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Vernephilia (una transacción epistolar)

vernephilia

Cuesta diecisiete mil cincuenta libras esterlinas, unos veinte mil euros al cambio, pero no se deje asustar por el precio, escuche la historia de este libro. Es un ejemplar extremadamente raro de Veinte mil leguas de viaje submarino, publicado en 1873 por la editorial londinense Sampson, Low, Marston & Searle. La primera edición en inglés de este clásico que, de hecho, fue la versión utilizada para elaborar la tan exitosa edición norteamericana. Está ilustrado con ciento doce láminas en blanco y negro lo que no siempre es común pero los editores de la época lo habían enfocado, como es natural, a un público juvenil.

Esto explica también que la mayoría de estos ejemplares se hallen bastante mal conservados, pero no es el caso. Este ejemplar en octavo mantiene la sobreimpresión dorada en los bordes y el título, la portada es la original, de tela marrón con ilustraciones de medusas, cefalópodos y ballenas. Tiene un cierto desgaste en las juntas interiores y en la encuadernación pero, como decía antes, estos libros suelen llegar a nuestros días muy maltratados. La elegante caja, de cuero marroquí, es más moderna. Fuera de Canterbury encontrará ejemplares anteriores de Jules Verne, algunos en buen estado. Hay una librería en Salisbury que proclama tener uno de los tres primeros ejemplares en inglés de Cinco semanas en globo, de 1870 —los otros dos están en la Biblioteca Británica y en el Victoria & Albert Museum—. Es un ejemplar valioso, sin duda, y su precio no es exorbitante, pero no puede compararse a este. De coleccionista a coleccionista; esta edición es canónica.

Re: Consulta sobre un Verne

¿Conoce los maravillosos desnudos que pintó Amadeo Modigliani? Fueron totalmente idea de su marchante, de hecho, el pintor se resistía a hacerlos. Lo sé, es increíble. Había demanda para esos desnudos en el París de la época y bueno, un artista tiene que comer, pagar las facturas, ya sabe. Y lo de Jules Verne, mundialmente reconocido precursor decimonónico de la ciencia ficción, no fue más que otra estrategia editorial que funcionó. No se confunda. Lo sé, es triste ver el mundo de esta manera, pero alguien tiene que quitarle la venda de los ojos.

Aunque los datos históricos al respecto son escasos, una ardua investigación llevada a cabo hace apenas una década por el señor Norman M. Wolcott, miembro de la North American Jules Verne Society, revela que, en 1865, el capellán Lewis Mercier se vio frente a una sorprendente deuda de doscientas cincuenta libras, para cuyo pago accedió a un préstamo de lord Leigh de Stoneleigh, el terrateniente más rico de Inglaterra, a pagar semestralmente con un 12% de interés (quince libras) durante cuatro años.

Además de capellán del Hospital Foundling para niños desamparados —demolido circa 1926 cerca de lo que hoy es Brunswick Square, en Londres, para construir un mercado de pescado que nunca llegó a erigirse—, Mercier era un notable académico religioso y padre de nueve hijos. El hospital era, por entonces, la institución caritativa más importante del país. En aquella misma capilla que Mercier regentaba, Georg Friedrich Händel había acudido anualmente, décadas atrás y mientras le quedaron fuerzas, para dirigir su Messiah

Mercier había persuadido a lord Stoneleigh con que pronto sería ascendido de su capellanía, lo que le permitiría hacer frente más cómodamente al pago del préstamo y los intereses. Sin embargo, esto nunca sucedió. 

En mayo de 1869 declaró a su deudor su incapacidad para asumir la deuda. Además, Mercier sufriría una crisis nerviosa que le llevó a pasar largos periodos de convalecencia en la isla de Wight, donde su abogado le había conseguido una propiedad en usufructo. A su regreso, solo pudo ejercer de capellán a tiempo parcial a causa de una incipiente tuberculosis. Las relaciones con la administración del hospital se deterioraron hasta que, en 1873, le forzaron a dimitir poniéndole a tiro de la bancarrota y, por tanto, de la cárcel.

