—¿Me has oído, Aragorn? —preguntó Legolas—. Estoy preñado, y es tuyo.
Nota previa: en las citas que salpican de manera indiscriminada este artículo se ha respetado hasta el dolor el formato natural de los trabajos originales en caso de que estuviesen escritos en castellano. Esto se traduce en textos salpimentados de puñaladas a la RAE y composiciones literarias disparatadas que superan la comprensión humana. Se anima al lector a que lo acepte y juegue a hacer la vista gruesa porque en este caso las imperfecciones son una parte importante de la magia.
Don Quijote with a vengeance
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, aquella creación de Miguel de Cervantes Saavedra publicada en 1605, resultaba rompedora por ser la auténtica primera novela moderna y por la valentía demostrada a la hora de derribar la mitificación general de las letras caballerescas. Cervantes se lució de tal manera como para que su obra acabase siendo aupada unánimemente a la cima de la literatura universal y la influencia de sus letras se extendiese por toda la superficie europea. Se trataba de una novela que jugueteaba con una variedad de temáticas asombrosa (la crítica literaria, la búsqueda de un ideal moral, la política, la justicia y la ética) pero que también se demostraba tan adelantada a su tiempo como para comenzar a tontear con el metalenguaje y utilizar técnicas que otros escritores apenas habían empezado a ver asomarse por el horizonte. Un texto que mezclaba la comedia y la tragedia y acababa saliendo bien parado y una ficción que jugaba a parodiar ficciones: el protagonista habitaba el mundo real pero se expresaba en un idioma antiguo de libro irreal y fantasioso.
—Tranquilízate Sasuke —Murmure al ver cómo se ponía a gritar cuando España por poco anotaba el primer gol.
Se convertiría en el libro que instauraba las normas básicas para escribir ficción en el futuro: en el relato los personajes no se dejaban vapulear por la trama, al contrario de lo que sucedía en las novelas de su época, donde el casting era un conjunto de marionetas arrastradas de un lugar a otro, sino que se convertían en herramientas útiles (y en muchos casos en el motor directamente) que hacían avanzar la historia y tenían el poder de modificarla. El logro era maravilloso: los más famosos y rotundos antihéroes de las letras se convertían en auténticos héroes al tener la culpa de dotar de fuerza a los protagonistas de las novelas futuras. El Quijote también presentaba un reparto que se percibía humano y no compuesto por meros monigotes de piedra: otra de sus grandes innovaciones era lograr que los personajes, tras las aventuras y las desventuras, llegasen al final del libro siendo personas distintas a aquellas que lo empezaron. En general la obra asentó y apuntaló los métodos para caminar por la ficción, senderos que hoy en día son obvios pero hace cuatrocientos años parecían solo evidentes para el escritor madrileño.
—Pikachu —me susurró al oído—, no me vas ha decir que no quieres, ¿verdad? —me empezó a besar el cuello y metió su mano derecha en mi tanga.
