Hace cinco años Eslovenia era una curiosidad estadística para el mundo del ciclismo. Franc Abulnar, apariciones tras «lo» de 1991, pocos corredores, aunque de calidad. Hoy son, sin duda, la mayor potencia que existe en este deporte. Esloveno ha sido el ganador de los dos últimos Tour de Francia, esloveno es quien lleva dominando la Vuelta a España durante tres ediciones. Se llama Primož Roglič, y esta última victoria ha sido, si cabe, más contundente que las otras. A la altura solo de los más grandes.
Por encima de casi todos.
Acompáñenos el lector y lectora por la bendita carrera que ofrece solaz y consuelo en triste declinar del verano. Verá tránsito de tipos peculiares. Actores porno, koalas en bicicleta, escarabajos de sangre caliente y corredores anodinos. Todos ellos, y muchos más.
Qué de cosas, la Vuelta.
Una Vuelta verbenera (y lo que nos gusta)
Bienvenidos sean todos, amigos, a la Vuelta en septiembre. Que el año pasado se nos fue para octubre, recuerden, por aquello de la pandemia, y las olas, y la no vacunación. Solo que, en realidad, estas etapas se han disputado casi por completo en agosto, que es tiempo de fiestas, y verbenas, y romerías en descampaos con calimochos a euro y una banda tocando canciones de Los Suaves. Seguro que saben a qué me refiero.
Viendo lo anterior el nombre de Mikel Landa aparecía en todos los pronósticos de forma casi natural. Quizá no como gran favorito (nobleza obliga), pero sí a modo de… en fin, a modo de outsider, animador, dinamitero, comando infiltrado tras las filas de los enemigos.
(Spoiler: salió mal).
Ese puesto, el de primer candidato, jefe de la oposición y tipo inabordable, le correspondía al esloveno Primož Roglič, que entró en la Vuelta como bicampeón y salió de ella convertido, seguramente, en el mejor corredor de siempre por estos lares. No es fácil cumplir expectativas cuando las expectativas son máximas, pero no tiene problemas con eso.
Desde el principio, además. Salida de Burgos, crono corta para ir calentando, presentar credenciales y, seguramente, bajar la morcilla del desayuno. Pues ya marcó tendencias el Roglič, porque es uno de esos con los papeles siempre en regla, mire usted, señor agente, podemos ir avanzando con todo este rollo. Segundines a dos o tres rivales, palito algún otro, hostia a mano abierta para los de más allá. Maillot de líder y prepáreme usted veintiuno como esté. Al menos parece poder, que es elemento indispensable para acabar pudiendo.
Solo que a Primož, cuentan, esas cosas del protocolo, y las autoridades, y las fotografías, y el ramo de flores (¿sigue habiendo ramos de flores?), y las fotitos… no. Le raya bastante, como a Michael Bay las pelis de Eric Rohmer. Vamos, que si podemos quitarnos esto de encima (el maillot, no a Michael Bay, aunque también) pues perfecto. Y nada, manos a la obra. Lo que resultará sorprendente es el receptor del sudario, amigos.
Rein Taaramäe tiene bastantes tiros a sus espaldas. Cubrió la Primera Guerra Mundial para un periódico estonio, cabalgó junto a la Grande Armée por Berezina y hasta le dijo a lord Cardigan que, oye, igual lo de andar cargando aquí, en Balaclava, es una idea regular. Vamos, lleva allí desde que el mundo es mundo, más o menos. ¿Quieren ejemplos? Pilló etapa en 2011, delante de Juanjo Cobo. Aquella carrera consta en el palmarés de un desconocido (para la época) Chris Froome. Miren dónde están unos y otros. Miren, también, a Taaramäe. Ganando en Picón Blanco, durísima llegada, trincando también el maillot rojo. Ah, allá por Espinosa de los Monteros se vino la primera fumadita de los grandes. No iba a ser última, advertimos.
