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‘¡Nop!’: ¡Sip!

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¡Nop! Imagen: Universal pictures.

En el centro de la pista de un show decadente, un cowboy pop de elegancia cuestionable asegura a los espectadores que una hora más tarde todos ellos abandonarán el lugar sintiéndose diferentes tras contemplar un espectáculo extraordinario. Se trata de una escena de ¡Nop!, la nueva película de Jordan Peele, y dicha secuencia tiene lugar justo cuando queda una hora de metraje por delante. Sesenta minutos después, mientras los títulos de crédito comienzan a rodar, buena parte de la audiencia abandona la sala de cine confirmando que lo que se ha visto en pantalla ha sido un espectáculo remarcable.

Otros opinamos algo parecido, ¡Nop! es un divertimento fabuloso como tal, pero al mismo tiempo también creemos que esta película es lo que ocurre cuando se pone tras la cámara alguien con talento que ha crecido mamando The Twilight Zone, Tiburón, Neon Genesis Evangelion, las apariciones públicas del mono Bubbles de Michael Jakson, Akira, Encuentros en la tercera fase, John Carpenter, las telecomedias noventeras al estilo Padres forzosos, Señales, King Kong, El rey escorpión, aquella Buck y el farsante protagonizada por Sidney Poitier que se atrevió a presentar un cowboy negro, Jurassic Park o El mago de Oz. Además, tampoco podemos sacudirnos de la cabeza la idea de que, viendo la carrera que se está montando, a lo mejor Peele es el M. Night Shyamalan bueno.

Raíces

En realidad, Peele tiene mucho más de hijo de La dimensión desconocida (The Twilight Zone) que de ser una versión bien afinada del director indio-americano de El sexto sentido. Pero ambos son creadores contemporáneos que pasean por géneros similares compartiendo varios puntos en común, aunque sus carreras se hayan dibujado de manera completamente distinta. Peele, un neoyorquino birracial de madre blanca y padre negro, aterrizó en el mundo del espectáculo ejerciendo de actor y por la ruta de la comedia, protagonizando sketches en Mad TV, la versión televisiva de las coñas de la revista Mad. Utilizando aquel programa como trampolín, se alió con un compañero de reparto con el que hacía muy buenas migas llamado Keegan Michael-Key y juntos perpetraron Key & Peele. Un nuevo show que apilaba gags desmadrados de todo tipo y demostraba una devoción importante por recordarnos lo duras que tenía las pelotas el gran Liam Neeson.

Buena parte de los chistes de su programa de sketches giraban en torno al tema de la raza, porque Key también era birracial, hijo de un padre afroamericano y de una madre con orígenes flamencos y polacos, y ambos llevaban toda la vida habitando entre dos mundos. Los asuntos raciales adquiriría incluso más importancia en la posterior carrera como creador de Peele.

La pareja de cómicos pegó el salto al cine en una comedia de acción coescrita por Peele, dirigida por Peter Atencio y titulada Keanu. Una aventura donde dos primos se infiltraban entre bandas delincuentes gangstas para recuperar a un gatito robado bautizado «Keanu» en honor al faro actual de la civilización moderna, una mascota que había sido birlada mientras los protagonistas se escapaban al cine para ver, cómo no, una peli de Liam Neeson. Keanu parecía una parodia de John Wick, y lo de tener al verdadero Keanu Reeves interpretando al gatete querido era sospechoso, pero inicialmente aquello había sido involuntario, porque la comedia comenzó a cocerse cuando Reeves aún no se había tomado las medidas para el traje de asesino pro. Keanu fue una película competente en su terreno que parecía la extensión lógica de la carrera de Peele, pero el hombre estaba a punto de darle la vuelta al asunto.

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Nosotros. Imagen: Universal Pictures.

En 2017, Peele se coloca tras la cámara para presentar su primera película como director, basada en un guion propio: Déjame salir. El relato de cómo un joven afroamericano (Daniel Kaluuya) visita a los padres de su novia caucásica (Allison Williams). El regate maravilloso de la jugada es que lo que parecía sobre el papel una revisión moderna de Adivina quién viene esta noche era en realidad una cinta de horrores que caminaba de la mano con John Carpenter, La semilla del diablo, Las mujeres de Stepford, La dimensión desconocida e incluso Historias de la cripta. El resultado no solo fue más que digno, sino que se convirtió en un éxito de crítica y público, y el realizador comenzó a ser observado con ojos golosos por los fans de los horrores.

