Ser niño durante los ochenta y noventa suponía tener la cabeza como unas maracas intentando sobrellevar la incertidumbre ante el mundo del entretenimiento.
Los más jóvenes no os lo vais a creer, pero en aquellos años la única forma de intuir si un estreno cinematográfico valdría la pena pasaba por intentar adivinarlo al ojear los fotogramas que se colgaban junto al póster de la película, por observar sin parpadear el anuncio televisivo de diez segundos del film, o por llegar temprano a las proyecciones para saborear quince minutos de tráileres previos y cantar a gritos, en comunión con toda la sala, la cabecera de Movierecord.
En el mundo de los videojuegos la cosas estaban peor a la hora de distinguir el oro de la chatarra: durante la época de los ordenadores de ocho bits muchos juegos se compraban solamente por sus fantásticas portadas, algunas de las cuales eran auténticas obras de arte, o, si acaso, tras tratar de descifrar el pantallazo a mal tamaño y peor resolución que incluían algunas casetes en su parte trasera. Ejecutarlos en casa y contemplar lo poco que se parecían los cuatro píxeles de la pantalla a lo que anunciaba la cubierta sí que era un downgrade difícil de masticar, y no lo que ocurre con los tráileres actuales.
En ambos casos, en el cine y en los videojuegos, existía el recurso de asomar la cabeza por el quiosco para consultar revistas especializadas. Pero las publicaciones sobre cine tendían a la altanería, el esnobismo y eran poco dadas a reconocer que un blockbuster palomitero podía ser algo digno. Como muestra, el botón: en 1997, en un libro recopilatorio de las críticas especializadas con más renombre de España, se sentenció de manera casi unánime que la peor película del año era Men in Black. Y mira, por ahí no.
En el tema de la prensa de videojuegos la cosa también estaba complicada, publicaciones como MicroHobby o Micromanía arrancaron siendo bastantes justas y exigentes a la hora de evaluar el software lúdico, pero a la altura de Hobby Consolas daba la impresión de que los redactores vivían bajo la amenaza de que les cortarían los dedos si algún juego sacaba una puntuación por debajo del ochenta por ciento. Las acusaciones de maletines henchidos de billetes circulando por las redacciones eran graciosas, pero absurdas. El problema no es que en Hobby Press estuvieran comprados por todas las compañías del mundo, sino que eran redactores en un mundillo nuevo que no podían evitar fliparse mucho con cualquier cosa.
Lo llamativo es que el mundo del cine y el mundo de los videojuegos compartían un elemento en común en forma de mole de músculos austríaca con corte de pelo a cepillo y un apellido que sonaba a gargajo con ínfulas de invocación demoníaca: Arnold Schwarzenegger. En aquellas décadas, las películas de más celebradas por la chavalada no estaba plagadas de gente en mallas, porque los films basados en cómics no parecían rentables, sino por un concepto de masculinidad fantasioso, ciclado, macarra y embadurnado en aceite de bebé. El héroe de acción, el protagonista de blockbusters millonarios que huelen a napalm y acumulan montañitas de casquillos de bala, el frontman del cine de «sudor y cerveza» que decían en Las horas perdidas.
Arnold Schwarzenegger y Sylvester Stallone competían por ocupar el trono de Actor-Musculoso-Revienta-Taquillas, pero entre pólvora y contusiones superficiales también guerreaban Jean-Claude Van Damme y Wesley Snipes, junto a héroes por accidente como Bruce Willis, malotes como Kurt Russell, cabriolas circenses ejecutadas por Jackie Chan e hijos del videoclub como Chuck Norris o Steven Seagal.
El cine de acción de aquel entonces se sostenía sobre esos guerreros, tenía alma cafre y afrontaba modas de lo más curiosas que iban desde el auge del cine de bárbaros con espadones hasta la reverencia por las explosiones descomunales, pasando por una ciencia ficción donde hay que matar al alienígena sin muchas segundas lecturas. Y Schwarzenegger logró coronarse como héroe noventero protagonizando los éxitos más potentes de todas aquellas tendencias. En el mundo del videojuego ocurría algo curioso, porque Schwarzenegger no solo era el protagonista muchomacho de las adaptaciones de sus films, sino también el héroe de acción que el resto de juegos querían ser.