En busca de ingresos adicionales, el capellán empleó sus retiros en Wight para escribir un libro religioso en dos volúmenes, publicados en 1871 y 1872 por la editorial Sampson Low, Marston, & Searle. Había un nicho de mercado para este tipo de trabajos y Mercier gozaba aún de cierta respetabilidad. De nuevo, los datos en cuanto a cuánto dinero le pagaron escasean. En cualquier caso, no lo suficiente ya que, poco tiempo después, el capellán llamaría a la puerta de Sampson y compañía para ofrecerse (in extremis, parafraseando a Wolcott) a realizar cualquier encargo. Casualmente, había algo para traducir al inglés, desde la lengua de los antepasados hugonotes del señor Mercier.

Re: Estuve en Salisbury

Permítame que corrija levemente la versión de nuestro común amigo y camarada librero.

Pierre-Jules Hetzel fue el fundador del Magasin d’Éducation et de Récréation, la revista que publicaba quincenalmente los Viajes Extraordinarios de Verne y a final de año los reunía en un libro con ilustraciones que en Navidad se vendía como rosquillas. Gracias a su habilidad para la negociación, este abogado se había convertido en uno de los editores más importantes de Francia en un periodo convulso por el conflicto con Prusia. Publicó a autores realmente serios, a Victor Hugo, Zola o Balzac, pero sin hacer remilgos a ese lucrativo afluente que era la literatura juvenil, devorada por los adolescentes de las nacientes clases medias. 

A finales de la década de los 1860, Hetzel comenzó a sondear a editoriales británicas para negociar los derechos en inglés de las obras de Verne. La editorial Chapman and Hall compró los derechos de Cinco semanas en globo en lo que parecía una prometedora colaboración. Este libro, una traducción del francés realmente corrupta, fue impreso en 1870. Desgraciadamente, el inicio de la guerra franco-prusiana ese mismo año obligó a Hetzel a la hibernación técnica durante varios meses, pero solo en apariencia, ya que en 1871, poco tiempo después de la rendición francesa y el armisticio acordado por Bismarck en el Tratado de Frankfurt, este Hetzel firmó un acuerdo para ceder los derechos en inglés de todas las obras de Verne a la editorial Sampson, Low, Marston & Searle.

Es cierto que el Verne editado por Chapman and Hall es, de alguna manera, pionero. Es probablemente una de las primeras peores-traducciones realizadas. Si mi memoria no me traiciona, el original en francés de Cinco semanas en globo tiene cuarenta y cuatro capítulos. Esta traducción, de autor desconocido, solo tiene treinta y siete.

Sé que los libreros, y más los que tratamos con antigüedades, tenemos fama de hinchar el valor de mercado de nuestras piezas. Desgraciadamente para nosotros, lo único que no podemos falsear es el contexto del libro, su historia. 

A no ser, claro está, que el objeto en cuestión carezca de ella.

Re: re: Consulta sobre un Verne

Cuando un coleccionista de libros raros dice que una edición es canónica, tenga en cuenta una cosa. El Index Translationum de la UNESCO lleva la cuenta de todas las traducciones de libros que se realizan en el mundo. La escritora más traducida es Agatha Christie con 7135 y el segundo es Jules Verne con 4702. La última posición del podio es para William Shakespeare, con 4159 traducciones, que en los últimos años ha logrado arrebatar la plaza a Enid Blyton.

Entenderá usted que es muy difícil poseer un objeto único del segundo escritor más traducido del planeta, y qué cree que hace única a una copia sino sus errores. Con Verne ocurría algo muy curioso. Mientras en Francia y buena parte de Europa se le consideraba un autor tan imaginativo como cuidadoso en sus descripciones científicas, en Inglaterra y especialmente en Norteamérica tomó fama de escritor folletinesco, con poca paciencia para la divulgación y numerosos agujeros narrativos.

O incluso algo peor que eso. Para referirse a los individuos de origen africano, Verne solía emplear los términos noir o nègre, como verá, con un afán meramente descriptivo. Sin embargo, estos términos aparecen alterados en sus traducciones, como en este volumen, impreso en 1995 como libro de bolsillo pero basado en la traducción de Chapman & Hall, 1870:

«But how are we to scatter those wretched niggers?» asked Kennedy.