Dos años más tarde, Peele estrenó Nosotros, otra historia de terror donde una familia era atacada por lo que parecían ser unas fotocopias muy cafres de ellos mismos. Peele volvió a arrasar en taquilla y se convirtió definitivamente en la gran esperanza negra (al cincuenta por ciento, al menos) de los miedos modernos. Entremedias, se encargó de producir el revival de The Twilight Zone apadrinando dos hornadas de capítulos, cada uno de ellos presentado por el propio Peele como hiciera el legendario Rod Serling en la serie original, que no estaban mal pero tampoco eran espacialmente brillantes. Aunque sí es cierto que uno de dichos episodios, titulado «Blurryman» y escrito por un Alex Rubens que había redactado gags para Key & Peele, era un curioso ejercicio de metatelevisión extremo al atreverse a transformar la silueta del mismísimo Serling en una criatura fantástica.

En 2021, Peele escribió y produjo una nueva resurrección: la cuarta entrega de la mítica Candyman. Una nueva historia que agarraba al villano del gancho y las abejitas para trasladarlo a un entorno contemporáneo de tensiones raciales y gentrificación a lo bestia. Dicha secuela tardía fue dirigida por Nia Dacosta y estaba excepcionalmente rodada, pero en todo lo demás se quedaba a medias.

En general, todo el universo de Peele utiliza como gasolina la herencia fantástica enorgulleciéndose mucho de ella: su propia productora se llama Monkeypaw Productions, en honor al clásico cuento de terror «La pata de mono» firmado por el escritor inglés W. W. Jacobs allá por 1902. Ese famoso relato donde una mano de mono maldita concede tres deseos a su dueño, con la putadilla añadida de que en cada uno de ellos se incluye una sorpresa muy desagradable. «La pata de mono» es esa fábula cuyo planteamiento resultaría tan espléndido como para haber sido adaptado en episodios de Alfred Hitchcock presenta, Expediente X, Los Simpson (un clasicazo televisivo esto), Buffy cazavampiros, Creepshow, Historias de la cripta, Los grandes misterios de Orson Welles, The Twilight Zone o El club de medianoche.

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Logotipo de Monkeypaw Productions. No se puede molar más.

Gracias a todos estos antecedentes, el anuncio de una nueva película de Jordan Peele, bautizada enigmáticamente con un extraño ¡Nop! (Nope en su versión original) tenía a los amigos de los mundos fantásticos dando palmas con las orejas.

Nop spoilers

El título. Es normal empezar por ahí. ¡Nop! se llama así porque, según Peele, eso es lo que dice mucha gente cuando descubre que una película es de terror y prefiere no sentarse ante ella para ahorrarse sustos y sudores. Pero también se llama así porque «¡Nop!» es lo que exclaman los personajes en las historias de miedo cuando se encuentran frente a algo terrible, horrendo y espantoso que cualquier persona racional preferiría no tener delante. La propia ¡Nop! juega con gracia con esa idea en su metraje, haciendo cómplices a los espectadores.

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¡Nop! Imagen: Universal pictures.

¡Nop! arranca de manera muy curiosa, con la grabación de una telecomedia noventera en la que algo sale (muy) mal. A continuación, la acción se traslada a una granja familiar, donde otro suceso extraño y trágico tiene lugar. Ambos hechos no parecen relacionados, porque no lo están, pero forman parte de esta historia.

Otis «O. J.» Haywood Jr. (Daniel Kaluuya, estupendo en un papel lacónico y muy recatado) y Emerald «Em» Haywood (Keke Palmer) son dos hermanos a cargo de un rancho californiano especializado en la doma y el adiestramiento de caballos para uso en producciones cinematográficas y televisivas. Un negocio que trata de honrar cierto legado familiar que se remonta a los orígenes del propio cine: el más notable antepasado de los hermanos Haywood es el jinete, negro y anónimo para los libros de historia, que protagonizó la popular secuencia de fotografías «Sallie Gardner al galope», una colección de estampas realizadas por Eardweard Muybridge para documentar el trote de un caballo antes de que se hubiese inventado el cine. Ubicado en un paraje desértico, el rancho de los Haywood siempre ha sido un lugar tranquilo. Hasta que de repente comienzan a ocurrir cosas raras y preocupantes, de esas que asustan a los equinos, remueven los cielos y hacen que los seres racionales digan «¡Nop!».

El relato de ¡Nop! se construye sobre una idea de ciencia ficción, estableciendo como meta ese espectáculo al que tanto alude el film, pero Peele no renuncia a contemplarlo todo desde el ángulo del terror. Que la amenaza sean los cielos (y esto no es un spoiler porque los pósteres promocionales muestran siempre una inquietante nube o a los personajes mirando hacia lo alto) otorga una escala colosal, inabarcable e ineludible a la amenaza. La idea de que cuando el peligro habita sobre tu cabeza estarás jodido hagas lo que hagas.