En aquella época los videojuegos basados en películas eran algo serio y no apps de móvil programada en media tarde con los pies. Productos —que no siempre salían bien parados— a los que se les exigía estar a la altura de sus hermanos cinematográficos y que inevitablemente vendían lo suyo a rebufo del nombre del film. Gracias a esas adaptaciones, Schwarzenegger paseó sus angulosas facciones por la pantalla de numerosos ordenadores, recreativas y consolas.
Lo llamativo es que también fue protagonista sin saberlo de juegos que en lugar de tener al austriaco en nómina lo que tenían era muchísima jeta y bastante picardía. En honor al icónico musculado transmedia, esta pareja de artículos pretende elaborar una juegografía exhaustiva de Schwarzenegger. Un repaso a todos los títulos por los que ha repartido plomo el único hombre que tiene en su currículum las palabras «Robot asesino» junto a cosas como «Mercenario», «Cazador de aliens», «Poli de guardería» y «Gobernador de California». Una enumeración de todas las aventuras pixeladas de Arnie dividida en dos listas diferentes: por un lado la de los productos oficiales basados en sus films, y por otro la de aquellos videojuegos que secuestraron sus musculadas curvas con artimañas de dudosa moralidad.
Arnold Schwarzenegger: Juegografia oficial
Conan: Hall of Volta (1984)
Coincidiendo con el estreno en cines de Conan el destructor, secuela de la exitosa Conan el bárbaro, Dataeast publicó el plataformas Conan: Hall of Holta estampando a Schwarzenegger en la portada junto al logo del film. Y dicha imagen vendría a ser básicamente todo lo que tenía aquel juego en común con la película, porque el producto no era más que una treta apurada: sus creadores agarraron un videojuego en desarrollo titulado Visigoth, modificaron los nombres del héroe y el villano, sustituyeron al protagonista inicial por el cimmerio y tunearon los bumeranes con los que iba armado para otorgarles aspecto de espadas mucho más bárbaras. Aunque tampoco es que importase demasiado lo de retocar los dibujos, porque en aquella época la capacidades gráficas eran tan limitadas como para que fuese difícil distinguir una espada formada por cinco pixeles de un crucifijo invertido o de un pito contento.
En el juego, un minúsculo Conan de cuadriculados músculos y melena escalonada hacía cosas tan de Conan como utilizar teletransportadores, brincar dando alegres volteretas circenses, o pelear contra pajaritos, hormigas gordas, dragones e incluso un ordenador con un ojo robótico futurista que disparaba calambrazos mortales. Lo llamativo es que, por alguna razón difícil de concretar, aquel mini-Conan en lugar de blandir el espadón al estilo peliculero se dedicaba a arrojarlo a modo de bumerán. En general, la desfachatez era algo que sus responsables llevaban con bastante diligencia, la propia caja de Conan: Hall of Volta poseía en su parte posterior el pantallazo de un prototipo del juego donde aún no se había sustituido el bumerán por la espadita. Conan: Hall of Volta se programó inicialmente para el Apple II y posteriormente porteó toda su magia a otros ordenadores como el Sharp X, el Commodore 64 o la familia Atari.
Predator (1987)
A finales de los ochenta, cazar un depredador en la selva sonaba a bonito plan para matar las tardes libres. Pero lo satisfactorio de dicha empresa dependía mucho de la plataforma en la que se experimentara el videojuego basado en aquella Depredador dirigida por John McTiernan. Los ordenadores Amiga, Amstrad CPC, Zx Spectrum y BBC Micro recibieron un arcade de scroll lateral, donde un Schwarzenegger de cabeza cuadrada y brazacos portentosos correteaba jungla a través, despachando soldados y animales, esquivando disparos alienígenas y finalmente partiéndose la cara con don Depredador. La versión MSX, en cambio, sería un juego de plataformas protagonizado por un mercenario random. Un héroe que solo compartía con Arnold las ganas de hacer senderismo selvático de riesgo, y que portaba un variado arsenal en la mochila para enfrentarse a mariposas, serpientes mutantes, escorpiones, guerrilleros, bichos absurdamente cuquis con pinta de dibujo animado, y muchas otras amenazas fruto de tener demasiada libertad creativa.
