Cine y TV

Juego de tronos VII, segunda parte: lo mejor

(Lo prometido es deuda: después de repasar ayer los siete patinazos de la última temporada de Juego de tronos, toca señalar los siete mayores aciertos. Y lo haremos con muchos SPOILERS).

Lo mejor

1. Farewell, Olenna

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Pues qué pena que no sea yo Westley y tú Vizzini. Imagen: HBO España.

A estas alturas del culebrón es como si Weiss y Benioff le hubieran dado pasaporte a Logroño entero, lucroniense arriba, lucroniense abajo. Y no es un decir. El número de muertes desde que comenzó la serie se estima en más de ciento cincuenta mil, por la cuenta de la vieja. Pregunta: ¿cuántas recuerda usted que se produjeran con higiénica placidez? No se esfuerce: muy poquitas. Exceptuando al maestre Luwin, Aemon Targaryen y Hoster Tully, lo de irse al otro barrio dignamente se lleva poco en Poniente. Como mucho, te conceden una elipsis. Pero en general el canon son las decapitaciones a gogó, desmembramientos rumbosos y unos venenos con más efectos secundarios que el Mentos y la Coca-Cola. Incluso cuando tocó quitarse de en medio a una dulce e inocente niñita, D. B. Weiss y David Benioff no racanearon en sadismo. Equivocadamente.

Pero, claro, Olenna era Olenna. A uno de los personajes favoritos de la audiencia no se le podía finiquitar de cualquier manera, ni jugársela con un adiós falto de la elegancia y el carisma arrollador de la Redwyne. Ya da igual lo que nos temiéramos, porque Weiss y Benioff lo han clavado. Una escena sobria y contenida que (además de plantear paralelismos nada sutiles entre los mellizos Lannister dando matarile a sendas enemigas) rebosa coherencia narrativa. Tras asomarse al balcón y divisar las tropas entrando en Altojardín, Olenna entiende que le queda un pasmo en este mundo, pero, cuidado: no se va a lanzar al foso (aunque, como ya señalamos al revisar los puntos flacos de esta temporada, eso le habría salvado los muebles a Jaime) ni a beberse la lejía. Pues solo faltaba. Que una es señora. Y hay algo todavía más satisfactorio que privarles a los Lannister de acabar con la última Tyrell: amargarles la victoria.

Y vaya si lo hizo. Despachó al manco con su característica sarta de zurriagazos dialécticos. Él se las deseaba muy felices porque venía en plan misericordioso a quitarle la vida pero ahorrándole lo de acabar vomitando fosforito, y salió de los aposentos escaldado. Atiende, Jaime, que Olenna te va a cantar las verdades del barquero: ¿Que vienes a matarme? Pues una cosa te digo: a tu hijo lo maté yo, que lo sepas. Lo que le costó morir al niñato, ¿eh? Y tú ahí, a por uvas, que se supone que tenías que proteger al crío. Que, por cierto, estaba loco. Como tu doña, por otra parte. De chiflada nada, una puta psicópata, eso es lo que es. La peste. Y tú, un memo. Un alfeñique, un tontaina. Que no te enteras. Que de sus hermanas ya se habían enamorado antes otros, pero el encoñe patético que tienes tú es para hacérselo mirar. Te estás poniendo tú solito los clavos del ataúd y encima dando las gracias… ¿¡Pero qué!? ¡No se te ocurra ponerte a hacer pucheros! Tira, anda, corre a llorar en el regazo de Cersei.

Y así, damas y caballeros, es como se muere la Reina de las Espinas: a soplamoco limpio y con una copita de vino. Triunfal, digna, espléndida y sin brizna de esos arrepentimientos tan cinematográficos y tramposos. Entonando el «soy una mala bicha y lo volvería a ser», con la barbilla apuntando al cielo. Regodeándose en la estupidez ajena. Mofándose de su propio fracaso. Dejando tras de sí un reguero de afilados consejos no pedidos. Y honrando la naturaleza misma de su personaje, la quintaesencia del robaescenismo: tú me matas, pero gano yo. «Es el único personaje que se ganó la escena de su muerte», dicen Weiss y Benioff. Esperemos que también una entrada al infierno a hombros y por la puerta grande. Y un volquete de putos.

2. Daenerys y Jon: tentamos a la suerte, tenemos que ir a muerte

El camino estaba tan empedrado para el encuentro de estos dos (hashtag Jonaerys, hashtag baephew, hashtag SOPOR) que no quedaba una carpeta en Occidente por forrar con el romance en ciernes. En ese sentido todo ha discurrido como era previsible, con una fábula muy de Quimi y Valle de excursión en Navacerrada. Miradita por aquí, miradita por allá, que si jijí, que si jajá, y al final, tocotó: casquete triunfal en el barco del amor. Y con culo, lo cual significa que flojito, como la gente que se quiere. Por lo menos nos ahorraron la escalada de mamoneo, porque solo faltaba: ha sido la historia de la tensión sexual más anticipada de la historia de la televisión.