El escenario terrestre, por el contrario, se encapsula en un paraje aislado y pequeño, una decisión que no le resta efectismo a la función sino que sirve para centrarse en los personajes, ponerse a su vera y empatizar con ellos. El peligro es, por tanto, enorme, pero no se abalanza sobre nuestra civilización al estilo Hollywoodiense, sino que sobrevuela a un grupo de personas que han tenido la desgracia de estar ahí. Por eso mismo el reparto es tan acotado y se limita a un grupete que puede enumerarse con los dedos de una mano: O. J. y Em como estrellas de la aventura acompañadas por un aliado inesperado llamado Angel Torres (Brandon Perea), el técnico que les instala cámaras de vigilancia en el rancho para otear el firmamento. En los alrededores también se asienta Ricky «Jupe» Park (Steven Yeun), un exniño prodigio de la tele y el celuloide que explota su fama pretérita dirigiendo un parque temático de rollito wéstern (con página web oficial y todo) basado en su mayor éxito cinematográfico cuando era una estrella infantil. Por último, Antlers Holst (Michael Wincott) se presenta de manera tardía, como el personaje rarillo, un enigmático realizador y montador obsesionado con filmar el plano imposible, y alguien muy amigo de vestir como si fuese la portada de una revista de postureo llena de modelos con ciática. Hay más actrices y actores en plantilla, pero funcionan como peones de una partida donde son necesarios para amenizar el show, pero no valiosos. También hay un mono, uno muy majo. La hostia de majo.

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¡Nop! Imagen: Universal pictures.

¡Nop! es una función de dos horas que gusta de elaborar un espectáculo para la sala de cine muy heredero de la factoría Amblin gracias a esa forma de enfocar la historia al estilo Steven Spielberg, utilizando todos los elementos físicos y narrativos que asoman en algún momento por la pantalla (los muñecos hinchables, los consejos del padre, el parque de atracciones, la estatua del caballo, etc.) como herramientas durante los actos posteriores. Una técnica que redondea y hace más aventurero el conjunto.

Pero ¡Nop! también es una cinta donde Peele saltea la ci-fi con sus terrores, ideando situaciones como un inquietante encontronazo con sombras extrañas, una lluvia muy (pero que muy) incómoda sobre el rancho, una breve escena claustrofóbica que provoca ansiedad en ciertos espectadores, la aparición de un personaje inocente pero grotesco oculto tras un velo, o la lograda sensación de amenaza constante cada vez que la cámara enfoca al cielo.

También es una historia que se anima a intercalar flashbacks sobre un evento del pasado como niño televisivo de Jupe, un suceso traumático sucedido durante el rodaje de una sitcom y detonado por un mono, Gordy. Se trata de una secuencia que parece ajena a lo que nos cuenta la película, pero que tiene derecho a estar ahí porque es puro Jordan Peele: terror pop salvaje, un acontecimiento horrible en un plató donde solo deberían tener lugar las risas. Es algo que se siente deslavazado de la trama de manera consciente, una treta que nos distrae para perfilar el pasado de Jupe y de paso afianzar la idea de que los instintos animales son incontrolables.

¡Nop! destaca también por su concepción como producto que mejora al ser catado en la pantalla grande. Tiene una muy buena factura visual, pero probablemente donde más brilla es en la creación, edición y montaje del apartado sonoro, que en sí mismo es una maravilla especialmente mimada. Un curro impecable que convierte ciertos pasajes en momentos tremendamente envolventes cuando son experimentados en una sala de cine.

La conexión entre Peele y M. Night Shyamalan mencionada al comienzo de este texto es evidente: los dos son creadores contemporáneos que escriben y dirigen sus propias ocurrencias. Y ambos presentan historias que no desentonarían como entregas de La dimensión desconocida. Ideas que sobre el papel parecen demasiado locas y que en manos de otros directores darían muchísima vergüenza ajena. Pero que estos dos caballeros saben articular con más o menos coherencia y su propio estilo personal. Porque tanto Peele como Shyamalan han demostrado ser capaces de rodar muy bien cuando quieren. La diferencia es que el neoyorquino además sabe escribir diálogos y darle más empaque al conjunto que el indio-americano. Y también que, por ahora, Peele no ha patinado a lo grande. Quizás puede llegar a ser todo lo que la gente esperaba de Shyamalan, pero trotando por sus propios mundos.

