Nadie contaba con la longevidad. Cuando veíamos a aquel chaval de diecisiete, dieciocho, diecinueve años dejándose las rodillas en la pista corriendo como si no hubiera un mañana, pensábamos que efectivamente sería así: que no habría un mañana, que esa manera de jugar le condenaría a estrella fugaz y le abocaría a una retirada temprana o al menos a un sensible bajón de sus prestaciones antes incluso que sus contrincantes de mayor edad.
No ha sido así. Por supuesto, Nadal ha tenido muchísimas lesiones. Rara vez ha conseguido completar un año entero sin ausencias en torneos clave. Eso no le ha impedido mantener la competitividad ni la regularidad. El chico que ganó Roland Garros con diecinueve años es el mismo veterano que acaba de ganar con treinta y tres el US Open. Su cuarto título en las últimas diez ediciones del torneo, justo el que le había sido más esquivo en sus primeros años de esplendor.
Ese dato es el ejemplo perfecto de la evolución de Nadal. Un hombre que, sobre todo desde la llegada de Carlos Moyà, sabe dosificar sus fuerzas y mantiene ese instinto salvaje para aprovechar las oportunidades. Con Djokovic, Federer y Medvedev en el otro lado del cuadro, su presencia como finalista nunca estuvo en duda y solo perdió un set en todo el camino, contra Marin Cilic. Una vez en la final, fue mejor y se sobrepuso incluso a la mística de Medvedev, un jugador extraño donde los haya con más vidas que un gato.
Nadal ha aprendido a no fallar y en este circuito con eso basta. Desde su derrota contra Gilles Müller en Wimbledon 2017 no se le recuerda sorpresa alguna en su contra. O victoria o retirada o derrota contra sus homólogos, es decir, Djokovic y Federer. Pasaron los tiempos de Fogninis y Pouilles. Justo en el momento en el que más incómodo se siente en la competencia directa —Djokovic le ha ganado sus nueve últimos partidos fuera de la tierra batida y Federer, los últimos siete— más cerca está de convertirse en el jugador con más torneos de Grand Slam de la historia, algo que muy probablemente se cumplirá el año que viene, a los treinta y cuatro.
Hagamos un repaso a este y otros aspectos que nos ha dejado Flushing Meadows en esta quincena:
1. Hasta cierto punto, hubo dos torneos: uno que duró hasta el domingo y no fue gran cosa y otro que se limitó a la final y fue apasionante. Cuatro horas y media de una calidad bastante razonable… aunque hubo un momento en el que todo apuntaba a tres sets facilillos para Nadal. Ni verse con dos sets y break abajo fue suficiente para que se rindiera Medvedev, un hombre con una capacidad competitiva asombrosa que se dio cuenta de qué iba el partido demasiado tarde. A Nadal no puedes esperarle y devolverle bolas. Tienes que ir a por él, tienes que subirle, atacarle, incomodarle, hacer que se salga de su táctica previa… Aunque en ocasiones arriesgó más de la cuenta, Medvedev logró en el tercer y cuarto set lo que llevamos años pidiendo a su generación: que compita de tú a tú con los grandes mitos. En mi opinión fue peor que Nadal en ambos sets pero, de alguna manera agónica, los ganó y eso es lo que cuenta. Se dio a sí mismo una oportunidad y la aprovechó contra todo pronóstico.
2. Otra cosa fue el quinto set. Ahí, Medvedev llegó muerto. Me cuesta mucho imaginar cómo el ruso podría haberle ganado seis juegos a Nadal hecho un auténtico trapo… pero no estuvo tan lejos. De entrada, tuvo dos bolas de break para ponerse 2-0. Después, cedió sus siguientes servicios pese a adelantarse 40-0 y 30-0 respectivamente. Por último, ya con 5-2 y saque de Nadal, consiguió romper, salvar match point con su servicio y disponer de bola para el cinco iguales. Yo lo veía y no lo creía. Por supuesto, Rafa también estaba cansado, pero Medvedev se caía de agotamiento y no dejaba de pegar palos a las líneas. Esa versión tiene futuro. La otra, no tanto.
3. Y es que siento no compartir el entusiasmo generalizado por el ruso. Soy un viejo gruñón y tengo que vivir con ello. Su verano ha sido descomunal y ya digo que su capacidad de sufrimiento le distingue de la mayoría de sus coetáneos. Ahora bien, si de verdad quiere ser un gran campeón, tiene que mejorar determinadas cosas: de entrada, la lectura del juego. Durante buena parte del torneo y desde luego en la final, dio la sensación de ir improvisando sobre la marcha, de tirar hacia adelante como fuera, en una misión desesperada. Eso le salvó de muchísimos apuros, sobre todo en las primeras rondas, cuando parecía lesionado, pero no es una gran idea cuando quieres destronar a los campeones más laureados de la historia. Aparte, su tenis tiene carencias obvias: pese a medir 1,98 su saque es demasiado irregular, de ahí que le cueste tanto ganarlo con solvencia. Su derecha es mejorable, rara vez definitiva, y tiene mucho margen de mejora en la volea. Me parece que le falta, en general, un golpe que le pueda dar puntos fáciles, por muy bueno que sea ese revés a dos manos. Ahora bien, lo mismo se decía de Agassi y no le fue mal en la vida.
4. En cuanto a sus enfrentamientos con el público… bueno, si le ayudaron a motivarse cuando estaba contra las cuerdas ante Feliciano López o después ante el sorprendente Dominik Koepfer, estupendo. Ahora bien, el gasto mental (y físico, fruto de la adrenalina) que supone meterse en esas batallas cuando ya vienes cascado de jugar tres finales seguidas en un mes es enorme. Dejémoslo en tablas.
