Cine y TV

Jackass: oda a una manada de cabestros

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Imagen: MTV

Existe la falsa creencia de que las diferentes capas de la cultura están reñidas entre sí y no son compatibles en la estantería de una cabeza ordenada o carente de taras. Se trata de esa errónea percepción de que una videoteca no puede apilar Ciudadano Kane al lado de El vengador tóxico porque ambas se repelerían entre sí, o de que resulta poco coherente disfrutar de las aventuras del linaje de José Arcadio Buendía a lo largo de Cien años de soledad y al mismo tiempo admirar las cataratas de mocos que expele la familia de La pandilla basura. Pero en el fondo esas son apreciaciones esnobistas que segregan culturalmente al considerar que la gente sana y leída no es capaz de disfrutar de lo más chabacano, o al revés.

Spike Jonze es un creador fabuloso, alguien con quien hemos saldado cuentas en esta casa, un ocurrente realizador de videoclips y spots que en realidad son pequeñas obras de arte, un actor ocasional (Tres reyes, Moneyball, El lobo de Wall Street) y un director que además de parir decenas de cortometrajes fue capaz de saltar a la gran pantalla con la fascinante Cómo ser John Malkovich. En el mundo del cine también firmó las admirables Adaptation (El ladrón de orquídeas), Donde viven los monstruos y, sobre todo, demostró que era posible convertir la historia de un hombre que se enamora de Siri en algo elegantísimo con la película Her.

El hombre fue nominado al Óscar al mejor director por Cómo ser John Malkovich, se alzó con el Globo de Oro en la misma categoría con Adaptation, y se llevó a casa un Óscar por escribir el guion de Her, film que también estaba nominado a mejor canción y mejor película. En los círculos más intelectuales, Spike Jonze es un artesano brillante y respetado, una persona de un buen gusto exquisito a la hora de trasladar cualquier locura imaginable posible al medio audiovisual, un realizador eminente y distinguido.

Además de eso, Spike Jonze también es uno de los culpables de que exista un programa de televisión donde unos chavales se meten coches de juguete por el culo para sorprender a su médico, cocinan en una sartén una tortilla con su propio vómito, se pegan sanguijuelas en el globo ocular, se rebozan en mierda de un váter público y se autolesionan de manera salvaje con todo tipo de objetos con el único objetivo de echarse unas risas.

Existe esa falsa creencia de que las capas de la cultura están reñidas entre sí y uno no puede pretender ser elegante y al mismo tiempo fascinarse con las chorradas infantiles y chabacanas. Pero también existe la certeza de que ver cómo un idiota se chamusca las nalgas tras encender un cohete pirotécnico que ha plantado en su propio recto es algo descacharrante. Welcome to Jackass.

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Imagen: MTV

Big Brother

A mediados de los noventa, una revista llamada Big Brother se coló en algunas tienduchas de Estados Unidos frecuentadas por gente de ropa llamativa y olores graciosos. Aquel panfleto era un magacín de calidad cuestionable que se vanagloriaba de un humor tan cenutrio como el de a quienes iba destinado, la comunidad de skaters de la época, y en sus páginas cabía de todo: desde artículos sobre los mejores patinadores urbanos hasta guías para elaborar LSD, falsificar el documento de identidad o incluso suicidarse. Junto a aquella colección impresa de gamberradas, desnudos gratuitos y monopatines la revista también se animó a publicar cuatro cintas de vídeo tituladas con sorna: Dumb, Number 2, Boob y Crap. Cintas que combinaban cabriolas y trucos de skateboard con bromas callejeras, stunts peligrosos y chorradas sinsentido como ver a un hombre con una sola pierna intentando (sin éxito) rodar sobre un monopatín. O contemplar al equipo de la revista participando en unas olimpiadas imbéciles basadas en emborracharse, vomitar y corretear con una cruz al estilo Jesucristo.

