El mundo se encuentra dividido en dos grandes grupos de personas, dos clanes irreconciliables en conflicto permanente, aquellos que aman a los gatos y aquellos que los detestan. Esta segunda tribu oscila entre el repelús que provoca la lengua áspera de los pequeños felinos, los estornudos alérgicos que desatan y, en el extremo, la ailurofobia, un temor desmesurado e incontrolable hacia los astutos michos. En cuanto a los componentes de la primera tribu son de los que piensan: «¿Quién diablos necesita razones para adorar a los gatos?». Si pertenecéis a este grupo —secta, a decir verdad— o habéis leído acerca de la historia del diseño, partís con una notable ventaja, con seguridad conoceréis la genial obra de Steinlen.
Théophile Alexandre Steinlen (Lausanne, noviembre de 1859 – París, diciembre de 1923) era una suerte de artista total: dibujante y experto grabador, ingenioso caricaturista e ilustrador, y pintor y escultor exquisito; pero lo que lo hizo celebérrimo fue su labor como cartelista. Es casi imposible entrar en un estudio de diseño y no toparse con la reproducción de alguno de sus carteles enmarcada en la pared; y lo cierto es que lo merece. Junto a Alfons Mucha y Toulouse-Lautrec, con el que compartió más de una cuenta de cliente, fue uno de los máximos exponentes del art nouveau.
Modern style, Jugendstil, stile liberty, art nouveau, modernismo… distintas denominaciones locales para una corriente artística que marcaría el comienzo del siglo XX, el primordio del diseño para las masas con el que hemos crecido un buen puñado de generaciones. Y es que los primitivos carteles tipográficos dieron paso, gracias a las técnicas litográficas del art nouveau, a nuevas creaciones que impactaban por su colorido y forma. Ya no era necesario saber leer para que los mensajes publicitarios, henchidos de atractivas imágenes, hicieran diana en la nueva caterva urbana de la segunda revolución industrial, una creciente masa dispuesta a consumir lo que fuera necesario para alcanzar su anhelada dosis de felicidad.
Aunque retrató con delicada humanidad a amantes, obreros y soldados, el sobrenombre de Steinlen era «el padre de los gatos» («Le père des chats»). Gran parte de su obra se centró en ellos. Con perfiles sinuosos creaba formas naturales gráciles y llenas de movimiento que se identificaban a la perfección con las señas de identidad del art nouveau. Quizás su obra más conocida sea el cartel que realizó para El Gato Negro (Le Chat Noir), un cabaré que congregaba a lo más granado de artistas e intelectuales en las noches parisinas. No menos conocido fue su diseño publicitario para la lechería de los hermanos Quillot, Lait Pur de la Vingeanne Stérilisé (Leche pura esterilizada de la Vingeanne), en el que inmortalizó a su hija Colette junto a tres gatos glotones que acudían atraídos por el irresistible aroma de la leche, mientras se hacinaban a sus pies en una escena íntima y familiar.
A pesar de que la paleta de color que usaba Steinlen era habitualmente raquítica, sus obras transmitían una intensidad y contundencia sin parangón; apenas unos cuantos blancos, negros y rojizos —desde tierras de siena y duraznos, a cardenales— que continúan evocando las formidables pinturas de las cuevas de Lascaux o Altamira.
Blancos, negros y rojizos son también los colores que los mamíferos exhiben en sus pelajes. Steinlen los recrea fabulosamente en ese cartel —y en muchos otros de sus innumerables diseños—: al fondo un gato atigrado o romano, justo en medio un gato negro y, en primer plano, un gato calicó que a su vez muestra la paleta del artista —blanco, negro y rojizo-anaranjado— en su propio pelo… pero ¿es un gato? Quizás sea el momento de asomarnos austeramente al mundo de la genética.
El calicó es un un patrón de color, no una raza gatuna. Se define por las manchas negras y anaranjadas, explícitas y bien delimitadas, que se distribuyen a lo largo de la piel del animal —normalmente combinadas con el blanco, aunque esto es irrelevante desde el punto de vista genético para el caso que nos ocupa—. Estas fieras domésticas son calicó o carey por una extravagancia de la naturaleza, una herencia genética que está íntimamente ligada al sexo, en concreto al bendito cromosoma X. Sin entrar en procelosos detalles, y resumiendo a riesgo de que un genetista nos dé un buen tirón de orejas, cabe recordar que los gatos tienen diecinueve pares de cromosomas en cada una de sus células somáticas. Uno de los diecinueve pares contiene los cromosomas sexuales X e Y. El animal será macho con la combinación XY y hembra con la combinación XX. Hasta aquí no descubrimos nada que no sepa un alumno de Secundaria.
