En la mañana del 27 de septiembre de 2020, Azerbaiyán lanzó una ofensiva con la que pretendía cerrar para siempre el conflicto más longevo de la antigua URSS: Nagorno Karabaj. A principios de la década de 1990 del siglo pasado, la desintegración del gigante soviético detonó una cadena de terremotos étnicos desde Moldavia hasta Tayikistán. A medio camino, el Cáucaso se rompió en mil pedazos: Abjasia, Osetia, Chechenia, Ingusetia… En Nagorno Karabaj estalló una guerra que ganaron los armenios y que provocó el desplazamiento forzoso de más de medio millón de azeríes. Tres décadas más tarde cambiaban las tornas: la Blitzkrieg de Bakú era una maquinaria engrasada por soldados regulares y mercenarios sirios respaldados por artillería pesada y drones turcos e israelíes de última generación. Bastaron tres días para acabar con prácticamente todo el sistema antiaéreo armenio y seis semanas para el acuerdo de paz trilateral (Armenia, Azerbaiyán y Rusia) que puso fin a uno de los capítulos más dolorosos en la historia reciente de Armenia. El fotoperiodista Ricardo García Vilanova fue evacuado junto a los últimos informadores que quedaban en Stepanakert, la capital del enclave. Esta es la crónica de las últimas horas en la ciudad.
1. Hace ya tiempo que se cerraron las escuelas y guarderías. Estos son los últimos niños que quedan en la ciudad y están a punto de abandonarla junto con sus padres. Lo habrían hecho antes, dicen, pero la niña tuvo que ser atendida en el hospital y todo se ha retrasado más de lo debido. Saben que el corredor de Lachín —la carretera que une el enclave con Armenia— es uno de los objetivos principales del enemigo y quieren salir antes de que sea demasiado tarde.
2. Los civiles se turnan para recoger arroz, patatas, azúcar y otros alimentos básicos en el ayuntamiento de Stepanakert. Las tiendas están cerradas o vacías. En la de David Harutunyán solo quedan chucherías y las chocolatinas más caras. «No es que la tienda esté abierta, sino que vivimos aquí», nos dice. Su casa estaba en el quinto piso del mismo edificio hasta que fue destruida por un cohete.
3. Los funerales suelen ser de 12.00 a 13.00 horas. A veces es un visto y no visto; otras, una ceremonia en la que la sirena antiaérea despoja de toda solemnidad a la última despedida. Apenas hay sacerdotes porque la mayoría de ellos han sido evacuados de la ciudad junto con las mujeres y los niños.
4. El corredor de Lachín ha caído en manos azeríes y las opciones de abandonar Stepanakert son mínimas. El sonido lúgubre de la sirena que alerta de un nuevo bombardeo es ya tan recurrente que se corre el riesgo de acostumbrarse peligrosamente a ella y no buscar refugio en un sótano.
5. Voluntarios se refugian en un sótano de un edificio en Shushi mientras la ciudad es bombardeada constantemente. Shushi es un enclave estratégico crucial, ya que se encuentra en la colina que domina la capital, y justo en el corredor que comunica el enclave con Armenia. «Tenemos rifles para luchar contra drones» es la frase más repetida y la que mejor resume la situación.
6. Un soldado es trasladado al hospital después de ser herido en la línea del frente, en las afueras de la ciudad. Tiene la barba gris, por lo que se da por hecho que también combatió en la guerra de la década de 1990. Dicen que entonces se veía al enemigo, que se combatía cuerpo a cuerpo. ¿Llegaremos a verlos cuando entren en la ciudad? Por el momento, el enemigo sigue siendo invisible.
7. Dos familias viven en la misma casa cerca del aeropuerto después de que una de ellas perdiera la suya tras un bombardeo. No esperábamos ver niños en la ciudad. El resto de ellos está ya en Armenia esperando a que todo acabe para poder volver. ¿Podrán volver?
8. El reloj se ha parado a las 15.00 horas del 7 de noviembre. «Estamos comenzando la evacuación. Diríjanse inmediatamente al centro de prensa», dice el mensaje de WhatsApp. Descubrimos que había más gente en Stepanakert de la que pensábamos. Casi todos son ancianos. Algunos salen por primera vez a la superficie en días, o semanas, envueltos en las mismas mantas con las que se han protegido del frío. ¿Y estos soldados? ¿Van o vienen? No hay respuesta.
Estas guerras olvidadas nos hacen recordar que «muertos ordenan a vivos lo que deben hacer», idea opuesta a lo que razonaba Orwell y a lo que Foucault exigía.
¡Lujazo de trabajo en lujazo de revista!
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