A menudo se bautizan estas ocasiones con ese requiebro tan socorrido de que el personaje entrevistado “no necesita presentación”, pero pocas veces es tan cierto como en el caso de Pedro J. Ramírez, director de El Mundo y una de las personalidades más conocidas de nuestro país. Nos citamos con él en pleno corazón de la redacción del diario —redacción adornada, por cierto, con imágenes de algunas de las más famosas películas clásicas de temática periodística— y nos sentamos en su despacho con la intención de hablar de la prensa, cómo no, pero también de otros aspectos de la sociedad, la cultura e incluso de la Historia. Empezando por la Revolución Francesa —sugestivo periodo sobre cuyos meses iniciales Pedro J. ha publicado el libro El primer naufragio— y terminando por engarzar, siempre con la hilatura del periodismo, un repaso a sus preferencias pictóricas o literarias. Aunque finalmente gozamos de bastante menos tiempo del que estaba previsto —es bien sabido entre nuestros lectores que nos gustan las charlas extensas— pudimos tratar varios de estos asuntos en la conversación, e incluso, a vuelapluma, algunos otros más. He aquí el diálogo.
Sobre “El primer naufragio”. Escribir un libro de Historia, ¿es producto de un hobby, una necesidad personal?
Bueno… alguien ha dicho que esto es un hobby y que hay una especie de diversión, en el sentido de la palabra que usaba Ortega, de que estoy iniciando una nueva actividad. Y no es así. Creo que es un trabajo eminentemente periodístico y de alguna manera un cierto desquite por mi parte al hecho de que como director de periódico, estoy limitado para desarrollar algo que es lo que a mí más me gusta del periodismo: contar historias. Antes que un director de periódico soy un “storyteller”, y éste es un trabajo de investigación, de obsesión por la exactitud del dato, de trabajar con las fuentes. Por lo tanto, el libro es una aportación académica pero escrito y elaborado con parámetros periodísticos.
¿Ese “primer naufragio” es el naufragio de la Revolución Francesa?
Es el naufragio de la democracia. También lo es el de la Revolución Francesa, efectivamente. Es la crónica de esos cuatro meses y diez días que van desde que le cortan la cabeza al rey hasta que se produce el primer golpe de estado contra un parlamento elegido por sufragio universal masculino. Son esos meses decisivos en los que la Primera República pudo ser democrática y sin embargo se hizo terrorista. Como la Revolución Francesa ha servido de paradigma a tantos acontecimientos, a tantos procesos históricos a lo largo de los dos últimos siglos y cuarto, al mismo tiempo es el primer naufragio de la Revolución y también el primero de la democracia. Es la explicación de cómo una vanguardia revolucionaria genera un proyecto totalitario.
A partir de algunos comentarios tuyos me ha parecido colegir tu idea de que se pueden establecer ciertos paralelismos entre, por ejemplo, los “enragés” de la Revolución Francesa y los “indignados”.
Bueno, hay algunos paralelismos que son obvios en la medida en que son nominales, como traducir enragés. En el libro no utilizo la palabra “indignados”, hablo de “airados”, “enrabiados” o “cabreados” porque entregué el libro antes de que surgiera todo el movimiento 15-M. Pero podría haber utilizado la palabra “indignados”. Después, el eslogan de los enragés es “no nos representan”. O sea, una enmienda a la totalidad de la democracia parlamentaria, de la democracia representativa. Pues eso es también uno de los ingredientes esenciales del movimiento 15-M. Hay una serie de manifestaciones extremas y minoritarias del 15-M que se corresponden también con las manifestaciones más extremas de los “enragés”. Como el intento de impedir la sesión parlamentaria en el Parque de la Ciudadela en Barcelona, las agresiones físicas y verbales a los diputados… yo le decía a Artur Mas el otro día: “la única diferencia es que los de entonces no pudieron ir en helicóptero como tú”. Lo que pasa es que, junto a esas similitudes, también hay grandes diferencias. Evidentemente la sociedad actual no es aquella.
No existiría un Roux o un Leclerc en la actualidad.
Bueno, yo creo que sí que existen, lo que probablemente sería más difícil es que tuvieran tanta influencia en los acontecimientos como tuvieron ellos. Porque es verdad que hay unas causas económicas que también producen el vértigo del paralelismo, ¿no?, pero en nuestra sociedad no se produce la situación límite —desde el punto de vista de la subsistencia— que existía en el París de 1793 para prácticamente la mitad de la población, los llamados sans culottes.
