Fotografía: José Luis R. Torrego
26 de diciembre de 2018. Un grupo de europeos entra en la espléndida Biblioteca de Alejandría. Un edificio imponente y moderno que se abre hacia la cornisa del Mediterráneo a la que va a morir el Nilo, después de haber recorrido miles de kilómetros de suelo africano. La biblioteca se levanta con la forma de una plaza redonda enorme que se deja caer, inclinada hacia el mar por el norte, y se abre hacia el cielo en toda su superficie, cosa que permite que el sol entre en las salas iluminando los cientos de puestos de lectura. Se ha construido como un proyecto ambicioso para recoger y hacer memoria del polo cultural y de encuentro que fue en los siglos de su esplendor (III a C. hasta el III d C.) y que, lamentablemente, fue destruida. Aquí se tradujo por primera vez la Biblia al griego, la lengua que entonces permitía la comunicación entre comunidades culturales y lingüísticas diferentes. Lo hicieron setenta sabios que trabajaron juntos. Se abría la cultura judía a la sabiduría griega.
En la puerta de esta nueva sede para la cultura espera Wael Farouq, profesor egipcio en las universidades del Cairo, Nueva York y ahora en el Sacro Cuore de Milán. Lo hace con una sonrisa luminosa, hace pasar a sus invitados por un acceso especial. Faddalu, faddalu, dicen todos sus gestos, en árabe: «bienvenidos, bienvenidos». Wael Farouq ha dado una conferencia estos días en un congreso que anualmente organiza la biblioteca. Este año participan cuatrocientos intelectuales. El tema de este año es la presencia de la religión en la vida pública. Él ha intervenido con una ponencia titulada «La lengua árabe ante el desafío de la modernidad». El mundo musulmán vive un momento especialmente convulso. Las perplejidades son muchas y los acontecimientos que lo ponen en el ojo del huracán son terribles: la sinrazón de guerras de Iraq y Siria, las expectativas truncadas que abrió la primavera árabe en la plaza Tahrir de El Cairo, el yihadismo que han provocado guerras sangrientas en Medio Oriente, África y atentados terroristas en numerosas ciudades occidentales, la polarización entre mundo árabe y occidental. Las consecuencias de estas guerras y atentados son las del dolor por las víctimas, la de millones de desplazados y la de hombres y mujeres que sufren por muertes injustas o se ven envueltos en las espirales de la violencia terrorista. Bien lo saben las minorías cristianas en Oriente Medio.
El desafío es enorme. En un mundo global, las culturas se tocan y los problemas nos atañen a todos. Wael Farouq es consciente de que estos problemas hay que mirarlos en su hondura cultural y reflexiona sobre una cuestión fundamental, la de la relación entre modernidad e islam, apostando por la modernización del islam. El profesor egipcio, muy interesado en el papel de la religión en nuestras sociedades, cree que el partido se juega en la interpretación del Corán. Habla sobre el árabe del Corán porque cree que en su interpretación está la clave. El sentido de las palabras sagradas responde a una obra unitaria, por eso cree que no se pueden citar trozos sueltos para justificar ideas. Cree que esto servirá de ayuda para que ante los retos de la modernidad la respuesta no sea simplista. La tesis renovadora y original de sus interpretaciones tiene sus raíces en la curiosidad hacia lo otro que ha movido siempre al profesor Farouq. En estos días, cuenta las horas de lectura pasadas en el pasillo que une las dos mezquitas en El Cairo o la apertura a otras culturas para entender mejor su tradición. Es un buscador nato. Una noche de confidencias, refiere el lío que armó en el colegio, con solo trece años, cuando compró a escondidas una Biblia para saber algo más de las historias de los profetas que aparecen en el Corán, de cuyas historias había sabido Mahoma durante su estancia en La Meca; habla de los peligros que aceptó en sus años de militancia clandestina en el comunismo o de la huella que dejó en él un jesuita holandés que amaba con todo su corazón el árabe y que le animó a estudiarlo. Cada movimiento de Farouq ha buscado comprender el significado del vivir y la racionalidad de la fe en un mundo que o rechaza el factor religioso, violentando las preguntas de la persona, o lo reduce a una defensa de preceptos que se imponen a la fuerza.
Desde hace veinte años está en contacto con otra realidad religiosa: la experiencia de Comunión y Liberación y sigue de cerca las propuestas de Luigi Giussani, su fundador, y de Julián Carrón, su actual responsable. En su pensamiento encuentra una forma de afrontar la religiosidad, es decir, la forma de vivir los desafíos que plantea el corazón humano a la hora de considerar la vida y los conflictos entre los pueblos, que le parece atractiva y que responde a la modernidad y al derrumbe de las evidencias en nuestro mundo. Por eso ha invitado a Julián Carrón a participar en el debate. Lo hace con ocasión del congreso organizado por la Biblioteca de Alejandría. Se trata de una mesa redonda en torno al libro La belleza desarmada. El texto se ha publicado en la prestigiosa editorial de la biblioteca en árabe. Son pocos los textos de autores europeos presentes en la colección y este ha sido seleccionado para la colección, gracias a la apuesta del director de la biblioteca Mustafa El-Fiky y del director de proyectos culturales, Khaed Azab.
