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Conversaciones entre amigos (que no se dicen nada)

Conversaciones entre amigos
Conversaciones entre amigos. Imagen: HBO.

Partamos de la base de que analizar una parte (los cinco capítulos puestos a disposición de la prensa) de un todo (los doce que componen la serie completa), cuando ese todo además está basado en algo que sí se conoce en su conjunto (la novela original) es complejo y puede conducir al patinaje. Pero allá vamos.

Recientemente HBO estrenó la serie Conversaciones entre amigos, basada en el primer libro de la irlandesa Sally Rooney. Una docena de entregas de media hora, a una por domingo, contarán la historia de Frances y Bobbi, dos universitarias que en el presente son amigas y en el pasado fueron pareja. Durante una performance en la que ambas interpretan los poemas que escribe Frances, conocen a Melissa, una ensayista que admira su talento y las introduce en su vida social y personal. Mientras Bobbi muestra cada vez más interés por la encantadora Melissa, Frances se da cuenta de que se siente atraída por su marido: Nick. Y descubre que la atracción es mutua. Se nos presentan así cuatro personajes con historias que se entrelazan tenazmente, con equilibrios complejos entre ellos e intimidades repletas de temores.

Si por algo se distinguen las relaciones de las novelas de Sally Rooney es por la aplastante ausencia de comunicación que existe en ellas, la misma que experimentamos el resto de los mortales en el día a día. Es decir, se habla mucho, se cuentan cosas, se analiza la situación del mundo actual pero la gente en realidad no dice lo que quiere decir. En cambio, sus personajes son los reyes del balbuceo, los silencios y, sobre todo, las réplicas feroces y defensivas. ¿Por qué decirle a la persona que amas que la quieres cuando puedes espetarle que te da igual no volver a saber de ella, no vaya a ser que no te corresponda? Rooney es la reina de plasmar en papel lo mal que nos explicamos en la vida real.

Pero, aunque sus diálogos son verosímiles y su forma de enmarcarlos parece ser cinematográfica, no es tan fácil adaptar una historia en la que el ochenta por ciento de la información real la está dando la narradora, en primera persona, porque es incapaz de exponerla con la misma facilidad a otro ser humano.

Cuando Rooney adaptó a televisión, junto a la dramaturga Alice Birch, su segunda novela, Gente normal, dijo en una entrevista que le parecía más complicado escribir para un medio audiovisual porque no podía contar qué pensaba exactamente el personaje, sino que tenía que «dramatizar desde fuera». En una reflexión posterior admitía que eso le parecía muy interesante porque es la forma en la que conocemos al resto de los seres humanos: «En la vida real solo podemos observar su comportamiento, no meternos dentro de su cabeza».

Los diálogos de Conversaciones entre amigos (novela) están vacíos de información. La voz de Frances es la que ayuda al lector a entender qué ocurre, confesando que se rompe por dentro cuando parece ser de hielo o revelando cómo el pasado ha propiciado algunos de los dramas del presente. Es Frances, hablándonos al oído, quien nos dice que ella, en realidad, cuando actúa no es ella misma, sino una versión acorazada de su cuerpo.

En los pocos capítulos de la serie vistos hasta ahora, parte de esa carencia de contexto que el espectador necesita conocer se ofrece mientras Frances le cuenta cosas a Nick. Y asusta pensar que ese sea el recurso elegido, porque la esencia de esa pareja es que no saben comunicarse. Precisamente los avances en su relación se producen cuando bajan sus defensas y se sinceran el uno con el otro, pero son momentos excepcionales que se tratan como tales y que poco a poco van cimentando la confianza que desarrollan el uno en el otro. Es extraño detectar esa modificación en la pantalla por lo infiel que es la solución con sus protagonistas, pero sin ver la serie completa es complicado juzgar si los cambios están justificados por conseguir un objetivo mayor (captar un sentimiento, una sensación global) o si, por el contrario, hacen que las relaciones en la serie se entiendan peor.

Conversaciones entre amigos llega un año después de la adaptación de Gente normal, una serie alabada por crítica y público. Además de encontrarnos ante otra obra con las características de Rooney, muy dublinesa, íntima, naturalista, repleta de silencios raros, tras las cámaras vuelve a colocarse Lenny Abrahamson, director y productor de Gente normal. La mencionada coguionista Alice Birch hace también lo propio en esta nueva serie. Y una se pregunta si hubiese salido algo diferente de haber contado con gente… diferente.

Conversaciones entre amigos
Conversaciones entre amigos. Imagen: HBO

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Porque Conversaciones entre amigos (que no debería comparar con el material original ni con la serie anterior, pero lo estoy haciendo) refleja el mundo de Rooney tan bien como Gente normal (serie), hasta el punto que parece la cara B del mismo álbum. Y eso, según vayan pasando las semanas, puede dar la sensación de que esta serie es algo «ya visto», o incluso un «contenido adicional» al libro, en vez de un producto audiovisual con identidad propia.

Veremos.

Hay quien en la actualidad se queja de que los jóvenes (y no tan jóvenes) incluyen en las conversaciones la expresión «es que es TAN YO» para definir su conexión con algo que han visto, escuchado o leído. Lo critican como si esas palabras fuesen el ejemplo perfecto del desmedido ego que nos acompaña en este siglo XXI («claro, Cervantes estaba pensando en ti cuando escribió el monólogo de la bella Marcela»). Pero ¿acaso nuestro aprecio por ciertos libros, películas, obras de arte, canciones o series de televisión no viene dado por haber pensado, si no dicho, a lo largo de los siglos exactamente eso: «Es que esta serie es TAN YO»? ¿Acaso es ahora cuando alguien confiesa por primera vez que, al escuchar una canción, siente que el autor la ha compuesto para él, para su vida en ese instante concreto? Si fuese así, un fenómeno reciente, Nick Hornby no tendría la carrera que tiene.

La precisión a la hora de escribir que distingue a Sally Rooney provoca muchos de esos momentos durante su lectura. Y de momento hay que alabar que, igual que ella se detiene en los detalles que definen una situación, Abrahamson y su equipo han hecho lo propio con las imágenes, y logran plasmar en la pantalla los infinitos y minúsculos miedos que se desarrollan a la hora de abordar una nueva relación. La cámara se recrea en lo extrañas que son las dinámicas iniciales entre dos personas que quieren estar juntas y no saben cómo hacerlo. Todos nos podemos identificar con la permanente necesidad que Frances tiene de mirar el teléfono en la cola del supermercado para ver si Nick le ha escrito, igual que entendemos que cancele otros planes «por si acaso» se topa con su objeto de deseo.

De momento, sin trasladar frase por frase la narración de la novela a la pequeña pantalla, Conversaciones entre amigos es una serie agradable que consigue encender la chispa con la que luego prenden las palabras de la irlandesa. Quedan demasiados capítulos como para intentar hacernos una composición de lugar completa.

Conversaciones entre amigos
Conversaciones entre amigos. Imagen: HBO

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