En 1614, casi diez años después de la publicación de su obra maestra, Cervantes se hallaba inmerso en la elaboración de la secuela de las exitosas aventuras de Quijote y Sancho cuando recibió la noticia de que entre los callejones de Madrid ya circulaba una segunda parte, que él no recordaba haber escrito, en cuya portada se podía leer «Segundo tomo del Ingenioso hidalgo Don Quixote de la Mancha, que contiene su tercera salida: y es la quinta parte de sus aventuras. Compuesto por el Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la Villa de Tordesillas (…) Con Licencia. En Tarragona en casa de Felipe Roberto, año 1614». La primera parte del Quijote finalizaba haciendo alusión a una tercera salida del héroe, pero no entraba en más detalles, y esta continuación apócrifa que acabaría siendo conocida como el Quijote de Avellaneda, anunciaba aquella tercera aventura como reclamo y se vendía como producto licenciado. Cervantes entre tanto apretaba los dientes mientras defecaba ladrillos como catedrales, porque ni había permitido a nadie usar sus personajes ni le parecía saludable que una novelucha menor y plagada de humor grueso (que tuvo suficiente éxito como para gozar ese mismo año de 1614 de una segunda torpísima edición que multiplicaba erratas) se asentase entre la memoria popular haciéndose pasar por una parte del mundo literario que él había creado. El escritor, que como muchos otros sospechaba que aquel Alonso Fernández de Avellaneda era seudónimo de alguien cercano a Lope de Vega, realizó entonces una jugada maravillosa cuando decidió incluir como venganza dicha obra bastarda en la trama de la secuela real. La continuación de El ingenioso hidalgo era básicamente Cervantes demostrando ser el Charlie Kaufman de la época, si bien el propio escritor ya había jugado a aparecer en la primera parte —como autor presente en la biblioteca de Alonso Quijano– y echar pelotas fuera asegurando que su función solo consistía en traducir el texto de un historiador musulmán llamado Cide Hamete Benengeli sobre las aventuras del hidalgo, las nuevas hazañas le serían útiles para llevar los malabarismos mucho más lejos: Cervantes permitió que en aquella ficción los personajes fuesen totalmente conscientes de la publicación y el posterior éxito editorial de una primera parte del Quijote donde se narraban sus percances, e incluso ocurría que algunos secundarios de la historia reconocían y felicitaban a los protagonistas porque habían leído la obra original. Lo más gracioso es que se incluyó el Quijote de Avellaneda en la historia y su existencia provocaba que un Quijote bastante encabronado al descubrir que un tal Avellaneda lo pintaba como un loco se encaminase hacia Barcelona. Por supuesto, Cervantes aprovecharía para vapulear, pisotear y faltar al respeto continuamente a aquel libro indeseado.
La primera vez que Optimus Prime fijo sus ópticas zafiro en Sam se enamoro de ese pequeño humano de mirada dulce y decidida.
Pero más allá de la incógnita de quién se escondía bajo el nombre de Alonso Fernández de Avellaneda, y aun teniendo en cuenta que la de Cervantes no era la única obra con cierto éxito a la que le brotaban secuelas no oficiales (El lazarillo de Tormes o Guzmán de Alfarache también las sufrieron), lo más importante del Quijote falso es que probablemente se trataba del primer fanfic de la historia. O al menos el primer fanfic que ha sido reconocido (para mal) por el escritor de la obra original. Qué coño, indudablemente es el primer fanfic que acababa formando parte de la obra original. Es una locura de concepto en sí mismo, como si Cervantes quisiese evitar la creación de un Universo expandido incluyendo las obras de dicho universo en el canon oficial.
donde estoy —dice rajoy— en tu pesadilla tienes delante un ordenador pusa en el icono que dice slender y juega —dice Gumball
Fanfic
Lev Grossman arrancaba en 2011 un artículo en Time con una frase que condensaba el fenómeno fanfiction de manera perfecta: «J. K. Rowling probablemente no vaya a escribir más libros de Harry Potter. Y eso no significa que no vayan a existir más, solo quiere decir que no serán escritos por J. K. Rowling». Grossman estaba en lo cierto, pero no porque intuyese que en el futuro alguna persona que no fuese J. K. Rowling agarraría las riendas del niño mago para escribir nuevas aventuras sobre él, sino porque tenía constancia de que en la actualidad miles de personas ya lo estaban haciendo. Porque miles de autores, completamente desconocidos entre el gran público, vivían dedicando su tiempo libre a producir fanfics. La denominación fan fiction, fanfiction, fanfic o fic agrupa a todos aquellos relatos de ficción basados en algún tipo de obra popular (de cualquier medio imaginable: literatura, cine, televisión, videojuegos…) que han sido escritos por los propios fans del producto a las bravas: sin pedir permiso a los dueños de la propiedad intelectual y, por supuesto, sin tratar de obtener beneficio económico.
A Obama se le escapó una risita —¿te refieres a las esmeraldas del Caos?
