Este texto ha sido finalista del concurso DIPC de divulgación científica de Ciencia Jot Down 2019.
19 de enero, 1:49 de la madrugada. Un hombre con abrigo largo y bastón de empuñadura dorada se adentra con sigilo en el cementerio Westminster Hall de Baltimore. El truco para franquear la verja, cerrada a estas horas, le había funcionado una vez más. Como cada año, deposita tres rosas y una botella de coñac medio llena sobre los escalones de un cenotafio. En su base, asomando entre la nieve y en letras mayúsculas, se distingue el nombre del homenajeado, Edgar Allan Poe.
No sería posible comprender la obra de Poe sin entender su pasión por la ciencia y la influencia que tuvo sobre parte de su producción literaria, una pasión que estimuló su padre adoptivo cuando le regaló un telescopio refractor al cumplir doce años. Su obra Eureka, un poema en prosa (1848), que dedica al naturalista Alexander von Humboldt, tiene su origen en su obsesión de juventud por la ciencia astronómica.
Poe demuestra poseer un buen nivel de conocimientos, lo que le permite emplear el lenguaje científico como recurso literario. Alcanza tal grado de verosimilitud que consigue hacer pasar hechos inventados por reales. En uno de ellos narra la supuesta primera travesía de un dirigible cruzando el Atlántico, un viaje de setenta y cinco horas con ocho personas a bordo. La noticia del extraordinario vuelo del Victoria se publicó en el New York Sun el 13 de abril de 1844. Dos días después, una nota (seguramente del propio Poe) corregía la información que nadie pudo sospechar como ficticia dado lo impecable y realista de la descripción del aparato volador. El primer viaje transoceánico de un dirigible no sucedería hasta 1919.
Poe se diferencia claramente de otros escritores contemporáneos al explicar en sus relatos el componente sorprendente de la ciencia en lugar de recurrir a elementos fantásticos o sobrenaturales. Empleó la relación ciencia-literatura en ambas direcciones, ya que a veces quiso utilizar su genio literario para contribuir al saber científico. De hecho, lamentaba el excesivo empleo del análisis frío y objetivo para extraer conocimiento de la naturaleza, concibiendo la ciencia como una actividad de creación en la que no puede prescindirse de la intuición, la imaginación y la creatividad. Y así lo puso en práctica, con un golpe de inspiración, al proponer una solución a la paradoja de Olbers (¿cómo es posible que en un universo infinito con estrellas uniformemente distribuidas no veamos la bóveda celeste permanentemente iluminada?). Poe lo explica así en Eureka:
Si la sucesión de estrellas fuera infinita, el fondo del cielo nos presentaría una luminosidad uniforme, como la desplegada por la galaxia, pues no podría haber en todo ese fondo ningún punto en el cual no existiera una estrella. En tal estado de cosas, la única manera de comprender los vacíos que nuestros telescopios encuentran en innumerables direcciones sería suponiendo tan inmensa la distancia entre el fondo invisible y nosotros, que ningún rayo de este hubiera podido alcanzarnos todavía.
Otro de los usos insospechados que Poe haría de la ciencia se encuentra en el poema Ulalume (1847), al que pertenece este fragmento:
Los cielos eran cenicientos y sombríos […]
era de noche en el solitario octubre […]
El creciente diamantino de Astarté
claramente con el doble cuerno.
Y dije: «Es más tibia que Diana.
Resbala a través de un éter de suspiros […]
y ha venido más allá de las estrellas del León
para indicarnos el sendero de los cielos».
Ulalume evoca la pérdida del narrador por la muerte prematura de una hermosa mujer. Busca la sonoridad de los versos para intensificar los sentimientos de tristeza y angustia, por lo que emplea profusamente la aliteración, la repetición de sonidos de manera más o menos consecutiva, como en los versos
The skies they were ashen and sober […] Of my most immemorial year
Pero el poema tiene otro sentido oculto con interpretación científica. La alusión mitológica a Diana (diosa romana de la Luna) y a Astarté (la diosa que se asocia con Venus) no es casual. La mención en el poema del «doble cuerno» y del «creciente diamantino» implica que ambos astros se encontraban en fase creciente. Y además sitúa a Venus «más allá de las estrellas del León», es decir, cruzando la constelación de Leo. Por tanto, ¿hubo alguna noche de 1847, año de publicación del poema, en la que coincidieran estos eventos astronómicos? La respuesta es asombrosamente afirmativa. La escena corresponde a poco antes del amanecer del 31 de octubre, la «noche en el solitario octubre» a la que alude el autor.