¿Y hay algún Robespierre deseando emerger?
Para la izquierda parlamentaria europea que ha perdido el poder o pueda fracasar en su intento de ganarlo por las urnas, va a ser una tentación. El intentar establecer una dinámica de colaboración permanente con los movimientos que han tomado la calle y que desde la calle están haciendo esa enmienda, ese planteamiento frontal contra el sistema. Robespierre y los jacobinos cayeron en esa tentación, de hecho cambiaron su programa económico —porque era tan liberal como el de los moderados— para poder crear esa alianza estratégica con el movimiento popular que estaba en la calle, con las picas en la mano. Pienso que las fuerzas mayoritarias de la izquierda resistirán esa tentación. Pero es muy probable que a sectores minoritarios les veamos lunes, miércoles y viernes en el parlamento, y los martes, jueves y sábados cercándolo si pudiera ser. Dentro del parlamento los días pares y fuera los impares.
¿Crees que una diferencia importante pudiera ser que hoy en día la burguesía ya no cumple ese papel de cabeza revolucionaria que cumplió entonces?
Bueno, lo que ocurre es que doscientos veinte años de civilización y progreso humano no han pasado en balde. Es decir, nuestro estado de bienestar está amenazado y se tambalea, pero sigue ofreciendo mecanismos de protección incluso a las personas que no tienen ningún medio de subsistencia. En el París de 1793, si te echaban de casa, si perdías tu casa porque no podías pagarla y te desahuciaban, no tenías absolutamente a dónde ir. Había unas plazas limitadas en los llamados “hospicios para pobres”. Si no, te morías en la calle. Había que acudir a mecanismos de solidaridad muy primarios organizados en la base de las secciones de los barrios de París porque no había un seguro de desempleo, no había Seguridad Social, no había salario de inserción para los que no tenían nada… todo eso hoy lo tenemos, ¿no?
Si no hubiera naufragado la Revolución, ¿qué curso alternativo crees que podría haber seguido? ¿Cómo hubiera cambiado la historia, en definitiva?
Si la Revolución no hubiera ido hacia el Terror, tampoco se hubiera producido la reacción, el fenómeno imperialista que supuso en primer lugar Napoleón con un autoritarismo sedicentemente progresista que pretendía mantener las conquistas sociales y políticas de la Revolución… pero de forma dictatorial y con un proyecto expansivo, imponiéndolo al mundo entero. Ni desde luego se hubiera producido la reacción del Congreso de Viena y el restablecimiento del absolutismo. Es decir, creo que tanto para la pregunta de “si no se hubiera producido la Revolución” como a la pregunta “si la Revolución no hubiese naufragado” probablemente la respuesta está en dos libros que cito muy al final —me parece que uno de ellos solamente lo cito en las notas— que son El Antiguo Régimen y la Revolución de Tocqueville y el On revolution de Hannah Arendt. En ambos libros, uno escrito en el siglo XIX y otro en el siglo XX, se esboza la tesis de que las reformas paulatinas producen progresos más estables y duraderos que las convulsiones revolucionarias. Probablemente eso sea cierto.
¿Qué crees que dejó más poso, las ideas de la Revolución en sí o las reformas de Napoleón?
Bueno, yo creo que los valores que proclamaba la Revolución —libertad, igualdad, solidaridad, fraternidad— han inspirado a la Humanidad desde entonces y por lo tanto son referencias universales. Eso tiene una importancia que va más allá del curso de los acontecimientos políticos. Las reformas de Napoleón… sí, también han dejado poso: el Código Civil, las leyes administrativas, la organización de los ejércitos. Pero creo que son mucho más importantes las ideas que los reglamentos y las leyes.
Cambiando de tema y hablando de periodismo: entrevistamos a Enric González y nos dijo que en el periodismo de hoy pesa más la opinión que la información. Ramón Besa, en otra entrevista, nos decía que se crean una realidad y una meta-realidad. Es decir, la gente que lee los periódicos, escucha la radio o ve la TV ya no opina sobre lo que sucede, sino sobre lo que los periodistas opinan que sucede.