5. Primero se habló del «big 4», luego del «big 3» y creo que va siendo hora de llamar a las cosas por su nombre y referirnos al «big 2». Lo competido de la final, lo enloquecido de su desenlace, no puede hacernos olvidar que entre Nadal y Djokovic han ganado veintiocho de los últimos treinta y nueve torneos del Grand Slam. Eso son prácticamente tres de cada cuatro, dejando el cuarto para el Federer, Murray o Wawrinka de turno. Su tiranía es absoluta a cinco sets y este será el noveno de los últimos diez años en el que uno de los dos acaba como número uno del mundo. Si el sorteo del cuadro ya dejaba un camino bastante claro hacia la final para Rafa, la retirada de Djokovic terminó de sentenciar el torneo. Las finales pueden durar tres, cuatro o cinco sets, pero al final los que ganan son siempre los mismos.
6. Nos quedamos en Djokovic. Si en Cincinnati el problema fue con el codo que tanta guerra le dio en 2017, en Nueva York se lesionó el hombro. No sé si hay relación entre ambas molestias. Novak llevaba once semifinales consecutivas en el torneo y se vio obligado a retirarse ante Stan Wawrinka en octavos de final cuando ya perdía por dos sets a cero. Qué difícil es evaluar la carrera del serbio. Probablemente sea el más completo de los tres grandes, tiene el H2H ganado a los otros dos, ha conseguido ganar en Wimbledon a Roger y en Roland Garros a Rafa, se ha hinchado a Masters 1000 y a World Tour Finals… y sin embargo vuelve a estar a tres torneos de Grand Slam de Nadal y sigue a cuatro de Federer.
7. Otra cosa, insisto una vez más, es que tengamos que evaluar la grandeza solo por los torneos de Grand Slam ganados. Para contar hasta veinte no hace falta ser un gran analista. Puede que haya llegado el momento en el que los tres han acumulado tantos méritos que los aficionados ya no podemos decir convencidos: «El mejor de la historia es este» sino que tenemos que limitarnos a un comedido «a mí el que más me gusta es este». Sé que también es una opinión poco popular pero creo sinceramente que al indudable talento de Novak, Rafa y Roger se ha unido una falta de competitividad escandalosa, lo que les ha permitido no solo dominar a su propia generación sino a las dos siguientes, algo extraordinario en el mundo del tenis. Talento ha habido siempre: Gonzales tenía talento, Hoad tenía talento, Laver tenía talento, y así Connors, Borg, McEnroe, Edberg, Agassi, Sampras… pero todos encontraron un dique que les frenara. Una fricción que detuvo o mitigó la corriente. Aquí, no. Aquí, ya digo, tres de cada cuatro durante diez años. Y antes, tres de cada cuatro solo para Federer durante otros seis.
8. Precisamente el torneo de Federer acabó en cuartos de final y supuestamente debido a otra lesión. Fue una enorme oportunidad perdida, pero no perdamos la perspectiva: a sus treinta y ocho años, Federer no está en la misma competencia de Djokovic y Nadal. Está a las sobras. Está a su Wimbledon y poco más. En diez años solo ha pisado una final en Nueva York y eso es por algo. Su principio de torneo, aún con la mente puesta en ese 8-7 y 40-15 de Wimbledon, fue espantoso. Luego mejoró gracias a un cuadro muy favorable y cuando ya podía soñar con algo grande se la pegó con Dimitrov. Puede, efectivamente, que la espalda fuera clave, pero el año pasado se la pegó con Millman y en el US Open ha perdido hasta con Tommy Robredo, así que me temo que es lo que hay.
9. Con todo, ¿qué se le puede pedir al suizo a estas alturas? Tiene treinta y ocho años, acaba Wimbledon y se va de vacaciones con su mujer y sus cuatro hijos en una caravana. Cuando vuelve, entrena un poco y ya se pone a competir otra vez. ¿De verdad hay que pedirle que gane? ¿Está su cabeza preparada para afrontar otro reto como el de Londres de este año? Puede que sí y puede que no. Sin relevo, todo es posible. Por otro lado, las temporadas cada vez se le hacen más largas y todo lo que le beneficia la tierra batida de cara a preparar Wimbledon le perjudica a la hora de afrontar con garantías el final de año. Es el número tres del mundo y, en el peor de los casos, acabará el año como número cuatro. Eso ya de por sí es una heroicidad… y una señal de que los tiempos que corren no invitan al optimismo.
10. Pongamos por ejemplo al propio Grigor Dimitrov. Después de toda una carrera comparado con Federer y tras el peor año en muchísimo tiempo, logra colarse en semifinales y jugar contra un rival con problemas físicos como es Medvedev. ¿Resultado? No gana ni un set. Dimitrov ejemplifica para mí la mayoría de los problemas de los nacidos en los noventa: tiene los golpes pero no sabe cómo utilizarlos. Te puede pegar dos reveses maravillosos y una derecha que te echas a temblar pero de repente durante cuatro juegos desaparece, falla cosas imposibles, toma decisiones en la pista que no corresponden… Estas semifinales le van a salvar el año, pero a los veintiocho no se puede esperar progresión alguna.
11. Con todo, hay que reconocer que el hecho de que hubiera cuatro cuartofinalistas menores de treinta años y tres semifinalistas es un avance. Parece que están a punto de derribar el primer muro de contención, el de los Cilic, Monfils, Nishikori, Isner y compañía. Matteo Berrettini, por ejemplo, no solo se cargó al francés en un encuentro apoteósico que superó también las cuatro horas sino que en semifinales llevó a Nadal al tie-break del primer set, donde llegó a estar 6-4 por delante. A partir de ahí, el hundimiento, pero por algún lado hay que empezar.