Por aquellas VHS no solo se asomaron algunas estrellas del monopatín de los años noventa rodando sobre el mobiliario urbano, sino también algunos de los especímenes más curiosos de la subcultura callejera americana: la portada de la primera cinta de vídeo llevaba estampada la imagen de un gran chalado de 1,23 metros de altura llamado Wee Man (su nombre real es Jason Shannon Acuña), en bañador y pintado de azul de arriba abajo. Y entre el resto del metraje uno se podía encontrar con un insensato Steve-O lanzando llamaradas por la boca para chamuscarle el culo a una stripper o adornar sus volteretas mientras practicaba el balconing. Y también con un segmento donde una persona probaba sobre su propio cuerpo diferentes tipos de equipamiento de autodefensa: un espray de pimienta, una stun gun, un taser, y un chaleco antibalas contra el que el propio usuario se pegaba un tiro durante una escena que daba más miedo que risa. Aquel tarado se llamaba Johnny Knoxville, y su sección venía encabezada por un aviso importante: «ADVERTENCIA. El siguiente segmento contiene acciones de una naturaleza particularmente chiflada. Bajo ninguna circunstancia usted (o cualquiera de los estúpidos de sus coleguitas) debería intentar imitarlas en casa. Especialmente la idiotez de la pistola».


No hagáis esto en casa. Ni en ningún otro sitio.

The kids aren’t alright

Johnny Knxoville era el nombre artístico bajo el que se escondía Philip John Clapp, un actor fracasado que se había autobautizado con el apellido de su ciudad natal (Knoxville, en Tennessee). A Knoxville llevaba años rondándole por la cabeza la tontería de utilizarse como cobaya de diferentes armas para elaborar un artículo, pero a ningún medio parecía interesarle tener a un subnormal electrocutándose y pegándose un tiro en el abdomen solo para ver qué pasaba. Hasta que apareció Jeff Tremaine, uno de los colaboradores de Big Brother, y fichó a aquel chalado para el magacín de skaters, animándole a filmar el metraje que formaría parte de aquellas infames cintas de vídeo.

Entretanto, en Pensilvania, un chico llamado Bam Margera y sus amigos se dedicaban a grabar en vídeo payasadas imprudentes, bromas escatológicas y trucos de monopatín. Material que ellos mismos auto publicaban en VHS con el título CKY (Camp Kill Yourself, es decir, Campamento mátate), un nombre compartido con la banda musical del hermano de Margera. Aquellas cintas caseras acumulaban escenas donde un grupo de chavales se dejaban los morros en la acera al ejecutar trucos con el monopatín, destrozaban tiendas, se estampaban contra cosas montados en carritos de supermercado, corrían desnudos en público, saltaban desde tejados con una sombrilla a modo de paracaídas o llevaban a cabo acciones tan elegantes como mear sobre los amigos que echaban la siesta.

CKY tuvo suficiente éxito como para producir tres secuelas y los implicados se hicieron llamar oficialmente CKY Crew, una tribu en la que militaban el propio Bam y su hermano Jess Margera, Ryan Dunn, Brandon DiCamillo, Rake Yohn, Raab Himself, Chad Ginsburg, Deron Miller y Brandon Novak. Las osadías de la pandilla llegaron a manos de Tremaine y el hombre, razonando que aquello tenía tanto potencial como las imprudentes locuras de Knoxville, agarró los vídeos de Big Brother y CKY para encaminarse hacia las productoras que pudiesen convertir aquello en un show televisivo. Por el camino le contó la idea a Spike Jonze y consiguió implicarlo, junto al propio Knoxville, como productor ejecutivo del asunto. Tras pasear el producto por las oficinas de la NBC, Comedy Central y MTV, Tremaine acordó perpetrar una serie para esta última cadena, después de rechazar la oferta de participar semanalmente en el legendario Saturday Night Live. En octubre del 2000, la MTV estrenó un programa precedido de una advertencia donde se anunciaba lo extremadamente peligroso e imprudente de imitar lo que se iba a ver en pantalla. Acababa de nacer Jackass, y estaba protagonizado por una manada de cabestros.

