La habilidad más notable de Matt Groening es la creación de universos. Muchos de los mejores episodios de sus series no fueron escritos por él, sino por diferentes guionistas o equipos de guionistas, pero impera en ellos una inercia común producida por la excelente definición inicial de los personajes y sus circunstancias. Las reglas internas proporcionadas por Groening permiten que sus series, aun siendo comedias episódicas sin mucho espacio para los arcos argumentales prolongados y enrevesados, sirvan para desarrollar ideas sorprendentemente complejas y profundas, si se tienen en cuenta los escasos veintipocos minutos que suelen durar las entregas. Esto se aplica sobre todo a Los Simpson y Futurama, porque la última serie de Groening, proféticamente titulada Desencanto, intenta aplicar un esquema diferente con escaso acierto. Una serie con el problema añadido de la menor capacidad para generar esa chispa de filosofía cómica de la que sí pueden presumir las otras dos.
Los Simpson estaba protagonizada por una familia trabajadora de una ciudad mediana, así que en sus mejores temporadas era el comentario social lo que subyacía en buena cantidad de los momentos humorísticos. Se podría discutir sobre si había en aquellas temporadas un mensaje predominante, pero, de haberlo, está claro que giraba en torno a la importancia del sentimiento de comunidad. Describe un mundo no tan alejado del mundo real, cuyas instituciones son corruptas, estúpidas y, en todo caso, indiferentes al sufrimiento individual. Quedan como elementos de salvación la familia, la amistad, la vecindad y otros tipos de asociación entre ciudadanos. Si cabe buscar una tendencia filosófica vertebral en Los Simpson, estará marcada por las reflexiones políticas y morales. Como, por fortuna, Los Simpson solía resistir la tentación de reducir sus mensajes a homilías partidistas, queda para cada espectador el decidir cuál es la lectura ideológica concreta.
Futurama es muy diferente. Es verdad que, a su modo, también es una parodia del presente. Como tal, también contiene mensajes de índole política y moral que, en ocasiones, llegan a ser más explícitos que en Los Simpson. Lo que la distingue, no obstante, es su exploración de las posibilidades más disparatadas en torno a un futuro que combina elementos propios de una farsa con otros propios de la ciencia ficción seria. Por ello, el rango de las reflexiones de Futurama es más amplio que el de Los Simpson. Tanto, que resulta más difícil intentar señalar un mensaje predominante. Más allá del análisis sociopolítico que puede ser común a ambas series, Futurama maneja conceptos mucho más abstractos. Tiene, por ejemplo, una fuerte carga existencialista. El episodio «Naturama» parece una desenfadada parodia de un documental alienígena sobre la vida en la Tierra, pero es un guiño a la filosofía del absurdo de Albert Camus. La vida de unos simpáticos salmones que fallecen tras poner sus huevos es resumida con irónica crudeza: «Y así, el interminable ciclo vital llega a su fin absurdo y sombrío. ¿Para qué vivieron y para qué murieron? Para nada». Algo similar se dice sobre la desaparición de toda una especie: «Y así se ha garantizado la extinción de la tortuga gigante de Pinta. Doscientos millones de años de evolución a la mierda. Porque, al final, la naturaleza es horrible y no nos enseña nada».
Este macabro y divertido existencialismo es solo una de tantas facetas en un marco filosófico superior que aparece frecuentemente durante la serie: el debate entre un universo determinista y la posibilidad de que exista un libre albedrío. En el episodio «Viva Mars Vegas», Zoidberg está apostando de forma continua en la ruleta cantidades enormes de dinero y llega a ganar diez mil millones de dólares. Con la emoción no puede consultar guías de sitios como el Casino Carlos para calcular sus posibilidades y acaba perdiendo todo su dinero, momento en el que el profesor Hubert Farnsworth comenta: «Ese el Dios que yo conozco».