12. Las decepciones fueron las habituales, empezando una vez más por Alexander Zverev, al que el año se le ha cruzado definitivamente sin posibilidad de remediarlo. Veremos si llega a las World Tour Finals y puede al menos defender su título. Peor aún le fue a Felix Auger-Aliassime, que sí, es un crío aún, pero del que cabe esperar algo más que seis juegos ganados en primera ronda. Kyrgios vio como su parte del cuadro se abría muchísimo tras la debacle de la primera ronda, donde cayeron Roberto Bautista, Dominic Thiem, Stefanos Tsisipas y Karen Khachanov a la vez, pero no supo aprovechar la ocasión. Tal vez esperábamos un poco más de Frances Tiafoe, pero sigue sin dar el estirón. En cuanto a Denis Shapovalov, pequeños progresos, veremos si Youzhny consigue espabilarlo.
13. Por cierto, ¿qué les ha pasado a Khachanov y, sobre todo, a Tsisipas? El ruso ganó París el año pasado y acabó la temporada en plena forma, por encima incluso de su compatriota Medvedev. Sin ser un año horrible —se mantiene en el top ten—, lo cierto es que no ha dado el paso adelante que se esperaba. Más preocupante es Tsisipas porque Tsisipas sí parecía que se iba a comer el mundo, incluso con ese punto arrogante que tanto se echa de menos… pero desde que perdiera con Wawrinka en Roland Garros ha entrado en una depresión de la que ni él mismo encuentra salida.
14. Dos historias bonitas: Álex de Miñaur y Diego Schwartzman. Al australiano le esperábamos desde su prometedor inicio de año y ha completado un excelente torneo, llevándose por delante a Nishikori, poco dado a perder con jugadores por debajo de su ranking. Después de salir del top 25 de la ATP, toca ponerse las pilas y volver a subir cuanto antes. En cuanto al argentino, volvió a colarse en cuartos de final con una gran victoria ante Zverev y disputó un extrañísimo partido ante Nadal en el que remontó un 0-4 y un 1-5 en los dos primeros sets para acabar perdiendo ambos. Enorme mérito el suyo.
15. Y enorme mérito también el de Pablo Andújar, que se coló en cuarta ronda después de tres años horribles de lesiones y operaciones constantes. Andújar tiene treinta y tres años pero al menos puede volver a disfrutar del tenis, como lo está haciendo Feliciano López a sus casi treinta y ocho. Verdasco (treinta y seis) no pasó de segunda ronda mientras Bautista (treinta y uno) perdía contra Kukushkin a las primeras de cambio. En la actualidad, hay nueve tenistas españoles entre los cien primeros de la ATP. Solo dos —Carballes (veintiséis) y Carreño (veintiocho)— tienen menos de treinta años.
16. Pasamos ya al cuadro femenino y lo hacemos con la ganadora, la gran dominadora de lo que llevamos de año pese a su grave lesión en el hombro. A sus diecinueve años, Bianca Andreescu ha perdido solo cuatro partidos en 2019, incluyendo victorias en Indian Wells, Canadá y por supuesto Nueva York. Desde que volvió a las pistas acumula doce triunfos consecutivos… y eso que a punto estuvo de retirarse en los cuartos de final de Toronto tras molestias en una pierna. Andreescu no tuvo el cuadro más difícil del mundo pero supo llegar a la final y derrotar a la gran favorita delante de su público. No es poca cosa.
17. De hecho, la final se complicó más de lo debido. Con 5-1 en el segundo set, Andreescu dispuso de su primer match point al saque y lo perdió. Nadie le dio demasiada importancia porque su superioridad había sido indiscutible, pero de repente Serena Willimas olió la sangre, llegaron los nervios, la Arthur Ashe se puso en plan caldera… y a los diez minutos el resultado era 5-5. ¿Qué hizo Andreescu entonces? Ganar los dos siguientes juegos y evitarse muchos problemas. Respuesta de campeona. Habrá a quien no le guste que la WTA no tenga una dominadora clara, pero a mí desde luego me encanta esta mezcla de talentos, generaciones y estilos de juego que hacen que Naomi Osaka pueda ganar en Australia, Ashleigh Barty en Roland Garros, Simona Halep en Wimbledon y Bianca Andreescu en Nueva York y que en cada momento parezcan imbatibles… todo para pegársela en el siguiente grande. Supongo que en algún punto medio entre la tiranía del circuito masculino y la volatilidad del femenino estará la virtud, pero de elegir, me quedo con este.
18. La gran historia del torneo, con todo, fue una vez más Serena Williams, que se quedó a un partido de levantar el trofeo… veinte años después de imponerse por primera vez. Baste recordar que su rival en aquella final de 1999 fue Martina Hingis, que venía de perder Roland Garros ante Steffi Graf. Desde su maternidad, Serena apenas se deja ver por el circuito más que en las grandes ocasiones. Ahora bien, una vez ahí, sigue siendo tan peligrosa como siempre: hasta cuatro finales ha disputado en estos dos años… y lo curioso es que no ha conseguido ganar ni un solo set en ninguno de los cuatro encuentros: ni ante Kerber en Wimbledon 2018, ni ante Osaka en el US Open de ese año ni ante Simona Halep o Andreescu esta temporada.
19. Queda, por tanto, la estadounidense aún a un torneo de Grand Slam de Margaret Court-Smith. No creo que sea algo para obsesionarse. Para empezar, con esta regularidad, tarde o temprano el número veinticuatro debería llegar. En cualquier caso, aunque no llegara, comparar a Court y el tenis de los sesenta y setenta con la hiperprofesionalidad de los tiempos de Serena es absurdo. Por longevidad y por resultados, la menor de las Williams está a otro nivel, peleando por lo más alto del podio con las Graf, Navratilova o Evert.
