Ciencias

Queridos Reyes Magos

adoraciomagui
Detalle de La adoración de los Reyes Magos (1894), de Edward Burne-Jones.

Les pido disculpas, así de primeras.

Porque lo que viene a partir de ahora es la petición de alguien que dejó de creer.

Como saben, porque lo saben todo, no hay defecto más grande que hacerse mayor. Es por lo que aprovecho, estupendo egoísmo, para recuperar mis deseos el año en el que más nos hemos roto. Como el que reclama una escalera cuando no puede subir una pendiente y ha presumido siempre de magníficos dotes de escalada. Me da vergüenza convertirme en cliché, pero mejor tener vergüenza un párrafo que disimular que aquí no ha pasado nada.

Porque de eso va la carta.

De lo que ha pasado. 

Y de pedir como argumento frente a lo que saluda desde el microscopio.

Adivinen.

Maldito virus.

Nada más dañino que lo casi invisible. 

El enemigo que no está y no cesa. 

La alerta perpetua que nos atrapa.

Parece evidente que no vamos a salir mejores, ni más juntos ni más fuertes. Pero señores monarcas guarden el carbón, no sean la maldad que disfruta quemando hasta las cenizas. Si acaso hemos salido más humanos, con todas esas aristas que nos hacen ver la paja en el ojo ajeno y nos disimulan la viga en el propio. Es el «año de las vigas» este 2020. Lo mucho que lo vamos a recordar desde lo mucho que va a doler.

Aun así no nos miren por encima del hombro. Porque la gente ha dado ejemplo, en lo bueno y en lo malo. Hemos sufrido un terremoto que nos quitaba el suelo. Algunos han tambaleado mejor que otros, eso es cierto. Pero todos hemos sido la expresión de ese tambaleo que si no te tira te llena de miedos. Hemos transcurrido del solo es una gripe al «si no tienes enfermedades no te preocupes». De las mascarillas a las vacunas. De no saber nada a ser expertos en todo. De lo que fuimos a lo que somos. Pero hemos tenido muchos más buenos anónimos que malos con titulares en prensa. Pueden sacar la calculadora, no falla.

¿Y qué pido?

Devolver una palabra a quien la sostiene y necesita: la gente.

¿La palabra?

Ciencia.

Lo tienen ustedes fácil para encontrarla.

Este año se nos ha inundado la boca con ella.

Está en todas partes y surge de casi todos los labios.

Como el conjuro que uno suelta cuando en el juego de vivir se pierde en las mazmorras.

Desde los primeros momentos del año, un enero que ahora se ve como el tráiler de un película de catástrofes. China, virus, Wuhan, hospital, neumonía, Europa y un fogonazo donde se leía «próximamente en sus lágrimas». De aquel aviso desde Italia hasta llegar a una España donde se presumía de un «estamos preparados» que era mucho más pequeño de lo que pensamos.

En todo momento la ciencia como argumento para pensar que hay futuro. Como si hubiera una frontera entre lo que pasaba, los hechos y la gente, y lo que vendría desde los laboratorios. Y ahora ese futuro da vértigo y esperanza. Que levante la mano el que lo tenga claro o que tire la primera piedra el que todavía tenga ganas de levantar algo.

La travesía oscura que vivimos se ha hecho sobre los hombros del anonimato. Aquella sanitaria que se puso las bolsas de basura y descansó el fonendo en el pecho de alguien que se ahogaba. El hombre que intubó sin pensar en aerosoles. La trabajadora de la limpieza apenas sin protección antes de limpiar las secreciones de un cuarto. El carnicero que miraba con miedo a sus clientes en abril o la frutera que cogía con guantes los plátanos. Incluso mi madre, apoyada en la ventana, y pensando en unos nietos que se la hacían mayores sin sus besos. Infinitos desconocidos que han cargado desde marzo la incertidumbre de un hecho insólito.

Queridos Reyes Magos, al inicio les dije que esta era la petición de alguien que dejó de creer. Ahora reconozco que mentí un poco. Tan solo quería llevarles hasta aquí. Uno cree en la gente y eso puede que sea un defecto, pero cualquier defecto aporta. Por eso les pido la ciencia como piel que protege. De la pandemia nos liberará esa palabra, sin duda, y parece justo que vuelva a los que permiten el viaje hasta ella. No olviden que en la pesadilla nos ha metido un virus pero de ahí, sin duda, nos despertarán las personas.

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Un comentario

  1. E.Roberto

    Sentida emoción y deseos que comparto a pesar de la peculiar, ¿o innovadora prosa? Notable eso de los conjuros y las mazmorras, o proximamente en sus lágrimas. Mis aplausos y gracias por la lectura.

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