La versión de Nintendo fue la peor parada: reutilizó los gráficos de MSX pero fabricó un nuevo juego que estaba rotísimo por todos lados, hasta el punto de que los desarrolladores implementaron la posibilidad de suicidarse, haciendo explotar al pobre Schwarzenegger en trocitos, para que el jugador no se desesperase mucho cuando su monigote se quedaba atascado en algún glitch del escenario. El cartucho de NES también vistió al prota con pantalones rosa, el mejor camuflaje posible para batallar en el bosque sin ser visto por el enemigo, y añadió un nivel extraño donde una versión gigante del culturista austriaco hacía running mientras disparaba contra globitos.
The Running Man (1989)
Con los juegos creados a partir de la cinta Perseguido (The Running Man) nos adentramos en un hermoso laberinto de adaptaciones. La película estaba basada muy de refilón en la novela de Stephen King de idéntico nombre. En el libro original un hombre se inscribía en un concurso muy loco que lo obligaba a huir de unos vigilantes por todo el país, pero el film optaba por situar la acción en un plató de televisión donde un Schwarzenegger embutido en un mono amarillo machacaba a un reparto de coloridos enemigos con pintas de final bosses.
Ocurría que la película en realidad era un plagio de la cinta francesa El precio del peligro de 1983, un film que a su vez estaba basado en la historia corta The Price of Perill escrita por Robert Sheckley en el 58. Cacaos con las autorías aparte, los videojuegos basados en la película del 89 fueron bastante fieles a lo que ocurría en el celuloide. Beat ‘em ups de scroll lateral donde era necesario defenestrar perretes, sicarios y villanos. La fidelidad a la hora de representar los rasgos de nuestro Schwarzenegger dependía bastante de la versión del juego: en los ordenadores Amiga y Atari ST, Arnie era una mole musculada, pero en sus versiones de Amstrad CPC, Commodore 64 y Zx Spectrum era un monigote cuerpo-escombro sin gracejo alguno. De hecho, en la versión de Spectrum, el protagonista no se parecía a Schwarzenegger ni en la pantalla estática de bienvenida.
Red Heat (1989)
Danko: calor rojo, la cinta del 88 protagonizada por Schwarzenegger y James Belushi, también tuvo una versión en formato videojuego. Una aventura de tollinas, de dificultad injusta y desquiciante, publicada para los ordenadores del momento. Un juego cuya puesta en escena —personajes representados únicamente de cintura para arriba sobre unos escenarios horizontales— hacía que Schwarzenegger y sus enemigos pareciesen marionetas danzando por un teatrillo de títeres.
Las diferencias entre versiones eran gráficas y muy curiosas: el nivel de la sauna en los ordenadores Amiga y Atari ST resultaba tan tremendamente gay como para razonar que es imposible que aquello no fuese premeditado, y las escenas intermedias presentaban a secundarios con una ridícula boca de muñeco de ventrílocuo. En las adaptaciones para Spectrum y Amstrad al actor le habían representado con un careto reconocible, pero también con una expresión que parecía anunciar que se le había muerto el perro esa misma mañana. En Commodore los héroes lucían pintalabios en la pantalla de presentación y Arnie era un amasijo competente de rudos píxeles que repartía cabezazos cuadrados.
Total Recall (1990)
Desafío total, un peliculón de Paul Verhoeven basado en una historia de Philip K. Dick, repleto de escenas que ya forman parte de la historia del cine: la chica de tres tetas, el disfraz de señora, la extracción por vía nasal de un sensor de seguimiento tamaño pelota de ping pong, el escáner de rayos X, o el doppelgänger de Pujol adosado a la tripa del pavo aquel.
En el mundo de los ordenadores Desafío total se estrenó como un plataformas de acción. En Amiga y Atari ST el caricaturesco sprite de Schwarzenegger tenía buena cara, en Commodore el pobre parecía un maromo random pero el juego lo compensaba dibujando su bíceps sin venir a cuento junto al contador de vidas, en Amstrad la cosa se veía regular por culpa de tanto píxel gordo, y en el Spectrum el monigote de Arnie resultaba bastante mono a pesar de que algún grafista se emocionó demasiado al peinarle el tupé.
