Cine y TV

Jake «the Snake» Roberts: fama, alcohol y coca

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Jake «The Snake» Roberts. Fotografía: John McKeon (CC).

Una de las mejores cosas que puedo decir que me han pasado en la vida es haber sido testigo siendo niño de la llegada de las cadenas privadas a España. Antes de la aparición de Antena 3 y Telecinco alucinábamos cuando nos decían que en Estados Unidos tenían cuarenta canales. Nosotros teníamos la uno y la dos. Y en el pueblo, la dos en blanco y negro. Chupamos muchos bailes regionales, programas de salud y debates culturales.

Ahora que divertirse es de mal gusto eso sería la panacea, pero yo me pregunto por qué tantos jóvenes se arrojaban en brazos de la heroína en aquellos tiempos. Los viernes noche ¿retenía La Clave a los jóvenes en sus casas? Igual Vivan los novios con Andoni Ferreño y Natalia Estrada, seguido de un Erotissimo, salvó muchas vidas de las garras de la necia droga. No sé. Es una hipótesis.

Desde luego, Pressing Catch, «presionando a la presa», como decía muy serio un adulto cercano a mi persona, fue un cambio a mejor. Pasar de los bailes regionales de Gente Joven a tíos mazaos dándose de hostias, no nos engañemos, era un salto adelante. Yo no niego que se te puedan poner los pezones duros escuchando una dulzaina, pero ver un suplex por primera vez era ver mundo.

No obstante, yo sufrí mucho con el wrestling. Me hice fan de Hulk Hogan. Ante la duda, elegí el establishment, el sistema. Y le vi perder su cinturón de oro con diamantes y todo el copete de campeón mundial del mundo entero desde hacía no sé cuántos años con un auténtico, verdadero y genuino payaso: el Último Guerrero.

También me gustaba Tito Santana. Era hermano, era de México. Pero perdía siempre. Creo que solo le vi ganar cuando vinieron a España. Sí, hubo un Pressing Catch en el Palau San Jordi en 1991. También me gustaban los Demolition, Ax y Smash. Iban vestidos como Humungus, el malo de Mad Max II, y uno llevaba bigote mostrando que si se ataviaba así era por propia elección de un hombre asentado, juicioso y con autonomía personal. Entonces para nosotros no eran más que «los jevis» y por eso molaban. Pero también les daban para el pelo desde que ganaron no sé qué cinturón.

Esos eran nuestros referentes. Tíos en calzoncillos jugando a eso que llaman balompié, por un lado. Jim «Estaca» Doogan, los Sacamantecas y Rick «Modelitos» Martel, por el otro. Entremedias, unos Manowar con su El signo del martillo cantándole a Thor. O unos Helloween con su guardián de las siete llaves que encerraban los siete mares, ahí es nada. Los más modernos tenían el Boom 6, con el edificante rap de «Mi abuela» y la refrescante «Es por ti» de Cómplices. Lo llamativo a día de hoy es que fuese nuestra sociedad la que no colapsara y se impusiera al comunismo y no al revés, pero esa no es la cuestión ahora.

Hoy el recuerdo es para Jake «the Snake» Roberts. Su verdadero nombre es Aurelian Smith. Aurelio, señores. En mi opinión, era uno de los luchadores más tristes que deambulaban por ese espectáculo de dudoso gusto que consistía en simular peleas. Cuando ganaba, Jake ponía una pitón sobre su rival derrotado. La pitón, dormida, caía ahí a peso muerto, intentaba vagamente huir. Era muy lamentable. La muestra más evidente de que aquello no tenía sentido ninguno. Y años después ¿qué noticias nos llegan de Jake «The Snake»? Pues las de un descenso a los infiernos completamente alcoholizado y adicto al crack.

El festival de cine de Utah, Slamdance, está dedicado a producciones de bajo presupuesto. De él salió Paranomal Activity en 2008. Hace dos años crearon Slamdance Presents, una iniciativa para distribuir y promocionar este tipo de cintas. La primera que lanzaron fue The resurrection of Jake the Snake, que llegó a ser la más descargada de iTunes. Era un documental realizado por un amigo suyo en el que contaba cómo el luchador salió del pozo.

