamente el «emotivismo moral» al que me refería y forma parte de la manera de entender el mundo que tienen los anglosajones. No solo los guionistas de Friends, sino casi todos los creadores de series y películas de mayor o menor éxito en las últimas décadas: hay en la ficción estadounidense, y esto es algo que sucede incluso en series tan poco filosóficas como El Equipo A, una tendencia a colocar los sentimientos por encima de los razonamientos. Cuando M. A. Barracus se pone a repartir estopa a diestro y siniestro, no lo hace por dinero ni lo hace por deber. Lo hace porque él siente que es justo. Todos lo hacen así, aunque haya jerarquías y el que decida sea el del puro.

La idea de «reparar la injusticia», esa cosa tan americana en todos los ámbitos y que tantos aciertos y tantos errores ha provocado a lo largo de los últimos dos siglos, depende demasiadas veces de las emociones, de los sentimientos. Himnos y banderas. Que Ross Geller no lo entienda es solo una cuestión de orgullo, porque en realidad sabe perfectamente lo que le está pidiendo Rachel Karen Green: que no se ande con legalismos, que se disculpe, que diga: «Estoy de acuerdo, me equivoqué, no era consciente de ello, y si lo pienso puede que yo tenga razón… pero siento que te he hecho daño y me arrepiento». 

Desde luego, lo que Rachel no espera es que se quede dormido antes de la confesión, que también manda narices, pero lo importante es que al final, ya saben, las emociones acaban triunfando. Después de tres divorcios, pero acaban triunfando.

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6 Comments

  1. La etimología de «católico» es incorrecta.

    • Rafa B.

      Y cuál es?

    • Innerweltlicher

      Que además leukós, hasta donde uno sabe, no significa sangre, sino blanco. Tiempo ha habido de corregirlo pues el artículo proviene de una edición impresa bastante añosa, lo cual JotDown suele recordar en el encabezamiento.

      En cuanto a este (pernicioso) imperativo emocional al que nos vemos sometidos por los anglosajones —un resultado deforme del puritanismo moral y una serie exacerbada de victorias terrenales—, es la piedra angular de este mundo infinitamente polarizado en el que hemos renunciado a la persuasión y a la objetividad, en aras de una falsa emancipación de un sujeto cada vez menos crítico. Nuestra individualidad irreductible no puede hacernos olvidar que la razón es siempre una buena compañera de viaje, aunque no necesariamente la única.

    • José Antonio Morena Rey

      Lo mismo he pensado al leerlo. Gracias.

  2. MacNaughton

    Una de las frases mas famosa de Hume a propósito es «La razón es y siempre debería de ser esclavo de las pasiones… »

    Hume escribía en contra de filósofos como Descartes que atribuían demasiada importancia a la razón. Somos seres de costumbres («habit is man’s second nature») mas que de razonamientos. Las pasiones o «la simpatia» que seria nuestra empatia mas bien, es lo que nos guía tanto o mas que la razon..

    Para Adam Smith, gran amigo de Hume, es la empatia que manda también y que va a paliar los efectos mas brutales de la sociedad capitalista…Smith pide la intervención del Estado en el mercado libre en unas 20 ocasiones en sus escritos por cierto…pedía la educación gratuita un siglo antes que casi nadie…

    Hume era un hombre lleno de contradicciones: un «británico del norte» que detestaba Londres y que escribía un best-seller: una historia de Inglaterra. Le gustaba cocinar para sus amigos y para el, la Union era lo mejor que podía haber pasado a Escocia donde volvía a morir tras varios años en Paris donde fue muy querido por los «philisophes»….

    Ahora a Hume le han cancelado por una nota de pie racista en uno de sus libros, a pesar de que se oponía a la trata de esclavos, como todos los literari de la Ilustración escocesa.

    Yo creo que le hubiese dado igual, su autobiografía, que es muy, muy corta, revela un ser humano muy sabio y del todo en paz con el mundo. Sus «Dialogo Sobre La Religion Natural» dicen que es una de las obras cumbres de la Ilustración…

    Boswells, biógrafo de Johnson y también de Edimburgo, lo tildó «el gran infiel»…o descreido…era muy probablemente ateo antes que casi nadie, en todo caso, no veía razones para creer en dios…

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