Una inteligencia artificial denominada Dall-E 2 es capaz de crear en segundos imágenes hiperrealistas tipo ilustración a partir de un concepto verbal. Añadir elementos a una imagen ya creada, también a partir de las palabras que le suministres. O crear una versión nueva de un original. En resumen, si le proporcionas las instrucciones adecuadas te convierte en ilustrador. Tan solo precisas las ideas.
Tan locas como se te ocurren, esta IA las creará para ti sin límites. Un koala rematando en una canasta, un mono haciendo la declaración de la renta, un androide pintado por Picasso. También elaboraciones sobre el estilo de un clásico, como «un zorro sentado al atardecer pintado al estilo de Claude Monet». El sistema es capaz de entenderte, establecer la relación entre fotografía y texto, identificar los elementos necesarios en las imágenes que circulan por internet, a partir de las etiquetas que las describen, fusionarlas, y devolverte un resultado. En menos tiempo del que tardaría un humano.
En realidad no es nuevo. Hace un año la versión 1 ya lo hacía, con un resultado algo burdo. Ahora, después de doce meses de entrenamiento continuo, ha aprendido a establecer mejor las relaciones entre conceptos, crear una unidad, y en apariencia comprender los conceptos de profundidad y dimensiones. Pero como hablamos de imágenes artísticas, no podemos quedarnos en la excelencia técnica de la IA. Como artista es, simplemente y llanamente, mediocre.
La exposición de sus resultados en Instagram no alcanza la calidad para incluirlos entre los fondos de un banco de imagen, y ser comercializados. Algunos carecen de expresividad. Otros de estilo. Ni siquiera tratando de copiar a los clásicos -lo han intentado con Klimt y Seurat, además de Monet- se acercan mínimamente a una copia digna. Pero que eso no nos tranquilice. Un sistema de aprendizaje basado en deep learning es como un niño en desarrollo. Tarde o temprano se hará grande. Hoy la mayoría de imágenes que Dall-E 2 genera pueden pasar por las de un ilustrador que está empezando. Incluso a veces da con algo bueno, como el mapache astronauta que contempla las estrellas.
Lo que convierte este avance en noticia es la precisión del resultado, que ahora ya es indistinguible del que podría conseguir una persona.Esto no solo se ha logrado en el campo de la expresión plástica. En los últimos siete días ha habido avances significativos en la aplicación de la IA a trabajos creativos humanos.
Los libros ilustrados
Fabian Mosele es un artista poco conocido, pero al que podemos tomar de ejemplo porque usa solo herramientas de IA para crear a partir de sus ideas. En este caso, un libro de cuentos ilustrados donde con una aplicación genera el texto y con otra las ilustraciones que lo acompañan. Bajo la simplicidad de las historias y sus fallos narrativos elementales hay un sustrato interesante, y hasta me atrevería a decir que cierta capacidad literaria, la de observación del tiempo presente. Como en «El tuit que destruyó Twitter». La inducción al suicidio de un usuario al que le gustan unos nuggets de pollo demasiado salados lleva a la gente a abandonar masivamente la app. Como la IA se nutre de internet, la historia, aunque ingenua, podría haberla escrito un humano que esté al día. De hecho tiene el estilo de la que podría haber hecho un niño de once o doce años.
Las noticias diarias
Mosele ha usado GPT-3 para generar el texto, otra de las IAs de la empresa OpenAI, los creadores de Dall-E 2. Muchos periódicos la tomaron de referencia para automatizar la creación de sus contenidos más elementales, como el resultado de un partido deportivo o las variaciones de cotización en las diferentes bolsas e índices. La mayoría de grandes cabeceras han desarrollado las suyas propias.
Robin Sanders, investigador en la Universidad Libre de Bruselas, ha creado un cuestionario en el que invita a distinguir entre noticias con el mismo contenido, y elegir las redactadas por un humano o una IA. Aunque no está concluido, por el momento la mayoría de participantes solo alcanza un 40% de aciertos. Yo llegué al 50%, confundido por el hecho de que en dos casos el artículo humano tenía peor calidad que el de la IA. Hoy leemos textos a diario que los editores han supervisado, pero que ninguna persona redactó, y es casi imposible saberlo. El fenómeno es aún pequeño en español, pero de una dimensión enorme en inglés.
Pero la aplicación diaria de la IA en nuestra vida cotidiana no se limita a lo cultural, artístico e informativo. Una empresa vietnamita ha probado a formar a sus empleados en ciencia de datos, consiguiendo que un 40% de ellos lo completara con éxito, frente al 20% habitual, y en la mitad de tiempo. El secreto, haber sustituido al profesor humano por una IA. La capacidad de la máquina para asesorar individualmente al alumno y adaptar los contenidos a su avance fue decisiva.