En 2017, un grupete de arqueólogos digitales localizó otra versión perdida de Desafío total para Spectrum, el prototipo de un juego cancelado e inacabado que es curioso, pero que no le hacía muchos favores a Schwarzenegger al representarlo como un corredor jorobado.
El cartucho para la Nintendo era una criatura completamente distinta, una que según sus desarrolladores pretendía ser más fiel al espíritu de la película. Y es cierto que trasladaba a la pequeña pantalla secuencias tan icónicas del film como la pelea entre el héroe y su esposa (Sharon Stone) o el pasillo de rayos X. Pero también es verdad que nadie recuerda que en la película Schwarzenegger se dedicase a dar palizas a vagabundos agresivos, esquivar los las protuberancias que asomaban por un muro repleto de glory holes, lidiar con gatitos agresivos en Marte o enfrentarse a un sintecho que está armado con un afilado sombrero bumerán.
El juego era malillo, frustrante e insufrible, aquel Schwarzenegger de la pantalla se movía como si portase una escoba alojada con firmeza en su recto, y el enfrentamiento con el final boss fue una de las cosas más ridículas de todo el catálogo de la NES. Acompañando al lanzamiento del juego, la revista Nintendo Power lanzó en Norteamérica un curioso concurso promocional donde el gran premio consistía en viajar a Hollywood para conocer a la estrella de cine en persona. Pero nada relacionado con aquel juego de NES podía salir bien: el ilusionado ganador del evento hubo de esperar año y medio para disfrutar de un muy intenso medio segundo de apretón de manos con Schwarzenegger. Desde la propia Nintendo Power confesaron tiempo después que aquella fue la peor promoción que habían hecho nunca.
The Terminator (1991)
Una jovenzuela Bethesda, la compañía que sería responsable de cosas como Fallout 3 o The Elder Scrolls V: Skyrim, se encargó de desarrollar The Terminator para PC en 1991, es decir, siete años después del estreno de aquella película. El resultado fue una rareza de mundo abierto, ideada muchísimo antes de que los juegos de ese estilo se convirtieran en moda, y construida en tres dimensiones cuando la tecnología no permitía ir más allá de los gráficos 3D en modo patata. En los cines, el austriaco ejercía de villano. En los monitores, el jugador podía elegir entre interpretar a Kyle Reese para salvar a Sarah Connor o ponerse en los tornillos del Terminator y darle caza a la mujer. Las consolas Mega Drive, Master System, Game Gear, Mega CD, Nes y SuperNes gozaron de sus propias versiones del film, pero en ellas solo controlábamos a Reese porque Schwarzenegger, al ser el maloso de la función, no era un personaje jugable, sino la imagen de portada y la diana de nuestros disparos.
Terminator 2 (1991-1993)
Terminator 2: el juicio final de James Cameron supuso un espectáculo en la sala de cine, un bombazo en las taquillas y una hermosa lluvia de videojuegos sobre todos los sistemas del mercado. Los ordenadores personales recibieron un juego en forma de macedonia de estilos, con niveles de conducción, puzles, disparos y secuencias de hostias uno contra uno. Un entretenimiento sin muchos alardes que recreaba las escenas icónicas de la película, a pesar de que sus programadores solo tuvieron a mano como referencia el guion y el tráiler del film, porque no se les permitió ver metraje de Terminator 2 mientras construían el juego por culpa del tremendo secretismo alrededor de la película. Eso sí, el Schwarzenegger pixelado que se zurraba en pantalla lucía un tamaño bastante digno, porque el director del asunto consideraba que los anteriores juegos de Arnold no le hacían justicia a su cuerpo de culturista. Otra cosa es que de cuello para arriba no se pareciese en nada. Las versiones con mejor pinta fueron, de nuevo, las de Amiga y Atari ST.