Porque así ha ido viniendo toda la Vuelta. Que si ataquito por aquí, que si victoria de los de siempre por allá. Tranquilidad, bostezos, etapuca intensa a ratos, llanadas interminables durante demasiados minutos de televisión. El recorrido mejoraba otros, lo veremos luego, pero a veces tuvo protagonistas con una desidia, en fin, excesiva. Que yo no sé cuánto es la máxima desidia permisible, pero desde luego en esta Vuelta se han superado niveles bien gordos.
Sucede que los ciclistas son como hijos adolescentes: no paran de darte disgustos, pero al final les perdonas todo. Vamos, me imagino, porque yo paternidades ni idea, y de la adolescencia aún no pude huir. Pero se entiende el símil, espero. En Cullera y Balcón de Alicante hubo ataquitos, sí. Estrenos de héroes futuros, también. Y tendencias, muchas tendencias. Sobre todo esto.
La primera fue más conclusión, y tampoco es que pillase a nadie desprevenido. Que Mikel Landa no va a ganar la Vuelta, y seguramente tampoco haga pódium, y más bien parece ir bastante con el gancho, e igual ni para etapa le llega. A ver, meterle mano a Roglič era más improbable que el Nobel de Pérez-Reverte, pero para estar ahí sí que existían esperanzas. Por recorrido, porque las etapas del norte se le adaptan, porque conoce a la perfección algunos días, ya sea de entrenamiento o cancaneo. Solo que no, que al final no. Segundines goteando, luego hilillo fino, torrente más tarde. Camino Velefique subió Mikel a gatas, y terminó penando por media península antes de decir oye, mira, hasta aquí. Añito para olvidar y, seguramente, reflexión necesaria de cara al futuro. Salió como líder de su escuadra en Giro y Vuelta, tuvo un compañero en los pódiums de Milán y Santiago. El landismo vive, porque el landismo es una fe, y cualquier fe se sustenta en lo invisible, en lo que no sucede, en lo que sabemos totalmente ilógico, pero…
Allí, Almería, se pusieron diáfanos algunos asuntos. Que la montaña arranca caretas. Que los buenos wésterns siempre están de moda. Y que algunos equipos tienen un bueno, un feo y un malo. Movistar, por ejemplo llevaba tricefalia, pero Valverde tuvo que abandonar tras una caída durísima camino del Balcón de Alicante. Segunda vez que no llega al final de la Vuelta. La otra fue en 2002. Léanlo de nuevo. Año 2002. Aitor González, Heras, Beloki, Sevilla, Mayo, Casero, Casagrande. Aznar presidente del Gobierno, Una mente maravillosa mejor película (lo juro), Bryce Echenique Premio Planeta, David Bisbal disco más vendido en España. Vamos, que las señales del milenarismo estaban ahí, solo que no supimos interpretarlas. O nos pilló de farra, ojo, que también puede ser.
Descartado Sergio Leone, quedaba Dos hombres y un destino como elección lógica. Y para allá que se fueron. Doble interpretación: clarita jerarquía en Movistar (ejem, guiño, guiño, tos, tos), y clarita la pareja que domina esta Vuelta (ejem, guiño, risa floja). Mientras Caruso da el cante y empieza a mostrar los poderes de su equipo, en el pelotón ataca Enric Mas. Sí, amigos, no se han equivocado: ataca Enric Mas. La última vez que lo hizo Pogačar calzaba ruedines en su bici (y mírenlo ahora, doblete en el Tour, tres años menos que el mallorquín). Y eso, que con él solo aguanta Roglič (AKA «el otro esloveno»), y ambos tiran para arriba, y a ratucos hasta pareciera que Enric pone en aprietos a Primož, y seguramente no fue así, pero prueba, joder, prueba, no te quedes con la duda. En fin. Posiciones bien marcadas, guerra directa, todo por decidir.
Qué bien pinta todo. Qué decepción se viene.