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— Hola, Quimi. —Hola, Valle. Imagen: HBO España.

Y a eso vamos. En el capítulo de las alabanzas no incluimos el romantiqueo de tía y sobrino sino su encuentro en Rocadragón, allá por el capítulo tercero de esta temporada. Eso sí que fue épico. Épicamente estúpido, vamos. Jon y Daenerys tenían un mensaje para nosotros y se cuidaron de transmitirlo con minuciosa claridad: «Somos a cada cual más idiota». La una declamando títulos como la lista de los reyes godos, el otro con cara de susto porque los helechos se menean, que si tú, que si yo, y entre los dos Rocadragón sin barrer y la rodilla sin hincar. Festival del reproche y de antepasados muertos, competición de sufrimiento acumulado en sus estirpes. Pero no nos confundamos: esta oda a la repelencia era completamente necesaria para el relato de la serie, y no solo para crear conflicto.

Juego de Tronos idealizaba mucho a estos dos, de eso ya hemos hablado. Daenerys y Jon tenían que molar y sanseacabó. Ahora nos lo explicamos mejor, claro: el destino del mundo, que se dice pronto, acabaría reposando sobre sus hombros. Y ya desde hace tiempo, si te fijas bien, puede verse una constelación de expectativas de hielo y fuego sobrevolando sus respectivos pelazos. Quizá sea precisamente por eso que sus tramas, en ocasiones, han incurrido en el bostezo por puro empacho (si no nos creen, repasen, repasen temporadas anteriores). Pero ahora que se aproxima el desenlace, Weiss y Benioff quieren dejar que se tambaleen algunas convenciones que parecían inamovibles: ni Daenerys es la impecable estadista de retórica revolucionaria que tanto admiran en Essos ni Jon tan espabilado ni incorruptible como un héroe que sigue el camino de Joseph Campbell. Ambos tienen lealtades, egos, privilegios y servidumbres personales. Y a ambos, también, el traje y la situación les vienen muy grandes. A una la criaron para acumular poder (no para luchar por él) y al otro para no ambicionar nada; si acaso, un apellido (no para luchar por él). A Daenerys la legitima su linaje, y a Jon la democracia de su entronización. Por eso es acertado que colisionen, que se suban cada uno a su burra y hagan ñi-ñi-ñi, aunque sea una desavenencia circunstancial entre un (ex)bastardo y una ungida por los dioses. La alianza (como el fornicio) eran inevitables, no instantáneos. Construirlos a partir de un choque garantiza su solidez y también su verosimilitud. Le han sacado jugo, no vamos a negarles el mérito. Pasión encendida, la emoción servida.

3. Rocadragón, oh Rocadragón

Que, por cierto, menudo portento Rocadragón. Cómo se las han maravillado para que la cima de ese camino empedrado y sinuoso la corone una fortaleza escarpada, oscura; sin rastro de la ermita de San Juan de Gaztelugatxe. Ni de los acantilados irlandeses donde también se rodaron parte de las escenas. Tan logradísimo cinematográficamente, tan 360 y tan realista geológica y geográficamente, que casi nos olvidamos de que habíamos estado allí antes. Con Stannis Baratheon, concretamente. Lo recordarán de capítulos anteriores como «Cuando Melisandre se embarazó y parió un puag» o «Sir Davos refunfuña por los rincones porque esto es una casa de locos» de la tercera temporada.

Pero hacía falta más leña. Rocadragón no era (solo) una fortaleza, un castillo góticomedieval que, según George R. R. Martin, fue levantado en la falda de un volcán por los magos de Valyria. Rocadragón posee un significado trascendental para Daenerys, el enclave que encarna su vuelta a casa tras una laaaaaaaarrrga travesía. Por eso toca teatralmente la arena al bajar de la barca, por eso deambula por los corredores como en trance, por eso casi besuquea el suelo como si fuera ella el papa… En definitiva, por ESTO se han guardado Weiss y Benioff todo el esplendor de la arquitectura dragónica, para enseñárnoslo ahora y no antes. Muy listos. No han defraudado ni las colosales cabezas de dragón que custodian la entrada ni la sala de de audiencias, con ese encanto desconchado de oler a cerrado. Tampoco los fugaces detalles de los pasadizos, construidos replicando la arriscada orografía de la costa vizcaína. Y ese trono de rocoso dramatismo, intimidante, en el que curiosamente nunca vimos que Stannis se sentara a juntar las yemas de los dedos y maquinar sus planes. Hemos pillado por qué.

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Ocho apellidos valyrios. Imagen: HBO España.

Con los dragones sobrevolando los acantilados fue ya para volverse del revés del gozo; y lo de Daenerys pavoneándose de ellos en un clarísimo «aquí está mi coño moreno» ante un ojiplático Jon Snow, eso ya de ovación cerrada. Otro sobresaliente también para el emplazamiento de ese Pozo Dragón, una Itálica a la que le han exprimido toda la grandiosidad decrépita que se le presumía al único encuentro entre (lo que queda de) las casas Stark, Targaryen y Lannister. Y ha sido donde debía ser: en un anfiteatro en ruinas.