20. Si antes hablábamos de Martina Hingis, ha llegado el momento de hablar de otra suiza: Belinda Bencic. Ya salía en estos resúmenes cuando perdía, así que imaginen ahora que gana. Es una gozada ver que ya puede jugar al tenis siendo ella misma, sin lesiones ni molestias de por medio. En Nueva York llegó a semifinales y le dio bastante guerra a Andreescu; más de la que le dio Elina Svitolina a Serena Williams, desde luego, aunque también es muy positivo ver que la rusa está al cien por cien y centrada de nuevo.
21. No sé si se puede decir lo mismo de Naomi Osaka. Me sigue pareciendo un caso complicado porque no disfruta jugando, se la ve siempre tensa, preocupada, como si todo la superara. No es propio de una jugadora de veintiún años con dos torneos del Grand Slam ya en el bolsillo y que llegaba a Flushing Meadows como número uno del mundo. Quiero pensar que es un ataque de vértigo que se le irá pasando con el tiempo. Peor parece tenerlo Garbiñe Muguruza, incapaz de levantar cabeza incluso tras haber cambiado de técnico. En un circuito tan igualado y con tanto talento, en cuanto te relajas te vas al hoyo a toda velocidad. Lo bueno es que subir tampoco es tan complicado y el tenis lo tiene, desde luego.
22. La gran sorpresa de Wimbledon, «Coco» Gauff, aprovechó la wild card que le otorgó la USTA para meterse en tercera ronda, donde perdió precisamente con Osaka. Buen trabajo de la estadounidense, a la que espero que nadie empiece a pedirle ahora que se líe a ganar grandes cuando no ha dejado de ser una adolescente. Monica Seles solo hubo una. La «Cenicienta» de esta edición ha sido la de Taylor Townsend, quien, proveniente de la previa, eliminó a Halep en segunda ronda en otro partido espectacular, se plantó en octavos de final y aún le arrebató un set a la futura campeona. Tiene veintitrés años así que no es ninguna cría, pero habrá que seguirla de cerca a partir de ahora.
23. Vamos acabando ya y lo haremos con el reparto de premios en otras categorías. El dobles masculino fue para los colombianos Cabal y Farah, que ya se habían impuesto en Wimbledon. La derrota en la final fue la primera para la pareja Granollers.Zeballos, demostrando lo excelente doblista que son ambos. En el cuadro femenino, las vencedoras fueron Elise Mertens y Aryna Sabalenka, que derrotaron en la final a las grandes favoritas, Ashleigh Barty y Victoria Azarenka. Si la número uno del mundo en individuales quiere seguir siéndolo, a lo mejor tiene que replantearse tanto compromiso con el dobles. No todo el mundo es como las hermanas Williams.
24. En el doble mixto volvieron a ganar Jamie Murray y Betthanie Mattek-Sands y lo hicieron ante los primeros cabezas de serie, Michael Venus y Chan Hao-ching. Por cierto, ya que mencionamos a los Murray, Andy no participó en el US Open aunque la USTA le ofreció una wild card. A cambio, se fue a Mallorca a participar en el Trofeo Rafa Nadal, un challenger en el que cayó en segunda ronda, demostrando que aún le queda bastante para llegar a un nivel mínimamente competitivo aunque esté en el camino.
25. En cuanto a los jóvenes, el checo Jonas Forejtek se impuso en la categoría masculina mientras María Camilia Osorio se convertía en la primera colombiana en ganar un US Open en categoría junior. Ni rastro de los españoles. Ninguno superó la segunda ronda de ninguna de las categorías. Una tendencia preocupante.
Yo soy de los que prefiere un circuito hegemónico a uno volátil. Cuando me aficioné a este deporte, el tenis femenino lo dominaba Steffi Graff y era apasionante cómo otras raquetas intentaban desafiar al poder establecido. Las Arantxa, Mary Pierce, Iva Majoli…Luego llegaría Martina Hingis con un reinado breve.
Pero veo indefendible un circuito femenino como el actual. Creo que incluso desvirtúa el mérito de conseguir un grande. Que sí, que sigue siendo un grande, pero parece que muchas tenistas lo tienen por le simple hecho de haberse puesto en una cola y que les haya tocado por turno.
Wawrinka, Murray o Del Potro han tenido que dar lo mejor de sus mejores versiones para apenas arañar 1, 2 o 3 grandes. No tengo esa sensación con el baile de campeonas que hay en el circuito femenino.
Curioso. A mí me da la sensación contraria. Tres tíos con más de quince Grand Slam cada uno, que apenas si compiten en otros torneos sino como preparación para estos eventos, abaratan el concepto de «Grand Slam». Es como si hubiese un equipo profesional nacional solo para competir en las Copas de Europa y Mundiales, pero sin jugar ligas ni nada para llegar mejor conjuntados, con más estrategia y más frescos que el resto al torneo.
Y el autor del artículo escribirá muy bien, pero le pierde el «fanboyismo». No comparte el entusiasmo general por el ruso, pero luego todo es echarle flores al fracasado de Zverev. Habrá que poner por delante los hechos a los sueños, digo yo. Zverev es la Carla Suárez de Alemania: llega a octavos, como máximo, y no tiene sentido pedirle más.
¿Qué dices? Los tres tienen el podium de máximas victorias en masters 1000. de hacer ll que tú dices habrían ganado 4 de 4 en los últimos 15 años de Gran Slam!
No creo que una hegemonía sirva para darle valor a algo. Como ejemplos, dos extremos: 1.- Liga escocesa de fútbol, sólo dos compiten. ¿Resultado?, una de las ligas más sosas del mundo. 2.- Golf, adivinar el ganador de cualquier torneo es francamente improbable. En 2009, Tom Watson casi gana el Open Championship con 59 años. El no saber quién va a ganar, abre mucho los torneos.