(«¿Pero cómo vamos a dispersar a esos miserables negratas?», preguntó Kennedy).

En otras traducciones, además del insultante nigger, también se emplea darkey. Son solo algunos ejemplos. Digamos que en este mercado existe un equilibrio. Algunos fallos de traducción pueden hacer más valioso un ejemplar, pero demasiados fallos lo devalúan. Si se castiga demasiado un rostro puede ocurrir que, tras tantos golpes, este ya no pertenezca a la misma persona a la que uno comenzó a pegar. 

No sé si he empleado la metáfora más apropiada, pero espero que una mente tan despierta como la suya sepa poner en valor esta comparación en su justa medida para aclarar su marasmo de datos. 

Re: re: Estuve en Salisbury

La providencia de Nuestro Señor quiso que las primeras traducciones de Verne para Sampson fueran realizadas por el señor Lewis Mercier. En realidad, por Eleanor Elizabeth King, una amiga de la familia que el capellán, incapaz de leer y escribir debido a su maltrecho estado, contrató como amanuense. La señora King leía un párrafo en francés y Mercier lo memorizaba y lo devolvía en inglés para que la amanuense lo redactara.

Este proceso fue inferido por el señor Wolcott basándose en las anotaciones manuscritas de una edición de la novela. Mercier se limitó a traducir palabra por palabra independientemente del contexto. Confundía a menudo six (seis) con dix (diez) y quince con cincuenta. Confundía la una de la tarde con la una de la madrugada. Era incapaz de recordar lo que había pasado diez o quince párrafos antes por lo que cualquier tipo de cohesión léxico-sintáctica que Verne hubiera previsto quedaba descartada.

Pese a las condiciones en las que se realizó, no es una mala traducción. Muchas de las páginas no tienen un solo error. Nuestro común amigo de Salisbury tiene la creencia de que el único mérito es de la industria, que Verne es Hetzel. Me gustaría pensar que quizá por eso esta edición de 1873 se convirtió en canónica, pero no soy tan simplista. Esta es también la edición más pirateada. La gran mayoría de las copias piratas del libro que circularon por Estados Unidos hasta bien entrado el siglo XX estaban basadas en la traducción de Mercier. Como mi adversario en esta pugna, quiero pensar que la demanda de ciertos productos en el mercado negro se rige por una suerte de lógica, no sé si me entiende.

Según un arduo trabajo recopilatorio realizado en 2005 por el académico americano Arthur Evans en la revista Science Fiction Studies, a partir de la traducción de Mercier y su introducción en el mercado estadounidense, la calidad de los textos de Verne en inglés no hizo sino empeorar.

En 1874, apenas un par de años después de los trabajos de Mercier, un tal Edward Roth, norteamericano, se mostraba indignado por las «lamentables traducciones de los trabajos de Verne en manos inglesas, en las que —mediante la ignorancia, la incapacidad o el prejuicio— sus errores no fueron corregidos, sus defectos exagerados, e incluso algunos de sus mejores pasajes fueron omitidos. Estas traducciones, reimpresas por los editores americanos, se extendieron como un fuego desbocado el año pasado por todo el país y fueron aclamadas por todo el mundo con el mayor deleite». Lo más significativo es que este texto aparecía como prefacio de la traducción al inglés que el propio Roth había hecho de la novela De la Tierra a la Luna, la cual fue titulada como El club de armas de Baltimore.

Así, en Estados Unidos, títulos originales de Verne como Les enfants du capitaine Grant se tradujeron como En busca de los náufragos, Les indes noires como Los niños de la caverna o L’École des Robinsons como Godfrey Morgan: un misterio californiano.

Antes de que tome una decisión, por uno u otro ejemplar, recuerde esta moraleja: No compre nunca una traducción de Jules Verne posterior a 1873.

Epílogo

«No me sorprende que las traducciones de las que me ha estado hablando sean malas. No es algo particular a Italia; en otros países no son mejores. Pero no podemos hacer nada al respecto, absolutamente nada». (Jules Verne, carta a Mario Turiello. 5 de octubre de 1897).

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