Sí, pero eso es correcto mientras haya periodistas que sean capaces de presentar un relato alternativo de los acontecimientos, diferente al que los órganos de poder —en el sentido más amplio del término— describen. Es verdad que la información es una “commodity” y que lo que está pasando en estos momentos —en la apertura del Congreso o en el pleno del Ayuntamiento de Madrid eligiendo a Ana Botella— está al alcance de todos. Que eso adquiere una virtualidad tan inmediata como efímera y que lo único que podemos aportar los medios de comunicación como elemento diferenciador es el análisis; por lo tanto el punto de vista, la opinión. Pero, junto a esto, está el trabajo imprescindible del periodismo de investigación. Tendría que ser casi una reiteración hablar de “periodismo de investigación” porque la investigación es parte absolutamente integrante, genuina, consustancial del periodismo, que es la búsqueda de la verdad. Sin ese periodismo de investigación nadie hubiera sabido quién organizó los GAL, el caso Urdangarín no existiría, no estaríamos cuestionando con elementos fácticos la versión oficial convertida en sentencia del 11-M, no hubiera surgido el caso “Campeón”, etc. Por lo tanto, precisamente porque hay una tentación a que todo suceda en ese ámbito de la meta-realidad, es tan importante que en la sociedad de la información haya redacciones lo suficientemente dotadas y cualificadas como para contestar las versiones oficiales de los hechos.
Otra reflexión que hacía Ramón Besa era que las empresas periodísticas intervienen cada vez más en los contenidos y que los periodistas, ante la pérdida de libertad que eso provoca, se vuelcan cada vez más en los blogs, en ese tipo de iniciativas individuales. ¿Estás de acuerdo con esta reflexión?
Cada uno habla de la feria según le va en ella y ese no es nuestro caso, ¿no? Es decir, El Mundo se fundó como un proyecto intelectual de un grupo de periodistas y al servicio de ese proyecto intelectual surgió una empresa. A menudo suele ser al revés. Nuestros orígenes nos marcan mucho, tenemos la suerte de que nuestro accionista de referencia o principal, casi único accionista importante —el grupo RCS—, sea un grupo editorial que siempre ha buscado la excelencia y que siempre ha entendido que la excelencia periodística requiere de la independencia.
¿Aún existen las historias de periodistas como las de la película Todos los hombres del presidente?
Yo conocí a Ben Bradlee, le entrevisté en las navidades del 73 coincidiendo con el momento en que el juez Sirica estaba tomando una de las decisiones clave sobre el asunto Watergate —la de entregar las cintas— y luego nos encontramos alguna vez esporádicamente. Pero a finales de los noventa desayunamos con ocasión de un Congreso de la asociación Mundial de Periódicos en Washington. Y me dijo: “ha sido cuando he leído con detalle lo que habéis descubierto sobre los crímenes de estado del GAL cuando he pensado que a lo mejor Ronald Ziegler —el portavoz de Nixon— tenía razón al decir que lo del Watergate había sido una ‘third rate burglary (ratería de tercera)”. Porque claro, el Watergate tuvo una repercusión tremenda pero no mataron a nadie, el delito había sido relativamente menor.
Un robo.
Un robo
Bueno, y espionaje.
Y el encubrimiento, la mentira, pero desde el punto de vista de los hechos iniciales… aquí hubo veintitantos asesinatos ordenados desde el poder.
Sí, pero a lo que me refería con la pregunta es: ¿todavía hay periodistas dispuestos a ponerse a su propio periódico en contra, incluso a jugarse su empleo, por defender una historia en la que creen?
Yo creo que sí. En el caso de las investigaciones sobre el 11-M, al principio hubo periodistas de El Mundo que estaban en una situación muy minoritaria y de gran incomprensión dentro de la redacción. En estos momentos ya no es así porque está muy generalizada la percepción de que hay cosas que no se han descubierto y que al menos una parte de lo que dice la sentencia no es verdad, porque vamos demostrando que no es verdad.
Volviendo a esa percepción que te comentaba del periodista que al ciudadano de a pie le llega desde el cine, desde la ficción, en secuencias como la de Robert Redford reuniéndose con “Garganta profunda” en un garaje, ¿se producen en la realidad esta clase de escenas propias de “thriller”?
He contado en algunos de mis libros situaciones relativamente parecidas. Por ejemplo, las confesiones de Amedo y Domínguez. O un encuentro con una de sus amantes. O cuando entrevisté a ETA a finales de los años 80, en medio de unas enormes condiciones de seguridad… la entrevista se hizo en un hotel en París. Estuvimos cuarenta y ocho horas allí, me dejaron salir un momento para hacer una llamada y decir que estaba bien. Me acompañó a la cabina un tío con una pistola: esa persona era Mikel Antza, el que luego ha sido el jefe de ETA.
A día de hoy, ¿siguen sucediendo esta clase de cosas?