Jackass crew

La esencia de Jackass no podía ser más estúpida: filmar cualquier tipo de tontería posible, a menudo poniendo en peligro la integridad física propia y, sobre todo, el estómago de tanto participantes como televidentes. La tropa que se ofrecía como diana estaba formada por Knoxville, la CKY Crew, la familia de Margera (sus padres, April y Phil y su tío Don Vito), Wee Man, Steve-O (cuyo fichaje se realizó en un rastrillo donde trabajaba como payaso circense), chavales que habían colaborado en la revista Big Brother (Chris Pontius, Dave England o Rick Kosick), Ehren McGhehey y gente tan colorida como Preston Lacy, una barriga gigantesca pegada a una persona que había sido contratada tras devorar cuatro bananas sin quitarles la piel. Jackass fue un éxito y tras tres temporadas televisivas dio lugar a tres películas que trasladaban hostias y escatología a la gran pantalla (Jackass: The Movie, Jackass: Number Two y Jackass 3D) y a cuatro spin-offs curiosos (Jackass 2.5, Jackass 3.5, Jackass Presents: Mat Hoffman’s Tribute to Evel Knievel y Jackass Presents: Bad Granpa).

Imagen: MTV

Los stunts realizados durante el programa y las películas destacaban por ser profundamente imbéciles e irresponsables a todos los niveles a pesar de que el texto inicial anunciaba que se trataba de acciones «ejecutadas por profesionales o bajo la supervisión de profesionales». Comenzaron a estrellarse contra todo cabalgando bicicletas, triciclos de juguete, carros de supermercado robados y monopatines. Y no tardaron en demostrar una envidiable capacidad para encontrar nuevos tipos de formas creativas con las que hacerse daño, putearse entre sí y provocar arcadas.

Por la pantalla de la MTV, y ante la risa de hiena de Knoxville, la tropa de Jackass desfiló utilizando un tirachinas gigante para remojarse en la piscina, convirtiéndose en dianas de unos jugadores de pelota vasca, disparándose abrazados a un cohete enorme, vistiendo pantalones rellenos de cangrejos vivos, enfundados en armaduras y bidones para ser acarreados por imanes chatarreros, metiendo la mano en cepos, dejando que una serpiente les mordiera el pene o jugando a los bolos utilizando la cabeza como pelota. En terrenos más asquerosos militaban ocurrencias como beber el sudor de Preston Lacy o el semen de un caballo, ingerir litros de leche hasta devolver, sobrevivir a una escafandra rellena con flatulencias o elaborar una tortilla del modo más asqueroso imaginable: devorando sus ingredientes, vomitándolos sobre una sartén, friéndolos y degustando la «Vomelette» resultante. En la ronda de bromas con cámara más o menos oculta la cosa tampoco era demasiado sutil: correr en pelotas por lugares públicos, simular accidentes aparatosos en bici con un bebe falso, simular ser el chófer de un coche fúnebre al que se le escurre por la carretera el ataúd con el finado, defecar en un váter de exposición en una tienda de muebles o alquilar un coche para llevarlo a un destruction derby y devolverlo hecho migas.


Tidal wave. Ahora me ves, ahora no me ves.

Los roles de los protagonistas también estaban bastante definidos. Knoxville ejercía como maestro de ceremonias y chalado principal a la hora de afrontar ideas potencialmente peligrosas, desde convertirse en blanco de disparos hasta ponerse a torear. Margera y su look de vagabundo pseudogótico se presentaba como un cabronazo que, junto a su amigo Dunn, puteaba a su propia familia a base de hostias inesperadas y todo tipo de destrozos hogareños. Wee Man correteaba en un skate disfrazado de Oompa Loompa. Steve-O lidiaba con barrabasadas como tatuarse montado en un todoterreno en marcha por una carretera llena de baches («Off-Road Tattoo»), hacerse un piercing para unir ambas nalgas, vomitar un pez vivo, esnifar wasabi («Wasabi Snooters») o utilizar su propio culo como base de sujeción para disparar un cohete («Si me preguntas si estoy orgulloso de haberme metido fuegos artificiales por el culo la respuesta es SÍ»).