Game Boy recibió un Terminator 2 donde el jugador comenzaba encarnando al John Connor adulto en el muy lejano 2029, y continuaba vistiendo la chupa de un monocromático T800 para montar en moto y acribillar a pie a decenas de enemigos. Las versiones para NES, Master System y Game Gear se presentaron como juegos de acción, puñetazos y disparos con un Schwarzenegger runner que parecía llevar un petardo en su culo de T800.
Las adaptaciones para los 16 bits de Mega Drive y Super Nintendo fueron juegos muy toscos, pero que merecen ser recordados por una escena de introducción graciosísima donde el pene del terminator en pelotas era ocultado por los objetos del escenario como si aquello fuese un gag de Austin Powers. Terminator 2: Judgment Day – Chess Wars esculpió a la, ya de por sí poco expresiva, estrella de cine como una pieza de ajedrez. Y en las salas recreativas Terminator 2: The Arcade Game apiñaba a gente de malvivir en torno a la cabina de un juego de tiros donde el usuario empuñaba ametralladoras físicas muy molonas. Este último fue porteado a todo tipo se consolas.
Al margen de las pantallitas, una de las encarnaciones lúdicas de Schwarzenegger más celebradas fue la que nos permitió jugar con sus bolas de acero: el pinball Terminator 2: Judgment Day desarrollado por la prestigiosa Williams Electronic Games. Un cacharro maravilloso que era más divertido que los videojuegos con los que compartía temática.
Last action hero (1993-1994)
La película El último gran héroe en apariencia lo tenía todo para petarlo: Schwarzenegger de protagonista tras arrasar con Terminator 2, John McTiernan (Jungla de cristal, Depredador) dirigiendo, Shane Black (Arma letal, El último boy scout) a cargo del guion, una metatrama autoparódica que se revolcaba en los tópicos del cine de acción del momento, ochenta y cinco millones de dólares de presupuesto, un cameo de Humphrey Bogart en forma de holograma, un gato de dibujos animados, una banda sonora potente con grupos como AC/DC o Megadeth, a Arnie protagonizando una versión camorrista de Hamlet con one-liner incluido y una campaña de marketing muy bestia que fundió medio kilo de dólares pintando el logo de la peli sobre el lomo de un cohete de la NASA para crear en el primer anuncio peliculero in outer space.
Pero tras su estreno los críticos la acribillaron y en la taquilla se pegó un tremendo batacazo, en parte porque durante aquellos días todo el mundo estaba corriendo entre los dinosaurios de Parque Jurásico. Una pena, porque es divertidísima, algo de lo que se dio cuenta el público más tarde, al convertirla en un éxito de videoclub.
Los videojuegos basados en la película salieron incluso peor parados, pero en su caso se lo ganaron a pulso. Last Action Hero se presentó en Super Nintendo, Mega Drive, NES, Game Boy, Game Gear, PC y Amiga, pero todas aquellas encarnaciones más que juegos fueron mojones digitales. Los cartuchos para SuperNes y Mega Drive contenían un beat ‘em up tan complejo como el mecanismo de un botijo, junto a un par de niveles aburridísimos de conducción, y el protagonista solo se parecía a Arnie en el vestuario. Las versiones para Game Boy y Game Gear mezclaban plataformas y acción sosísima con alguna fase donde pilotar coches, incluían como jefe final a una pantalla de cine encabronada y tenían a un héroe compuesto por una amalgama de píxeles feúchos. En Amiga, El último gran héroe adoptó la forma de un clon chuchurrido de Double Dragon donde la jeta de Schwarzenegger era reconocible, pero el pobre hombre había sido dibujado allí con una cabeza minúscula en proporción a sus músculos, lo que confería al monigote final un aspecto risible. La versión de PC era curiosa y algo pionera pero muy patatera: combinaba fases al volante por la ciudad en busca de objetivos, desde una vista aérea idéntica a los primeros Grand Theft Auto y años antes de que existiera siquiera Grand Theft Auto, con un torpísimo arcade de hostias callejeras donde el actor también tenía la cabeza chiquitica. La NES recibió un juego mediocre con un personaje principal que no se parecía en nada al austriaco, pero al menos es curiosa por cometer la osadía de introducir un nivel basado en ese Hamlet al estilo peli de acción cuyo falso tráiler aparecía en el film a modo de broma.