Son conceptos con los que la serie juguetea desde su mismo inicio. El primer episodio nos muestra a Fry, un repartidor de pizzas del siglo XX que, a causa de un accidente, es congelado durante mil años y despierta en un siglo XXX repleto de robots, mutantes, alienígenas y naves espaciales. La nueva vida de Fry es el resultado de un tropiezo fortuito, sinécdoque de un universo determinista en el que cada suceso es la consecuencia inevitable de unas causas: los sucesos anteriores. Fry acaba en el futuro porque todos los elementos del universo estaban confabulados para que sucediera eso, y no alguna otra cosa.
La idea es expresada de manera más burlesca en «Bien está lo que está Roswell». Un nuevo accidente provoca que la nave espacial de Fry y sus compañeros entre en un agujero de gusano. Viajan hacia atrás en el tiempo y aparecen en el siglo XX. Concretamente en 1947, unas décadas antes de que Fry naciese. En un guiño a Regreso al futuro, Fry conoce a la versión joven de su futuro abuelo, Enos. Fry deduce que la muerte de Enos impida la fecundación de su futura abuela Mildred, porque en tal caso nunca llegará a nacer Yancy, su padre. Y si no nace su padre, Fry tampoco nacerá. Temiendo que si muere Enos él mismo desaparecerá, porque al no haber nacido no podrá haber existido, trata de proteger a su futuro abuelo, pero, en otro de los tantos accidentes del destino en Futurama, provoca su muerte. Fry comprueba que, pese a sus temores sobre las consecuencias de que su abuelo haya muerto antes de embarazar a su abuela, él mismo no desaparece. Esto lo deja perplejo. El misterio se resuelve poco después cuando, ayudado por unos tragos de alcohol, es el propio Fry quien se acuesta con la versión joven de su futura abuela. Así, Fry se convierte a la vez en su propio abuelo, padre de su propio padre y nieto de sí mismo. Esta estrafalaria paradoja temporal sería irresoluble salvo en un universo determinista en donde la muerte de su supuesto abuelo Enos, que nunca estuvo destinado a ser su abuelo, y el consiguiente acto sexual de Fry con su abuela, estuviesen ya programados por toda una cadena de causas y consecuencias. Una cadena determinista que no podía ser evitada.
El universo siempre será lo que, desde el momento mismo del Big Bang, estaba programado para ser. En «El difunto Philip J. Fry», el profesor Farnsworth diseña una máquina que permite viajar hacia adelante en el tiempo, pero no hacia atrás. La prueba junto a Fry y Bender, con la intención de viajar un solo minuto hacia el futuro. El profesor tira con demasiada fuerza de la palanca que determina la duración del viaje y la máquina avanza hacia un futuro mucho más lejano de lo previsto. Los ocupantes saben que no pueden volver atrás, pero tienen la esperanza de llegar a una época futura en que se haya inventado una máquina capaz de devolverlos al siglo XXX del que partieron. Eso hace que continúen avanzando: primero siglos, después milenios. Cuando se encuentran una Tierra desértica y pierden toda esperanza, deciden viajar durante millones de años más para ver qué ocurre. Contemplan la desaparición del universo y creen que han llegado al final de todo cuando, para su sorpresa, sucede un nuevo Big Bang tras el que emerge un universo que parece idéntico al anterior. Deducen que viajando varios miles de millones de años hacia el futuro, llegarán de nuevo al «presente» del siglo XXX, justo en el momento en que iniciaron su viaje. Y así lo hacen. Cuando llegan a la réplica de su propia época, nada parece haber cambiado excepto la presencia de sus tres dobles, inconveniencia que será eliminada porque la máquina del tiempo los aplasta al llegar. El que los viajeros del tiempo puedan llegar al «pasado» avanzando hacia el futuro indica que el universo, tras el Big Bang, solo puede adoptar una estructura y que esa estructura determina con todo detalle todo lo que va a suceder.