John Holmes en bicicleta
Como la Vuelta se disputa en septiembre tampoco debería extrañarnos mucho que esté llena de repetidores. Mes ideal para joder las expectativas de tus padres, amigos. Y eso, que hasta tripitidores hemos tenido, como en mi instituto, que aquello parecía el reparto de Al salir de clase con tanto treintañero.
La segunda semana fue fértil en estas cosas del reincidir. En eso y en nada más, añadimos, porque vaya pestiño, colegas. Así, en general, que luego tuvo cosas, pero…
Empezó el asunto Michael Storer insistiendo. Storer es australiano, tiene pinta algo nerd y mofletes para disfrutar mucho en una visita a la fábrica de Willy Wonka. De lejos parece Mofli en bici, para entendernos. Patas increíbles en esta carrera, rey de la montaña, dos triunfitos. Presentación a lo grande. Ah, ese mismo día atacó Roglič. Atacó Roglič de lejos, subiendo un puerto que luego debían bajar, y más tarde hasta quedaba algo de llano. Primer toque (segundo, después de Itzulia, si quieren). A veces es bueno modificar comportamientos. Sucede que el esloveno se cae bastantes veces (en ocasiones por su culpa, en otras a causa de otros, pero besa el suelo, y las casualidades no existen en este deporte) y una de esas fue allí, mitad de un descenso que el tipo tomaba con pinta de kamikaze, un poco como cuando hacía saltos de esquí. Rasponazo, levantar, no pasó nada. Avisos.
Otro repetidor fue Magnus Cort Nielsen. Con su pelito rubio, con su bigote de actor porno, década de los setenta, orgias acojonantes con estrellas de Hollywood y cuatro telepredicadores. John Holmes a pedales, protagonista de El todoterreno, su mujer y otras cosas de meter. Con esas pintas (le faltaban cadenota de oro, caracolillos asomando por el pecho y gafas de sol estilo Cobra) no podía sino tripitir, como seguramente comprenderán, porque todos conocemos a alguien con dicha estética. Cort Nielsen ganó de todas las formas posibles: llegada en alto, esprint, resolviendo fuga. Pudo haber sido aún mejor, pero en Valdepeñas lo pilló Roglič a cien metritos, así que subió el resto haciendo eses, que también es muy de gente que tripite. No sé si es el tipo más cool de la Vuelta o un hortera sin remedio, pero se le cae el carisma por los bolsillos del maillot.
Y los otros días… pues nada. Sénéchal gana al esprint, porque si no gana un Deceuninck pues seguro que tenemos otro de reserva. Precioso gesto de su compañero Jakobsen (también tripitidor) diciéndole delante de todos lo mal que lo había hecho y lo jodido que iba a tener el tema cara al futuro. Así, creando buen rollo. Ganas etapita y te viene el abusón del cole. En fin.
También hubo un fin de semana con dos etapas de lo más interesantes. Sobre el papel, digo. Recorrido muy chulo, porque este año la Vuelta ha tenido varios de esos. Digamos que manteniendo varias de sus virtudes eliminó también algunos defectos. Más puertos de paso, más dureza intermedia, más trampas que no son necesariamente meta. Siguen faltando kilómetros contra el crono, y en ocasiones se carga demasiado para lo efectista, pero justo es reconocer lo otro.
Sucede que ese finde los ciclistas libraban, porque justo el sábado era San Gino Bartali, y al patrón debemos honrar. Además, los domingos de agosto son cosas así como de no trabajar mucho, como de espanzurrarte en el sofá con media sonrisa boba (también nos vale playa), así que no pretenderán ustedes que sudemos en exceso. Pena, ya les digo, porque tanto en Villuercas como en El Barraco había terrenito de lo más chulo. Pero…
Por cierto, ganaron Bardet y Majka, dos veteranos que ya estaban por allí en la Primera Batalla de Geonosis y aún siguen pegando tiros. Iba el asunto para gente curtida, parece.