No le pregunto a cada uno de mis periodistas en qué circunstancias se reúne con sus fuentes. Hay que mantener relaciones de estrecha confidencialidad en medio de fuertes medidas de seguridad para que nadie sepa cuáles son tus informadores.
En las antiguas películas del Oeste, un pueblo no se consideraba verdaderamente civilizado o no tenía identidad propia hasta que no se fundaba allí un periódico local. ¿Temes que esta imagen romántica del periodista se pueda llegar a perder?
Creo que no porque estamos en un momento de transición muy difícil —con una crisis dentro de otra crisis—, pero también creo que estamos abriendo un nuevo camino que permitirá que los periódicos se perpetúen concebidos como un trabajo colectivo que analiza y presenta la realidad de una manera organizada y codificada, con una periodicidad determinada. Y que a través de los soportes electrónicos y especialmente de las tabletas táctiles vamos a tener un formidable camino de distribución del periódico. Que, a ver si termina sucediendo de tanto decirlo, nos permitirá vivir una nueva edad de oro no ya del periodismo sino de los periódicos.
Si pudieras viajar en el tiempo a cualquier momento de la Historia y entrevistar a un personaje, ¿qué personaje sería y cuál sería la primera pregunta que le harías?
(risas) Hombre, ya que estamos, me gustaría poder estar en la Revolución Francesa. Tendría preguntas para todos y cada uno de los personajes después de tantos años “conviviendo” con ellos. Ahora, tendría que tener muy garantizado el regreso al presente, porque la inmensa mayoría de las preguntas que formularía me harían reo de la guillotina, claro.
Pero, ¿hay algún personaje concreto….?
A Robespierre habría que dedicarle horas, es uno de los personajes más complejos, fascinantes y estremecedores de la Historia.
¿Qué pregunta sería la primera? Imagina que tienes la oportunidad de hacerle solamente una.
“Cuando usted ha tenido que elegir entre la virtud y la ley, ¿por qué siempre ha optado por lo que usted llama la virtud cuando se proclama una y otra vez tan legalista?”.
Siguiendo con viajes en el tiempo: si pudieras contratar como redactor a cualquier literato de cualquier época…
Hombre, si seguimos en ese momento, me encantaría tener un escritor político tan brillante como Camille Desmoulins, siempre y cuando tuviera un buen director. Que es lo que le faltó, porque se marchaba un poco por los cerros de Úbeda y a veces se le iba la olla, pero era muy brillante como polemista en el ámbito del periodismo político.
¿Crees, por cierto, que escritores como Cervantes o Quevedo eran como los reporteros de su tiempo?
En esos tiempos no existían los periódicos, pero desde luego sí que tenían una gran capacidad como “storytellers”. Y especialmente Quevedo hubiese sido muy buen escribiendo entre líneas en cualquier momento dictatorial.
Más o menos es lo que hizo.
Sí, de hecho es lo que hizo.
En un periódico, qué es más importante a la hora de plasmar las historias: ¿utilizar un lenguaje sintético o hay sitio para ejercicios literarios? En las propias noticias, no hablo ya de secciones de cultura.
Hombre, nuestro periódico tiene distintos formatos que básicamente se corresponden con los géneros clásicos. Creo que la información debe ir identificada con un código visual y separada de lo que es el análisis, el comentario o el reportaje. En un reportaje de fin de semana hay mucho margen para ofrecer una presentación literaria y creativa de un hecho informativo.
¿Cómo calificarías el nivel literario de la prensa española como conjunto?
La prensa ha mejorado mucho desde el inicio de la transición, desde que empecé a ejercer en periodismo, pero es cierto que ahora estamos padeciendo las consecuencias de la crisis. Hay menos mercado, menos oportunidades para quienes no tienen puestos de trabajo… y quienes lo tienen se aferran más enérgicamente a él. Hay menos movilidad y por tanto eso proporciona también menos oportunidades a la creatividad y el talento.
¿Qué redactores y columnistas de la competencia te gusta leer por su estilo, aparte de que estés de acuerdo o no con sus ideas?
Hombre, yo creo que los mejores columnistas están en El Mundo, pero… es muy brillante Ignacio Camacho, que estuvo con nosotros y ya no lo está. Es muy brillante Alfonso Ussía, que me hubiera gustado que hubiese estado con nosotros. Rosa Montero siempre me parece una persona que hace un ejercicio de ecuanimidad, dentro de sus posiciones, que son distintas a las nuestras. También me gusta mucho Elvira Lindo. Bueno, hay unos cuantos.