La idea de que los habitantes del universo se creen libres pese a que todo avanza por una senda marcada es determinante en Futurama con lo que, dentro del tono cómico, puede ser definido como angustia existencial. En el episodio titulado «El tiempo sigue deslizándose», una anomalía física provoca que el tiempo dé extraños saltos hacia adelante. Ya no son unos pocos quienes viajan hacia el futuro, sino el planeta Tierra en su totalidad. En esos saltos, el mundo entero avanza minutos y horas en un instante. Los habitantes se percatan de los saltos, pero no conservan memoria de lo que ha sucedido en ese lapso de tiempo perdido. Como ven que el mundo no ha dejado de existir y que todo sigue funcionando como se supone que debe funcionar después de cada salto, se deducen que ellos mismos han continuado con sus vidas, pero no lo recuerdan. Como cuando alguien tiene una laguna de memoria por culpa del alcohol, o después de haber conducido durante horas. Esto les produce una considerable desazón porque se dan cuenta de que no son los actores de sus propias vidas, sino que han seguido actuando con normalidad sin ser conscientes de ello. La serie introduce la idea de que la consciencia individual existe, pero no es necesaria para que cada cual, durante los lapsos, actúe según las circunstancias lo obligan. Las decisiones personales son meras consecuencias de causas ajenas a cada individuo. Y cada individuo no es más que un engranaje automático del universo, comportándose según leyes escritas, de manera no muy distinta a los átomos, moléculas, etc. La única diferencia entre un átomo y un ser humano es que este último es testigo consciente de su propio papel en el engranaje. Testigo, pero no agente.
La angustia por la inexistencia de la libertad individual también es la protagonista en el episodio «Libre albedrío», donde el robot Bender descubre que carece de un chip que permite que los robots gocen de verdadero libre albedrío, por lo que toda su conducta es producto de su programación. La aterradora revelación lo deprime, ya que se tenía por un anárquico rebelde cuando su personalidad y toda su conducta no eran más que el resultado de las decisiones de sus diseñadores. Bender, deseando ser libre de verdad, comienza una búsqueda del ansiado chip. Cuando por fin lo obtiene y se lo inserta en la cabeza, ni su personalidad, ni su conducta, ni su percepción del mundo y de sí mismo varían un ápice. Esto sugiere varias preguntas: ¿era ya Bender libre antes de poseer el chip del libre albedrío, porque la libertad es, sí o sí, inherente a la consciencia? ¿O en un universo prefijado no puede existir el libre albedrío y el chip en realidad nunca sirvió para nada porque un chip no puede generar algo, la libertad, cuya existencia es imposible?
En un universo determinista como el que a menudo describe Futurama, los personajes se preocupan inútilmente por controlar los resultados de sus acciones. Los remordimientos o la satisfacción por el deber cumplido son subproductos de un epifenómeno, la consciencia. Sin embargo, la serie contempla la posibilidad de una opción intermedia: el compatibilismo de filósofos como Hobbes o Hume, según el cual pueden conciliarse las nociones de un universo determinista y el libre albedrío individual. Futurama sugiere, si no afirma, esa postura salomónica. En «Un dios entre nosotros», Bender naufraga en el espacio y descubre que sobre su piel metálica ha surgido una civilización microscópica que lo considera a él un dios todopoderoso. Abrumado por su nuevo papel de icono religioso, Bender intenta actuar de manera benévola para con sus minúsculos adoradores, escuchando sus plegarias y realizando lo que ellos ven como milagros. Pese a unas buenas intenciones inusuales en un robot tan egoísta y marrullero, cada una de sus decisiones «divinas» parece terminar provocando un desastre. Bender intenta ser justo y generoso, pero solamente consigue provocar más problemas de los que pretende resolver. En su papel de dios, se vuelve consciente de los efectos que sus actos tienen sobre otros, y que esos efectos no son siempre los que tenía previsto. Esto es motivo de angustia para un robot que amaba su libertad hasta descubrir que la libertad ejerce un asfixiante peso. Lo mismo les sucede a sus seguidores, quienes no consiguen entender por qué su dios los escucha en unas ocasiones y los castiga, sin aparente motivo, en otras.