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¡Nop! Imagen: Universal Pictures

Sip spoilers

Aquí toca desgranar ¡Nop! tras haberla visto, así que el lector puede esperar en estas líneas un bonito chaparrón de SPOILERS.

Lo primero es lo primero: ¡Nop! es Tiburón en el cielo. Esto es así. El rollito Encuentros en la tercera fase es evidente porque tratamos con un ente cabrón from outer space. Pero una vez se descubre que el enemigo está abonado a la clasificación de Bicho Gordo Con Gusa Importante en lugar de a la de Nave Extraterrestre Con Intenciones Inciertas, la película juega a desarrollar la caza. Y lo hace muy bien. Porque ese «Tiburón en el cielo» es un concepto que si te lo agarran los ejecutivos habituales de Hollywood son capaces de convertirlo en una de Jason Statham arreando hostias y patadas voladoras a un nubarrón troposférico gordote con dientes. Peele, en cambio, idea un incidente de horrores inabarcables que arranca con un mono en modo berserker masacrando al reparto de una telecomedia, y continúa con los excrementos de un alienígena convirtiendo en accidente mortal el clásico mito de la moneda cayEndo desde las alturas y abriendo un butrón en la cabeza.

En lo que respecta a la herencia de Tiburón, la película de Peele se demuestra muy inteligente al reinventar con picardía los conceptos utilizados por aquel Spielberg subacuático: en cierto momento de ¡Nop!, da la impresión de que la guirnalda de banderitas que cuelga de la nube malvada ejercerá una función similar a los barriles que alertaban de la presencia del animal en Tiburón. Pero poco después descubrimos que, en realidad, serán los muñecos inflables, de motor eléctrico sensible a la cercanía del monstruo, los que realizarán la misma labor que los mencionados barriles en la cinta del 75: advertir de que la criatura está cerca y la cosa se va a poner chunguísima. La sensación de peligro constante es otra virtud de Tiburón de la que Peele parece haber tomado nota para replicarla aquí sobre un escenario invertido, donde la alimaña está encima de nosotros en lugar de debajo.

La otra influencia directa reconocida es la película Señales de Shyamalan por razones evidentes: ambas obras presentan una amenaza alienígena en un paraje aislado, alejado de las multitudes y con pocos personajes rondando por ahí. La escena en la que O. J. descubre intrusos en su establo es bastante Shyamalanesca en su puesta en escena, y logra dar verdadero miedo antes de desvelarse como un golpe de efecto con gracia. Pero, como decíamos más atrás, lo bonito es que el director de ¡Nop! tiene mucha más maña e inteligencia al escribir el libreto que aquel Night Shyamalan que filmó en El incidente a gente discutiendo sobre los peligros de que te eche el aliento un ficus. Un ejemplo del inteligente detallismo de Peele es el discurso de Em durante los primeros minutos de ¡Nop!: la mujer expone la historia de su «tataratatarabuelo», olvidándose de pronunciar un «tatara» adicional al mentar el parentesco. Se trata de un despiste que no es casual, sino que tiene lugar porque lo que está haciendo el personaje es repetir el discurso que habitualmente recitaba su padre recientemente fallecido, una cháchara que ella ha escuchado miles de veces y repite al pie de la letra.

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¡Nop! Imagen: Universal pictures.

El resto de fuentes de las que se alimenta ¡Nop! empapan la historia de manera más o menos evidente: el diseño del alienígena al expandir su cuerpo está inspirado en los ángeles de Neon Genesis Evangelion; de King Kong, Jurassic Park y El mago de Oz se toma prestada la idea del espectáculo como evento de masas imperdible, «quería crear algo que la gente tuviera que venir a ver», aclaraba el director; del cine de John Carpenter se agarra al actor Keith David (Están vivos y La cosa) para ofrecerle un rol fugaz pero importante; de Buck y el farsante se rescata la idea de ofrecer héroes negros en el mundo del wéstern; y de aquella Akira de Katsuhiro Ôtomo se calca el famosísimo derrape en moto, ese patinazo molón quemando caucho que probablemente sea la escena más homenajeada de la historia si nos remitimos a pruebas como este vídeo.

Pero Peele no se limita a componer su película remezclando retazos ajenos, porque hasta el «Tiburón en el cielo» que enarbolamos aquí es más una idea conceptual que un plagio directo. Lo cierto es que el realizador es muy hábil a la hora de tejer el misterio, y muy mañoso creando una colección potente de imágenes propias donde destacan cosas como la lluvia de vísceras y sangre sobre la casa del rancho; la inquietante aparición de una actriz desfigurada; el monstruo devorando fuera de plano al público de un show mientras el presentador permanece embobado en primer término; el ataque de Gordy en el plató televisivo, contemplado desde un escondite bajo una mesa; o la forma de rodar a los personajes huyendo del alien, filmando desde el suelo, espiando entre las tablas de los cobertizos y con la mirada siempre puesta en el cielo.