Ahora, tampoco vais a iros de rositas, Weiss, Benioff. Nunca mejor dicho. ¿Podéis explicarnos, por favor, qué narices es esto y esto otro? Porque Roca Casterly y Altojardín no, desde luego. El asentamiento Lannister tenía que meter miedo, literalmente. Que tú lo vieras y dijeras pies, para qué os quiero. No se trataba de subir un castillo a una roca y hala, solucionado. Será que no hay castillos, en España concretamente, para auparlos ahí en lo alto y que quedaran más resultones. Y de Altojardín ni hablemos. Cuatro arboletes sobre una peñasco pelao y a correr. Es un jardín (porque hay verde) y está en todo lo alto, ¿no? Pues eso: alto-jardín. Pues no, mirad, no. Hasta en Francia había alternativas mejores para caracterizar la capital del Dominio. Vergüenza nos da tener que decir esto. Que Peter Jackson rodó las Minas Tirith con maquetitas hace veinte años y como escarpias, miren. Encarecidamente os pedimos que no os pongáis chapuceros con estos particulares, que una cosa es tirar de alfombras de Ikea para maquear los vestuarios y otra arruinarnos visualmente la fiesta. Pero sigamos con lo bueno, no nos envenenemos.

4. Davos, Tormund y otros señores descolgados

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Tía, fóllatelo. Imagen: HBO España.

¿Recuerdan cuando Juego de Tronos era una serie repleta de tramas y subtramas, con un cholón de personajes a los que costaba ubicar en el mapa? Pues olvídenlo, porque ya no. Por lógica pura (se van matando entre ellos) y cinematográfica (hay que ir recogiendo, que esta gente querrá irse) la galería de personajes es progresivamente menor. Es una obviedad que, para encajar en pantalla, Weiss y Benioff han restado complejidad para subirle decibelios a la espectacularidad.

Lo que sucede es que por el camino hemos perdido la paja, y el grano resulta que aún no está maduro del todo. Muchos de esos personajes y subtramas desaparecidas ayudaban a digerir el hilo principal y, de paso, a dar tiempo a que Daenerys acabase de peregrinar. Y a que su sobrino espabilara. Perdimos al afable Mag, a Mance Rayder, Barristan Selmy, a Oberyn, a Dorne entero… Y ahora los frentes están más que definidos, casi compactos. De las casas que iniciaron la disputa, solo quedan tres en pie (cuatro, si contamos a los Greyjoy, o la parte lunática de los Greyjoy). Solo una de ellas tiene lealtad oscilante (los Arryn). Y del otro lado, los chungos del muro. Por eso se agradece especialmente la presencia de «agentes libres» o correas de transmisión, personajes que han ido desempeñando misiones diversas, reciclándose a empujones y librándose del paredón, para que desengrasen esta dicotomía buenos-malos tan perentoria.

Hablamos, entre otros, de sir Davos Seaworth. Los pellizcos de monja que le ha pegado a Jon Snow esta temporada (oyoyoy, le estás poniendo ojitos a la oxigenada) hacían más falta que un nuevo burdel en Poniente, y en cierta parte hereda el rol de Olenna de senil gruñoncete cuyos consejos atiende básicamente nadie. A pesar de todo, el Caballero de la Cebolla no se ofusca y, además, aligera la serie con su sola presencia.

Lo mismo que el mastuerzo de Tormund y sus sicalípticos comentarios (un Emmy para esa mirada de «¡En tiempo de guerra, todo agujero es trinchera!») que tanta falta nos hacía, ahora que el Perro se ha sumido en una oscuridad y misticismo que ríete tú de Iñárritu. O Bronn, nuestro Han Solo de misión en Poniente, probablemente el personaje con la motivación más sólida (y macarra) de todo el elenco.

Weiss, Benioff: gracias por esto. Son detalles tontos y por eso, importantes. Muy incierto sería que estos personajes equilibren la balanza de un lado o de otro, pero la serie necesita respirar de vez en cuando. Y ellos soplan bien fuerte. Otro año hablaremos de la tremenda injusticia que insistís en cometer con Varys: ¿quizá el personaje más menospreciado de la serie? Quizá. Hemos disculpado lo de su teletransporte, así que, igual merecíamos algo a cambio. Dadle una vuelta.

5. D&D versión Poniente

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Lo que no me mata me da puntos de experiencia. Tiro iniciativa. Imagen: HBO España.

Pues sí, señores y señoras, nos la han colado. Porque no van ganando los malos, como siempre parece en los Siete Reinos. Lo curioso es que los buenos tampoco. Y no, en tablas no están. Entonces, ¿quién? Pues los nerds, ni más ni menos.

