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Manuscrito encontrado en cubo de basura

Manuscrito
Esclavos en una plantación de azúcar en Antigua. Imagen: British Library. manuscrito

En Antigua, una pequeña isla perteneciente al grupo de las Antillas Menores, en el Caribe Oriental, la temperatura se mantiene constante durante todo el año. Además, hay poca variación en los grados independientemente de la hora del día, pues la máxima alcanzada en una playa apenas varía de la registrada en el momento en que el sol comienza a hacerse notar en la ciudad. Una mañana de verano de la década de 1980, o quizá era invierno, y quizá no era por la mañana, la escritora antiguana Jamaica Kincaid se detuvo, bajo el asfixiante calor del sol, delante de la biblioteca, en Market Street. «¡La biblioteca!», gritó para sus adentros. «Pero ¿por qué está la biblioteca en Market Street?». Situada encima de una tienda de ropa, calzado y otros productos no perecederos, en un viejo y sucio edificio de hormigón y tablas mal conservado, la biblioteca provisional le pareció «pequeña para guardar todos los libros del antiguo edificio dañado en el terremoto de 1974». Las veces que Kincaid se acercó a la otra biblioteca encontró un cartel informativo: «Pendiente de reparación». Veinte años después, cuando yo llegué, en la antigua biblioteca ya no estaba el cartel y la nueva, la de Market Street, me pareció incluso peor que la del libro. La joven bibliotecaria que me atendió solícita no podía encontrar nada de lo que yo le pedía, pues no se guardaba registro de los libros y estos no estaban ni mucho menos colocados en estantes, sino que se amontonaban en cajas de cartón, mesas, sillas y un par de armarios, acumulando moho, polvo y miseria. La joven también era ajena a algo maravilloso que había ocurrido bastantes años atrás en las ruinas de la vieja biblioteca: alguien había encontrado un manuscrito antiguo en un cubo de basura. Tras el hallazgo, la profesora Bernadette Farquhar, entusiasmada, contó en un artículo los datos que fue averiguando sobre el libro. Inicialmente pensó que se podía tratar de la única copia existente en el Caribe, y el manuscrito fue trasladado a los archivos del Museo de Antigua y Barbuda. Después, investigando, encontró otra copia, también en bastante malas condiciones, en la biblioteca de Jamaica. Ambos manuscritos tenían como autora a una tal Frieda Cassin y como título: With Silent Tread (Con pisada silenciosa).   

Algo hemos podido averiguar de la autora, Frieda Cassin: fue un miembro respetado de la élite antiguana, posiblemente de ascendencia inglesa. El apellido Cassin es de origen francés y pudo aparecer pronto en el Caribe, pues antes de las guerras napoleónicas hubo hugonotes franceses que hicieron negocios en Antigua y Trinidad. Sin embargo, es bastante probable que la familia de Frieda Cassin fuera original de Inglaterra. Sus antepasados aparecen por primera vez vinculados a la isla de Nevis. Esta isla se usaba principalmente como mercado de africanos esclavizados, allí los dejaban tras la travesía transatlántica y allí los vendían como esclavos y los transportaban a otras colonias. Los que manejaban el negocio, es decir, los comerciantes y algunos hombres que junto con sus familias decidieron fundar haciendas en Nevis, eran casi todos de Bristol y algunos otros procedían, según los registros, de otras ciudades del sur de Inglaterra.  

En los archivos públicos de Saint Kitts & Nevis aparece el registro de compraventa de unas tierras a nombre de Michael Timothy Cassin en 1795. Cuando este hizo testamento, legó sus propiedades a sus cinco hijos. Uno de ellos, Henry Richard Cassin, ejerció como médico durante toda su vida en Nevis. De los hijos que este tuvo, uno, Henry James Cassin, es el primer Cassin que aparece en los registros de los archivos de Antigua y Barbuda como dueño de una plantación, The Grove. El nombre de Frieda Cassin aparece vinculado al de Henry James Cassin en un número del Antigua Standard de 1890 en el que se recoge la noticia de la visita que Henry James Cassin realizó en compañía de su hija, Frieda Cassin, a una residencia de ancianos. El nombre de Frieda Cassin también aparece por haber firmado como la editora de Carib, una revista literaria, y como la autora de Con pisada silenciosa, la primera novela publicada en Antigua. Del texto finalmente se encontraron solo dos copias: la que estaba en el cubo de basura de la biblioteca de Antigua y otra, mejor conservada, en Jamaica, que además está firmada y dedicada a Sidney Olivier, quien llegó a ser gobernador de Jamaica. Por lo tanto, sabemos que la familia Cassin era probablemente de origen inglés, residió durante al menos cien años en el Caribe Oriental, y es más que razonable suponer que tanto Henry James Cassin como su hija Frieda fueran miembros conocidos y respetados de la élite antiguana. 