Movistar Team, directed by M. Night Shyamalan
Hay tradiciones que uno debe mantener. Bañarse desnudo en esa calita, tener resacas muy gordas en julio, fracasar con cierto ímpetu allí donde lo más fácil era que hubieses triunfado. Cosas que van haciéndose familiares, y las abrazamos como aquella tía lejana que siempre trae tofes en el bolso. Cierto cariño, pero entusiasmo justo.
El equipo Movistar protagoniza un sainete bien gordo en la Vuelta, año sí y año también. Son sus costumbres, y hay que respetarlas. Pasa que en este septiembre se mostraba remolón el asunto, pero luego era todo intriga y suspense, porque los finales de esos que te dejan roto los recuerdas mucho más tiempo. Veamos.
La última semana empezaba entre bostezos y temores, porque el pestiño anterior tampoco es que invitase a tirarnos del pelo, gritar y pedir a ningún ciclista que nos firmase a la altura del escote. Bueno, si acaso Cort Nielsen, pero de Cort Nielsen ya hablamos antes. Y eso, un esprint por Bezana (allí cerca hay sitios con gente majísima, se lo digo yo) y todo pendiente de Asturias y Galicia.
Y entonces ocurrió. Cuando menos lo esperábamos, porque la etapa de Lagos, en fin. Que sí, muy chulo, muy ochentero, muy «Me estoy volviendo loco», pero últimamente despertaba menos pasiones que Mario Vargas Llosa haciendo crossfit. Solo que aquí hacen falta siempre dos cositas: recorrido y ganas. Y, joder, camino de Covadonga, se juntaron. Doble subida a Collada Llomena, que es sitio lleno de hojas, y de árboles, y con niebla, y lluvia, y tan del norte que podría salir en cualquier cartel para turistas (si no fuese porque en esos carteles siempre, siempre, hace un sol de la hostia, que luego vienen los ingleses y echan pestes, colega). Allí, segundo paso, sesenta kilómetros a meta, que es un mundo a día de hoy, atacó Egan Bernal.
Es curioso lo de Bernal, porque a sus victorias (que son muchas, y buenas) se les pone asterisco. A efectos curriculares no importa, pero tiene que joder un pelín. Así que el tío pensó eso de mejor honra sin barcos que barcos sin honra, y atacó con todo. Solo responde Primož Roglič, que resulta exuberante. En principio no le hacía falta, pero Roglič la ha cagado demasiadas veces cerca del final como para andar confiando en suposiciones. Ambos hacen camino, porque para arriba vuelan, porque bajando arriesgan pellejo y porque en el llano van relevando perfectamente. Ah, ayuda bastante que por detrás tiren gregarios, tipos menores y un par de paisanos recién salidos de la sidrería. A por los líderes van los líderes, o iban.
Digamos que a Egan se le hicieron bola los Lagos (a Landa ni eso, abandonó antes de empezar), y lo acabaron pillando, pero Roglič mostró mentalidad de acero, pedalada firme y un toque de locura que siempre es agradecido. Más Tony Rominger que nunca, sentenciando la Vuelta bajo lluvia asturiana. Etapa para el recuerdo.
La del día siguiente también, pero por pura estadística. Primera llegada a Gamoniteiru, que era un puerto estrella antes de haberse ascendido. Quizá más que después, por cierto, lo que no es buena cosa. En fin. Los ciclistas se cepillan la ruta de forma vergonzante, y dejan todo para los tres últimos kilómetros. Distancia de mediofondista keniano, ya ven. Allí atacó Miguel Ángel López, y ya hasta meta. Afianzaba así su tercer puesto en el pódium, detrás de un Roglič inabordable y un Mas que no intentaría abordar ni aunque se lo ordenase el Corsario Negro. O algo. Primera gran victoria con Movistar. Muy mejorado, Miguel Ángel, mucho más tranquilo, feliz con sus compañeros. Parece que ha alcanzado su madurez.
Qué descojono.