La cuestión se complica ligeramente si tenemos en cuenta que, en este lance, en el cromosoma X existen dos posibles alelos para el color negro o rojizo-anaranjado. No es imprescindible conocer qué es un alelo para descifrar el enigma del calicó, basta con intuir que uno de los alelos expresa el color negro y otro expresa el color rojizo-anaranjado en el pelo. O se tiene uno o se tiene otro, pero no ambos alelos a la vez en el mismo cromosoma. Si el gato es macho, el problema se resuelve con facilidad, ya que solo puede tener el alelo «anaranjado» o el «negro» —como hemos mencionado anteriormente, el cromosoma Y no cuenta—. Si se trata de una gata, al ser un individuo XX, podría darse el caso que tuviese un alelo «anaranjado» en un uno de sus cromosomas X (heredado de uno de sus progenitores), y un alelo «negro» en el otro cromosoma X (heredado del otro progenitor).
La naturaleza resuelve el problema por un mecanismo llamado inactivación del cromosoma X. El cromosoma X es un cromosoma grande, muy grande si acertamos a compararlo con el Y. Contiene alrededor de un millar de genes, eso es mucha información que sirve para sintetizar una gran cantidad de proteínas, información valiosa que, sin embargo, puede resultar excesiva si se encuentra duplicada como en el caso de las hembras. Sin profundizar diremos que solo uno de los cromosomas X se encuentra activo en las hembras, el otro permanece casi dormido, silente. En la práctica, estaríamos en una situación muy similar a la de los machos, habiendo de este modo gatas negras o gatas anaranjadas. Siendo así, ¿cómo pueden existir individuos que expresen a la vez el color negro y el anaranjado? ¿De dónde surgen los calicó y los carey que poseen manchas de ambos colores?
Ricemos el rizo. De lo expuesto hasta ahora se desprende que solo las hembras pueden ser calicó o carey, ya que son los únicos sujetos que pueden tener a la vez el alelo «anaranjado» en uno de los cromosomas X y el alelo «negro» en el otro cromosoma X; pero también hemos dejado claro que, al estar uno de los dos cromosomas inactivo, ese alelo quedaba dormido, sin la posibilidad de expresar ese color en el pelo. Una vez más la naturaleza, como los avarientos recaudadores de impuestos medievales, encuentra la forma de saltarse sus propias leyes.
El fenómeno de las gatas calicó se explica por un prodigio natural llamado falso mosaico genético, una sucesión de rarezas que hacen que en un mismo individuo, una gata en este caso, existan dos estirpes celulares con distinto genotipo (funcionalmente hablando). Para ejemplificarlo, nada mejor que recurrir a unas cuantas viñetas de Akira Toriyama. En su épica saga de manga y anime Dragon Ball su protagonista, Son Gokū, era capaz de fusionarse con otro guerrero aliado para batirse con alguno de los nefastos villanos que solían rondar por la serie. En ese momento los atributos del nuevo ser, mezcla de ambos, eran distintos de los de sus progenitores por separado; una verdadera aseveración de la ley de la Gestalt «el todo es más que la suma de sus partes». De esta forma, la fusión de Son Gokū (alelo anaranjado) y Vegeta (alelo negro) daba lugar a un superpoderoso e irascible Gogeta, uno de los personajes más vigorosos del universo Dragon Ball, que expresaba rasgos de ambos (anaranjado y negro) y una mala leche muy alejada de la Lait Pur de la Vingeanne Stérilisé.
Dejando a un lado los superpoderes y terminando de desenredar la urdimbre de las gatas calicó, queda por explicar el mecanismo que las origina, y por qué en una gata puede haber dos líneas celulares con distinto genotipo. Lo más sencillo sería pensar que, en un momento temprano de la embriogénesis, dos cigotos pluripotenciales se mezclaran dando lugar a un nuevo individuo, algo que puede ocurrir —y que de hecho ocurre en muchos seres vivos—, pero de esta manera obtendríamos una quimera y no un mosaico. La clave de las calicó es que provienen de un único cigoto.
En una fase muy temprana y aparentemente al azar —mientras alguien no encuentre otra respuesta— en unas células se inactivará un cromosoma X (por ejemplo el que expresaba el anaranjado) y en otras células el otro cromosoma X (por ejemplo el que expresaba el negro). Esas células se dividirán una y otra vez y se diferenciarán hasta convertirse en distintos tejidos, también en tejido epitelial con folículos pilosos capaces de producir pelo de uno u otro color. Se habrá gestado una genuina gata calicó.
