Arte y Letras Filosofía

Soñar el origen

Soñar el origen
Ilustración: Trinidad Ballester.

El origen de los cuentos se remonta a la costumbre de relatar los sueños. (C. G. Jung)

Hoy he soñado con un torrente de colores, tamaños, formas, brillos y sombras. He soñado con un océano de sonidos como voces sin palabras, con sensaciones y temperaturas… He sentido un pensamiento trabajoso y pesado que rondaba mi cuerpo como un viento circular de ideas repetidas. 

Tengo conciencia de que he soñado con el origen de la vida, con lo que había al principio, antes de que las cosas fueran nombradas. Y lo sé como se saben las cosas en los sueños.

De repente, mi imaginación comienza a destilar palabras, es el momento en el que los colores, los sonidos y todas las cosas comenzaban a nombrarse.

Tengo la imagen de un gran reloj de arena desde cuya parte superior caen las figuras, los colores, las voces, las sensaciones y las emociones… todo lo que había antes del lenguaje.

En la parte de abajo de ese reloj de cristal, todo se va transformando en las palabras que nombran las cosas, que así, de algún modo, pasaban de estar a existir.

Ahora comprendo cómo las cosas adquieren su nombre y lo sé porque lo veo, lo oigo pasar por la breve cintura de cristal del reloj de arena.

Y en ese instante vívido, en el que me hallaba más consciente que nunca…

Me he despertado.

A veces para defender por qué hacemos lo que hacemos recurrimos al argumento de que siempre se hizo así. El mito, como categoría simbólica tiene relación con esta idea. También es cierto que esta línea argumental bloquea a menudo el interés científico acerca de cómo funciona la realidad, pero resulta práctico incluso para que nos dejen hacer lo que nos venga en gana. 

El mito es un relato que defiende que hubo una primera vez que alguien lo hizo de ese modo. Y además, si ese alguien es una entidad sagrada mejor, porque supone un excelente atajo para zanjar rápidamente cualquier discusión entre seres mundanos acerca de cómo deben hacerse las cosas. 

Normalmente, el mito alude a situaciones tan primigenias que ya no se pueden comprobar. Son anteriores a la historia documentada. No quedan testigos ni escenarios que podamos verificar. De hecho, solo podemos conocer personas que nos recuerdan la huella que dejó el mito original pero no podemos acudir al origen.

En ocasiones el sueño nos permite recuperar esa primera vez. Nos posibilita asistir al episodio en el que se fundó esa manera concreta de hacer las cosas o el inicio de un comportamiento que ahora parece discutible. De este modo podemos dar cuerpo a esa intuición. Mediante el relato onírico podemos explorar una versión intuitiva sobre cómo fue la primera vez que ocurrió algo y que fundó el método de cómo deben hacerse las cosas o cómo funciona la realidad.

El sueño descrito arriba aborda el nacimiento del lenguaje y cómo este hecho persiste en la mente humana. Nos remite a la doble estructura lingüística: Por un lado, está el plano perceptivo que se produce a través de los sentidos. Por otro lado, el plano interpretativo, que asigna un texto a lo que hemos percibido.

Gracias por este jardín nocturno

que visito en mis desvelos

donde las alas del sueño

van pintadas de palabras

de nomeolvides

y de nomeacuerdos

y de palabras descalzas

(Trinidad Ballester)

Tenemos un dispositivo cerebral que activa la sensación de satisfacción interna cuando las palabras nombran adecuadamente lo que percibimos de la realidad. Este intento permanente de relatar la experiencia vital es el objetivo esencial de las artes escénicas, narrativas y pictóricas. Lo conocemos también con el término de aprendizaje, que se produce cuando el relato coincide con la impresión que tenemos del mundo circundante. Aquí se produce el estado de eureka, que significa: ¡lo encontré! Se refiere a la experiencia del sabio cuando se da cuenta del principio científico que andaba buscando y que va acompañada de una intensa emoción y del deseo de mover el cuerpo.