La fecha exacta de la publicación de Con pisada silenciosa es desconocida, pero hacerse una idea aproximada es fácil. En el texto se hace referencia a la celebración del cumpleaños de la reina Victoria, que fue monarca desde 1837 hasta su muerte en 1901, y a las leyes que permitieron que los negros recibieran una educación formal, promulgadas ya bien entrada la segunda mitad del siglo. También se menciona el monumento al obispo Westerby, que todavía hoy está en el puerto de Saint John y cuya placa data de 1888. El dato más preciso está en la copia guardada en la biblioteca de Jamaica, firmada por la autora en 1896. Todas estas referencias ayudan a situar la fecha de la publicación de la novela en la última década del siglo XIX. En cuanto al lugar en el que transcurre la historia, parece que Cassin hubiera querido despistar al hablar de «una de las islas más pequeñas de las Indias Occidentales», pero lugares como Fig Tree y All Saints, además del lenguaje de algunos personajes, tan inequívocamente antiguano, hacen posible localizar la acción en Antigua. 

A fines del siglo XIX, el legado del origen esclavista de Antigua aún dominaba la sociedad isleña. Antigua fue prácticamente desde su fundación una colonia de azúcar gobernada por una plantocracia y trabajada por esclavos, hasta 1834, y, después, por exesclavos. En la novela aparece una plantación representativa, Cane Garden, que quien conoce Antigua puede identificar fácilmente con el área conocida como Cassada Garden. Rodeada de campos de caña de azúcar, la plantación está dominada por la chimenea humeante del recinto donde se procesa el azúcar, con esclavos que malviven a un lado en barracones, la casa del capataz cerca de las de los esclavos y la casa de los propietarios bien apartada. La de los propietarios es conocida como la gran casa, y es imponente, con suelos bien pulidos, muebles caros, vajilla de cristal, cubertería de plata y muchos sirvientes para mantener la vida privilegiada de los señores.

Como Cassada Garden había unas pocas plantaciones más. Antigua era una pequeña isla, pero una gran fábrica de azúcar; había sido concebida para ello. Una pequeña clase de hacendados adinerados constituía la élite económica, política y administrativa, y los esclavos negros formaban la subclase que los superaba de lejos en número. Poco antes de la emancipación de 1834, la población estaba compuesta por unos treinta mil esclavos y alrededor de dos mil quinientos hombres libres. En el grupo de los hombres libres había algunos de raza mixta; no se les aceptaba en la élite, pero tenían un nivel de vida aceptable y algunos incluso recibían una educación formal en Europa. Ser de raza mixta, sin embargo, no era ninguna garantía y la mayoría corría peor suerte: como el tráfico de esclavos había sido prohibido en 1808, algunos propietarios tenían hijos para producir esclavos a coste cero. La abolición de la esclavitud no supuso un cambio importante en la sociedad: los exesclavos no tenían adonde ir, por lo que continuaron trabajando en las plantaciones incluso en peores condiciones. Si bien es cierto que se les pagaba por las horas trabajadas, al haber dejado de ser propiedad de otros sus cabezas ya no tenían un precio y sus vidas eran poco valoradas. Los años posteriores a la emancipación fueron muy duros: los salarios bajaban según lo hacía el precio del azúcar, por debajo del nivel necesario para subsistir.     

Con pisada silenciosa tiene un subtítulo: Una novela de las Indias Occidentales, y de hecho se trata de la típica historia antillana de rencor y venganza, explotación y opresión, prejuicio e intolerancia. La novela comienza con la escena de un leproso, el viejo Pete, que implora limosna a su antigua dueña. La mujer lo rechaza con desprecio, y el conductor del carruaje, otro negro, azota al viejo Pete hasta que el pobre cae tendido en el suelo. Entonces llegan los hijos pequeños de la dueña y, para vengarse, el leproso levanta y besa al más pequeño, un bebé, en un esfuerzo deliberado por contagiarle su enfermedad. Con esta escena inicial, el texto hace un juicio de valor sobre la antigua clase esclavista, que continúa pecando por maltratar a los descendientes de los esclavos. A ese pecado se añade otro, el de la venganza contra un inocente. Todos los antillanos, lo sepan o no, están contaminados por su historia. 