La película de animación Home (DreamWorks, 2015), basada en la divertida novela The True Meaning of Smekday, narra las peripecias de un grupo de extraterrestres que buscan un nuevo hogar. Recordaréis que en el cartel promocional aparece una gata calicó sobre la cabeza del extraterrestre estrella llamado «Oh». Un momento, ¿hemos dicho gata? Alrededor del minuto veinticinco, en la versión española la protagonista dice: «Es mi gato, se llama Pig» —en la versión latinoamericana llaman «Puerquín» al infortunado minino, tampoco puede decirse que sea un nombre de chica—. Tirando de cinismo os diría que los encargados de doblaje metieron la pata hasta el cuello. No es en la única película reciente donde he visto el más que posible error, hay otras donde aparecen gatas calicó tratadas como si fueran ejemplares macho… pero la naturaleza vuelve a la carga.
Aunque es altamente improbable, el felino de Home sí que podría ser un macho, insólito y extremadamente raro (casi tanto como la invasión de la Tierra por extraterrestres de colores), pero posible. Siempre y cuando tuviera un cromosoma X de más (un caso de trisomía cromosómica XXY), y que además cumpliera con todos los requisitos anteriores… algo verdaderamente excepcional que merecería otra buena historia. He consultado entre muchos colegas especialistas y solo uno de ellos, después de muchos, pero que muchos años de profesión, se había encontrado con algún caso.
La obra de Steinlen se encuentra en las galerías y museos más renombrados del mundo. Las colecciones particulares más exigentes la demandan continuamente, por lo que su cotización no para de subir. Una copia original de su cartel Lait Pur de la Vingeanne Stérilisé se puede adquirir por unos treinta mil dólares. Si estáis interesados y gozáis de buena salud en vuestra cuenta corriente hay algunas disponibles en el mercado de arte y antigüedades; y si os sobra algo de calderilla, tenéis oportunidad de revisitar París. Después de echar otro vistazo a la Torre Eiffel o al Museo del Louvre no dejéis de pasear por el barrio de Montmartre. Allí, en la recoleta plaza de Joël-Le Tac (antaño plaza Constantin-Pecqueur), hay un pequeño parque vallado con un grupo escultórico que homenajea a Steinlen. En él, unos sencillos enamorados, a los que tanto gustaba dibujar, se abrazan tierna y cariñosamente. Además de dejar un legado artístico impresionante, quienes le conocieron dieron fe de su humildad y generosidad con los demás. Con auténticos ideales socialistas, también se volcó en dar voz a los más necesitados. Debió ser una buena persona, sencilla, a la que le encantaban los gatos y, aun sin saber nada sobre genes ni alelos, a través de sus dibujos fue capaz de transmitir hondas emociones que han llegado intactas hasta nosotros. No hay mejor herencia posible.
Siempre me han entusiasmado los carteles de Steinlen, y mi gata calicó Pepa agradece la magnífica explicación para que su dueña entienda la magia de su pelaje.
Buena nota, ademas yo tuve un gato macho calico que se llamo Lelis….
Fue una de las influencias fuertes en el joven Picasso, además. Sus composiciones en: figura vertical -o figuras, pero a lo sumo dos- ocupando una mitad del cuadro, y una franja horizontal en el tercio superior ( y aun el cuarto) con una escena no en segundo, sino en tercer plano, triunfaron rotundamente como sugestión sencilla de la profundidad de campo. Por otra parte, en su trabajo se nota, como en el de sus coetáneos, la fuerte influencia que a su vez habían ejercido sobre todos ellos las estampas japonesas, en las que precisamente abundaban los gatos.
Magnífico artículo. Gracias.
https://gatosyrespeto.org/2017/09/07/los-gatos-de-el-amante-doble/
¡Fantástico artículo Antonio! ¡Felicidades!.
En tv3 programa «que qui com»(lo podeis buscar online), explican también muy bien lo de los 3 colores, basándose además en un refrán que existe en catalán y que a veces muchos hemos dicho mal.
Se suele decir:
«no busquis 3 peus al gat» -> mal porque la pronunciación de «peus»(pies) y «pels»(pelos) se le parece, pero el refrán correcto es «no busquis 3 pels al gat» precisamente por esta dificultad de encontrar un gato(especialmente macho) con 3 colores de pelo diferente.
Traducido(no se si existe parecido en castellano) sería:
«No le busques 3 pelos al gato»
Ésto tiene más sentido que lo de los tres pies, la verdad.
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