El título hace referencia a la manera de proponerse el cristianismo en nuestras sociedades contemporáneas, es decir, sin nada que defender de manera ideológica, como una propuesta de vida que se abre a cualquiera. Farouq dice en la presentación que el libro es una alternativa a la «crisis de significado» que señalaba Julia Kristeva en nuestras sociedades. La belleza desarmada es un libro escrito como respuesta a diferentes situaciones y circunstancias, desde los atentados de París en 2015, pasando por la actualísima reflexión sobre lo que significa la libertad religiosa o la emergencia educativa. Por eso insiste Wael que no es un libro abstracto o pensado en frío (a tavolino, dicen los italianos), sino nacido al calor de las circunstancias y desafíos de nuestro mundo. Julián Carrón es responsable del movimiento eclesial Comunión y Liberación y ofrece a los miembros de la «Fraternidad de CL» —y a quien quiera asomarse a su mirada— una serie de reflexiones sobre lo que ocurre y preocupa. Y estas notas han llegado al corazón del mundo egipcio en este final de 2018. En el centro del texto una mirada traspasada por un acontecimiento, esa belleza desarmada que hace ya más de dos mil años se ofreció a los hombres, pisó estas tierras y se sigue ofreciendo, libremente. De hecho, en la presentación, el doctor El-Fiky considera que Egipto es el lugar en el que presentar este libro porque es el país de las religiones, el país del cristianismo, del judaísmo y del islam. Y añade que este no es una cuestión emocional sino un hecho histórico. Egipto se fragua en la convivencia. Además, añade un juicio actualísimo que no nos deja indiferentes: Egipto es la tierra de los refugiados, eso es lo que fue para la Sagrada Familia que tuvo que huir de la violencia ciega de Herodes. Desde luego este comentario da que pensar.
Es sorprendente que uno de los proyectos culturales más relevantes del mundo sunní haya querido albergar la traducción y edición de un libro que propone el cristianismo, entendido como acontecimiento, a la profunda crisis que vive la cultura occidental tras el agotamiento del proyecto ilustrado. Esto se produce en un momento en el que islam vive un proceso complejo con respuestas violentas, con intentos de apertura a lo que puede significar cuestiones como la ciudadanía.
La conversación continúa con las palabras del traductor, Huseen Mahmud, que confesó haber tenido sus resistencias a traducir un libro religioso, no es su especialidad, pero que al darse cuenta de que era un texto de apertura cultural decidió hacerlo. Pronto de entre el publico se hacen oír varias voces tomando la palabra por orden: los profesores Salah Fadl, Mufead Shihab, exministro de cultura, y el catedrático italiano Andrea Simoncini. Coinciden en la conveniencia de la lectura de un libro como este. Por su parte la profesora Marta Cartabia, vicepresidenta del Tribunal Constitucional italiano, reflexiona ante el auditorio sobre el sentido cultural del encuentro. Habla de la necesidad de dejar «espacios en blanco» en la organización de las ciudades y culturas. Así, podrán suceder encuentros libérrimos que la renueven desde dentro. Habla de estos «espacios en blanco» que puedan ser para la renovación, en los que no se pueden considerar solo los principios en contradicción sino todo aquello que nace de la amistad.
Mientras se oyen estas palabras, se ve que lo que está sucediendo es precisamente eso: una conversación entre personas a las que ha reunido la amistad. Y es inevitable pensar lo que está en el origen de esta mesa redonda de presentación. Lo ha contado el mismo Wael Farouq: el cristianismo le atrajo a través del encuentro con un estudiante italiano al que enseñó árabe hace veinte años en una universidad de El Cairo. Desde entonces, la mirada que aquel estudiante introdujo en él ha sido un punto sin retorno. Parece insignificante: un encuentro casual, unas clases de árabe, dos hombres en la inmensa ciudad de veintiocho millones de habitantes que es El Cairo, dos tradiciones muy ricas y complejas y allí se originó un atractivo mutuo cuyas consecuencias vemos hoy. El espacio blanco se llenó de contenido, la singularidad de Egipto como tierra de religiones se actualizó.
La conversación del día 26 ha tenido un considerable eco en los periódicos europeos (L’Osservatore Romano, Avvenire, Il Corriere della Sera, Isussidiario, La Stampa) y en los egipcios (Middle-East y Al-Ahram), por otro lado, es difícil saber de momento la repercusión que tendrá la publicación al árabe del libro que se difunde desde esta biblioteca a todo el mundo árabe. La primera está a la vista porque la amistad de hace veinte años entre el profesor Farouq y su alumno europeo se actualiza en nuevas amistades. Así sucede con el grupo de europeos que ha viajado varios días por las hermosas tierras egipcias, desde Alejandría hasta Luxor. La amistad con Farouq se ha ampliado por ejemplo a Fuad y su familia, el director de la agencia de viajes, ha traspasado los límites de lo profesional, porque a las visitas se ha sumado su mujer y su niña de un año, y la familia completa de otro de los empleados de la agencia. Lo mismo sucede con la familia del policía que escolta al grupo, hasta se olvidan de que llevan armas. Sigue siendo muy doloroso entrar a las iglesias y mezquitas a través de un check-point que rodea cada templo o ver a grupos de niños que para entrar a la catequesis deben hacerlo entre hombre armados. Al mismo tiempo es hermoso ver como el guía Ahmed acompaña al grupo hasta la iglesia, resistiéndose a dejarlos solos y va más allá de sus obligaciones: reza sus oraciones mientras los nuevos amigos cristianos están en misa.
Por eso, el grupo vuelve a Europa habiendo experimentado que la belleza desarmada es factor de vida, de vida amiga, de cultura nueva y hace posible que en los espacios en blanco se sucedan los encuentros. Decía Julián Carrón al concluir la presentación del libro: «No hablamos de teorías sobre el encuentro, sino de un hecho que ha sucedido lleno de vida y de promesa y que, si se acoge libremente, puede empezar a dar frutos de estima recíproca y de paz».
Fántastico artículo. Un gran libro sin duda el de la belleza desarmada.
Muy interesante el artículo y muy buenas las fotos
Muchas gracias
Interesante este diálogo entre la visión del cristianismo y el mundo musulmán…