True Lies (1994)
Durante la celebración de la septuagésima ceremonia de los Óscar en 1998, Arnold Schwarzenegger disparó un chiste simpático: «Mi amigo James Cameron y yo hicimos tres películas juntos: Mentiras arriesgadas, Terminator y Terminator 2. Por supuesto, todo eso ocurrió durante su periodo de cine de autor de bajo presupuesto». Era una coña evidente, porque en su momento Mentiras arriesgadas fue noticia por superar la barrera de los cien millonacos de dólares de presupuesto, convirtiéndose por entonces en la película más cara de la historia. Era también una broma premonitoria, porque las posteriores producciones de Cameron, ya sin Schwarzenegger en el reparto, superarían dicha cifra por mucho.
Mentiras arriesgadas llegó a los cines con fanfarrias de gran evento y reventó la taquilla recaudando cuatro veces más de lo que había costado. Nos encontrábamos a mediados de los noventa, y por aquel entonces lo que se llevaba era aporrear los mandos de las consolas de 16 bits y los botones de las portátiles. Por eso mismo, los videojuegos de Mentiras arriesgadas aterrizaron en Super Nintendo y Mega Drive en forma de un funcional pero muy repetitivo juego de tiros con perspectiva aérea, gráficos decentes y un sprite de la estrella de cine que por lo menos daba el pego. Las versiones de Game Boy y Game Gear salieron peor paradas al adoptar un punto de vista aéreo desde el que solo era posible contemplar la coronilla y los hombros de un héroe, que podría ser tanto Schwarzenegger como Joseba de Carglass.
Terminator 3: Rise of the Machines, Terminator 3: War of the Machines y Terminator 3: The Redemption (2003-2004)
El estreno de una tercera entrega de la saga Terminator parecía el momento perfecto para hacer algo de caja, y quizás por eso se desarrollaron tres juegos diferentes al mismo tiempo. Terminator 3: Rise of the Machine fue un FPS cutre para PlayStation 2 y Xbox, mientras que en su versión de Game Boy Advance adoptó la perspectiva isométrica típica de muchos juegos de la portátil. En PC, War of the Machines se publicó como un FPS multijugador que copiaba mal y con descaro al mucho más competente Battlefield 1942. Finalmente Terminator 3: The Rredemption llegó a PlayStation 2, Xbox y Gamecube como un juego de tiros en tercera persona que parecía gloria bendita en comparación con las anteriores entregas. De hecho, los críticos aseguraron que la palabra «redención» en el título era de lo más adecuada visto lo visto.
Fueron jueguillos que no pasaron a la historia, donde lo más importante fue el bote poligonal que pegó en ellos la carrera del Arnold videojueguil. Porque estos son los que agarraron las pintas (junto con la voz) del actor para modelarlo en tres dimensiones, dejando atrás el añejo píxel tocho. Rise of the Machines además era llamativo por contener metraje inédito, grabado con el propio Schwarzenegger repitiendo su papel en exclusiva para el juego.
WWE 2K16 (2015) y Mortal Kombat 11(2019)
Tras hacer carrera en política entre los años 2003 y 2011, un periodo en el que ejerció como gobernador de California asociado al Partido Republicano, Schwarzenegger reapareció en el mundo del espectáculo consciente de que había pasado de ser cabeza de cartel a convertirse en artista invitado. De este modo, en 2015 se coló entre el catálogo de luchadores de la WWE en la entrega 2k16 del videojuego oficial, presentándose con sus pintas de T800 y un tráiler muy simpático que recreaba una de las escenas más famosas de Terminator 2.
Unos años más tarde, y de nuevo adoptando el rol de T800, el caballero visitó el sangriento ring de Mortal Kombat 11 para romper huesos y reventar pelotas bajo sus botas de manera estrictamente literal. Su llegada al juego también se anunció con un vídeo previo, uno que estaba tan cargado de dolor ajeno como de un puñado de referencias geniales que encandilaban a los fans. La verdad es que intervención en la famosa saga de los fatalities no desentonaba nada de nada, porque estamos hablando de un juego donde también se ha desollado a otras estrellas ochenteras como Rambo o Robocop.