No te pregunto cuál te gusta más de los tuyos por no ponerte en el compromiso, claro.
Echo de menos todos los días a Francisco Umbral. Todos los días. Como escritor de periódicos no ha habido nadie como él y veremos cuándo lo hay.
¿Quién te preocuparía más como director de un periódico rival, el Orson Welles de Ciudadano Kane o el Walter Matthau de Primera plana?
Kane era un “publisher”, un editor… me hubiera gustado trabajar con él por lo menos en sus primeros tiempos, hasta el momento en que le dice al enviado a Cuba “pon tú las postales, que yo ya pondré la guerra”. Pero los comienzos de Kane como “publisher” del San Francisco Examiner son fascinantes.
Hemos hablado de literatura y periodismo; hablemos ahora de arte: imagina que no existiera la fotografía: ¿a cuál de estos pintores contratarías como ilustrador para la sección de sucesos: Goya, El Bosco o Brueghel el Viejo?
Hombre, yo me quedaría con los tres, la verdad (risas). El detallismo de El Bosco vendría muy bien para los reportajes. Ahora bien, la interpretación… las portadas se las encargaría a Goya, desde luego.
Para ilustrar las entrevistas con un retrato: ¿Velázquez, Rembrandt o Thomas Gainsborough?
Velázquez para los hombres y Rembrandt para las mujeres.
Para ilustrar la sección de ciencia: ¿Picasso, Salvador Dalí o Giorgio De Chirico?
El futurismo de De Chirico… creo que, de alguna manera, él ya hizo esas cosas. Dalí nos confundiría al mezclar demasiado la fantasía con la realidad.
Para la sección de viajes, ¿Van Gogh, Rubens o Paul Cezanne?
Depende de a dónde quieras ir. Para los viajes exóticos, Cezanne. Para Europa, Van Gogh.
Y para ilustrar artículos en un dominical, ¿Diego Rivera, Joaquín Sorolla o Édouard Manet?
Ricardo Martínez. Su talento como ilustrador y su dominio de las técnicas… creo que no hay otro en el mundo y no se valora suficientemente quizá porque se ha convertido en un elemento cotidiano desde hace veintidós años, desde que nació El Mundo. Las ilustraciones que Ricardo hace los domingos para mis artículos creo que quedarán en las antologías de la aportación de las artes plásticas al periodismo.
Por cierto, eres muy aficionado a la ópera, ¿tienes debilidad por algún compositor o intérprete en especial?
Me gusta muchísimo Wagner y a lo mejor habría que pedir perdón por ello (risas).
¿Por qué?
No, porque siempre se ha identificado con la filosofía del totalitarismo, porque le gustaba tanto a Hitler que parece que no nos debería gustar a nadie más. De hecho, hasta hoy en día, interpretar a Wagner en Israel es algo polémico. Pero me gusta mucho Wagner. Y como cantante Anna Netrebko, me encanta. Si me dijeran con qué mujer me gustaría cenar un sábado… (risas) diría Anna Netrebko, porque además es guapísima y tiene un talento extraordinario.
Ya que te gusta tanto Wagner, ¿crees que Stanley Kubrick hizo en 2001: una odisea del espacio lo que a Wagner le hubiese gustado hacer, esa “ópera total” que él pretendía?
Desde luego si hubiera vivido en el presente probablemente hubiera compuesto música para cine, o a lo mejor hubiese hecho películas en las que hubiese sido también el guionista, porque como sabes escribía los libretos de sus óperas.
¿Por qué otros compositores tienes debilidad?
Mozart. Me gusta mucho todo lo de Mozart. Me gusta mucho Shostakovich, el otro día vi Lady Macbeth.
¿Qué te parece el concepto de “ópera rock”?
Me deja un poco frío.
¿Qué lugar del mundo elegirías para vivir?
Estoy bastante contento en Madrid, pero me gustaría también vivir en París, más tiempo. Voy a veces, los fines de semana.
Si pudieras tomar elementos de otras ciudades de España o del mundo, y añadirlas a Madrid para hacer una ciudad perfecta…
¡Hombre! Con el mar de Mallorca.
Ahora te pediré la opinión sobre una serie de personajes. Para empezar, Leo Messi.
Un artista de un talento inconmensurable. El futbolista que nadie desearía que su equipo tenga nunca enfrente.
Baltasar Garzón.
Un ambicioso, dispuesto a lo que sea con tal de satisfacer su ambición y su vanidad sin límites.
