La literatura, desde no se sabe muy bien cuándo, ha llegado a ser un gran lenitivo. Nos gustaría ser listos, tan listos como un premio Nobel o un tertuliano de derechas, pero como nunca podremos llegar a ese nivel nos conformamos con aparentarlo. Así que ya que hay que pasar el mal trago de leer, disfrutemos haciéndolo. Y como circulan por ahí cientos de cánones, y todos son iguales y todos están en lo cierto, proponemos una selección alternativa rebuscando entre los rincones más profundos de la blasfema y diabólica editorial Valdemar.
Faltan títulos clásicos de la literatura gótica como El monje, El castillo de Otranto y Frankenstein que, la verdad sea dicha, cualquiera se puede ahorrar a no ser que encuentre un raro goce leyendo literatura que fue de género hace ya doscientos años. De los clásicos de la literatura macabra nosotros solo aconsejamos que se acerquen con la mente bien abierta a los monumentales Melmoth el errabundo, de Charles Maturin, y al Manuscrito encontrado en Zaragoza, de Jean Potocki. En ellos sí que encontrarán literatura de calidad y, con suerte, alguna monja ensangrentada.
Cultura del Apocalipsis, de Adam Parfrey
Adam Parfrey recopila una serie de textos de la contracultura norteamericana de finales del pasado siglo. Asesinos en serie, ventajas de la autocastración, teorías conspiranoicas, pornografía estrambótica, necrofilia… una Realidad que está Ahí Fuera, oculta tras los cauces de la normalidad que la corrección política ha construido alrededor. Nada más sorprendente o desasosegante que lo que hoy podemos encontrar en internet sin desearlo siquiera. Pero siempre luce más leerlo en un libro. El siglo XX era esto.
Las once mil vergas, de Guillaume Apollinaire
El poeta se lanza con alegría a un ejercicio de superación. Página tras página nos ametralla con perversiones cada vez más enfermizas: sexo grupal, pedofilia, torturas, desmembramientos, coprofilia… escrito con tal maestría que el lector oscila de forma constante entre el horror, el desconcierto, el asco y la risa.
¿Pueden suceder tales cosas?, de Ambrose Bierce
Antología que recopila los cuentos fantásticos de Bierce. Desde relatos con tanta influencia posterior en el terror sobrenatural como «El ente sin nombre» a muestras de su negrísimo humor característico como «El clan de los parricidas». Imprescindible.
Danza macabra, de Stephen King
Ante la sola mención de su nombre el lector intelectual constreñirá el gesto como si tuviera que degustar un menú confeccionado por Bear Grylls. Pero King, además de ser uno de los más grandes cuentistas de la historia en su género, es un certero ensayista. En este libro estudia y disecciona de manera maravillosa el viejo arte de sentir y provocar miedo.
Brujas, sapos y aquelarres, de Pilar Pedraza
Aunque son igual de recomendables todas sus obras de ficción, resulta de especial interés este ensayo sobre la brujería, desde sus orígenes, sus múltiples significados, su persecución y su incorporación a la cultura popular. La maravillosa prosa de espíritu gótico y a veces perverso que Pila Pedraza utiliza en sus relatos y novelas no se convierte aquí en un ensayo abstruso, en un ladrillo, vaya. Al contrario, es una obra de fácil lectura y que contiene además una reivindicación de la figura femenina. Instruir deleitando.
Cthulhu: una celebración de los mitos, de H. P. Lovecraft y otros
Recopilación de los más representativos cuentos escritos alrededor de los mitos iniciados por Lovecraft. Cualquier aficionado al género debería conocerlos de memoria, aunque solo sea para aplicar con criterio el adjetivo «cthuloideo» a la criatura que se nos acerca en la oscuridad de un bar de copas para reclamar amor en esa hora incierta en la que ya no quedan seres humanos.
Trilogía del abismo, de William Hope Hodgson
Hodgson, como Saki, murió antes de tiempo a causa de un cómico accidente bélico, si es que morir en guerra puede considerarse accidente. Aun así, tuvo tiempo de regalarle al mundo algunas de las mejores obras de terror de todos los tiempos. Estas tres novelas son básicas para entender el universo literario que creó, en el que el horror acecha desde un otro lado que es todas partes.
Justine o los infortunios de la virtud, del marqués de Sade
En Valdemar encontramos la más completa edición de esta obra. Justin, bella joven en plena edad del pavo, deambula por el mundo convencida de que la virtud lo vence todo. Una serie de individuos pertenecientes a los estamentos del poder de su época (Iglesia, nobleza, alta burguesía) le explican lo que es el mal por el expeditivo procedimiento de encadenarla en sórdidos escenarios y tratarla de la manera más sádica capítulo tras capítulo.
Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes, de Thomas De Quincey
Obra maestra del humor negro. En un mundo mejor las conferencias en los clubs de caballeros serían siempre así, con un individuo loando la estética del asesinato mientras el resto de miembros se pregunta quién diablos es ese tipo, cómo es posible que explique esas barbaridades con tanto estilo y si el hecho de que no quede una gota de brandy en el mueble bar tiene alguna relación con lo que está pasando.
Las canciones de Bilitis, de Pierre Louÿs
Pierre Louÿs despliega su talento y erudición escribiendo una serie de poemas eróticos que atribuye a una desconocida poeta griega de la Antigüedad. Con tanta habilidad que, en su tiempo, muchos críticos creyeron que ciertamente era una traducción. Erotismo de calidad y aproximación intelectual indispensable al noble arte del amor homosexual.
Robinson Crusoe, de Daniel Defoe
Entretenida novela con marcado carácter juvenil porque se obvia uno de los aspectos que preocuparían a cualquiera que se plantee seriamente quedarse abandonado en una isla desierta (o casi): el sexo. A pesar de ello o tal vez por eso mismo, resulta curiosa la forma de abordar la soledad y la originalidad a la hora de poner nombre a un amigo indígena.
El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad
La historia es un mero ejercicio literario para mitificar la figura de Kurtz, hacernos fascinante el personaje y, cuando mejor lo estábamos pasando con la novela (ya que el principio es bastante pesado), el horror. Kurtz, ese gran cliffhanger.
Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne
Únicamente tras una dosis doble de concentrado de suspensión de credulidad se puede disfrutar de esta delirante historia de ciencia ficción, que podría ser entendida como una gran metáfora sobre una comida copiosa y su correspondiente digestión pesada; bien pudo ser la inspiración de Verne.
El proceso, de Franz Kafka
Todo el mundo piensa en el manzanazo de La Metamorfosis pero en mi opinión, el mejor pasaje de Kafka está en esta obra; cuando se llevan en volandas al inocente Joseph K. prácticamente suspendido en el aire. Imprescindible, aunque solo sea para aparentar cierta talla intelectual en las tertulias con amigos imaginarios ilustrados.
El mundo perdido, de Arthur Conan Doyle
¡Encontrar dinosaurios vivos! Lo mejor que puede haber en la vida. Como sesión de tarde en el cine, pero en libro. Y lo bueno es que su origen no es una premisa insostenible científicamente como en la obra anteriormente comentada de Julio Verne.
Así habló Zaratustra, de Friedrich Nietzsche
Un tipo baja de la montaña y comienza a soltar discursos y aforismos como el que no quiere la cosa. El texto rebosa belleza literaria, más allá de las opiniones filosóficas del autor que de esta obra en particular piensa (aunque su opinión no sea muy objetiva) que es lo más grande que ha habido en la historia de la humanidad.
El sabueso de los Baskerville, de Arthur Conan Doyle
¿Quién no conoce a Sherlock Holmes? Ahora, que levante la mano quien haya leído una novela de Sherlock Holmes. Lo que suponía. Leyendo El sabueso… se paladea la verdadera esencia de las andanzas del detective, tan manoseada cinematográficamente que ha perdido esa personalidad resabidilla y asperger de Holmes, y los giros y trampas del escritor. Por otra parte, Watson es tan patán como siempre nos han hecho ver.
La máquina del tiempo y otros relatos, Herbert George Wells
Totalmente prescindibles los otros relatos, la historia central es un clásico aunque es muy fácil tirar la piedra y esconder la mano: viajo en el tiempo en una máquina que no voy a describir y no me mojo con paradojas temporales. Bastante falsa como obra de ciencia ficción, la verdad, pero entretenida como curiosidad.
La madriguera del gusano blanco, de Bram Stoker
Un desconcertante desvarío creativo, aparentemente fruto del consumo de drogas, en el que el surrealismo gótico se desboca con las andanzas de una suerte de súcubo que da nombre a la obra. No sale Drácula.
La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson
Esta obra se ha convertido en una fábrica de iconos y tópicos en cuanto a la temática de piratas, en algunos casos muy bien llevados (Monkey Island) o destrozados (Piratas del Caribe III). Nunca he podido evitar que me cayera mejor Long John Silver que Jim Hawkins: al final, es el personaje más coherente y con más personalidad de la novela.
El hombre que fue Jueves, de G. K. Chesterton
Hay quien ve esta novelita como una alegoría del cristianismo. O como una exploración del nihilismo, o del existencialismo, o del anarquismo. Puede ser. Pero si no quieren que les duela la cabeza, léanlo, déjense bigote, denle cera, cómprense un bombín y metan una bomba debajo. Usen contraseñas hasta para abrirle la puerta al pizzero. Disfruten.
