Manuel Jabois
Pepitas de calabaza
Siempre he pensado que una publicación se cree respetable cuando es capaz de presentar a sus colaboradores como personajes públicos reseñables, incluso interesantes en algún caso aislado. Realizar entrevistas a personal de la propia redacción me parecen ejercicios de endogamia saludable (si es que ese concepto es posible). Así que en cierto modo sentí un poco de orgullo cuando me comentaron que Jot Down iba a entrevistar a Manuel Jabois, columnista de esta casa. La cosa se torció al señalarme que, dado el acontecimiento histórico de estar él y yo en la misma ciudad al mismo tiempo, podría encargarme de hacerla, y a pocos días vista, para más inri. La negociación, porque en esta revista las cosas solo se hacen a la fuerza como última instancia, comenzó con mal pie:
— Eres el más indicado ya que también eres de provincias.
Me pudre la suficiencia con que hablan los urbanitas de nosotros, los de provincias, como si al decirlo te estuvieran revolviendo el pelo o pellizcándote los mofletes. No se dan cuenta de que ya nadie es de provincias desde que se inventó internet.
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— Además es muy gracioso, verás que bien.
Superbien, claro que sí. Uno, que tiene menos cara que vergüenza pero más vergüenza que espalda, alegó aquello de que no la tenía muy bien preparada (la entrevista), que había que hacerla bien documentado, el tipo de cosas que se dicen cuando no se tiene ni puta idea de quién es el entrevistado, en suma. Finalmente, porque soy vago hasta para resistirme, cuando ya había aceptado hacerme cargo, no cuadramos las agendas: una forma elegante de decir que yo no tenía nada que hacer y él debía ir a Logroño a una presentación de su libro, obra que evidentemente me era desconocida.
Total, que para compensar (!!!) me sugirieron leer Irse a Madrid y redactar una reseña, momento en el cual visualicé la memorable escena de Ciudadano Kane, en la que el propio Charles Foster remata una crítica demoledora contra su esposa, (mala) cantante de ópera. Me imaginé a La Dirección de Jot Down, curiosamente con ese mismo bigote, echando espuma por la boca al leer cómo ponía a bajar de un burro a la criatura de Jabois; casi oía las teclas de la máquina de escribir, aporreadas a ritmo de ariete. Predispuesto a la subjetividad, pensé “pues veamos qué agua lleva el río, que suena tanto”, y me puse a ello.
En este punto, tras esta introducción prescindible, llegamos a la madre del cordero: recomiendo encarecidamente la lectura de Irse a Madrid; cómprenlo, deben vaciar las estanterías de todas las librerías, arrasen si es preciso todo lo que encuentren a su paso, aparten de su camino a niños y embarazadas, pero deben leerlo. Si me queréis, (compren) Irsen.
Parto de la premisa —probablemente errónea— de que el lector medio de Jot Down tiene cierta envergadura intelectual; intelectual en el sentido de que lee mucho, conoce mucho, y le interesa mucho el sexo con pulpos. Pero las columnas (al fin y al cabo, Irse… es una recopilación de columnas, artículos y entradas de blog) son sencillas, no tanto como simples, sino que no retan la inteligencia del lector conteniendo citas y estructuras pretenciosas. O tal vez porque soy una persona de referentes sencillos (y aquí sí me refiero a simples) agradezco la prosa aligerada de esdrújulas y frases célebres de gente muerta de la que nunca he oído hablar. En cambio, con esa narración fluida y llanamente graciosa, consigue que empaticemos con ese sujeto chusco en ocasiones, desafortunado las que más, cabrón a cuentagotas, pero brillante y divertido siempre, que protagoniza los pensamientos y aventuras que engloban esta obra más narrativa que periodística. Y es que el estilo de Jabois es fresco, directo y actual, muy, si me permiten decirlo, bloguero; leyendo Irse… te encuentras con puñados de frases de bloguero de élite, porque en cierto tipo de blogs de internet te encuentras con verdadero talento: hay vida más allá del MELAFO y el HOYGAN; aunque claro, la experiencia te enseña que lo que se escribe en un blog no se puede decir en otros medios, no vaya a ser que al final te llamen nazi o te echen del trabajo, lo que sea peor.
Si he de destacar individualmente alguna columna, me quedaré con la emoción que sentí con su homenaje a Ronaldo, la sonrisa cómplice que me arrancó el del polvo con los padres en la habitación de al lado y las andanzas en la buhardilla, porque desde siempre ambicioné ser un punto en el orden del día de una junta de vecinos. Puede que todas estas historias sean falsas, que su afán por humillarse sea una pose, pero me siento muy identificado con muchas situaciones, así que algo de verdad ha de contener. Por otra parte, es evidente que la autoparodia es el arma de los tímidos, si lo sabré yo.
También habla de follar, tema que sigo con gran interés, pero pasaré de puntillas sobre este aspecto antes de que me caliente y establezca odiosas comparaciones. El otro día leí en Twitter que si te gusta Bukowski y tienes más de 15 años es que eres subnormal; me hizo mucha gracia aunque no lo haya entendido muy bien, pero si lo dicen en Twitter por algo será.
Un descubrimiento, Manuel Jabois.
Ahora que ya me he documentado me doy cuenta de que sería paradójico que al final tuviera que ir a Madrid a entrevistarle.
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