Claroscuros Opinión

Contra el idealismo

La prensa contemporánea ha fracasado en muchos sentidos. El fracaso fundamental, creo, es atribuible a la falta de auténtica investigación. Y tiendo a culpar de ello al periodismo cultural.

En este momento de cataclismo culpamos a los bancos, a los políticos, a los burócratas, a los periodistas, a los alemanes, a los griegos, a Estados Unidos, a los especuladores, a los empresarios, al consumismo, a las agencias de valoración. Pero nadie señala a los auténticos responsables, a la gente que, parapetada tras su aparente respetabilidad, nos convenció de seguir el camino más rápido y racional hacia el desastre.

Me refiero a los filósofos idealistas, en especial a los más recientes. Digamos que desde Hegel. Si sólo se pudiera acusar a uno de ellos, me quedaría con Alexandre Kojève (1902-1968), porque es el tipo que anuda Marx y Hegel, Heidegger y Sartre. Porque es el filósofo de cabecera de la Unión Europea, aunque ahora se hable poco de él. Y porque acuñó (fue él, y no Fukuyama) ese concepto tan peligroso llamado «fin de la historia».

Por supuesto, Hegel es el gran precursor. Al afirmar que la historia de la humanidad era la historia de las ideas reemplazó una idea suprema, Dios, que había ofrecido unas prestaciones bastante discutibles durante muchos siglos, por otra, la Historia. Según Hegel, la historia tiene sentido y conduce a un desenlace feliz. Pero el desenlace propuesto por Hegel viene a constituir una especie de reconciliación con Dios, algo lo bastante teórico e improbable como para no amenazar la cordura colectiva.

Kojève actualiza el hegelianismo con un recurso perverso: disfrazándolo de materialismo. Asegura, como Hegel, que nuestro mundo comienza con la Revolución Francesa. Asegura, como Marx, que la dialéctica amo-esclavo es la clave del progreso humano. Hasta ahí nos movemos en terreno administrativo, no penal. Lo realmente grave, el auténtico crimen, se comete con la secularización del historicismo de Hegel y con la manipulación del materialismo dialéctico de Marx. A diferencia de Marx, que exigía un poco de esfuerzo (revoluciones, abolición de la propiedad privada, dictadura del proletariado, etcétera) antes de alcanzar el final feliz de la sociedad sin clases, Kojève afirma que el proceso resulta, si no indoloro, sí automático: de forma inexorable, sin que haga falta derribar lo esencial de las viejas estructuras, simplemente gracias al dinamismo del capital, a las comodidades del Estado del Bienestar y a la tutela de una burocracia ilustrada, se llega a la consumación de la historia: plena libertad y abundancia material.

De alguna forma, la sociedad ha interiorizado el idealismo de Kojève y de sus precursores. Hemos logrado convencernos de que los horrores del siglo XX fueron sólo un mal paso (algunos dicen incluso que un mal paso necesario) hacia el progreso indefinido. Nos hemos creído que la Historia es lineal, que va de menos a más, que la consumación y superación de la lucha dialéctica está en algún sitio ahí delante. Que la prosperidad no es un accidente cíclico, sino un derecho y un destino.

Un amplio sector de las élites europeas funciona desde años bajo la persuasión de que, gracias a Kojève (que trabajó en el Ministerio de Asuntos Económicos de Francia como planificador del Mercado Común) y a su idealismo materialista, existe una ruta sin sacrificios ni tragedias. Para seguirla y alcanzar el feliz destino se ha considerado legítimo prescindir de algunas formalidades relacionadas con los mecanismos de la democracia (entre los que se incluye la necesidad de informar correctamente al ciudadano) y dejar las decisiones bien lejos de los caprichos populares, en manos de mandarines con buena voluntad y pleno conocimiento de lo que hace falta. Con un truco que a Marx podía salirle gracioso pero que en manos de Kojève y los suyos hace bastante menos gracia, se ha prescindido de una legitimidad pretendidamente menor y errática (la procedente del pueblo) para basarlo todo en la legitimidad suprema e inexorable de la Historia.

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12 Comentarios

  1. Olé! Fantástico artículo, de los que te dejan con la mosca detrás de la oreja. Hay autores como el politólogo inglés John Gray que hace tiempo vienen denunciando que el idealismo es la coartada intelectual para muchas de las barbaridades que están poniendo contra las cuerdas a nuestras esperanzas de vivir en un mundo algo mejor. Por ejemplo, el debate intelectual (el de verdad, el que importa) en el campo económico es nulo, seguimos siendo adoctrinados y dominados por los esquemas clásicos y neoclásicos precientíficos, que curiosamente son el sustento de autoridad de falacias como la eficiencia de los mercados, o la idea de que los recursos del mundo (y también sus sumideros) son inagotables gracias a la tecnología y al capital (como si estos surgiesen de la nada).

    El emperador no solo está en pelotas, es que lleva una cogorza de cuidad y encima dice que los que se tambalean son los otros…

  2. Pingback: Enric González: Contra el idealismo

  3. Excelente :) yo también venía a citar a John Gray, en especial su estupendo libro «Misa negra» en la que explica como la utopía política está forjada en los moldes religiosos del tiempo nuevo perfecto que vendrá tras el fin de los tiempos.

    Te admiro, Enric. Ojalá pudiese escribir la mitad de bien que tú. Y sí, también soy un pelota.

    Un saludo :)

  4. Siempre tan sencillamente complejo. Siempre tan didácticamente sesudo. Simple y llanamente, el mejor periodista de este país.

  5. Fantástico el artículo. Desde la desaparición del gran Vázquez Montalbán, echaba de menos una voz tan perspicaz y atinada como ésta. Un placer inmenso leer estas líneas que, al menos, nos reconcilia con la inteligencia aunque no con el mundo.

  6. Felicidades por el análisis.
    Esclarecedor.

    Un fiel lector

  7. Pingback: Con la venia » Archivo » Enric González: Contra el idealismo

  8. Obra Maestra Absoluta. Me ha hecho pensar, que es algo que hacía mucho que no me provocaba un artículo. Felicidades, Enric.

  9. Alexandre Kojève no es el filósofo de cabecera de la Unión Europea «aunque ahora se hable poco de él». De hecho de Kojève nunca se ha hablado ni apenas ha sido leído. Y no ha sido leído porque apenas tiene obra, y la poca obra que tiene son notas de sus clases.

    De quien Kojève es filósofo de cabecera es del propio Kukuyama, quien siguió sus clases en París. Debido al escaso éxito de la escuela neohegeliana que quiso fundar, inició una «segunda carrera» como funcionario en la entonces Comunidad Económica Europea, a la que consideró el «hogar del último hombre» o la primera institución post-histórica. Dicho esto, Kojève no ha tenido ¡ninguna! repercursión en la construcción de la Unión Europea.

  10. Francisco

    Soy más de la opinión que el idealismo teleológico no ha provocado más que miserias en la humanidad, y el idealismo marxista, que es heredero del hegeliano, me parece el principal culpable de esto. principalmente porque la imposición de categorías estancas o quasiestancas en el devenir histórico social no ha hecho más que coartar todo tipo de consideración de futuro o posibilidad alternativa del mundo. Segundo, tal y como dijo Popper, la creencia de que se puede sacrificar la libertad del individuo en pro de una colectividad no es más que la justificación del totalitarismo del siglo XX, aquel inspirado por Marx, Hegel, Compte… un pensamiento tan medieval que entronca con el idealismo agustiniano medieval; ciudad de Dios / paraíso comunista y a su vez con el mundo de las ideas platónicas

  11. Pingback: La decadencia espiritual - Jot Down Cultural Magazine

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