El proceso por el que una decisión parece producir una desviación trágica del curso del universo también es el tema de uno los episodios más recordados, «Ladrido jurásico». Fry encuentra el cadáver fosilizado del perro que fue su mejor amigo en el siglo XX. Gracias a la tecnología del siglo XXX tiene la posibilidad no solo de resucitar al perro mediante clonación, sino de devolverle sus recuerdos. Eso permitiría que Fry se reencontrase con su viejo amigo. No obstante, Fry se pone a pensar. Cuando él mismo fue congelado por accidente, el perro aún era muy joven, así que el animal vivió la mayor parte de su vida sin Fry. Y un entristecido Fry deduce que quizá el perro lo olvidó. El animal ya tuvo su propia vida, en la que quizá fue feliz con otro dueño, y sería egoísta traerlo a un futuro extraño en el que ese otro dueño ya no vive. Así que Fry decide no resucitar al animal. En la última y emotiva secuencia del episodio, quizá la secuencia que quedó marcada a fuego en la memoria de más espectadores, se descubre que el perro no solamente no olvidó a Fry cuando este fue congelado, sino que lo esperó sin moverse del mismo lugar durante años, y que murió de viejo sin haber perdido la esperanza de volverlo a ver. Fry, pues, se equivocó en su elección. En el siglo XXX podría haberle dado una vida feliz a un perro que en mil años antes fue condenado a una existencia solitaria y triste. Pero ¿podría Fry haber actuado de otra manera? ¿Es posible que en un mundo donde todo es consecuencia de causas ya establecidas, Fry hubiese tomado una decisión diferente? El episodio no lo afirma, tampoco lo niega. Se limita a mostrar que Fry desconoce que ha cometido un error, porque ha tomado su decisión sin tener suficiente información a su alcance. Exista o no el libre albedrío, toda libertad es inútil si no se conocen las posibles consecuencias de las propias acciones.
Futurama es una comedia ligera en apariencia. Su tono y formato pueden llevar a confundirla con una comedia superficial. En ocasiones, su trasfondo filosófico es profundo e inclemente. Hace que simpaticemos con personajes entrañables e inocuos, y en algún episodio, tomándonos por sorpresa, nos los muestra como indefensos peones que sufren sus accidentados destinos en la enigmática partida de ajedrez del universo. Muchas películas dramáticas hubiesen querido conseguir semejante efecto.
Es que Futurama incluye chistes tales como aquella foto finish en una carrera de caballos, en la que el profesor Fansworth se quejaba de que la observación de la secuencia había modificado el resultado. Sólo un tipo muy concreto de espectador podía entender la genialidad del chiste, y sólo ese tipo de lector es capaz de comprender la genialidad de Futurama: para el resto es sólo una serie divertida, como Los Simpsons pero con robots y naves espaciales.
Quiero decir que por eso no tiene la apabullante y desmesurada fama que merecía.
Así es, las referencias a la mecánica cuántica de Futurama son mucho más sutiles que las de «The Big Bang Theroy». Nada que objetar a esta última, pero son ese tipo de detalles, entre otros, los que determinan (nunca mejor dicho) la diferencia entre una serie para todos los públicos sin más finalidad que entretener y otra que, entreteniendo, tiene más capas de profundidad de las que se perciben a simple vista.
Nunca había pensado en Futurama como una serie determinista. También es verdad que cuando lo echaban por la tele yo estaba en la pubertad/adolescencia y de eso hace unos cuantos años, así que tendría que verla de nuevo con mis nuevos ojos.
Es curioso lo que pasa con las series de dibujos animados para adultos. Tratan sobre un tema bastante trascendental envuelta en humor tonto y gritos con voces agudas típicas americanas que echa para atrás a mucha gente sin ni siquiera haberle dado una oportunidad en serio. En el caso de Futurama, lo que tenemos es ciencia. Sin embargo nos vamos al otro extremo como Big Bang Theory, donde tenemos comedia tonta envuelta en un papel (muy fino) de ciencia y entonces ésta se pone de moda.