Ana Botella.
Una incógnita como política, que hereda el ayuntamiento de Madrid en una situación muy mala.
Julio Anguita.
Un hombre íntegro, grande, de principios y un conversador estupendo. Alguien por el que siento un gran aprecio.
Angela Merkel.
La persona sobre la que ha recaído ahora la responsabilidad de la construcción de Europa. Me la encontré una vez en la ópera, estábamos un grupo de ocho o diez periodistas de distintos países, y ella dijo “sólo le daré la mano a uno de ustedes, elijan ustedes a cuál”.
(risas) Muy definitorio.
Es ese sentido de la economía del esfuerzo.
Alfonso Guerra.
Un hombre con una idea de la democracia… un hombre que está a mitad de camino entre el socialismo revolucionario y el socialismo posible. Muy intransigente, muy poco flexible en sus planteamientos políticos. Es un hombre de ideas muy anticuadas.
Ruiz Mateos.
Un hombre extravagante, prisionero de sus fantasías y de su codicia.
José Antich.
No opino sobre los colegas.
Barack Obama.
El hombre que debió haber perdido las primarias del partido demócrata ante Hillary Clinton. Y mejor le hubiera ido al partido demócrata y a los Estados Unidos.
¿Qué te parece lo de la concesión del Premio Nobel?
Una venda puesta antes de la herida. Un poco absurdo, ¿no? Un poco grotesco.
George Best, de quien se ha cumplido el aniversario hace poco.
Un provocador, un transgresor permanente, alguien que estaba condenado a morir joven y aguantó más de lo que nadie podría esperar.
Otro aniversario: John Lennon.
El hombre que cautivó a mi generación, que fue capaz de ponerle música a nuestros ideales.
Kurt Cobain.
De él tengo una opinión más difusa. También encuadrado dentro del “malditismo”. La concatenación fatal entra la droga y la música.
Cayo Lara.
Está por ver que sea capaz de tener un poco de sentido práctico a la hora de ejercer la oposición. Hay muchas posibilidades de que caiga en la tentación de pretender hacer política desde dentro del parlamento la mitad de los días de la semana, y cercándolo la otra mitad, o acosándolo por lo menos.
Fernando Sánchez Dragó.
El primer columnista que fiché hace treinta y un años, cuando me hicieron director de un periódico. Es un hombre muy brillante, extraordinariamente libre en todas sus apreciaciones. Una voz que siempre hay que tener en cuenta.
Una mención inevitable en estos tiempos, Iñaki Urdangarín.
Pues creo que es un caso patológico de avaricia y de falta de sentido de los límites.
Por último, Pedro J. Ramírez.
Bueno, yo creo que tenéis que ser vosotros los que pongáis respuesta a esa pregunta.
Bueno, pues dímelo así: si no hubieras sido periodista, ¿a qué te hubieras dedicado?
Habría sido una expresión más del fracaso escolar.
(risas) ¿Realmente lo crees?
Sí. Creo que tengo la gran suerte en la vida de dedicarme a lo único para lo que sirvo. Hubiera sido mediocre en casi todo lo demás.
Pero, ¿tienes alguna vocación oculta que te hubiese gustado desempeñar?
Hombre, me hubiera gustado ser un buen jugador de baloncesto. Fui muy malo. Me hubiera gustado saber cantar y tengo el peor oído de la Tierra. A lo mejor hubiera podido ser un buen director teatral, lo hice durante un tiempo en la universidad. Pero en fin, dudo mucho que hubiera llegado a nada.
Fotografía: Jorge Quiñoa
Buena entrevista, aunque he echado de menos una pregunta sobre las diferencias entre el periodismo americano y el español. A fin de cuentas, Pedro J. es el único periodista americano que tenemos, y tendremos en mucho tiempo, en nuestro país. ¡Si hasta lleva tirantes!
Cuando yo estudié periodismo lo hice pensando en tipos como él y como Ben Bradlee, no en Ansones y Umbrales, que hacen/hacían un periodismo brillante, pero decimonónico.
Una constatación: el entrevistador, E.J. Rodríguez, es un periodista pero evidentemente se encuentra totalmente al margen de lo que llamamos periodismo de investigación. Parece flipar conque aun pueda quedar en este país algún que otro de esos «otros» periodistas. Parece que, de hecho, no se lo acaba de creer.