Ya está dicho y requetedicho que Juego de Tronos es un hito histórico televisivo, una serie que es más que una serie porque es un fenómeno de sincronía colectiva. Tu madre la ve por las intrigas palaciegas y los romances locos, tu jefe lo goza con el pezonerío, la sádica de tu prima por las batallas hemoglobínicas y su hermano, por los zombis. Los hay que lo consumen como una lección de política pactista y teorías sobre el poder. Y luego, están los que llevan (llevamos) salivando más de siete años con que Drogon, Viserion y Rhaegal pegaran el estirón, rabiando porque la fantasía explotara definitivamente en un acabose de espadas mágicas, mamuts gigantes, fuegos valyrios, redivivos sin putrefacción y árboles con caras.

Está claro quién llevaba razón: ni culebrón pseudohistórico con intrigas de salón ni ficción medievalista con destellos de sci-fi. Esto es, era y será una FAN-TA-SÍ-A. Repetimos para que entiendan el sentido de esta frase inobjetable: Fan-ta-sí-a. Juego de Tronos se ha erigido como una de las producciones más relevantes de su época, apostando todo a las tres cartas teóricamente más estigmatizadas por el academicismo cultural: el género fantástico, la televisión y el fanfiction. Y da rematadamente igual cómo se las compongan algunos para enmascararlo.

¿No le convence? Pues vuelva al sexto capítulo de esta temporada. Sí, el la expedición extravagante que parte de Guardiaoriente en busca de un zombi random, que ya ves tú los brillantes estrategas. ¿Qué tenemos? Recapitulemos: un explorador (Jon Snow), un clérigo (Thoros de Myr), un paladín (Beric Dondarrion), un bárbaro (Tormund), y varios guerreros (el Perro y un número elástico de extras según las circunstancias). Añadan un mago y vuelvan a mirar: ¿Qué es esto? ¡Una partida de Dungeons & Dragons! Una en la que los jugadores derrochan más química que un Wild Bunch en la Antártida.

En el fondo y en la forma, un cliché tras otro, magistralmente apilados y aptos para digerir incluso por los paladares más selectos, a los que todo lo que huela a juegos de rol o cruzadas épicas entre el bien y el mal les suena a bufonada adolescente salpicada de efectos especiales. ¡Já! Ahora estamos todos en el mismo nido: con el pico abierto, a la espera de que Weiss y Benioff regresen con más bocados de fantasía para saciarnos. A que lancen los dados en otra tirada de hechizar. Y, por qué no, dinamiten de una vez por todas las fronteras entre la baja y la alta cultura. Por el momento, el nerdismo se ha anexionado otro territorio del mainstream, y eso siempre es algo que celebrar.

6. Choque de reinonas

Es un bonito espectáculo, qué menos se puede decir. Una mujer de maldad jupiterina, Cersei, se pasea sobre un mapa con aires de gigante de Goya; y en torno a otro mapa, uno con forma de mesa y de tablero, le disputan la partida cuatro mujeres más: Ellaria, Olenna, Daenerys y Yara. Les acompañan tres eunucos, una libérrima criada y un (la palabra es suya) mediohombre. Echen las cuentas de penes, que salen a devolver. ¿Saben lo mejor que tiene esta guerra? Que en ningún momento lo es de sexos, aquí metáforas ni media. Es la guerra, punto. Y no porque la libren mujeres se le ha añadido un apunte, un matiz, una pincelada de rosa. Quizá eso, más que cualquier otra cosa, es la auténtica (y sanísima) novedad.

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¡Y reina, y reina, y reina, reina, reina! Imagen: HBO España.

Se le celebra mucho a Juego de tronos, y más en las últimas temporadas, el protagonismo que vienen adquiriendo los personajes femeninos. Contexto: cuando empezó, esta serie no era diferente de cualquier otra. Unos señores conspiraban contra otros señores y ellas ocupaban los roles tradicionales bajo el techo de cristal: la madre sufriente, la pérfida esposa, la hijita inocentona. Siete años después la cosa ha cambiado mucho y las testas coronadas de Poniente son casi todas mujeres. Y a ver, sí: bienvenido sea. Aplauso, plas, plas, plas. ¿Ustedes han visto la realidad? Toda ayuda es poca. Pero ocurre eso mismo, literalmente: que toda es poca. Y si vamos a aplaudir, pondremos también un pero. Y recordemos a tal efecto lo que Ned Stark pensaba de los peros.