Siempre me ha parecido una gran serie, con mucha mala leche y un humor cojonudo. En el segundo capítulo en el que tienen que entregar un paquete a La Luna, y Fry visita Luna Park y de cómo enseñan allí la historia de la colonización de la Luna. Eso sí que es mala leche..aunque Futurama en general desprende mucha mala leche a base de partirte la caja.
Y también, cómo dice el artículo, momentos impresionantes de una ternura y emoción brutales. El del perro que menciona es uno. El del encuentro de Leela con sus padres, otro….aún me acuerdo de ese final.
…Y lo de «Mueeerte por KIki», aún me estoy descojonando de ese momento.
Curiosamente ya ví todos los episodios que mencionaban y además por alguna razón cada que los veía me parecían más profundos o interesantes de lo normal.
Excelente se queda corto para definir este artículo.
Completamente de acuerdo: para profundas reflexiones filosóficas a veces no son necesarios documentos casi ininteligibles al estilo Hegel, sino que hay instrumentos mucho más eficaces como esta misma serie.
P.D.: creyendo ya que había superado la escena del perro abandonado, ha sido leer la referencia a ella y he ido a ponerme a prueba inmediatamente en YouTube. No, no la he superado todavía.
Los creadores y primeros guionistas de los Simpson, la mayoría tiene algún título en ciencias, algunos chistes lo hacen ver (Lisa! En esta casa respetamos las leyes de la termodinámica). En futurama eso se explota mucho más, por lo que algunos chistes dependen de que conozcas la referencia
Leí en Reddit una frase muy acertada:
«Futurama es una serie inteligente que simula ser tonta; Rick & Morty es una serie tonta que pretende ser inteligente.»
Qué gran revelación. Es tal cual.
Por cierto, lo de la máquina del tiempo que solo permite viajar al futuro hasta que repites cíclicamente la historia conocida es un guiño al Eterno Retorno de Nietzsche.
No puedo estar mas en desacuerdo, pero no se por qué se puso de moda hatear contra Rick y Morty. Quizás como rebelión a la ruidosa petulancia de muchos fans del principio o como esfuerzo diferenciador frente a algo que alcanzó el mainstream, doloroso para muchos, y que creó una corriente de imitadores de medio pelo.
Me parece que ambas, con sus diferencias, son brillantes y profundas y con muchas capas que usan elementos sci-fi tanto para referencias o chistes «tontos» o «gamberros» como para profundas reflexiones existenciales.
Son disfrútables por muchos tipos de espectadores sin ser exactamente series para todo el mundo.
Fry tomo quizás una decisión equivocada con respecto a resucitar a si mordiera , fue quizás la falta de información o a veces ignorar ciertas cosas nos hace la vida más fácil?? No pasó lo mismo en la situación del trébol de 4 hojas que quería recuperar a toda costa creyendo en que el egoísta de su hermano robo para su propio beneficio , cambio de opinión cuando pudo leer la placa que estaba escrita bajo la estatua , estos capítulos te hacen pensar en que pasa si hubiera echo tal o cuál cosa ante de. Viendolo de un punto de vista más razonable podríamos comparar nuestra vida y sus decisiones a un juego de ajedrez tal como lo menciona el artículo , estrategia o libre albedrío quién sabrá?
Sí, sí todo eso de los guiones de Futurama que se inspiran en cuestiones filosóficas, en dudas metafísicas, en fenómenos de la física cuántica está bien, pero que muy bien. Ahora bien, ¿cuántos de nosotros hemos sido seguidores de la serie simplemente por admiración hacia el personaje de Bender (y su magnífico doblaje en castellano)?
oh…
Lo peor de todo es darte cuenta que no puedes volver a verla en ninguna plataforma después de leer este maravilloso articulo.
Futurama es en su conjunto una obra maestra que incluye no sólo humor irónico y sarcástico, sino mucha ciencia y filosofía encapsulada en dosis refrescantes. Es una lástima que la serie no haya continuado y que sea minusvalorada pensando que se trata sólo de simples dibujos animados ambientados en el futuro.
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