Y es así que en España prácticamente sólo existe periodismo de segunda clase. Importante, respetable, digno, pero no es periodismo de investigación. En este sentido puedo suscribir -aunque no sea estrictamente correcto- el comentario de Cristian Campos: «Pedro J. es el único periodista americano que tenemos».
Yo creo que en España ha habido buen periodismo de opinión pero muy poco de investigación por la sencilla razón (debilidad económica aparte) de que España está alejada de los flujos de la historia contemporánea. Somos un país secundario en el orden internacional. Y evidentemente, es más fácil y más motivador hacer periodismo de investigación desde el epicentro del imperio, los EE UU, que desde una provincia con problemas provincianos y repercusiones estrictamente provincianas. En los EE UU te pones a investigar y tu interlocutor es el tipo que está ordenando asesinatos selectivos en Irán, es alguien cuyas acciones están cambiando, para bien o para mal, la historia. En España tu interlocutor es el tío que ha montado un auditorio de mármol de 2000 plazas en un pueblo de 700 habitantes.
Y no es lo mismo, claro.
No obstante los casos watergate y gal fueron ambos de ámbito local.
A saber, diría yo.
Respecto al pequeño reproche al entrevistador, a modo de comparativa. Fijaos en la pregunta que Pedro J. discurre -así, sobre la marcha- para soltarle a Robespierre si pudiera lanzarle una sola:
“Cuando usted ha tenido que elegir entre la virtud y la ley, ¿por qué siempre ha optado por lo que usted llama la virtud cuando se proclama una y otra vez tan legalista?”
Pingback: “Tengo la suerte de dedicarme a lo único para lo que sirvo” Pedro J. Ramírez
Buena entrevista. Pedro J. es efectivamente un periodista de raza. Muchísimos años al frente del periodismo español, liderando el periodismo de investigación y ejerciendo de contrapoder por la influencia de su editorial periodística. Y además parece que los años no pasan por él. Saludos
Tu que sabrás. De raza, si de la raza dominante. Su periódico solo es sensacionalista, prensa amarilla. Pregunta a su mejor enemigo, el abogado R.Menéndez, ese te dará más datos. Iros por ahí, capitalistas.
– “Pedro J. es el único periodista americano que tenemos”.-
Lástima que por conveniencia o ignorancia se olvide sistemáticamente de que antes de la Revolución Francesa existió por lo menos otra, la Americana, que llevo a termino la idea de la Libertad con mejores resultados.
Jo, ya podíais haberle preguntado por Salvador Sostres y porqué se empecina en darle espacio en su periódico.
Lo de único periódista «americano» no lo entiendo. El Mundo, por lo menos el que leo todas las mañanas (o intento) en cinco minutos (no da para más), da pena. Seamos sinceros, El Mundo es al periodismo mundial lo que es este país: un pedo que intenta oler a culo extranjero. De hecho, tras tantos años, es sorprendente como puede estar tan lejos de El País en contenidos, firmas e imagen cuando éste está sumido en la decadencia. Si no estuviera Espada y a veces González, ni para limpiarse el culo.
Y al entrevistador: menos cuadros y al 11-M, que es su watergate (y waterloo, a menos que llegue Blucher con txapela y explosivo plastico).
pd: ahora en serio, ¿alguien de los agudos comentaristas me puede explicar quién se supone que estaba detrás de los bombazos de atocha según el gran periodista americano riojano este? Esos 4 días los pasé de lsd hasta las cejas…
Al parecer Rubalcaba era el cerebro de todo, decían. Pero hace unos meses se ha presentado a las elecciones generales y ya ninguno lo recordaba ni se lo echó en cara.
Acusas a alguien nada menos que del asesinato de 191 personas en una conspiración contra la democracia y poco más tarde ya ni te acuerdas de a quién acusabas de qué, pelillos a la mar. Es algo fascinante.
Como en el 90% de los casos, detrás de los bombazos está la CIA.
El mejor periodista de España, desde hace muchos años.
Antes de la revolución americana hubo otra en la que también le cortaron la cabeza al rey y que empezó republicana y acabó como el rosario de la aurora. Es verdad que es menos glamurosa, pero está bien documentada en las bibliotecas británicas.
Lo de que PJ es americano suena muy gracioso cuando le echas una ojeada sucesiva al NYT, al WP o al LAT y al Mundo. En efecto, debe de ser por los tirantes.
Es un poco como comparar Planeta con Random House, por ejemplo, o el Congreso de la Carrera de San Jerónimo con el de Washington. Jeje..