He aquí una idea disparatada, loquísima y extravagante: Caminantes Blancas. Una o dos, con eso bastaba. No nos lo diga, ya lo sabemos: los Caminantes convierten a los bebés entregados por Craster, todos varones, y por eso ellos mismos son varones. Al menos para esto se nos ha aportado una explicación; peor fueron los Hijos del Bosque, que en la serie son todos hembras, aparentemente. ¿Recuerda que un párrafo más arriba censurábamos pintar las guerras de azul y rosa, convertirlas en guerras de sexos? Allí donde triunfa Juego de tronos a la par fracasa, porque entre los seres de fantasía la cosa es dolorosamente convencional: ellos son las criaturas tenebrosas y ellas las gentiles. Ellos los magos feúchos y envejecidos, ellas las hechiceras jóvenes y hermosas. Y en los libros no es así. Ni los Hijos del Bosque son hembras ni los Caminantes son machos (de hecho, el primer Rey de la Noche «contrajo» su condición de una mujer); ninguna norma obliga a las hechiceras a ser hermosas; ni se nos priva de Lady Corazón de Piedra, una mujer entrada en años que se convierte en el monstruo sobrenatural más temible al sur del Muro. Sobre aquel desastre ya nos detuvimos el año pasado.

Al menos Daenerys se ha pasado la temporada comportándose como una auténtica garrula, eso sí. Al menos, cuando quedan solo dos dragones en el bando de los buenos, existen razones narrativas para intuir que uno pueda cambiar de sexo y producir descendencia (los dragones de Juego de tronos son hermafroditas secuenciales, sabe usted, como los peces payaso y los dinosaurios de Parque Jurásico). Y hasta quizá ocurra (ya verá que idea más loca se nos ocurre, estamos que lo tiramos) que el que lo haga sea Drogon, el más poderoso y sanguinario, en lugar de Rhaegal, el secundario. ¿Recibirán las criaturas de fantasía el mismo tratamiento que se ha puesto en práctica en el orbe humano, y podremos entonces aplaudir sin poner un pero, como quisiéramos? Quedan seis capítulos de Juego de tronos y se nos ha prometido que en ellos se abundará más que nunca en la FAN-TA-SÍ-A: quizá todavía no esté todo perdido.

7. El caos es una escalera

Seguro, segurísimo que usted se maliciaba ya lo de Meñique, que apestó a pino toda la temporada. La engañifa de las Stark tirándose de los pelos no le convenció ni un minuto. Lo mismo que lo del villano (inserte carcajada aquí) de esta temporada: la espantada con el rabo entre las piernas de Euron Greyjoy fue de no dar crédito. Y de Cersei, qué nos va a contar. Ni con la oxitocina desbocada iba esta pájara a jugar limpio con los bandos rivales. Mejor ni hablar del asunto de la falsa bastardía de Jon o del revolcón con Daenerys, vox populi desde hace meses, oiga. ¿Y a santo de qué iban a resucitar un dragón los Caminantes si no eran para echar abajo el muro? Cantadísimo.

Bien. Dirá usted entonces que la traca final de esta temporada ha sido «previsible». Que en el capítulo de cierre la sorpresa ha alcanzado mínimos históricos. Es probable que su sagacidad haya adelantado por la izquierda a los guionistas, como un Bran en diferido, oliéndose todo lo que iba a ocurrir punto por punto. O quizás ocurra otra cosa.

Detengámonos un segundo: ¿Quién dijo que Juego de tronos era una serie de Shyamalan? ¿Que todo tenía inexorablemente que acabar en un titánico twist-plot que torciera culo y mandíbula? Que sepamos, hasta la narrativa en la que se basa (o basó, hasta donde pudo) la serie, estaba preñada de augurios que predecían el desarrollo de los acontecimientos. George R. R. Martin disfrutaba (sí, conjugado en un doloroso pasado) desperdigando guijarros durante los libros, pequeños o grandes indicios de lo que estaba por venir. Pistas vagamente ocultas que iban preparando el terreno para los giros sorprendentes. Todo era previsible… siempre que se pudiera discernir lo que era señuelo y lo que no, claro está.

Díganos, ¿cuánto llevaba sin morir un personaje fundamental, protagónico? Porque hemos interiorizado tanto el mantra ese de que «en Juego de tronos no te puedes encariñar de nadie porque está claro que puede morir cualquiera» que quizás no nos hemos fijado que desde la cuarta temporada ninguno verdaderamente central (no confundir con «querido» o «carismático») ha sido sacrificado.

Allí donde vamos (el apocalipsis venidero) está el caos. Y nosotros ascendemos por una escalera. A veces, a trompicones. Otras, de dos en dos. Con sus caídas y peldaños tambaleantes. Pero en general se mantiene una regla: después de un escalón, viene otro. Punto. Y eso es lo que está ocurriendo en Juego de tronos: que si miramos hacia delante, somos capaces de vislumbrar lo que está por venir, con un margen de error cada vez más pequeño. ¿Es esto intrínsecamente malo? No necesariamente. A los pies de la escalera, antes de iniciar el ascenso, era más difícil divisar lo que había en lo alto. En parte por nuestra limitación visual y en parte por la bruma que rodea esta metáfora que se está haciendo demasiado larga.

Dicho en plata: que es muy fácil confundir la previsibilidad con la coherencia. Que sí, que en el último capítulo no ha habido un gran OYOYOY que nos haya arrancado alaridos de desconcierto. ¿Y entonces por qué estamos aquí, incluyéndolo en lo mejor de la temporada?