Circula por YouTube hace tiempo un video que se llama «los puntos que cambiaron la historia del tenis». Me gusta mucho. Incluye dos bolas de break de Tommy Haas con Federer que hubieran impedido que el suizo tuviese Roland Garros, otra de Federer vs del Potro que muy probablemente hubiera impedido al argentino levantar su único grand slam, las famosas dos semis seguidas de Federer con match point vs Djokovic en el Open USA… Estaría bien una actualización en 2019 que incluyese los match balls de Federer en Wimbledon y el 15-40 que levanta Rafa en el quinto set. Estoy convencido al 1000% de que si Medvedev se pone 2-0 y saque en el quinto se lleva el torneo.
Pues a mí me parece justo al revés. Hagamos el ejercicio de imaginar el circuito sin el ‘Big Three’, pero manteniendo a los demás con el mismo nivel de tenis. ¿Qué nos quedaría? Quizás un Thiem dominando la tierra, pero el resto sería un ir y venir de tenistas repartiéndose Grand Slams. Quizás Raonic tendría un par, Cilic y Del Potro alguno más, hasta Anderson podría haber arañado un título.
No entiendo cómo alguien puede preferir eso al actual orden mundial. Una cosa era tener a Safin o Nalbandián y ver cómo eran capaces de ponerse las pilas una vez cada dos años para arrasar con cualquiera (ya fuera Federer, Agassi o Hewitt). Y otra distinta es un circuito en el que haya una lotería para que te toque un Grand Slam porque nadie puede dominarlo.
Prefiero que haya un ‘Big Three’ y que los demás sean quienes tengan que enfrentarse a ellos como prueba última de su salto de calidad.
Hagamos el ejercicio de imaginar La Liga sin el Real Madrid y el Barçal, pero manteniendo a los demás con el mismo nivel de fútbol. ¿Qué nos quedaría? Quizá un Atlético de Madrid o un Valencia dominando dos o tres años seguidos con un buen entrenador, pero el resto sería un ir y venir de equipos ganando ligas y copas.
Y entiendo que casi todo el mundo lo preferiría, excepto los aficionados del Madrid y del Barça. ¿Por casualidad tú que eres, merengue o culé? Para los que no somos de Nadal ni de Djokovic ni de Federer, sino que únicamente nos gusta el tenis, y especialmente si sientes particular simpatía por algunos currelas del circuito como Gasquet o Monfils o Nishikori, ver el tenis actual es tan apasionante como la fórmula 1 de cuando Schumacher en Ferrari o Vettel en Red Bull: un puto coñazo. Incluso los partidos entre el Big Three, de tan repetidos, dan agonía.
¿Y si no me gusta el fútbol?… Vamos, ya que pones ese ejemplo (de ningún modo válido porque equiparas fortaleza y talento natural con el que consiguen los equipos con músculo económico), la Liga del Atlético de Madrid tuvo tanto mérito porque se la ganó a Madrid y Barcelona en unos años en los que tenías que llegar a 90 puntos para hacerlo. ¿Tuvieron menos valor las ligas de Depor o Valencia? Pues seguramente no, porque era otra época y competían en igualdad de condiciones. Pero el Atleti de 2014 lo tuvo que bordar y hacer perfecto mientras que los otros equipos, aún teniendo tremendo mérito, simplemente cometieron menos errores que los rivales.
Que te gusten jugadores de 2ª o 3ª fila no quiere decir que tengan que ganar un grande por decreto. Creo que pocos se lo merecieron más que David Ferrer y, a pesar de tener una grandísima carrera, todo lo que consiguió fue un M1000 en París. El deporte no es lo que quieres, sino lo que es.
Creo que tu problema es que ves al ‘Big Three’ como un único monstruo de 3 cabezas. Y con esa perspectiva agónica siempre parecerá que el monstruo vence. Pero si te paras un momento a pensarlo, lo grande es que todos ellos han tenido bajones y luchas increíbles con otros jugadores Del Potro, Medvedev, Wawrinka, Davydenko, Murray… Vamos, que el hecho de que ganen siempre no significa que su dominio sea siempre aplastante.
Analiza tu último párrafo: «[…] Pero si te paras un momento a pensarlo, lo grande es que todos ellos han tenido bajones y luchas increíbles con otros jugadores Del Potro, Medvedev, Wawrinka, Davydenko, Murray… Vamos, que el hecho de que ganen siempre no significa que su dominio sea siempre aplastante.»
En otras palabras, que lo grande del Big Three es que han tenido momentos de máximo dominio y momentos de bajón, que a veces arrasan, pero no siempre ganan, que tienen luchan increíbles contra otros jugadores… vamos, que hay competición.
Lo grande del Big Three es por lo menos son Three. Imagínate un mundo sin Nadal y Djokovic. Federer llevaría treinta o cuarenta Grand Slams y los aficionados al tenis lo habríamos dejado por el bádminton, o por la petanca. Lo bueno del Big Three es que por lo menos hay tres, y entre estos tres hay competitividad y una mínima alternancia. Y por eso la prensa se entusiasmó tanto hablando del Big Four cuando Andy Murray estaba en plena forma. Y si fuera un Big Seven o un Big Ten ya sería la polla.
Que el Big Three ha elevado el nivel de tenis a cotas altísimas es un hecho innegable, al igual que el Barça y el Madrid han llenado la liga de estrellas. Que eso se carga gran parte del interés en la competición, también.
Un Big Seven era más o menos lo que tenías en los 90-2000 (reinado de Sampras al margen). Hewitt, Safin, Ferrero, Agassi, Ríos, Moyá, Kuerten… Bueno, había alternancia en números 1, títulos y superfíces. Pero ninguno de ellos demostraba un dominio aplastante (más allá de Sampras en hierba). Por eso los títulos tenían valor, pero ganar un grande era un hito «terrenal». Vamos que, con todos los respetos, es algo que hicieron Gaudio, Korda, Albert Costa o Johansson. Y ole por ellos.