En otro orden de cosas, se conoce como la «travesía del fantasma»1 al hecho de experimentar un impacto sensorial para el que no tenemos palabras que lo expliquen. Alguien me describió su miedo como la experiencia de sentirse envuelto en un viento de color naranja. Cuando percibía esto, el pánico le inundaba. La distancia de esta imagen con respecto al discurso que pudiera explicar de dónde venía este miedo es lo que disparaba el pánico.

El fantasma puede construirse por cualquier vía sensorial con la que percibimos el mundo. El impacto de una imagen interna que nos deja helados, o la percepción de un sonido que nos transporta a escenarios imaginarios cargados de intensas emociones. O la sensación de presión en el pecho que nos trae a la memoria la cadencia de la voz de un ser querido que hace tiempo que murió. 

Lo esencial para consolidar la presencia fantasmal es que no tengamos palabras que lo expliquen. Los fantasmas se crean en la zona de la casa no habitada. En esas habitaciones olvidadas, desordenadas y poco ventiladas es donde se produce la vida espectral. 

Ahora bien, ¿por qué se produce este fenómeno? Podemos encontrar una vía de explicación en el hecho de que en los primeros años de la vida los niños no comprenden el significado de muchas palabras, a la vez que su modo de procesar la realidad es altamente sensorial. 

En muchas ocasiones, la palabra va acompañada de gestos congruentes con respecto al mensaje. Pero otras veces, la palabra va por un lado y el gesto por otro. Incluso a veces, el gesto niega lo dicho verbalmente. El niño aprende que la comunicación con el adulto es a veces confusa y, sin embargo, archiva estas experiencias de comunicación en la carpeta de lo habitual en la comunicación con sus mayores.

Esto supone una vía de entrenamiento esencial en el aprendizaje. De este modo, el niño percibe lo que sus padres le quieren decir, pero no le dicen expresamente. El contexto familiar es un nido fértil de construcción de fantasmas, ya que en su ambiente se producen muchos mensajes insinuados que no han sido formulados. Discursos que solo tienen verificación por la vía gestual.

Otras veces ocurre que el mensaje ha sido silenciado por censuras vinculadas al miedo, la vergüenza o la culpa y con el paso de las generaciones es muy difícil volver a recuperar el texto.

Hay mensajes que pasan de generación en generación por la vía no verbal y pueden llegar a producir desórdenes emocionales difíciles. Especialmente a partir de la tercera generación, a partir de la cual es mucho más complicado acceder al relato de lo que ocurrió. La primera generación es la que sufrió el trauma y suele guardar silencio para no recrear la tragedia. La segunda generación nota el sufrimiento de sus antecesores, pero guarda silencio normalmente por respeto. Sin embargo, aquí aún estamos a tiempo de recuperar el texto mediante la activación de la memoria. Es a partir de la tercera generación cuando este acceso se hace más difícil.

Este es el caso de situaciones de daño producido por la violencia política2 que puede extenderse a través de muchas generaciones, las consecuencias se fraguan con la condición de que no sea fácil acceder al texto. Uno de los mayores daños psicoemocionales que puede producirse en situaciones de estrés político es el desencadenado por el hecho de prohibir a la población afectada que hable de ello, incluso en contextos privados. El silencio activa la imaginación que, con el exceso se puede volver desbordante, a no ser que el discurso acuda a explicar el encuentro de la persona con sus mitos y arquetipos. Un encuentro sin filtros que puede ser difícil de soportar.

El sueño descrito arriba evoca un modo de recordar las palabras sobre experiencias que no hemos sido capaces de nombrar o simplemente hemos olvidado hacerlo.

A veces, la sensación de angustia vital es una señal de alarma que simplemente quiere recordarnos lo importante que es nombra la realidad para darle sentido3


Notas

(1) Dylan Evans. Diccionario introductorio de psicoanálisis lacaniano. Pág. 90 Paidós.

(2) Clara Valverde, C. (2014): Desenterrar las palabras. Transmisión generacional del trauma de la violencia política del siglo XX en el Estado español. Barcelona: Icaria.

(3) Steve de Shazer (1994). En el origen las palabras eran magia. Barcelona: Paidós.

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