Porque en el encuentro entre Cersei y Tyrion honestamente nos temimos lo peor, y sufrimos como una madre mandando el hijo a la guerra. Porque la conversación cómplice entre el Perro y Brienne nos masajeó el corazoncito. Porque el capítulo arrancó con un chiste de pollas a cargo de Bronn. Porque a Cersei por fin le vimos una mueca nueva (la del canguelo) y otra genuinamente cerseica («¡Qué voy a ir yo a matar zombis ni qué niño muerto, hombrepordios!»). Porque cuando estaba a puntito de mandar a Jaime a su habitación a reflexionar por lo que había hecho, el Matarreyes despertó. Porque la reunión del G-5 fue teatral, calamitosa y, con tanta gente vestida de negro que por momentos nos colamos en una cita de góticos que han quedado para mirarse mal. Porque no hubo Cleganebowl, pero casi. Porque en Invernalia por fin las cosas se enderezaron: la coreografía Stark funcionó a la perfección, y nos regaló a un Meñique viviendo el primer Sansaexplaining de la historia. Porque las muequitas del intrigador al verse acorralado fueron patéticamente deliciosas. Porque nos devolvió a unas hermanas unidas, cómplices, comprensivas y poderosas. Porque regresaron los diálogos de grabar en mármol. Porque nos vamos a tener que zampar la intriga de qué cojones acordaron Cersei y Tyrion a puerta cerrada, y por qué el enano asistió como un voyeur enfurruñado al ayuntamiento Targaryen. Porque escuchar eso de «nunca ha sido un bastardo. Es el heredero del Trono de Hierro» intercalado con planos de las magnas nalgas del heredero anteriormente conocido como Jon Snow fue turbiamente satisfactorio.

Sí, en términos de espectáculo quizá faltó fuego valyrio y sobró la desbandada Euron, el truco menos creíble de la historia de las jugarretas. O el espanto de Theon haciendo capoeira en la playa (si solo le habían privado de la flauta, ¿acaso tampoco duelen los rodillazos en los platillos?). Y un poco menos de rotulador amarillo para subrayar Aegon Targaryen tampoco habría venido mal.

Y qué. Tenemos estas dos escenas para revolcarnos un año (o dos más).

ESTA.

tronos 7a
Imagen: HBO España.

El invierno. La manada. El padre perdido. El reconocimiento del sufrimiento ajeno. La madurez peleada. Todo está aquí.

Y ESTA.

tronos 7b
Imagen: HBO España.

El Rey de la Noche a lomos de Viserion. La otra manada precipitando los terrores que alberga la noche. El adiós del muro. El hola del apocalipsis.

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33 Comentarios

  1. 5. Un explorador, bárbaros, un paladín y ¡una Dragonlance! La tirada del dado requería sacar un 20 en un dado de 20 caras, pero el Rey de la Noche es un personaje controlado por el narrador, que puede decir «salio un 20 y el lanzamiento de la Dragonlance dio justo en el corazón». Y sanseacabó.

  2. Amé estos artículos. El de lo peor y el de lo mejor. Risas y buenas observaciones a partes iguales. GRACIAS.

  3. Hay un error en el comentario relativo a Rocadragón. Los espectaculares acantilados y la playa que aparecen en la serie no estan en Irlanda, están en Zumaia. Forman parte del geoparque del Flysh de Zumaia.

  4. Cayendo quizá en lo obvio, aspectos positivos nada desdeñables:
    El tan a menudo denostado uso del CGI en la serie da resultados magníficos, y no solo en lo esperable (dragones y wights), sino en la recreación de todo un mundo imaginario. Punto extra para los actores que se pasan media serie actuando delante de fondos verdes y señores con palos y bolitas que se supone son dragones o gigantes. Ramin Djawadi redefine lo que significa «épico» con su música y hace que la BSO de Braveheart, El Señor de los Anillos y Carmina Burana parezcan canciones de campamento. Kit Harington y Emilia Clarke asumen cada vez más protagonismo sobre sus jóvenes e inexpertas espaldas y aunque son probablemente los «peores» actores de la serie hay todo un elenco de secundarios absolutamente magistral que lo compensa. De nuevo, magnífico diseño de producción, vestuario, fotografía…
    Sí, la serie tiene muchos fallos, pero también grandes aciertos.

    • Parte en Zumaia y parte en Irlanda. Lo dice el propio artículo («Ocho apellidos valyrios» :-) ).

      La cosa es que hubo tal revuelo de curiosos durante el rodaje en el País Vasco que finalmente se fueron a Irlanda a rodar parte de las escenas de Rocadragón..

    • BSO de Braveheart, El Señor de los Anillos y Carmina Burana parezcan canciones de campamento…freeeeena….:-)

    • Carmina Burana, interpretada por Carl Orff, canción de campamento??????
      turn down for whaaaat

      • La BSO buena, buena…pues tengo mis dudas. Le hace justicia a la serie, pero mejor que las grandes BSO del cine como las que has nombrado, NI DE COÑA. Por cierto, pooh, Carmina Burana no fue interpretada por Carl Orff, fue compuesta por Carl Orff. Es imposible que él solo la interprete ;)

        The Leftovers si tiene una buena ambientación musical.