Chris Pontius se dedicaba a frotarse y bailar en tanga delante de desconocidos. Y Dave England tenía un talento innato de cuestionable valor: era capaz de hacer caca a voluntad si la situación lo requería. Una de las escenas más desagradables de Jackass 3D era un geiser de heces proyectado hacia los cielos desde el intestino de England. Y lo cierto es que ni siquiera él se creía que los productores fueran a atreverse a meter esa mierda en la película. «Cuando se estrenó Jackass 3D recibí un mensaje de texto de mi madre que decía “No tenía ni idea de que eras capaz de hacer de tu culo un volcán”», confesó más tarde. Al menos sus padres estaban orgullosos.

Cuando las películas llegaron a los cines el mundo ya había decidido que tampoco tenía nada de malo reírse con aquellos cretinos. Incluso algunos de los críticos más sesudos reconocieron que a pesar de que la calidad cinematográfica de aquel esperpento era menor que nula, ellos se habían descojonado lo suyo en la sala. En la web de Rottentomatoes, Jackass 3D tiene una media de puntuación del 65%.

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Imagen: MTV

Greatest hits

Para el «Anaconda Ball Pit» a la banda se le ocurrió que podría ser gracioso ver cómo Knoxville se divertía en una piscina de bolas junto a una anaconda encabronada. Una gesta que el bueno de Johnny afrontó con las muñecas protegidas (para evitar que un mordisco mal dado le dejase muñeco) y una coquilla en la entrepierna (para evitar que un mal mordisco lo dejase muñeca Barbie). Pero las precauciones no le libraron de acabar convertido en un surtidor de sangre cuando la serpiente comenzó a hincarle el diente a lo largo del brazo. La mejor parte del sketch llegaba al final, cuando el equipo descubría que se habían olvidado por completo de que en la piscina había otra anaconda.

«Mousetraps» era una idea tan sencilla como efectiva y descojonante: un adulto disfrazado de roedor atravesando una habitación llena de trampas para ratones. «The Fish Hook» demostraba que Steve-O estaba mal de la puta cabeza: el hombre no solo dejaba que Pontius le perforase la mejilla con un anzuelo gigantesco, sino que después se convirtió en cebo al nadar entre tiburones mientras colgaba por el moflete de la caña de pescar de su amigo.

En el desternillante «The High Five» un resorte en forma de mano gigantesca repartía las mejores hostias sorpresa de toda la franquicia. En «Golf Cart Crashers» Knoxville y compañía se dedicaron a arrasar un minigolf abandonado conduciendo carritos de golf. «Aquella instalación llevaba allí desde los sesenta. Cuarenta años al sol y luego vienen estos tíos y lo destrozan. El mejor metraje que hemos rodado» apuntaría Dave England. Observar lo demencial del trompazo final de dicho stunt da miedo, porque es evidente que el tarado de Knoxville anduvo muy muy cerca de partirse el cuello. «Poo Coktail Supreme» encerró a Steve-O en un váter portátil relleno de heces y orines para agitarlo como una coctelera con una catapulta y lograr provocar todo el asco del mundo. «Utilizamos mierda de perro y de caballo porque hay ciertas leyes de sanidad sobre lo de usar heces humanas. Pero era horrible estar allí, había gente del equipo situada a treinta metros que estaba vomitando».  

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Imagen: MTV

La serie de sketchs protagonizados por miembros del programa maquillados como nonagenarios se convirtió en un subgénero del propio programa, tanto como para dar lugar a una película propia (Bad Grandpa). Bajo el maquillaje y las verrugas, Johnny Knoxville se divirtió frotando contra los desprevenidos una horrible prótesis de testículos colgantes, atravesando el escaparate de una tienda de motos con una scooter en exposición o invitando a sus colegas Bam Margera y Spike Jonze a disfrazarse de viejunos y hacer el cafre por las calles.

«Toy Car Butt X-Ray» es uno de los pedestales de la franquicia: Dunn lubrica un coche de juguete y se lo mete por el culete para a continuación visitar al médico, hacerse una prueba de rayos X y ver qué cara pone el doctor. En «The Leech Healer» a Steve-O se le ocurrió enchufarse una sanguijuela en el globo del ojo. En «Electric Avenue» el reparto atravesó un pasillo repleto de tasers encendidos colgantes y mucho dolor. «Super Mighty Glue» demostró que utilizar pegamento potente para soldar las manos sobre el cuerpo de otro no es nada agradable. En la gamberrada de «Golf Course Airhorn» una potente bocina desquició a los jugadores de un campo de golf.