Lo cierto es que la desgarradora pérdida que rememora en Ulalume es la de su esposa, Virginia Clemm, fallecida el 30 de enero de 1847. Nunca se había arrepentido tanto de algo como de no haber encargado un retrato fotográfico de Virginia. Lo único que conservaba, como amargo consuelo, era una acuarela de su rostro realizada cuando ya había exhalado su último suspiro a causa de la tuberculosis.
Aunque ya fuese tarde para su querida esposa, Edgar ha aceptado la invitación de W. S. Hartshorn para una sesión de fotografía. El daguerrotipista ya tenía a resguardo de la luz la placa de cobre que insertaría en la cámara. El día anterior, tras pulir concienzudamente una de las caras de la placa, bañada en plata, la puso sobre un baño de yodo que al sublimar la volvería fotosensible. Mientras esperaba que se completara el proceso, Hartshorn montó en la cámara su nuevo objetivo Petzval. Hubiese sido impensable que el señor Poe posara durante veinte o veinticinco minutos para obtener una fotografía aceptable, como era usual unos años atrás. Pero gracias a la combinación de lentes de este objetivo, la exposición no requería más de un minuto. El resultado era más luminoso y otorgaba especial nitidez al centro de la imagen, muy apropiado para los retratos.
Una vez terminada la sesión, Edgar mostró interés por la técnica del daguerrotipo planteándole todo tipo de preguntas al fotógrafo. Aunque su estado de ánimo ese día, 9 de noviembre de 1848, era especialmente sombrío, no quiso declinar la invitación para conocer el instrumento que, en sus propias palabras, «debe ser considerado el más importante, y tal vez el más extraordinario triunfo de la ciencia moderna». Cuando se hubo despedido de Edgar, Hartshorn extrajo la placa y la introdujo en la sauna, un baño de mercurio a 60ºC cuyos vapores aceleraban el revelado. Finalmente, y tras sumergirla en agua salada para fijar la imagen, la colocó dentro de un marco de madera, encapsulada bajo un cristal para impedir que el oxígeno del aire degradara la fotografía.
Resulta irónico que Edgar Allan Poe, cuatro días después de un intento de suicidio, fuese inmortalizado en una placa plateada. No obstante, su dualidad entre poeta y amante de la ciencia y el frágil equilibrio de su vida, se identifican plenamente con la naturaleza del daguerrotipo. Es una copia única, se muestra como un positivo o un negativo según el ángulo de incidencia de la luz, y muestra la «otra cara» del retratado: el daguerrotipo registra una imagen invertida lateralmente. El «espejo con memoria» al que nos asomamos para reconocer a Poe.
Nadie conoce el significado de la ofrenda que cada 19 de enero aparecía en su tumba. Sucedió durante siete décadas y aconteció por última vez en 2009, en el bicentenario de su nacimiento. Se piensa que las tres rosas simbolizan al escritor, su esposa y su suegra, enterrados en el mismo cementerio, pero la botella de coñac medio llena permite una interpretación más libre. La representación de dos mundos, el volátil de su narrativa y el destilado de su interés científico, que se imbrican en la obra de Poe. Dos caras que se hermanan y se inspiran mutuamente en la realidad del poeta del romanticismo oscuro.
Maravillosísimo artículo!!. Nunca me canso de saber más de este genio cuya propia vida fue en sí misma como una trágica novela oscura salida de su propia mano.
El inevitable movimiento que sea crea al pasar velozmente la vista de una hacia la otra, parece darle vida por un instante a este genio. Un chispazo visual para nada reconfortante. Excelente lectura.