Pero es que ahora tener un Big Three te ofrece cosas como que Roger Federer y Novak Djokovic no hayan podido ganar más de un Roland Garros porque hay una bestia histórica en esa superfície. ¿Y no ganarían Djokovic y Federer a Gaudio, Kuerten o Costa en tierra? O que Nadal solo haya podido ganar un Aus Open y 2 Wimbledon cuando ha rozado más con la yema de los dedos.
Y que gestas como las de Wawrinka se hayan convertido (robando 3 GS al Big 3) en momentos históricos. Para mí ganar un grande ahora equivale a 4 de hace 20 años. Sobre todo si para eso te tienes que cargar a 2 del Big 3.
Por eso digo que ves el Big Three como algo negativo, cuando está claro que es algo positivo. Si fuera un solo jugador, entendería la queja. Con dos, se abre el abanico. Con tres, creo que tenemos el equilibrio perfecto para que entre ellos haya vaivenes, altibajos, y aún quede lugar para sorpresas históricas que, de otro modo, no lo serían.
Y con mi último párrafo quiero decir que no ganan siempre arrasando, que a menudo vemos buen tenis (recuerdo partidazos con Verdasco, Del Potro, Wawrinka o este último con Medvedev).
Una cosa es que haya más nivel y otra que no los quieras tener en el circuito, porque sin ellos habría más emoción y competitividad, pero porque el nivel bajaría tremendamente.
Supongo que simplemente apreciamos el deporte de forma distinta. El tenis es un deporte individual y como en cualquier deporte individual, desde algo tan cerebral como el ajedrez a algo tan físico como el boxeo, cuanto mejor juega uno de los contrincantes más difícil lo tiene el otro para jugar tan bien como sabe, sobre todo porque no es nada extraño que en lugar de intentar jugar como mejor se te da a ti lo que haces es jugar como sabes que más le incomoda al otro.
Así que es muy habitual – más con Nadal y Djokovic que con Federer – que lo que ves cuando alguien se enfrenta a uno de ellos lo que ves es una sucesión de errores no forzados. Que no le niego el mérito a Nadal de hacer que cualquier rival parezca que no sabe jugar al tenis cuando se enfrenta con él, pero como espectador no lo disfruto. Si alguien ha visto todos los partidos de Dimitrov y Nadal este US Open ha visto tres partidos buenos de Dimitrov y tres bastante decentes. De Nadal ha visto uno, la final, y más que buena calidad lo que tuvo es emoción.
Y tres personas a un nivel mucho más alto que el resto no me son suficientes, porque significa que en diez años se han enfrentado entre ellos más de cien veces. Y siempre es el mismo partido. Las mismas tácticas, los mismos golpes. Se conocen demasiado. La pasada final de Wimbledon habrá sido épica, pero hago un montaje metiendo puntos, juegos y hasta un set completo de otros enfrentamientos Federer-Djokovic en Wimbledon (aprovechando que van siempre de blanco) y no os dais cuenta ninguno.
Tú dices que el nivel bajaría muchísimo sin ellos, yo digo que nadie se daría cuenta. Igual que no se nota demasiado que altura media haya subido diez centímetros o la velocidad media del saque aumentado treinta kilómetros por hora. Si fueses un tenista profesional con una máquina del tiempo podrías jugar con Björn Borg, Rod Laver y Roger Federer cuando tenían 25 años y decir: «hombre, pues X es mejor que Y». Pero no se puede, y es imposible saber qué pasaría. Tú dices que Federer o Djokovic ganarían a Kuerten en tierra. Yo te digo que el Kuerten que ganó a Bruguera se cargaba hasta a Nadal, ¿y cómo vamos a saberlo? ¿Los Grand Slam de ahora valen como 4 de hace 20 años o como 1/4? Sin alguien que haya competido en ambos, con la misma edad, algo obviamente imposible, no se puede saber. Cuando el Big 3 se retire, bajará el nivel, pero nadie se dará cuenta. Y nadie se dará cuenta porque el Big 3 se retirará cuando ya no puedan ganar a los que vengan detrás, y por lo tanto parecerá que «los nuevos» son mejores que el Big 3, porque les ganan.
Bastante de acuerdo con el artículo aunque yo también creo que el circuito femenino es I-N-F-U-M-A-B-L-E y que el masculino, al menos en lo que a los jóvenes respecta, parece abocado a emularlo cuando se retire el Big 3.
Muy decepcionante Tsitsipas desde Australia y Zverev lo tiene todo para triunfar pero parece una nenaza (su pésima temporada tiene que ver con el mal de amores). Respecto a Medvedev a mí me parece desconcertante: tiene un tenis ortopédico y nada vistoso, muy parecido a Del Potro, con idéntico físico a Zverev pero este es más elegante y ágil jugando. Quizá su salto se deba a que es fuerte mentalmente, pero coincido en que siendo muy grande el triunvirato, la nula competencia de los llamados al relevo les facilita mucho las cosas, al punto de que tan «solo» han de preocuparse a partir de semifinales, donde pueden encontrarse 2 de los 3. En Wimbledon Djokovic tuvo alfombra roja hasta la final, y en Roland Garros y Open USA Nadal ha disfrutado de cuadros muy plácidos.
Supongo que Medvedev dará guerra y Thiem también, porque llegó mermado y de los jóvenes (aunque es de una generación posterior) es el más estable mentalmente junto al ruso.