«Fireworks Wake-Up» fue una de las más divertidas putadas que a Margera se le ocurrió gastarle a sus progenitores: una basada en el entrañable detalle de despertarlos de madrugada con un montón de fuegos artificiales disparados dentro de su propia casa. El remate de aquella broma era genial: cuando el padre de la criatura se levantó más tarde para ir a trabajar descubrió que en su furgoneta le aguardaba otro espectáculo pirotécnico.

«Beehind Limo» encerró a Wee Man, England, Steve-O y Dunn en una limusina rellena con abejas cabreadas. En «Jet Engine» alguien decidió (con toda la razón del mundo) que sería divertido ponerse a hacer el tonto detrás de la turbina encendida de un avión. «Toro Totter» instaló un columpio para cuatro personas en el centro de una plaza de toros, que tenía toro incluido. «Riot Control Test» resultó más aterrador que gracioso. En aquel segmento Knoxville, Dunn y Margera se colocaron delante de un explosivo para comerse toda la metralla. «Solo tenemos que ponernos ahí de pie», explicaba Knoxville para convencer a sus compañeros de participar en la locura, «Y morir», apuntaba Dunn.

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Imagen: MTV

En «Cattle Brand», Dunn se esmeraba por estampar la silueta de un pene el culo de Margera, utilizando un hierro al rojo vivo para marcar ganado, mientras su amigo se retorcía de dolor. La chorrada es graciosísima, pero su epílogo es aún mejor. Porque cuando Margera enseña el trasero requemado (y probablemente infectado) a sus padres se produce un diálogo que resume por completo la esencia imbécil del show:

—¿Por qué le has marcado a fuego eso en el trasero?

—Porque es gracioso.

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Imagen: Mtv

Secuelas

Ryan Dunn murió en un accidente durante 2011 tras combinar alcoholes y coches a demasiada velocidad. Lo que quedaba entero de Knoxville se reconvirtió en actor para asomar por producciones como Hombres de negro II, Polar, Los sexoadictos, Atrapa a un ladrón o El último desafío. Steve-O y Pontius tuvieron un show propio donde recorrían el mundo para hacer el gamba junto a animales salvajes (Wildboyz). Margera continuó tocándole los huevos a su familia de la peor manera posible en un programa titulado Viva la Bam. Preston Lacy a estas alturas ya debe de ser capaz de devorar cinco bananas sin pelar y Dave England de catapultar su caca hasta cuatro pisos de altura.

Las secuelas físicas llegaron en forma de huesos triturados, dientes perdidos, decenas de cicatrices, un pene roto (el de Knoxville), lesiones de por vida y lo que uno espera que ocurra con un montón de perturbados que de repente nadan en dinero: problemas con la ley y visitas continuas a clínicas de rehabilitación para desintoxicarse (Steve-O por cocaína y Margera por alcoholismo). Aquella banda de cabestros que iban por la verdad por delante («jackass» se traduce como «burro» o «descerebrado») eran conscientes de que ser mártires a la fuerza les condenaba a la autodestrucción. En la gira de promoción de la tercera película, entre hostias a cámara superlenta y patadas en las pelotas, un miembro de la tropa confesaba que rondar los cuarenta años y continuar poniendo la cara para que le golpeasen con un pescado le hacía sentir miserable. Welcome to Jackass.

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3 Comentarios

  1. Yo recuerdo siempre dos: uno que disfrazaban al pavo de terrorista suicida y se tenía que subir en un taxi y tal, lo mejor es que la barba postiza que le pusieron la habían hecho con vello púbico XDDDD Y otra en la que Knoxville se ponía a jugar al football con Jake Allen, un defensive end de más de 120 kilos que le metía unos viajes que…

  2. Pingback: Golf: hemos venido a jugar al deporte más aburrido del mundo - Jot Down Cultural Magazine

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