        Y cambiando de tema: ¿No os pareció abdurdo que Jon llamara Danny a Daenerys?

  5. Buen artículo como el anterior. En el anterior comentaba la perdida de la inocencia de los espectadores analizando todo hasta el hastío. En éste, ligando ese comentario junto con el punto 7 de este artículo, sólo puedo aplaudir el comentario de que es fácil confundir la previsibilidad con la coherencia. Que después de mil páginas visitadas de internet uno ya sabe que, como ejemplos, Jon es quien es quien o que el Rey de la Noche tiene un dragón con el que destruirá el muro? Pues me alegro por Vd., pero eso no hace que se pueda exigir cambiar un guión y su coherencia porque Vd. ya lo sabía!!! Para eso ya tenemos a Perdidos, serie con éxito brutal momentáneo pero que pierde cada día que pasa…

    Y aprovecho para decir otra cosa. Los spoilers están sobrevalorados (en cualquier serie/libro/película). Obviamente es mejor llegar sin ellos, pero si la serie es buena, superará este problema. De hecho, hay veces que es hasta beneficioso. Cuantos libros he tenido que volver a releer las últimas páginas porque, en los nervios de enterarme del final, realmente no me he enterado de nada, pasando a leer en diagonal!!! De hecho, si al final todo se basa en el giro final, o lo haces muuuuuy bien (el sexto sentido) o no valdrá tanto la pena…

    No olvidemos que las 5 primeras temporadas se basaban en libros existentes y nadie se saltó esas temporadas!!!

    P.S. Westworld al final acaba con que… no, no haré un spoiler!!! :)

  6. Estoy casi más de acuerdo con el capitulo de los fallos que con este de los aciertos porque, tenemos que reconocerlo. Empezamos esta serie como un partida de ajedrez y la estamos terminando con unos niños jugando al parchís y creyendo, los pobres, que siguen jugando al ajedrez.

    Y, sin embargo, esta temporada me ha parecido que ha tenido actuaciones más sólidas y una mejora sustancial en los efectos especiales, las batallas, decorados, dragones, todo parecía derrochar presupuesto por todas partes…

    En fin, nos queda una temporada de ir cerrando cosas y de dejar otras muchas sin cerrar. Lo peor es que empiezo a sospechar que no tendremos libros para comparar.

    • En un final con pocas piezas restantes sobre el tablero, el ajedrez no es muy distinto de las damas… ;)

  7. Hotlinking

    Ojo con el Hotlinking de Area Jugones :D
    El «esto y esto» en 3. apunta a las teoricas imagenes de Roca Casterly y Alto Jardin, pero redirige a la imagen que area jugones muestra cuando alguien pone un link a las imagenes sin subirlas a su propio servidor (usando ancho de banda de area jugones)

  8. ¡Es una telenovela de la p… m…, ragazi! Hacen bien Bárbara y Rubén en señalar defectos y genialidades, algunos de los primeros constatados, muy a mi pesar, gracias a sus indicaciones, pero confieso que siento un puntito de dolor al sentirlos porque me lleva a aceptar que nada es perfecto, ni los capolavoro. No creo exagerar diciendo que, además de ser una soberbia narración fantástica sin vueltas, es un auto apoteosis de la génesis medieval de este occidente que nos tiene de aquí para allá, con sus San Jorge y los dragones, con sus Lucrecia Borgia, sus lobos grises, sus ánimas en pena muy cabreados, la familia Pazzi de los Medici… ¡sus bibliotecas claustrofóbicas e iluminadoras! Me gustaría que los autores introdujeran el personaje de un artista genial ocupado, entre miles conjuras de palacio, en la realización de un retrato, o de una escultura, de esa reina pérfida, y después, cuando la reina buena gane (eso espero), en un acto de sabiduría y tolerancia, no los destruya, pero los archive junto a las calaveras de los dragones, para la posteridad. Mientras tanto espero haciendo mil congeturas.

  9. Miguel Carrera

    Dices que desde la cuarta temporada no muere ningún personaje central. ¿Y qué hay del zambombazo del Gran Septo, en la sexta, que se lleva por delante a media familia Tyrell?

  10. El gentilicio de Logroño es Logroñés. Bobochorra.

  11. Yo hecho de menos la musica que salía al final de cada capitulo. Significaba la esencia musical de lo narrado en la serie y siempre sorprendían. Ahora ya se ha perdido ese cuidado en la creatividad de la musica y musicalmente todos los finales de capitulo suenan igual.