El que susurra en la oscuridad, de H. P. Lovecraft
Si lo que se desea es ponerse al día con Cthulhu antes de que venga a llevarnos a todos y merecer entonces sentarse al abrigo de su tentáculo diestro, háganse con este bonito y manejable volumen encuadernado en tapa dura y, si bien no podrán competir con aquellos que hayan leído sus dos tomos de obras completas publicados en esta misma editorial, al menos sí conocerán los fundamentos básicos de los mitos descubiertos —que no inventados, pues son reales— por Lovecraft. Este es el libro que se encontrará en el cajón de la mesilla de noche de cualquier hotel cuando llegue la noche de la Segunda Venida.
El gran dios Pan, de Arthur Machen
Arthur Machen, que fue muchísimas cosas —entre ellas periodista y miembro de las sociedades esotéricas más conocidas de la época, y nótese la graciosa paradoja—, se adelantó unos cuantos años a la locura blackmetalera y su adoración por el paganismo y el poder divino de la naturaleza escribiendo esta novella plagada de cerebros trepanados, copulaciones monstruosas, orgías que harían parecer cualquier dark room inside un jardín de infancia sueco, sadismo, maldad y, este es el elemento distintivo, un lirismo que conjugado con lo demás hace que el lector, salvo que sea el mismísimo Richard Ramírez, se cague por la pata abajo. El paradigma de la obra maestra.
La guardia de Jonás, de Jack Cady
Toda la colección Insomnia, dedicada a la literatura de terror contemporánea, es un festín para cualquiera que disfrute pasando miedo. Abarca desde el gore pornográfico de Graham Masterton (El hijo de la bestia), el homenaje a Lovecraft que supera al homenajeado (Extraños eones, de Emilio Bueso) o la road movie apocalíptica y descarnada (Pronto será de noche, de Jesús Cañadas). Como no solamente de sangre y vísceras vive Satán, sino también de poesía, destacaremos aquí la novela de Jack Cady. Los relatos marinos de fantasmas muchas veces dan lugar a grandísimos poemas en prosa, y este es uno de los mejores. No da miedo, es cierto, pero resulta ser lo que un sabio fumando en pipa definiría como alta literatura.
Indian Country, de Dorothy M. Johnson
Hay muchas razones por las que, guiados por los prejuicios, podrían rechazar este pequeño librito. Son relatos ambientados en el salvaje Oeste, un género ya pasado de moda cuando Franco inauguraba pantanos. Además, son relatos que dieron pie a grandes películas del género, así que se podría considerar que no hay razón para leerlos. Harían mal. Serían desgraciados sin saber la causa de su desdicha. Porque, aparte de que tanto El hombre que mató a Liberty Valance como Un hombre llamado caballo son totalmente distintos y hasta opuestos a las películas que inspiraron —más modernos, aún más rebosantes de vida, aún más poéticos—, el resto de la colección compite sin dificultad con la mejor narrativa breve que se haya escrito en inglés en los siglos XX y XXI.
El trampero, de Vardis Fisher
Y, para no quedarse en el formato corto, den el salto al novelón. Da igual que hayan visto Las aventuras de Jeremiah Johnson; esta novela —en la que se basa la película— es aún mejor. Grandiosa como los parajes por los que vagan el trampero y las tribus indígenas que lo persiguen. Rebosante de humanidad, de exaltación, de crueldad. Un argumento de peso con el que demostrar que el cine nunca podrá alcanzar el nivel intelectual que puede lograr la literatura.
Musgos de una vieja factoría, de Nathaniel Hawthorne
«El joven Goodman Brown», incluido en este volumen, es el mejor relato corto que se haya escrito en lengua inglesa. Ah, de acuerdo, es una afirmación muy seria y tajante, y quizás no la compartan quienes no gocen con las descripciones de aquelarres, quienes no hayan meditado sobre el poder del mal y la omnipresencia del diablo, que mora incluso en los púlpitos y los confesionarios; quizá la desprecien quienes estén seguros de que fue Dios quien ganó el combate y desterró a Lucifer a los infiernos más profundos. Da igual. Es un cuento sensacional y —junto con «Rip van Winkle», que también pueden encontrar en el volumen La leyenda de Sleepy Hollow, de Washington Irving— el mejor exponente de que a principios del siglo XIX se hacía una literatura atemporal, que no ha perdido un ápice de fuerza en los doscientos años transcurridos.
Noctuario, de Thomas Ligotti
Quienes piensen que la literatura de terror es un género menor, una lectura entretenida con la que pasar las horas entre chapuzón y chapuzón a la orilla del mar —¡iä, iä, Cthulhu fhtagn!—, intenten adentrarse en la complejidad de las narraciones de Ligotti. Oscuro, ambiguo, denso. Hay quien defiende que, en literatura, el mejor estilo es aquel que no se nota. Otros sostenemos que lo realmente difícil al escribir narrativa es tener un estilo propio, identificable, y que además sea el sostén de la historia que se está contando. Léanlo para entender del todo lo que queremos decir.