Las primeras imágenes de archivo que muestra ya contradicen mi memoria. Aparece una de sus serpientes mordiendo con toda su alma a un rival derrotado. También repasan su gran aportación al mundo de la lucha libre coreografiada, el DDT. Meterse la cabeza del rival en el sobaco y tirarse de espaldas estampándosela contra el suelo. El golpe tiene una entrada en la wikipedia, que es lo máximo a lo que puede aspirar a día de hoy alguien que quiera triunfar en la vida.

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Jake «the Snake» Roberts ejecutando un DDT sobre John Greed. Fotografía: Tabercil (CC).

A continuación, Jake aparece en camiseta interior de tirantes con un vaso en la mano. Habla con voz de cazalla, pero siempre la tuvo así. Era uno de sus rasgos distintivos. Diversos expertos en el mundo de las peleitas dicen que, mientras los demás luchadores gritaban y gruñían cuando amenazaban a un rival en los vídeos promocionales, él al hablar bajito y entre dientes lograba que se le hiciera más caso. Ahora, con esa misma voz, reconoce la última vez que tomó crack fue hace un mes.

Todo empezó con el éxito, como en las estrellas de rock. Su circo de la pantomima giraba por todo el orbe y en cada stage Jake se ponía hasta las cartolas de cocaína borracho de éxito y también de alcohol. Lo cierto es que las audiencias no eran cosa de mofa. Podía llegar a actuar ante noventa y siete mil personas. Como el Barça, pero con partidas presupuestarias limitadas a pantis y culebras.

Comenta un testigo que en un avión, en uno de estos viajes entre gala y gala, contó veintidós botellitas de vodka vacías alrededor del cuerpo de Jake. Conforme su físico se iba deteriorando, su valoración como luchador en tamaño negocio lógicamente también. Además, nunca destacó por una musculatura espectacular, sino por su aureola de tipo siniestro. El hombre perdió su posición en la World Wrestling Federation, fue despedido en 1997, y pasó a patearse los circuitos de lucha libre teatral que llaman independientes. Ahí le vemos, captado por un videoaficionado, en un combate con mucho menos público, completamente borracho, gordo hasta el punto de no poderse mover y llorando porque el respetable le insulta. «Soy un hijo de puta autodestructivo», admite después.

El origen del drama por lo visto está, según su historia, en que su padre le trató mal. Él quería ir a la universidad, pero su padre, luchador también, Grizzly Smith, no le dio ninguna importancia. Así que Jake, muy dolido, optó por seguir sus pasos. Tras sus primeros combates, le dijo: «Me avergüenzo de ti, nunca llegarás a nada». Entonces, solo con el objetivo de superarle en fama y reputación para dejarle en ridículo, se empecinó en progresar en ese mundo.

Al mismo tiempo, su madrastra, mientras su padre estaba de gira, abusaba sexualmente de él y le daba palizas. Entendemos que ambas circunstancias explican el tesón y la determinación con la que emprendió su carrera y la fragilidad de su psique torturada, que no tardó en sucumbir ante las adicciones.

En una entrevista que dio a ABC News después del estreno de la película, dijo que la adicción al alcohol, coca y pastillas le había llevado a sentirse la persona más desgraciada e inútil del mundo. Y sobre todo le habían conducido a una soledad insoportable. Con emoción, explicó: «He estado en la cárcel y en rehabilitación, nunca he escuchado a nadie decir: «Cuando era más joven, mi sueño era convertirme en adicto o alcohólico»».

Ciento cuarenta kilos pesaba el hombre antes de que, en este documental, se grabe su recuperación. El drama son las escenas mencionadas en las que apareció tajado en un combate. Admite que se tomó unas cervezas en el vestuario, pero el hombre estaba consternado porque, por lo visto, esta profesión vive mucho de la imagen que uno proyecte ante los niños.

