Cine y TV

Bazing… dary: Sheldon Cooper y Barney Stinson, una historia real

Bazing... dary sheldon cooper barney stinson 2 Ilustración Oriol Malet
Ilustración: Oriol Malet. sheldon

Este artículo se encuentra disponible en papel en nuestra trimestral nº2 Especial Series.

Los verdaderos héroes

Quienes crecimos viendo Friends y todas aquellas series de humor americanuzo que ponían en Canal + o en La 2 a la hora de la merienda y cuyos nombres ya no recordamos, sabemos que nuestro sentido del humor viene de aquellas tardes larguísimas frente al televisor, Cola-Cao y galletas Príncipe en mano, ¿qué hacían nuestros padres a esa hora? ¿Qué nos contaban aquellas series en su ausencia? ¿Por qué nos dejaban aprender de aquellas historias sobre treintañeros que aún buscaban su lugar en el mundo, el amor de su vida, que aún compartían piso y se quejaban de cosas infantiles, dramas eternos, chorradas que nada tenían que ver con nosotros pero que tenían mucha gracia…? Y algún día, pensábamos, acabaremos como ellos, con su futuro incierto, pero siempre pasándonoslo bien. Cuánta razón: pasaron los años y aquí estamos, más cerca o más lejos de los treinta años, con más o menos trabajo, compartiendo pisos terribles y riéndonos de nuestras tristes chorradas que nada tenían que ver con nosotros pero ahora ya sí. 

Quienes crecimos viendo Friends, también, somos los mismos que después accedimos a las páginas ilegales de descargas de archivos para poder hacernos con How I Met Your Mother o The Big Bang Theory, ambas series, sin duda, las reinas de la sitcom de aquel momento: como yonquis, religiosamente, veíamos cada uno de sus capítulos sin que ni siquiera nos hubieran llegado sus subtítulos; detestábamos a los asesinos que les habían hecho el doblaje, mirábmos una y otra vez los mejores gags en YouTube y repetíamos las frases de sus protagonistas hasta la saciedad. Fueron célebres los «Bazinga!», de Sheldon Cooper y los «Legen… wait for it… dary» de Barney Stinson. Y por nuestra parte, no seríamos capaces de comprender el mundo si no fuera con una de esas risas enlatadas que tras sus voces aparecían de fondo. 

Por eso quienes crecimos viendo Friends lo hicimos totalmente preparados para la moda que diez años más tarde se impondría en nuestras pantallas, pues no era nada novedoso, sino completamente comprensible: ¡llevábamos toda la vida enganchados a ellas!, solo que ahora nos las traían más masticadas, más elaboradas, más sofisticadas… sí, nos gustaba mucho Game of Thrones, y Mad Men, y Girls, y Big Love, y The Wire, y todas esas producciones superrespetables a las que tanto nos enganchamos. 

Y a veces me pregunto ¿qué ocurriría si de pronto Barney y Sheldon se conocieran? ¿Sería eso posible? ¿Qué pasaría si un día se encontraran y nosotros pudiéramos verlo? ¿Se acabaría el mundo? Se acabaría el mundo. 

Una noche en el bar de siempre

Por la puerta entra Ted, está algo así como descorazonado, nada raro en él, por supuesto. Esta vez no hay narrador. No hay voz en off, solo imagen y el ajetreo típico de un bar neoyorquino a eso de las nueve de la noche. Ted pide una cerveza y se sienta en el lugar de siempre, como viene haciendo desde hace tantos años, en ese escenario prefabricado y único de tonos marrones y granates. Se sienta, decía. Se sienta y allí está Barney con su corbata y esa típica cara de «qué pasa fáker, que ya es viernes». Sabéis a qué cara me refiero. Una cara feliz, con los labios prietos y las cejas hacia arriba, como si se estuviera mirando al espejo, a punto de besarse a sí mismo, pero en realidad nos está mirando a nosotros, o más bien, haciendo que nosotros no podamos dejar de observar su rostro tan bello ahora, tan llamativo. Así, Barney y Ted comienzan una conversación como cualquier otra. Hablan de chicas, de cómo ligar, de lo mucho que folló él el día anterior, de las tetas de la chica de la barra, de cuánto tardaría en acostarse con ella desde aquel mismo momento… Como siempre ambos se la piden. Se pelean. Es para ti, no, es para mí, no, mira, lo echamos a suertes, es la chica perfecta, rubia, guapísima, un poco provinciana, venga, en realidad tiene pinta de tonta, venga, va, es para mí. Ambos se dirigen hacia ella, pero justo cuando están a punto de llegar a su puesto, a su lado se sientan otros dos tipos bastante raros. Uno es Leonard, que la besa, otro es Sheldon, que parece emocionado, aunque un poco desconcertado. Ese no es su bar, definitivamente ese no es su lugar preferido, allí no conoce a los camareros. ¿Qué comida pedirá? ¡Con lo escrupuloso que es él! Barney y Ted miran asombrados cómo uno de aquellos frikis ha conseguido ligarse a la rubia. ¿Qué está pasando? ¿Quiénes son esos dos? ¿Es posible ligar siendo así de raro? ¿Vistiendo esos pantalones? ¿Esas gafas? 