Digamos que hay un runrún raro en Movistar, amigos. Oye, que aún nada. Que no lo hemos hecho. Qué será de nosotros, cómo nos va a tratar la afición. El año pasado ya esperaron hasta el final para su comportamiento trambolico. Buena definición en La Covatilla, pero… No, este 2021 tenemos que emplearnos más a fondo. Hacer algo realmente inolvidable. Así que alguien dice: oye, ¿y por qué no llamamos al director ese? Al de los finales sorprendentes, las cosas para caerte de culo. Sí, hombre, el El sexto sentido, seguro que sabes.
Y así fue como M. Night Shyamalan dirigió desde el coche del Movistar Team la etapa veinte de esta Vuelta. A buscar lo impactante. Joder, yo es que veo sus pelis y me quedo así, todo loco. Que a veces es por ridículo. Vamos, se te sube la vergüenza ajena aquí, a la zona de la epiglotis. A ver, M. Night, qué coño me estás contando. Y eso, que el tío no debe manejar mucho lo de las bicis, porque…
A modo de finalazo lo mola todo. Es sorpresivo, hay un bueno que resulta ser malo, un triunfador por sorpresa, un héroe carismático que defiende sus opciones ante la traición del resto. Bueno, esto último no, porque Enric Mas tiene menos carisma que Hugo Maradona, pero ustedes me entienden.
Por dónde empezar. Venga, va, la clave. Momento álgido. Miguel Ángel López igual no se ha calmado tanto como decía yo, ¿eh? Que sigue teniendo la sangre caliente, el tío. Que la lía, porque, si hay que liarla, la lía. Francis Begbie con tres copas de más. Bruce Banner sometido a bastante presión. Dean Martin en una barra libre. Seguro que lo van pillando. Pues eso, el colombiano dijo que mus, que hasta aquí, que no me toquen ustedes los cojones. Estaba la carrera rota, después de ataques a mil de meta, contraataques y un juego estratégico donde él fue pieza en sacrificio. O así lo sintió. Vamos, que ni pódium, ni cuarto puesto, ni páginas en los periódicos, ni nada. Y, mire usted, yo para hacer el tonto mejor me voy. Y se fue. Se bajó de la bici, empezó a pedalear en dirección contraria a la carrera, mandó a tomar por el culo a dos compañeros, tres directores, siete vacas rubias y un paisano que andaba por allí, con el dalle. Graciosísimo. Abandono de la Vuelta, vayan ustedes a esparragar, sacrifiquen la próxima vez un niño a Moloch, pero a mí no me toquen los cojones.
¿Quieren más? Pues escuchen a Mas. Luego, en meta, dijo Enric que, joder, si yo no he atacado por no perjudicar a López, si yo no sabía lo de que se fue, si yo podía haber hecho machada de las gordas, pero me debo a mi maillot. Les recuerdo que estos tipos llevan auricular en su orejita. Les recuerdo, también, que al equipo lo patrocina Movistar, así que un poco de cobertura se les sobreentiende. Vamos, que no cuela, coleguita. Dos veces atacó, las dos veces mirando hacia atrás, auténticamente alucinado por esa sensación tan desagradable, qué es esto, por qué me da el viento en la cara. Segundo en Santiago (con póster incluido mientras lo doblaba Roglič), pero actuación gris, muy gris. Por mucho que se venda como éxito.
Ah, todavía hay otro capítulo, porque esto es una trilogía. Que dicen que si López dijo que le habían prohibido defender sus intereses. Que cuentan que si López contó que por eso estaba de mala hostia. Que si en el equipo no saben dónde está. Que si se ha fugado a una batea de mejillones, en plan asceta del marisco. Luego publicó un comunicado, que es como se resuelven estas cosas sin que medie la sangre. Pido perdón. La carrera. Mis nervios. Todo ese trabajo. Compañeros, amigos, fans de medio mundo. Recoger cable, en otras palabras. Sospecho que aún no ha acabado del todo este asunto
Conseguido, míster Shyamalan. Quedó redondo.