La contabilidad
Kristin Reinke, directora financiera de Google, ha explicado al hilo del lanzamiento de Dall-E 2 que ellos tienen previsto automatizar completamente todos los procesos del departamento financiero. Ya lo han hecho con análisis de riesgos y contabilidad, y la directiva predice un futuro en que sus empleados no tendrán que hacer tareas rutinarias. Tampoco necesitarán tantos como ahora.
No es distinto a otros procesos automatizados como los que las firmas de inversión aplican a la selección de inversiones, detrás de cuya recomendación ya no hay un analista. Tampoco en las selecciones de resultados de productos o servicios, electrodomésticos clasificados por consumo, coches más ecológicos, ofertas de nuevos casinos online, casi todo lo imaginable puede ser catalogado y a veces incluso reseñado por las IAs. Por no hablar de esa faceta más siniestra, la de las armas autónomas, que se señalan como imprescindibles en la nueva guerra tras analizar lo que ocurre en Ucrania.
Pero como siempre ocurre en la presentación de tecnologías que se vuelven virales, hay que poner en contexto la revelación de Dall-E2. La empresa que la ha generado, OpenIA, era un proyecto abierto que ahora quiere reconvertirse en una empresa con ánimo de lucro. Para conseguirlo precisan pagar a los desarrolladores de IA los sueldos de mercado, que actualmente alcanzan el millón de euros anuales, cuando no lo superan. Los desarrollos espectaculares solo se lograrán con personas brillantes y bien pagadas, y esta presentación viral de imágenes generadas automáticamente es un paso más para conseguirlo. Mezcla de acción de marketing y una muestra de habilidades, lo que ya se ha convertido en una tónica empresarial entre las punteras de tecnología.
Hay también una variante de abuso, o tal como ahora la definen en el MIT, un nuevo «colonialismo de la IA». Los países desarrollados tecnológicamente y con potencia para desarrollarla extraen los datos necesarios para que exista de los países pobres. El reconocimiento facial ha aprendido en Sudáfrica, donde está creando un nuevo apartheid digital. La selección manual hecha por humanos en aplicaciones de aprendizaje de las IAs, imprescindible para superar las limitaciones del software y los algoritmos, se pagan con sueldos de miseria en Venezuela. El futuro que se presenta para el trabajo de ilustradores y artistas no es mucho más halagüeño.
Cuando Deep-E alcance la versión 3, o la 4, o la que sea, y alcance su plenitud de calidad, la mayoría de artistas plásticos dejarán de ser necesarios. O bien quedarán unos pocos, muy bien pagados y buscados, o bien todo se reducirá a una actividad laboral precaria y solo posible en países pobres, como los dos citados. No mucha mejor suerte espera, cuando GPT-3 siga mejorando, a los que escribimos. Este es también colonialismo, uno cultural, en que las tecnológicas crean a partir de las obras originales de los autores, que sirven para el aprendizaje de las redes neuronales y el desarrollo de la IA.
Estamos al principio de un camino lleno de incertidumbres. Y la IA es apenas el arranque del mismo. Un meme reciente del viñetista canadiense Graeme MacKay lo ilustra a la perfección. Muestra una ciudad costera ante una serie de sucesivos tsunamis, cada uno más grande que el anterior. El primero, el covid, seguido por la recesión, el cambio climático y finalmente la AGI. Acrónimo en inglés de inteligencia artificial fuerte, esa que igualará o superará la humana. Todavía es una hipótesis, pero no existe ninguna evidencia que impida pensar en su posible desarrollo futuro. Peter Voss, investigador y especialista en IA, siempre ha sostenido que la AGI tendrá además conciencia, pues para ser capaz de tomar decisiones tiene que poder evaluar sus propias decisiones, y estimar sus efectos. Como cualquiera de nosotros hacemos continuamente.
Pero no necesitamos llegar tan lejos, de momento basta una simple IA para comenzar a sustituirnos. Qué haremos después. Cómo gestionar un futuro, cada vez más cercano, en que nuestro trabajo, resultado intelectual de nuestro pensamiento y aprendizaje, encuentre en el mercado laboral a un competidor tan formidable.
Tres de los párrafos de este artículo han sido generados en inglés con GPT-3 a través de la aplicación copysmith, traducidos y editados después para incorporarlos al contenido.