Ah, se me olvidaba: la investigación de los periodistas españoles, que está a la altura de la policial… Me daría risa si no fuera tan dramáticamente cutre. No soy experto en casi nada, pero cada vez que leo algo en un periódico, incluido el de este periodista ‘americano’, sobre algún tema del que esté un poquito informado por mi trabajo (transporte marítimo), me dan ganas de llorar. Supongo que en todos los demás asuntos será por el estilo.
Esperaba más de un entrevista con PJ. En comparación con Cesar Vidal, persona en las antípodas de mis ideas, me ha aportado poquísimo.
Considero que ha barrido demasiado para su casa, algunas respuestas son demasiado tendenciosas como por ejemplo cuando cita el gal, Urdangarín, campeón pero se deja el gurtel o el caso naseiro. Me hubieran gustado unas respuestas más atrevidas y enriquecedoras por su parte, que permitiesen romper ese corsé que parece llevar encima por ser quién es.
No le ha preguntado ni que marca de café toma ni cual es su color favorito. Seguramente porque no le ha dado tiempo. Por una vez aplaudo que la entrevista no sea larga.
Cuando se dedica tanto espacio y tiempo a entrevistar a un hombre tan importante y que ha arrojado a la arena pública temas tan controvertidos como la teoría de la conspiración, me espero, cuanto menos, que se le busquen las cosquillas sobre estos temas. Me huebiese gustado ver cómo los defiende. Pero no verle haciendo ejercicios absolutamente intrascendentes de qué habría hecho si se hubiese topado con hombres de otras épocas y cuáles son sus gustos de uno y de lo otro. Que también está interesante, también. Pero oye, deberían ser secundarias. Es que hasta a la hora de valorar el futuro del periodismo ahora que ha llegado la era digital, tema tan recurrente y que no requiere de mucha originalidad, se ha pasado de puntillas en la entrevista.
De todos modos, es un placer saber que hay una página que trata con mimo y espacio sus contenidos. Aunque tal vez sea demasiado respetuoso con sus entrevistados.
No me gustan sus ideas, pero defenderé hasta la muerte su posibilidad de decirlas. Lo respeto aunque a veces sea un poco manipulador.
entrevista fallida, entre pasar de puntillas y no
pasar tan siquiera hay muuuchas posibilidades.
Decepcionante y muy poco incisiva. Pedro J defiende la teoría conspirativa del 11M y el periodista le pregunta por sus cuadros favoritos.
Todos sabemos como está la prensa hoy: panfletos de opinión tendenciosos hasta la náusea. Dentro de esto algunos sobresalen, aunque no es el caso de El Mundo. Por cierto, los tirantes le quedan bien a los periodistas de las películas americanas, pero este hombre parece una etiqueta de colonia de los cincuenta.
Noto una cierta animadversión en los comentaristas hacia el personaje. Probablemente porque no se alineó nunca con la linea oficialista y proporcionó y sigue proporcionando extraordinarios titulares. Es un magnífico periodista en todos los sentidos.
En cualquier caso sí se echa de menos que el entrevistador tocara el tema del 11 M que tanto nos inquieta a muchos .
pues me habéis decepcionado: o sea este tío piensa que el 11M es una conspiración y no se le entra a saco, por favor jotdown os leemos porque os sentimos distintos, no se os puede escapar vivo un personaje así; aunque luego cuano dice que le gustan Rosa Montero (la del negro y la alemana) y Elvira Lindo ya te das cuenta del nivelazo de Pedro J. De Garzón mejor no hablar, claro.
Los siento mucho, pero este tipo es un no es un periodista «Americano» si es que con ese galón lo quereís comparar a los periodistas hippies, beat y demás anti-heroes de novela… este tipo es un magnate y un pajaro de calibre. Si con «Americano» quereís decir que tiene un olfato para husmear pasta verde fino, clavao.
Lo unico que le salva de la repugna total, es que es tan contradictorio que ha veces muerde a la mano que le da de comer y sorprende…
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¿Único periodista américano que tenemos?
Espero, que sea el único.
También, espero que, los jóvenes periodistas de este pais no salgan tan américanos.
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Perdonad por la superficialidad de la pregunta:
¿Y esos tirantes?
Siempre he detestado los hombres con tirantes. Parece un payaso del «Cirque du soleil». Y eso de no se qué de un video…no es como una doble moral? Saludos y me gusta la revista cultural
No son los tirantes.
Son las camisas bicolor y la mezcla de rayas y cuadros.
Parece una ilusión óptica.
Un poco como sus ‘himbestigaciones».
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