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Estupenda selección. Enhorabuena. Solo una sugerencia: estaría bien saber quién firma cada recomendación/reseña; algunas son muy agudas y me gustaría seguir a su autor. Un saludo.
Las reseñas son de Fernando Olalquiaga, Tirso Montañez y de servidor de usted, pero tras la lectura precipitada de todas las obras bajo las condiciones de estrés descritas perdimos la conciencia de nosotros mismos, y no sabríamos decir cuáles son de quiénes. Saludos.
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Añadiría tambien la estupenda antología de cuentos de Guy De Maupassant, Cuentos Completos de Terror Locura y Muerte. Un tochazo para ir leyendolo a ratos, con historias entretenidas y una narrativa labrada y absorvente.
Saludos y gracias de nuevo
Me sobra y mucho «Robinson Crusoe», una auténtica decepción, y soy una persona joven, pero me pareció escandalosamente mal escrito. Nada que ver con esa joya que es «La isla del tesoro». Por lo demás, magnífica elección, quizá demasiado clásica.
Watson no es ni mucho menos tan patán… por Dios
La edición de ‘Drácula’ que lanzó Valdemar es una auténtica joya. Posiblemente la edición más completa (seguro en español). Totalmente recomendable.
No estoy de acuerdo con la elección de «A la busca del tiempo perdido». La traducción de Mauro Armiño me parece la peor de las que hay disponibles en español.
y cuál dirías tú qué es una buena traducción, al español de Proust
Interesante.
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buena seleccion. por poner algun reparo, no creo q el sabueso sea ni x asomo representativo de Sherlock Holmes, cuya esencia se encuentra en sus aventuras cortas. la novela es muy distinta a ese tono general, y watson de patan nada. un saludo
Una colección magnífica, y tengo la inmensa mayoría, salvo dos o tres. Aunque he de decir que «Ambrose Bierce y la reina de picas» me decepcionó mucho. Argumento interesante, pero de pobre desarrollo, personajes nada bien trazados, incluido Bierce, y hay momentos realmente aburridos. Lo único que resalto: me interesó el contexto histórico, pues es una época fascinante.
Faltaría mencionar Vatheck, de William Beckford, y Mares Tenebrosos, la recopilación de cuentos de terror en el mar, amén de La pata de mono, de W. W. Jacobs.
Antes que ‘El hombre que fue jueves’ yo habría puesto ‘Las paradojas de Mr. Pond’ –de Chesterton, obvio–, que también sacó Valdemar y es a) la puta hostia, y b) menos conocido.
Puestos a hacer ‘periodismo prescriptor’, digo.
Añadiría la Historia de la filosofía oculta de Alexandrian, además creo que la acaban de reeditar…
Considerará la editorial Valdemar incluir con más frecuencia en su catálogo el trabajo de autoras? (más, más, aparte de los cuatro botones que muestra)
Y a los autores de este artículo, que tal considerar a alguna de esas autoras que «lucen» en el catálogo de Valdemar? (es que ni una, oigan!)
¿Pilar Pedraza ha cambiado de sexo? ¿A sus años? Dorothy Johnson ya sabemos que no lo ha hecho, por estar bajo tierra hace tiempo, se la debe haber escapado en su atenta mirada al artículo.
Ok, pero echo en falta «El Manuscrito encontrado en Zaragoza» de Jan Potocki.-
Buena selección. Yo añadiría el «Allá Lejos» de Huysmans (una gozada en todos los sentidos) o las obras de Norberto Luis Romero, «Isla de sirenas» y «La noche del Zeppelin», un autor que bien vale la pena conocer…
Añado las varias antologías de cuentos de Rudyard Kipling: el único autor, aparte de Shakespeare, que escribía usando todo el diccionario. Dicho por Chesterton, que estaba en sus antípodas ideológicas, así que parece una opinión respetable.
No me parece una lista muy acertada, pues muchos de los libros propuestos son de literatura «general» y están también disponibles en otras editoriales. Valdemar es una editorial especializada, con lo que ponderar sólo los títulos que no son precisamente especializados me parece una contradicción con la filosofía de Valdemar.
Yo añadiría los tres volúmenes de «Libros de sangre», de Clive Barker. Una serie de relatos cortos de terror magistralmente escritos en el que se une el surrealismo, la brutalidad y el humor negro de forma tan estimulante como inesperada.
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Disfruto enormemente con la editorial Valdemar. Aún me faltan muchos por leer de la selección propuesta y de los indicados en los comentarios. Propongo “Confesiones de un asesino thug” de Meadows Taylor.
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