Mimerahaná, ziná zinuhá, ahemen aten haran hua, zu Agarfú finere nuzá
¿Qué traes? ¿Qué llevas ahí? Pero ¿qué importa la leche, el agua y el pan si Agarfa no quiere mirarme?
(Endecha aborigen)
Cuando Jean de Bethancourt y sus hombres desembarcaron, a principios del siglo XV, en la isla de El Hierro, los bimbaches ya tenían un plan. No se sobrevive en una superficie insular de 270 km2 con un puñado de buenos hábitos. Se necesita disciplina y comida. Se necesita ingenio. Más importante aún, se necesita agua dulce. Y si te vienen a invadir es necesario un plan y, es imprescindible que ese plan funcione. Pero los planes no siempre salen bien, y en un instante todo pasa a convertirse en leyenda.
Los aborígenes bimbaches llegaron del norte de África, y fueron los primeros pobladores de la isla canaria. Exprimieron una tierra, por entonces suya, y consiguieron subsistir hasta la llegada de los colonizadores europeos. Eran un pueblo dedicado al pastoreo, a la agricultura, a la pesca. Y antes de necesitar un plan tenían un secreto.
En el centro de su supervivencia se encontraba el misterio del agua, ese era su secreto. Si no hay ríos, ni arroyos, si las fuentes no brotan… si no llueve, el agua se convierte en diamante. Y como cualquier diamante, será la naturaleza quien lo proporcione. En esta ocasión en forma de árbol. Los bimbaches pudieron sacar el máximo rendimiento a un ejemplar de til, Ocotea foetens, que gracias a su privilegiada ubicación les permitiría captar el agua de las nieblas. Precipitaciones horizontales. Llamaban a este til Garoé, un individuo de gran fuste que les proporcionaba una cantidad de líquido suficiente para consumo doméstico y también para el ganado. Se convirtió en un manantial de agua, en fuente de riqueza y en llave de supervivencia. Fue un árbol mágico, su árbol santo, y el que les había permitido desarrollarse en una isla de escasa superficie y sin contacto con otros pueblos, con un clima y unas condiciones orográficas no siempre favorables.
El funcionamiento del árbol fuente es sencillo, las gotas suspendidas en las nieblas del mar de nubes son capturadas por la superficie de las hojas y el agua resbala hacia el suelo, pudiendo ser entonces recogida y aprovechada. Situado en el barranco de Tigulate al noroeste de la isla, el agua que goteaba del Garoé era recogida en una alberca desde donde se distribuía para el consumo humano y animal. «En lo alto de este árbol siempre hay una nubecilla y el Garoé deja caer unas gotas de agua que los hombres encauzan hacia una modesta fuente; gracias a ella, viven, durante los periodos de sequía extrema, seres humanos y animales…», así lo narra fray Bartolomé de las Casas en la Historia de las Indias de 1524, y hace pensar que no todo es leyenda.
El clima de la isla de El Hierro queda caracterizado por su peculiar orografía. A pesar de su latitud gracias a los vientos alisios y a la corriente de las Islas Canarias, no tiene unas características áridas, como el Sahara. Las precipitaciones anuales rondan los 450 mm, aunque con periodos de sequía en los que apenas se alcanzan los 5 mm al mes, y con grandes diferencias entre las distintas vertientes de la isla. No obstante, entre los 600 y los 1500m de altitud se genera el llamado mar de nubes, que resulta más o menos persistente a lo largo de los meses y que propicia las precipitaciones horizontales, que eran las aprovechadas por el Garoé.. Esta entrada de precipitaciones suponía un manantial de agua para los pobladores, y un recurso básico para su vida.
Continuando con la historia, y tornando ya a leyenda lacrimógena, en el tiempo en el que los bimbaches vieron la expedición europea acercarse a su territorio el plan se puso en marcha, decidieron ocultar el Garoé, el árbol fuente, y evitar así que el secreto del agua fuese descubierto por los intrusos. La esperanza de la retirada de las tropas en caso de no encontrar suministro de agua dulce era el único rayo de luz que estos aborígenes veían a su supervivencia. Esconder el Garoé era el futuro para pueblo bimbache. Ese era su plan, la resistencia pasiva.