  12. Y que me decís de los trapitos de la Targaryen!!!! Han dado para arder las redes.

  13. Me sorprende (o no tanto) la cantidad de ‘haterismo’ que ha tenido esta última temporada. Mucha crítica por parte de los mismos fans, con comentarios tipo ‘ha perdido su esencia’, ‘es puro fan service’, ‘ha perdido su complejidad y ahora es puro hollywood’, ‘va demasiado rápido’… Estoy de acuerdo en que tiene sus fallos, evidentemente, y en que se ha notado la falta de apoyo en los libros (pero ésto ocurre desde la 5a temporada). Parece que la serie hubiese sido perfecta hasta ahora. Pues no, ni antes era impecable ni ahora es un desastre. Siempre ha habido disparidad en las tramas-personajes, paja por allí y por allá, ritmo no acertado en ocasiones, personajes mal tratados… ¿Nos hemos olvidado de que la temporada 5 hasta el capítulo de casa austera era un coñazo? ¿De que la 6 también fue muy irregular (aunque sí, tiene 3 de los mejores capítulos de la serie)?

    Es evidente que los personajes han menguado y que la trama, por lo tanto, se ha comprimido y no es tan compleja. También que avanza más rápido de lo q lo había hecho hasta ahora, porque estamos de lleno en el climax, o en la antesala del mismo, y en una serie épica ésto es necesario. No jodamos, ¿vamos aguantar a estas alturas las caminatas interminables que nos hemos comido? Además estamos de lleno en la guerra y con la iminente amenaza de los caminantes blancos, si no hubiese tenido ese enfoque más ‘espectacular’ la temporada hubiese sido una decepción. Y si, como apunta el artículo, esta temporada no ha sorprendido tanto es porque se teoriza con todo y la trama ha sido coherente (que hayan muerto personajes importantes y hayan habido giros tremendos no significa que la serie tenga que basarse en eso únicamente). Más allá de que tiene sus puntos flojos, es una serie notable, por su calidad técnica y su complejidad argumental, lo era antes y lo es ahora también. Porque si ponemos en una balanza lo bueno y lo malo sigue ganando, y por mucho, lo bueno.

  14. ¿Cuál es el primer capítulo de esta saga de entretenidísimos artículos? Enlace, plis

  15. Mariia Labanda

    Fantástico artículo.
    Pooh: Carl Off es el compositor de los Carmina Burana pero no me consta que los grabase dirigidos por el. Naturalmente me parecen la inspiracion para la canción de Juego de Tronos, pero mucho mejor que esta. Sin menospreciarla claro.

  16. Sí hay caminantes blancas. En el plano en que el perro le tira una piedra en la cara a un caminante yo veo al menos dos.

  17. david dedalius

    novela de fantasia estilo got

    http://pentian.com/book/fund/4570#bd

  18. Nada del encuentro entre John Ford y Steven Spielberg???, uno de los capítulos más bellos, claro que no termina bien, pero el inicio y el medio son épicos.

  19. 1) RIP. Que Melissandre la resucite, ruego.
    Si hay que tragar, al menos que se la limpie.
    .
    .

    2) Les niego todo mérito. Que la fruta sea avara al dar jugo no justifica que se te cobre la morterada por un chupito.
    .

    Si hay que traerse a Khal Drogo para mamporrear a Emilia, se le trae. Y si hay que mostrar sadomaso intenso en el tálamo, se le muestra.
    Queremos «rumpy-pumpy doggy style».
    .

    Guess who’s on fours.
    .

    Lo único salvable es la escena del: «No te preocupes, que no hace nada» (un afectuoso saludo a los mononeuronales que pasean macroperros sin bozal) y los memes de la gruta.
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    3) Sorprendente que no hayáis pillado el homenaje a Gladiator y hayáis metido en su lugar al Polaco.
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    Lo digo en serio, me sorprende. No es habitual que os perdáis tales referencias.
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    4) Tormund merece apartado propio, herejes de Dune.
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    Mmmh…
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    ¿Qué narices? Merita artículo propio, centrado en su relación patrimatriarcal con Brienne.
    .

    -El Matagigantes: «Bueno… no sé si estamos juntos aún…¡Pero noto cómo me mira!»
    -El Perro: «¿Cómo si quisiera arrancarte el hígado y comérselo crudo?
    -El Matagigantes: «¡Ah! Veo que sí que la conoces.»
    .
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    5) Kurosawa lo empezó todo. Es justa empero la referencia a los RPG.
    .
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    6) No sé si estáis trolleando o realmente pensáis que los géneros han mutado en Westeros a lo largo de las temporadas. Eso son interpretaciones externas basadas en ideologías. Poniente es (o solía ser) más realista y menos fantasía que todo eso: Las mujeres/hombres ricos e influyentes y las mujeres/hombres pobres y sacrificables.
    .
    .
    7) Los diálogos a grabar en mármol ni han regresado ni se les espera. Quedan algunas frases-gag bancablemente chistosas tipo «¡Pensé que aún estarías remando!» y para de contar.
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    .
    Addendo: Aplauso para el estruje de mollera que os ha supuesto llegar a 7. Yo hubiera sido incapaz.

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