Predator: Hunting Grounds (2020)
En 2020, el estudio Illfonic resucitó la rama de videojuegos basados en la familia depredador al lanzar Predator: Hunting Grounds en PlayStation 4 y PC. Un juego multijugador de acción que permitía dar cazar a tus incautos amigos en la jungla, un divertimento que siempre ha unido mucho y ha ayudado a afianzar relaciones sanas. La novedad, después de tropocientos juegos basados en Predator, es que Hunting Grounds contaba con un reclamo estrella: la colaboración oficial de Schwarzenegger interpretando de nuevo a un Alan «Dutch» Schafer que cargaba con más años sobre las espaldas, pero seguía siendo el mismo tipo duro que se enfrentó al bicho allá por 1987.
World of Tanks (2010-Actualidad)
Navidades de 2021, el juego multijugador en línea gratuito y bielorruso World of Tanks, basado en pilotar tanques y abrir orificios extra en los tanques que pilotan otros, decide enviar una felicitación navideña inesperada. Un vídeo donde Schwarzenegger cumple, con treinta años de lag pero toda la ilusión del mundo, el deseo de un niño en una hermosa aldea navideña de cartón piedra digital. Este clip de aquí:
Se trataba del anuncio de la nueva entrega de las Holiday Ops. Un evento especial, que World of Tanks organiza cada invierno, donde los jugadores pueden embellecer un pueblito entrañable con decoración navideña cuando no andan muy liados con todo eso de masacrarse entre sí a bombazos. La novedad de 2021 fue que el asunto llegó apadrinado por un Schwarzenegger poligonal que se acomodó en el menú del juego para encomendar misiones, acompañar en la batalla soltando one-liners de los suyos, empapelar los tanques con un estampado de su desnuda espalda en tensión y, a grandes rasgos, hacer que todo molase bastante más.
Lo cierto es que la participación de la estrella en World of Tanks era un movimiento lógico, sobre todo teniendo en cuenta que el año anterior Chuck Norris había sido el invitado estelar (protagonizando otro vídeo donde levantaba a pulso un tanque para salvar un gatito). En el caso de Schwarzenegger, tanto sus amigos como la comunidad del juego llevaban bastante tiempo dándole la tabarra para que se asomase por aquellas trincheras virtuales, porque al actor siempre le han ido ese tipo de carros con mucha potencia de fuego: el tío tiene bien aparcado en su garaje un M-47 Patton, el tanque que pilotó cuando tenía dieciocho años y militaba en el ejército austriaco.
Y hasta aquí, y sin contar las decenas de programas olvidables que probablemente circulan por esos mundos extraños de los juegos para móvil, la juegografía oficial de Arnold Schwarzenegger. Ahora viene lo más divertido, la otra juegografía, la de marca blanca y sin licencia.
(Continúa aquí)
¿»Commando» no tenía los derechos? Porque era un juegazo para la época.
Juegazo. Precisamente era original y luego llevado al cine. Vamos, que la peli era una adaptación del juego.
No, no tenía nada que ver el uno con el otro. Fue casualidad que ambos se llamaran igual. No es la primera vez que ocurre en videojuegos de los años 80.
La primera película basada en un videojuego fue Super Mario Bros, de 1993. Una película en la que, por cierto, se ofreció el papel de Rey Koopa al bueno de Arnie (que rechazó, y menos mal…)
Muy buena nota.
Agregaría el «Alien vs Pedator» de Capcom en el que podías jugar con el personaje del Mayor Schaefer.
Vaya currada para un tema tan aburrido. He llegado a la mitad que ya es un logro del articulista. Enhorabuena.
Yo también llegué hasta la mitad. Ni me gustan los videojuegos ni las pelis de Schwarzenegger (bueno, Desafío total me encanta). Pero reconozco que el artículo tiene su encanto si tienes 40-50 años y te interesaban estos temas.
El «The Running Man» también salió para MSX. Pero vamos, que no, que mejor no lo digáis, que ese lamentable engendro se lo queden otros sistemas…
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