La conquista fue razonablemente pacífica, sin embargo el secreto del agua pronto dejaría de ser asunto privado. Y es que el amor siempre acaba interponiéndose, y más en cuestiones de supervivencia. Fue la bimbache Agarfa la que en esta ocasión traicionó a su pueblo, y fue por amor. En el camino de la joven se cruzó un soldado andaluz, del que cayó perdidamente enamorada. Bajo pena de muerte el secreto de los bimbaches siguió a salvo durante un tiempo, pero la joven, viendo que la expedición conquistadora habría de abandonar la isla de no encontrar agua dulce, sucumbió a la tentación y le reveló a su enamorado la existencia del Árbol Fuente. Y fue el principio del fin para los bimbaches de El Hierro. El plan no había funcionado.
Finalmente, el Garoé fue derribado en 1610 por una tempestad. El remate a los bimbaches, el término de la leyenda. Bartolomé García del Castillo recoge en Antigüedades y ordenanzas de la isla de El Hierro el final del árbol, de manera práctica y sin sentimentalismos: «Por cuanto el Árbol Santo se cayó y con la madera y las ramas tiene ocupadas las charcas donde se recogía el agua, y es necesario que todo se saque y limpie, se ordena y manda que todos los alcaldes pedáneos citen a los vecinos para realizar dicha operación».
«Pocos ignoran la historia del Árbol Santo de la isla de El Hierro, que según las tradiciones que todavía se conservan, proveía abundantemente de agua á las necesidades de los habitantes. No nos detendremos en averiguar la verdad de este fenómeno, porque la física nos explica el modo con que aquel árbol, sin apelar á prodigios, podía dar agua, aunque no en tanta cantidad como quiere suponerse». He aquí la desmitificación del Garoé. Sin medias tintas Pascual Madoz apunta en 1830 en el Diccionario geográfico, estadístico, histórico de España, la crónica que hace menos dulce la historia del pueblo bimbache y de su Árbol Santo, dando un guiño de realidad al asunto.
Si bien no hay duda de que el Garoé, gracias a la historia, enriquecida por la leyenda y endulzada por las mieles del tiempo, es el más conocido de los árboles fuente, a lo largo de los años se han recopilado en numerosos documentos otros árboles con las mismas funciones a lo ancho del mundo. La existencia de árboles fuente permite explicar en parte la existencia de masas arbóreas con grandes necesidades hídricas en zonas con registros pluviométricos escasos. Por citar algunos ejemplos, en el Sultanado de Omán existen dos olivos (Olea europea) que llegan a recoger 180 litros al día en época de monzón, en el desierto de Atacama se describen ejemplares de Prosopis tamarugo y Schinus molle que riegan el suelo, y también se hallan unas palmeras datileras (Phoenix dactilifera) usadas como atrapanieblas en Cabo Verde, entre otros.
Estos ejemplos de la naturaleza han servido para desarrollar nuevas tecnologías en la captación de precipitaciones horizontales. Han sido el prototipo de los actuales sistemas de mallas, de los atrapanieblas. El aprovechamiento de las precipitaciones horizontales, además de los usos agroforestales, permite el abastecimiento de agua potable en pequeñas poblaciones de zonas en las que las lluvias son muy escasas o prácticamente nulas. Se convierten los atrapanieblas en los árboles fuente de pueblos que apenas ven llover, son el plan de su supervivencia a largo plazo, aunque ya no tienen que guardar ningún secreto.
El carácter singular de este ejemplar de til hizo, como ya se dijo, que los bimbaches lo considerasen un árbol mágico, un árbol santo, y que sus bondades se fuesen enalteciendo y agrandando con el paso del tiempo. Desde luego, parece de sobra probado que es físicamente imposible que un solo árbol fuese suficiente para abastecer a la población de la isla y a su ganado. Sin embargo, por qué no seguir considerandi con algo de magia a este ejemplar, que ha sido, de alguna manera, base para la construcción de atrapanieblas en algunas de las zonas más áridas del planeta. Que ha propiciado numerosa literatura y que al fin y al cabo no hace sino mostrar lo maravillosa que es la naturaleza, y como bajo la batuta del hombre puede ser llevada al milagro.
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(1) Imágenes extraídas de Barrio García, J. 2008. La imagen del Garoé en la literatura y la cartografía. Apuntes para un catálogo cronológico (1572-1924). XVIII Coloquio de Historia canario-americana, Las Palmas.
(2) Recogidos en Navarro Hevia, J. Martínez de Azagra Paredes, A. & Mongil Manso, J. (coord.). 2009. Hidrología de conservación de aguas. Captación de precipitaciones horizontales y escorrentías en zonas secas. Serv. Publ. Universidad de Valladolid. Valladolid.
En Brasil llaman garoa (parecido con garoé) una lluvia muy fina que tiene más de neblina que de lluvia. Es muy común, la humedad ambiental es altísima y la visibilidad muy baja.
¡Gracias!