Es lo mismo que le ocurrió Hulk Hogan, del que este año ha salido también un jugoso documental sobre su problemilla con un vídeo sexual. Nobody Speak, de Brian Knappenberger. Empezó a circular por los medios un vídeo de Hulk acostándose con la mujer de su mejor amigo, Heather Clem. No parece que el vídeo en sí le diera mucho dolor de cabeza, pues en las entrevistas que dio después presumía de potencia sexual, pero se conoce que había una versión ampliada del mismo en la que aparecía profiriendo comentarios racistas y homófobos. Eso hubiera sido su fin, más que el sexo, porque el personaje vive de galas benéficas y eventos de ese tipo. La rehabilitación de Aurelio Jake partía del mismo problema.

Hubo un documetal en 2000 que ya le hizo bien la pascua a Jake en ese sentido. Se tituló Beyond the Mat, de Barry W. Blaustein. Aparecía puesto de crack en una escena que poco tenía que envidiar a la de Chris Holmes de WASP en The Decline of Western Civilization, part 2. Colocado, explicaba el origen de su adicción: «Me decía a mí mismo que jamás me drogaría, pero tenía tantos combates que tenía que coger ocho o nueve aviones por semana. Tomaba píldoras para dormir, píldoras para el dolor, luego cocaína para actuar».

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André the Giant vs. Jake «The Snake» Roberts. Fotografía: John McKeon (CC).

Antes de esa confesión, el autor entrevistó a ejecutivos de la WWF que explicaron que Jake era un gran «talento artístico» en ese negocio por sus dotes como actor, más que por su cuerpo: «Su don era su cerebro, su actuación». Sin embargo, llegó un momento, revelan, en el que el personaje se comió a la persona hasta el punto de que cuando lo tenían delante no sabían con quién estaban hablando, si con Aurelio o con Jake the Snake. Un promotor de menor entidad declaró: «Si no le conseguíamos crack, decía que no vendría al espectáculo».

No era un documental muy respetuoso con el hombre. Le sacaron incluso meando en un cubo de plástico ante de un combate. Con eso querían mostrar lo triste que era hacer giras por los pueblos, actuando en carpas. Por el contrario, él dice que le encanta aparecer en esas localidades pequeñas, porque «saben apreciarlo».

Cuando iba a lo grande, la fama también destruyó su familia. Sus matrimonios se echaron a perder por la parte sexual: «Cuando eres famoso, puedes elegir, primero una al día, luego dos, después tres. Luego dos a la vez, luego dos con juguetes. Cada vez quieres cosas más raras y llegas a un punto en el que quieres hacer el amor con tu mujer y no puedes. Ya no hay un estímulo mental».

Lo más grave, de todos modos, fueron los datos que amplió sobre su familia. Confesó que su madre tenía trece años cuando él nació. Su padre había violado a la hija de su novia mientras dormía y la dejó embarazada. «Mi padre salía con la madre de mi madre». En el documental encontraban al padre que declaró: «Mi hijo nació del amor y sigo queriéndolo».

Luego su madrastra casó a su hermana con un hombre de cincuenta años, pero la ex del tipo la secuestró y la mató. Eso creen porque había sangre en el coche, el cuerpo nunca dieron con él. La mujer estuvo diez años en la cárcel y, al salir, cuando le preguntaron por el cadáver, les mandó a todos a tomar por saco, «Jamás os diré nada». Esa era su vida, de desgracia en desgracia, decía.

Solo tuvo afecto por un hombre cuando era niño, su padrastro. Pero se electrocutó. El plato fuerte de la película era mostrar a Jake con su hija, a la que no veía con frecuencia. Se divorció de su madre cuando ella tenía ocho años. La chica dice que su padre debería alejarse de las cámaras y la superficialidad. Jake replica que si se hubiese tomado tres meses para estar con sus hijos, le habrían despedido.

Este encuentro le afectó tanto que, cuando se marchó su hija, él también desapareció. El locutor cuenta que luego se lo encontró fumando crack. Le graba y es ahí donde salen todas esas confesiones. Lo más presentable que dijo fue «nunca uso agujas». Cuando se proyectó el documental, Jake dijo que se sintió «violado».