Me encantan esas contradicciones. Por un lado se reconoce que el circuito masculino consiste en tres abuelos renqueantes que a pesar de todo están tres cuerpos por delante del resto hasta el punto que el único interés de los torneos consiste en ver cuál de los tres gana, pero por otra parte el circuito femenino es I-N-F-U-M-A-B-L-E. Me gustaría no saber que se F-U-M-A-N algunos, pero en realidad sí lo sé: https://smoda.elpais.com/moda/actualidad/hombres-ganar-tenis-serena-williams/
El circuito es infumable porque no hay ninguna tenista capaz de tener una mínima constancia salvo quizá Simona Halep. En otras épocas ha habido dúos esplendorosos (Clijsters, Henin) y las Williams , con una clase media muy competitiva (Mauresmo, Kuznetsova, Ivanovic), dictaduras como las de Steffi Graf matizadas por la durísima resistencia de Arantxa, el talento de Conchita y Sabatini, la fiabilidad de Novotna y Mary Jo Fernández, la constancia de Davenport, la irrupción de Capriati, Seles y posteriormente Hingis, periodos de hegemonía en los 80 de Navratilova y Evert con Sukova, Mandlikova etc. de subalternas. Quiero decir, que desde hace mucho (probablemente la retirada de las belgas), no hay en el circuito femenino un referente al que agarrarse más que Serena Williams, mientras que el resto es un páramo, donde de repente Ostapenko gana Roland Garros y luego ni se vuelve a saber de ella, o una doblista como Stosur gana el Open USA (2011), algo impensable a todas luces en el circuito masculino. En mi opinión, cualquier tiempo pasado (desde 2010, fecha en que Clijsters gana su último grande) es incomparablemente mejor a la volatilidad que desde entonces impera en el circuito femenino donde, además, todas la jugadoras son prácticamente clónicas y se impone el raquetazo puro y duro sin apenas espacio para la técnica y las variantes. Aquí cabe atribuirle la responsabilidad a Maria Sharapova, probablemente.
Mira, ahí te doy toda la razón. Quitando Simona Halep no se ve a nadie capaz de ofrecer un nivel más o menos constante de rendimiento, excepto quizá Serena y ya solo compite en los Grand Slam. También es verdad que las jugadoras jóvenes se dedican al raquetazo y tentetieso. Pero eso también pasa en hombres. Quizá en hombres está más disimulado porque está Federer en el top ten desde hace mil años, el tenista más elegante de todos los tiempos, pero tampoco es que los tenistas masculinos sean todos McEnroe, precisamente. Ni siquiera los otros dos miembros del Big Three se puede decir que tengan un tenis muy glamuroso. Tanto Nadal como Djokovic se dedican a jugar a provocar el fallo del rival más que a crear juego.
Por otra parte, supongo que eso se debe a las características del circuito profesional moderno. Aga Radwanska o Su-Wei Shieh son pura técnica y maestría en la pista, pero ¿de qué les ha servido? Aga se retiró sin ganar ningún Grand Slam y Shieh lleva el mismo camino. No sé si te habrás fijado, pero yo cuando paseo por la calle cada vez veo más chiquillas tan o más altas que yo – que no soy muy alto, pero vamos, a las mujeres de mi generación les saco media cabeza de media. En el tenis femenino se está viviendo un proceso parecido al tenis masculino de los noventa, cuando los grandes mostrencos sacadores podían ganar torneos sin necesidad de pelotear. Habrá que esperar a ver si la cosa evoluciona de forma parecida y aparecen chicas capaces de sacar a 200 km/h pero también de pegarle con colocación y abrir la pista. Lo de echarle la culpa a Sharapova, pues hombre… Sharapova es la versión masculina de Del Potro. Con ese saque y esa derecha que tiene (o tenía, más bien) sería idiota de no exprimirlas al máximo, pero la verdad es que la rusa tiene más técnica y más sentido táctico del que parece.
Y las críticas a Stosur me parecen poco equilibradas. Cuando dices que la victoria de Stosur en 2011 es impensable en el circuito masculino yo solo tengo dos palabras que decir: Marin Cillic. Que dices que Stosur es una «doblista» (como si fuera un insulto). Pues más a mi favor (o mejor dicho al suyo): su palmarés en individuales es muy parecido al de Cilic (dos finales de GS, una victoria, el resto ni semis) pero al menos ella es, además, una gran campeona de dobles, que Cilic ni para eso vale. Con Ostapenko sí que estoy más de acuerdo, aunque todavía es joven para saber qué será de ella. En cualquier caso lo del Roland Garros de 2017 fue una semana de locura. La chiquilla le pega a la bola como no he visto desde Mónica Seles, pero tiene el saque más horroroso que jamás haya visto, y con esa manera de jugárselo todo a un trallazo a la línea, pues sí, el día que le entra todo no la para ni Dios, ni aunque jugara contra Nadal o Djokovic, pero no es tan buena como para hacer eso a diario. En RG tuvo unos cuantos días medio buenos y cuando tenía la final perdida ante Halep se lo jugó todo al rojo, y salió rojo. Como no mejore mucho, no creo que pueda repetirlo.
Y bueno, si Muguruza tiene un problema de mentalidad, lo de Serena va ya camino de psiquiatría. Recupera el mejor nivel de forma que le permiten sus 37 años, arrasa en cuartos a Wang Qiang con un apabullante 90% de primeros servicios y a Elina Svitolina en semis con un 80%… y desaparece en la final, excepto un chispazo en el segundo set, cuando ya todo estaba perdido.
Belinda Bencic debe estar tirándose de los pelos, porque está claro que para ganar la final lo único que hacía falta era llegar hasta ella. Serena parece Johana Konta: una putada si te toca en las primeras rondas, pero una bendición de rival en la final. No hace falta que hagas nada que ya pierde ella solita.
Yo disfruto como un niño viendo jugar al big three. También es verdad que muchas veces se echa de menos a Wawrinka con unos añitos menos, a Murray antes de la lesión, a del Potro sano, etc. Ultimamente lo tienen demasiado facil los tres, pero prefiero eso mil veces antes que el circuito femenino donde no hay nadie con carisma.