Challenge accepted, diría Barney. 

Una noche en el bar de siempre podría comenzar así. 

Con Barney aceptando uno de sus estúpidos retos. 

Voy a ligar vestido de friki

En la siguiente escena nos lo encontraríamos vestido como nunca. Con una camiseta de Star Trek, unas zapatillas Converse rotas y el pelo sucio. Ted suspira, prefiere no mirar. Barney se acerca a Sheldon y Leonard. Les choca esos cinco, pero Sheldon en seguida se limpia la mano, ¿quién es aquel loco, por qué tiene que tocarle con sus gérmenes? Pero ¿y Barney?, ¿conseguirá hacerse colega de aquellos dos intrusos? ¿Conseguirá robarles a la rubia? ¿Conseguirá mentirles como tantas veces miente y hacerse pasar por lo que no es? ¿Qué pasará cuando Sheldon y él establezcan su primera conversación? 

Comienza la noche en el bar de siempre. 

Comienza lo que, seguro, jamás será una bonita amistad.

Como niños que se odian

Lo retiro. 

Retiro todo lo imaginado. Realmente sería imposible. 

Quizá Sheldon, Leonard y Penny visitaran Nueva York en algún momento de sus vidas, qué se yo, como asistentes a un congreso de física al que la rubia tonta, que no conoce la gran ciudad, se apuntaría sin duda. Emocionados pero peleados entre ellos, perderían el tiempo discutiendo. Ni visitas a museos, ni grandes compras, ni turismo en la ciudad. Tras un día de planes frustrados Penny convencería a los dos físicos para que al menos la acompañaran a algún bar cercano al hotel y conocer así la verdadera noche neoyorquina. De este modo los tres acabarían en el primer garito que se les cruzara, esto es, en aquel antro que tanto les gusta a los protagonistas de HIMYM. Así podría haber comenzado la historia. Y entonces la cámara fija del bar muestra a Barney y a Ted fijándose en aquella rubia, y luego en aquellos frikis, y luego en el challenge accepted de Barney y vuelta a empezar. 

Quizá. Podría ser. 

Pero no. Eso no ocurrirá. 

Jamás ocurrirá porque todos los comienzos son posibles, pero ninguno de nosotros podríamos otorgarle un final. 

Epic fail. La hipótesis resulta terriblemente fallida. 

Sheldon y Barney nunca podrían conocerse al igual que Batman y Spider-Man jamás deberían patrullar la misma ciudad. 

Sheldon y Barney son incompatibles porque son la misma persona. Sus guionistas los han creado bajo un idéntico patrón: el del antihéroe que deviene héroe. El del segundón que deviene protagonista. 

Los dos maniáticos, los dos sorprendentemente previsibles, previsiblemente sorprendentes al tiempo que insoportables. 

Barney odiaría a Sheldon porque a este último no le interesa el sexo, porque es pedante, porque se comporta como un niño y se viste con camisetas que hacen referencia a cómics y a películas terribles. Porque prefiere Star Trek a Star Wars y cuando se pone malo le gusta que le canten nanas. Sheldon, sin embargo, odiaría a Barney porque este último solo piensa en el coito, porque es ruidoso, demasiado hablador, inculto, y porque además se comporta como un niño… en realidad los dos son niños. Hombres profundamente infantiles. Solo temen una cosa en la vida, y es de defraudar a sus madres. Los dos prefieren estar solteros, y en cierto sentido desprecian a la mayoría de las mujeres. Los dos hacen lo que quieren, consiguen lo que quieren, consiguen que todos hagan lo que ellos quieren. Los dos son presumidos. Se creen alucinantes, únicos, especiales. Los dos son pulcros, muy ordenados, a ninguno le gusta que cambien sus cosas de sitio. Son fieles a sus costumbres: el showgirls o la tienda de cómics. Egoístas pero cariñosos. Tontos pero carismáticos. Exactamente iguales, idénticos. 

Vuelta a empezar

Quienes crecimos con Friends vivimos muchos años con la esperanza de que todos sus protagonistas terminaran tal y como nos lo habíamos imaginado, esto es, Phoebe con Joey, Mónica con Chandler y Rachel con Ross (otra vez). Sin embargo, sabíamos que las reglas eran distintas y que para que nuestros personajes funcionaran la cosa no podría ser como nosotros deseábamos. Por este motivo puedo deciros, finalmente, que quienes crecimos viendo Friends tenemos muy claro que lo que acabamos de imaginar nunca va ocurrir en el mundo de las series de humor para cuasi treintañeros. La sola presencia de Barney frente a Sheldon en aquel lugar descrito provocaría el verdadero y muy legendario big bang que de algún modo destrozaría el mundo. 

Y ya no serían posibles más sitcom

Ya no cabría más risa. 

McLaren’s estallaría.

Con él todos nosotros. 

Porque son nuestros héroes.

Fin de la historia.

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Un comentario

  1. Las dos o tres primeras temporadas de Como Conocí…están bien hechas a pesar de la cursilería. Las demás son flojas, con unos personajes exagerados hasta caer en la caricature. De la otra serie solo vi algunos capítulos doblados y era tremendamente sosa. Friends está muy por encima a pesar de no mantener el buen nivel durante tantas temporadas.

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