En The Resurrection, Aurelio no había avanzado mucho. Un día los periodistas se lo encontraron descalzo y borracho. Decía que se había tomado una cerveza y le habían sentado mal unas ostras. O al revés. Por eso, el primer paso que da la historia que relatan empieza cuando el protagonista accede a tomar Antabuse, el medicamento para alcohólicos que te hace vomitar si lo pruebas.

El resto es más de lo mismo en un caso de adicciones. Recaída tras recaída, follón tras follón. Le llegamos a ver llorar porque quiere una cerveza y jurar por sus hijos infinidad de veces que nunca más volverá a beber. Pero había un objetivo de superación, como en las películas favoritas de los Óscar. Jake lo que quería era prepararse para poder acudir a un Royal Rumble, una modalidad de la WWF donde admitían viejas glorias. El método: el yoga. Les invito a comprobar si lo consigue, pero es lo menos interesante de la existencia alejada de la realidad de un hombre que se dedicaba a una lucha libre que no era real. Al que, por lo menos, sí que le reconoceremos que salía a pelear al ring con un temazo a reivindicar.

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11 Comentarios

  1. Travis Bickle

    Álvaro. Te superas buscando en la basura. Todo muy triste, pero hasta así haces que me ría. «Decía que se había tomado una cerveza y le habían sentado mal unas ostras. O al revés». Impagable

  2. «El Último Guerrero», o la peor traducción de la historia. Pero sí, era un payaso.

    El artículo me ha encantado porque me ha hecho rememorar las mañanas con cola cao y galletas delante de la TV, pero qué historia más triste la de Snake.

  3. No parece casualidad que casi todos los grandes luchadores de la época acabaran bastante mal: https://documentalium.blogspot.com.es/2012/09/wwf-la-epoca-dorada-del-wrestling.html

  4. Ja ja jota. El inicio del artículo es descacharrante aunque después, la narración del drama personal de Snake Roberts te deja la sonrisa helada.
    Grandes recuerdos pre-adolescentes de esa época televisiva. Creo q el mayor trauma de mi juventud fue cuando me empecé a dar cuenta que esas musculocas no se daban hostias de verdad, que todo era como un ballet.

  5. Pablito Terrores

    ¿Pero qué os pasa con el Último Guerrero? Era mucho más payaso Hulk Hogan. De todos modos yo me quedo con Bam Bam Bigelow.

    • Que digo yo que...

      … eso digo yo, qué elitistas para ser niños de bocatatulipán…
      Payasos eran todos en un circo para niños. Preocupante es verlos talluditos opinando sobre si uno era un luchador «serio» y el otro no. Gracias por el artículo Sr. Corazón.
      PD: La entrada sobre la DDT en wikipedia es de traca.

  6. Qué mítica la lucha libre de principios de los 90!yo tenía los muñecos del último Guerrero (mi favorito junto con Tornado Texas), el gaiteiro y precisamente snake.
    Curiosa la visión de un niño cuando lo veíamos, corría el rumor de q algunos golpes eran inventados, pero otros de verdad y era extraño ver como luchadores hiperlusculados perdían contra simples gorditos en baja forma. No tenía ningún sentido, sin embargo en el fondo era como leer un cómic d superheroes, querías crees y eso es lo importante.
    A favor de snake hay q decir q aún sigue vivo y eso viendo las prematuras muertes de la mayoría de sus compaleeos ya es mucho decir. Al parecer fueron más destructivos los anabolizantes que la heroína en estos casos.

  7. Shauna Grant

    Lo mejor, eran las traducciones, de los comentaristas españoles. Recuerdo el «Jacke Snake Roberts, y su serpiente Pili. A mi me pilló en la mili.

  8. Muy grande el artículo. Sólo una cosa creo que Aurelian sería Aureliano, como el emperador romano.

  9. Gran artículo!!!

  10. Pingback: Breve tratado de filosofía jobber, los pardillos del wrestling

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