La acción se reanuda muchos años después. El viejo Pete ha sido aparentemente olvidado y el bebé de la escena inicial se ha convertido en una hermosa muchacha, Morea, que, curiosamente, tiene la piel algo oscura. Durante un tiempo recibe la visita de su prima de Inglaterra, Marion, quien descubre la complejidad de las relaciones entre las personas de distinta clase y raza y lo engañosa que es la vida en la colonia, con una mezcla de horror y fascinación: «En casa, al menos, los peligros están sobre la mesa, pero aquí parecen avanzar por silenciosas corrientes subterráneas que rara vez se mencionan y que son peligrosas hasta de reconocer. Uno podría vivir aquí durante años y finalmente irse a casa perfectamente inconsciente de los peligros vividos o de los volcanes que han permanecido inactivos bajo sus pies». Como cuando un cocinero de la hacienda intenta envenenar a toda la familia. Con pisada silenciosa. 

De mayor interés es posiblemente el hecho de que la historia trata de las vidas de aquellas mujeres que se mencionan con poca frecuencia en la literatura del Caribe anglófono —más abundante a partir de la segunda mitad del siglo XX y con otro foco de interés— desde un punto de vista genuino: el de la mujer blanca isleña estereotipada desde Europa, pero también descrita tal y como ellas se veían a sí mismas. Las dos perspectivas difieren radicalmente. Morea, el personaje femenino principal, visita Inglaterra. Al salir de Antigua dice que se marcha «a casa, a Inglaterra», pero una vez allí descubre el estereotipo de mujer blanca antillana, una criatura completamente diferente de ella. Su pretendiente, que busca su dinero, espera de ella que tenga «seis o siete doncellas negras revoloteando a su alrededor», que sea indolente y aficionada a dar órdenes. Después de todo, qué se puede esperar de una chica que viene de una tierra con «peces que vuelan». Por su parte, Morea, resentida, se complace en comparar el «sol de casa» con esa «pobre cosa acuosa» que es el sol de Inglaterra, insiste en que seguirá queriendo a sus amigas antillanas y a su tata «tanto o más que a cualquier persona de esta Inglaterra fangosa» e incluso se burla de las nociones preconcebidas sobre la masculinidad inglesa: «espero no estar condenada a demostrarle que simplemente delira y que es un fraude». El texto es importante, por tanto, en la articulación de una evidente sensibilidad antillana blanca y constituye un ejemplo de literatura euro-caribeña.

Como el de Cassin, algunos libros son interesantes por lo mucho que revelan sobre la historia, la sociedad y la cultura de un lugar, como una serie de instantáneas que retrotraen a un tiempo y una época pasados, pero son poco conocidos incluso para los académicos especialistas. La razón por la que esto ocurre es simple: no se pueden leer o valorar los textos olvidados en un cajón, arrojados a un cubo de basura, para siempre perdidos en el declive económico de finales del siglo xix que supuso que el Caribe anglófono dejara de ser un lugar de interés para comerciantes y colonos británicos. Los libros que alguna vez formaron parte de colecciones privadas, bibliotecas e instituciones acabaron por ser sometidos al feroz clima y consumidos con más entusiasmo por los insectos que por los lectores. 


Bibliografía

Cassin, F. c.1890 [2002]. With Silent Tread: A West Indian Novel. Oxford: Macmillan.

Farquhar, B. 1981. «Old and New Creative Writing in Antigua and Barbuda». Bulletin of Eastern Caribbean Affairs 7, 5: 29-34. 

Kincaid, J. 1988. A Small Place. New York: Farrar, Straus and Giroux. 

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Un comentario

  1. Acabo de descubrir esta revista a través de un sitio web que estaba mencionado en otro sitio web, el que, a su vez, estaba mencionado en un artículo en otro sitio web. Y para mí ha sido como haber descubierto un raro manuscrito de una novela olvidada. Ha sido uno de esos hallazgos que hacen que haya valido la pena el haberse pasado un par de horas navegando por internet. Felicidades.

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