El libreto que firma Peele funciona bien pese a no ser perfecto. Al hombre le gusta cerrar círculos y dedica su tiempo a ello, por eso la película se inicia con la explosión de un globo de cumpleaños que convierte a un mono en un monstruo carnicero, y se termina con la explosión de otro globo que convierte en material de carnicería a un monstruo. Pero ese mismo guion no está exento de cosillas tan vergonzosas como el ridículo destino de Holst, un hombre que decide convertirse en merienda de extraterrestre sin venir mucho a cuento porque patata. Y en la trama también se hace uso de algunas argucias cuestionables, como el personaje del reportero de TMZ, que aparece de la nada únicamente para hacer avanzar la acción en una dirección concreta.

Pero en general uno se lo pasa bien durante dos horas, y a eso es a lo que habíamos venido. También es divertido ver a los críticos, opinólogos y al público tratando de descifrar qué creen que es lo que nos quiere contar el director en realidad. Aventurando que están ante una fábula sobre la ingobernabilidad de los instintos animales, sobre una cultura del showbussines que devora a la gente, sobre la fama a cualquier precio, sobre las obsesiones o sobre el duelo tras la pérdida. Quizás todos tienen razón, o quizás le están dando demasiadas vueltas a cosas que no giran. A lo mejor también basta con quedarnos con lo de «Tiburón en el cielo», sentarnos en el cine y disfrutar.

¿Es Peele el único director contemporáneo interesante hoy en día? Ni de coña, hay cientos de creadores extraordinarios haciendo cine fabuloso. ¿Es Peele el único director de blockbusters interesante hoy en día? Síp. ¡Nop! ha sido el estreno original (es decir, que no es secuela de una franquicia o primo de algún superhéroe) que ha recaudado más millones en su fin de semana de debut desde hacía unos cuatros años… cuando dicho logro lo ocupaba Nosotros, del mismo director.

En el fondo ¡Nop! les ha salido juguetona y entretenida hasta en el marketing: Ojo al elemento escondido en este póster promocional protagonizado por Jupe, porque después de ver la película está bastante claro que lo que tiene el hombre en la cabeza no es un sombrero.

Nop
Póster de ¡Nop! con sorpresa incluida.

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5 Comments

  1. A nosotros nos aburrió soberanamente. Guión alocado y sin ritmo alguno con muchas escenas que no encajan con el resto; personajes con cero carisma, que te da lo mismo si los matan a todos, si les toca el Euromillón, o si pasan del tema y se hacen funcionarios en la otra punta del país; montaje y fotografía cargados de barroquismo y pretenciosidad; diálogos insulsos y aburridísimos… La edición de sonido fantástica, eso sí.

    Por lo que leo por ahí, parece que gusta más a la crítica profesional que a los espectadores, o al menos es más homogénea al respecto. Igual si supiese más de cine entendería las referencias que maneja Peele y me hubiera divertido más, pero a día de hoy parece una película más orientada a los que están en el mundillo, al estilo de Birdman.

  2. Joseba

    Y el zapato que levita? Esa referencia, claramente sacada del monolito de Kubrick, es la clave de todo.

  3. José Antonio

    A mí me ha gustado. Creo que estamos ya tan domesticados con efectos especiales apabullantes y ritmos frenéticos en este género que una película que se lo toma con calma va a contracorriente, y ese es su mérito también.

  4. Tergiversador de Enredos

    Estoy de acuerdo en que Jordan Peele puede ser el nuevo Shyamalan; especialmente, en el hecho de que cada nueva película le sale más aburrida que la anterior.

  5. de ventre

    En la Sexta, a media tarde, dan los sábados pelis de serie z de catástrofes, monstruos y todo eso («lavalántula», «tiburón gigante contra pulposaurio» y cosas así). Son muy malas, pero son muy divertidas … NOP es muy mala, pero no te hace reír, no te entretiene, ni da miedo, ni nada. Una gran decepción: no puedo entender que tenga buenas críticas… Dos mujeres mayores con las que coincidí a la salida de la sala me preguntaron: «»¿nos devolverán el dinero?»… con que me devolvieran el tiempo perdido me bastaría. HUID, INSENTATOS!

    J

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