Y nada, que Roglič ganó la última contrarreloj, pero a estas alturas ya todos sabíamos quién iba a ganar la última contrarreloj. También se llevó su tercera Vuelta a España. Más contundente que en ninguna de las anteriores.
Gloria eterna a quien es, quizá, el mayor corredor en toda la historia de esta bendita carrera.
Lo de López y el Movistar ha caído en el esperpento.
Marcos Pereda: eres un Dios Melenudo, un Héroe Germánico. ¡Un Titán de la pluma! Nadie escribe sobre ciclismo como usted. Siga así.
No me he enterado de nada, oiga!
Me encanta. ¿Se imaginan ustedes que todo el periodismo deportivo fuese así, divertido, riguroso y lleno de referencias?
Sería una gozada que fuera así. Desgraciadamente está escrito pensando que sus lectores son retrasados mentales.
Me lo he pasado realmente bien leyendo el artículo, señor Pereda.
Mientras veía La Vuelta, pensaba en la chicha que le sacaría este pedazo de escritor en su crónica. Un artículo para mondarse. Muchas gracias Marcos, ¡qué fiera!
De acuerdo totalmente, a cada etapa imaginaba el artículo de Marcos. Me ha faltado más notoriedad a Bahrein «buscando» la clasificación por equipos. Y el noruego de rojo nada?
Cierto, Eiking, aguantando lo que pudo y le dejaron, bien merecería su párrafo, y los Bahrein aportaron a la carrera.
De la bici sé que tiene manubrio, freno (a veces), pedal, piñones y sobre todo la sillita, artefacto aquel que junto al fútbol es una de las mejores invenciones del hombre, pero de la conformacion de gentes y colores, grupos, del dinamismo, del lenguaje de los giros o vueltas me es dificil saber todavía cómo funciona o qué quieren decir. Traté de hacer un curso ascelerado con el dueño de un bar, cuando en una tarde de agosto y con cervezas me quede hipnotizado por ese grupo compacto donde no cabe un alfiler, una especie de reptil sincrónico con innumerables espaldas curvas y cabezas a punto de torear que se arrastraba por los campos de España sin ánima viva, por el calor supongo, pero no hubo caso. Mi maestro temporario hablaba el mismo lenguaje suyo, mandarín básico. Y sin embargo estuve ahí, clavado a la silla viendo ese aburrimiento en movimiento donde no pasa un gran qué, con el corazón en la boca esperando que la moto con el cameraman no se cargara un corredor por lo tan cercano que lo enfocaba, solo para esperar ese momento en que el bicho se despertaría, y bueno, se lo puede imaginar. Pedaleadas imaginarias, golpes de riñones y gritar insensatamente por un desconocido. Usted, para mi, escribe en manera incomprensible, pero lo hace muy bien. ¿Dónde va a pescar esos términos que en el contexto se entienden, pero que no tienen ni madre ni padre? Etapuca, por ejemplo. Espero que la RAE no lo incorpore. Es cacofónica. Dalle sinónimo de guadaña. ¡Vaya! En argentino español sería daye. Mejor guadaña. La figura de gregario todavia me sigue causando inquietud. Una fiesta haberlo leído.
Me alegro que te haya parecido una fiesta, hombre. Al final la fiesta es importante. Yo estuve muchos años de fiesta, así que ahora escribo como escribo. Ay. En fin.
Los dos ejemplos que pones (etapuca y dalle) son localismos de Cantabria, donde nací y vivo. El diminutivo en -uco, -uca es muy típico de aquí. Lo otro es una forma de llamar a la guadaña. Aquí nadie le dice así, solo dalle. Son cosas que se perderán si no las usamos
Y eso, que sigamos de fiesta. Usted y yo.
Muy buena perspectiva, y muy acertados los silogísmos, la intuición ciclista asoma a raudales pero Diego y Hugo tenían un toque que Enrique terminará por enseñarlo, por lo menos en su cápitulo de la tercera entrega, Shyamalan tiene cuerda para eso y más…
Fántastico Sr. Pereda.