A mi también me ha llamado la atención decir que la final tuvo una calidad razonable y echar pestes del pobre Medvedev. Creo que este sí que va a ganar unos cuantos slams y no los Thiems y Zverevs de turno. La cabeza y el saber sufrir a veces son mas importantes que los golpes que seas capaz de hacer.
En el articulo post Wimbledon ya dije que este Us Open era importantisimo para Nadal. Que tenia que sumar fuera de RG si quería tener opciones de ganar «la carrera». Mis deseos se han cumplido y ahora pienso que también tendria que aprovechar en Australia si Djokovic viene renqueante de la lesión. Sería una montaña muy grande para el serbio verse 4 slams por detrás y con RG a la vuelta de la esquina. De Federer pienso que tiene poquísimas opciones de seguir sumando pero las dos semanas en Wimbledon siempre estaran ahí.
Nole es un año más joven y su físico está bastante menos castigado. Cosa distinta son sus inexplicables desconexiones mentales que le impiden ser tan constante como Rafa, pero sin duda va a estar entre ellos la «carrera».
No estoy de acuerdo con ese menosprecio a Thiem: lleva desde los 23 años haciendo semifinales, final y final consecutivamente en Roland Garros, además de ser el único en haber batido a Nadal en tierra estos 2 últimos años.
Medvedev está por ver que continúe con lo que ya ha apuntado y que se debe en gran medida al haber reducido el consumo de postres y azúcares y el tiempo de uso de la Play Station.
Guille, con todo el cariño porque espero tus posts como agua de mayo tras un Grand Slam, pero me da la sensación de que no disfrutas de nada en el tenis. Si gana el Big Three (me resisto a eso del Big Two que propones), es que no hay competitividad en la NextGen; si Medveded hace un verano brutal que no culmina en llevarse el US Open, es que a ti no te apasiona cómo juega… no sé, al final parece que ves este deporte «alegrándote» de que no vaya a más cuando hemos vivido algo de lo que no recuerdo precedente alguno, y es que alguien que no se apellide Federer o Djokovic haya puesto a Nadal contra las cuerdas en una final de GS con 2-0 arriba.
Muchas gracias, Guillermo, por otra de tus crónicas que espero leer como una pequeña liturgia al acabar cada Grand Slam. El concurso de las españolas ha sido el peor en muchos años. Solamente Bolsova superó la primera ronda. Hubiera deseado una mención, quizá inmerecida, a esta jugadora que de nuevo fue la mejor de las nuestras (la única que llegó a cuartos junto con Garbiñe en Roland Garros).
El tenis femenino ha conseguido la hazaña de merecer igual trato que sus compañeros en torneos como este. Para mi, no hay beneficio alguno en ver cómo jugadoras de la parte de arriba del ranking caen de buenas a primeras ante rivales en principio inferiores. Además en muchos casos no hay épica alguna en esas derrotas ni merecimiento para considerar que nadie debió perder. Solo Townsend fue una sorpresa y una ilusión para mi por su juego diferente de saque y volea. Tras ganar a Halep fue una auténtica decepción ver como caía en la siguiente eliminatoria cuando vio que un estilo tan agresivo no le iba a funcionar ante una rival más plantada. Los dueños del torneo sabrán en qué gastan sus dineros pero pararse a pensar que Serena se ha ganado los mismos cuartos que Mevdevev pues da qué pensar.
La otra sensación que me llevo es la de Guillermo ha enterrado, quizá, definitivamente a Federer. Yo creo que es así. También lo pensé antes de empezar Wimbledon 2019 y casi me tengo que comerme mis palabras. Justo antes de la final de Australia del año pasado se me ocurrió pensar que si Rafa le ganaba a Roger, la apreciación de que Nadal optaba de veras al título -irreconocible, subjetivo y oficioso- de GOAT era un hecho. Perdió esa final, meses después cayó de nuevo en unas semis de Wimbledon contra Novak y contra este último en AustralIa -de forma inesperadamente contundente- y creí que los cielos se abrían para acoger al serbio como el mejor de la historia. Y ahora estamos de nuevo cuestionándonos todo cuando Novak tiene que abandonar el US Open de este año y Rafa se anota el 19.
Volver a ver una final Nadal-Djokovic es un regalo. Las circunstancias que rodean a estos dos jugadores hacen que cada partido implique mucho más que la victoria. Los mejores momentos de tenis que he visto en mi vida han sido con estos dos en una cancha. Esto no lo cambio por nada. Me resulta extraño y algo incomprensible que un aficionado desee ver una final de Grand Slam distinta a esta.
Un saludo a todos
Ay, a mí el que me gusta es Fideorer porque no se, me paice el hermano guapo de Tantarantino!!
Estoy bastante de acuerdo con lo que comenta Ryuga más arriba. No entiendo como el autor hace tanto de menos a Medvedev. Ha sido una gran irrupción y la final me pareción un partidazo (no solo a mi también a Martina Navratilava, Rusedski y Henman que lo comentaban para Amazon UK donde pude verlo).
Medveded, si sigue en esta línea, ganará mucho porque es un jugador capaz de llevarse sets y partidos jugando peor que su oponente, y eso solo se lo he visto a Nadal y Djokovic. A mí su polivalencia me parece una gran ventaja. En la final subió a la red cerca de 50 veces con gran efectividad mientras que en el torneo lo hizo 5 veces por partido de media.
No puedo hablar del circuito femenino porque no lo sigo, pero en el masculino este año se han visto grandes partidos, con lo cual vuelvo a discrepar con Guillermo. El Wavrinka – Tsitsipas de Roland Garros, el primer set del Thiem – Nadal de Roland Garros, la final de Wimbledon, los dos primeros sets del Dimitrov – Medvedev del US Open, la final del US Open…
Qué más queremos?
Un articulo así…¡pero del mundobasket !
¿Habrá valientes?
Sigo rogando…