Porque si existe un dato especialmente remarcable en el extraño subgénero de la ficción de fans es que todos estos autores que alimentan bibliotecas virtuales con relatos y derivaciones mutantes no persiguen ningún tipo de remuneración económica o crítica, sino que producen su trabajo exclusivamente de corazón, un hecho que ya los diferenciaría bastante de aquel Quijote de Avellaneda. De este modo resulta hasta hermoso que los vástagos literarios de estos escritores aficionados sean criaturas engendradas a partir de una auténtica necesidad creativa de indagar, explotar y exprimir mundos y personajes que son objeto de adoración pero propiedad de otros. Probablemente le quita algo de glamour al asunto el hecho de que la mayoría de las veces las inquietudes creativas de los escritores amateurs virasen hacia las perversiones, y existiese cierta obsesión con convertir el sexo anal en deporte de moda o encamar personajes que en la obra original ofrecían tanta tensión sexual no resuelta entre sí como un par de ficus enterrados en cemento. En algunos casos se creaban incluso fenómenos fan dentro de las obras diseñadas por fans y algunos de estos trabajos amateurs acababan influyendo en otros. En otros casos se producían sub-subgéneros desquiciados que cosecharían un número importante de seguidores. Como lo que ocurre con la serie de televisión Supernatural y su capacidad para cultivar una poblada base de seguidoras y seguidores partidarios a muerte del fenómeno wincest, o lo que viene a ser lo mismo: la idea de una relación emocional y sexual entre los dos protagonistas, Sam y Dean Winchester, hermanos en la ficción (de ahí el básico juego de palabras, wincest, entre su apellido y la palabra incesto).
INAZUMA ELEVEN /イナズマイレブン la puerta sonó y salió un hombre al que Albin conocía bien. ― ¡Arturo Valls!
Además de todo lo anterior hay que tener en cuenta que gran parte de las plumas que firmaban el fenómeno fanfic pertenecen a infantes con mucha vida escolar pendiente por delante o a adultos con poco pupitre ocupado por detrás, ofreciendo como resultado millones de páginas que de haber sido redactadas por un grupo de monos con máquinas de escribir probablemente ofrecerían menos faltas ortográficas y más coherencia en general. Pero todas aquellas imperfecciones, aquellas redacciones cuya lectura hacía tambalearse los cimientos de la cordura de cualquier persona, seguían resultando divertidas de cojones y, sobre todo, sinceramente hermosas.
SE ARRECOSTO EN LA CAMA Y SE ABRIO COMPLETA, LE DIJO LO SIGUIENTE A FINN DULCE PRINCES: QUIERO QUE ME LO METAS HASTA EL FONDO O
FINN:VALE
Resulta curioso observar cómo subsiste el fenómeno: en el mundo real este hobby permanece invisible para la mayor parte de la población, mientras que en los suburbios de la red se aloja con dignidad archivándose y conservándose en webs como esta, rincones donde se dedican en exclusiva a recopilar y ordenar los relatos producidos. La cantidad de páginas digitales que almacenan esas estanterías virtuales marean por volumen y parecen cubrir todos los campos del universo pop: el propio apartado «Movies» de estas bibliotecas almacena más de cuarenta mil textos centrados en Star Wars, veinte mil sobre Piratas del Caribe, catorce mil en el mundo de Cómo entregar a tu dragón, nueve mil sobre Dentro del laberinto, casi seis mil basados en Dando la nota, cuatro mil centrados en The Fast and the Furious y otros tantos en Kung-Fu Panda, un millar sobre el Hannibal de El silencio de los corderos, otros mil basados en Toy Story y otros tantos en Godzilla. En general, todo icono pop tiene un séquito de escritores ideándole aventuras alternativas. Tanta saturación era lógica porque cualquier niño con un ordenador a mano y algo de tiempo libre entre merienda y cena podría producir uno de estos textos, pero, unida a la terrible redacción que ofrecía normalmente el producto, acabaría logrando que la percepción general de las fan fictions fuese la de creaciones imperfectas y horribles. La crítica profesional incluso comenzaría a utilizar el término fanfic de manera despectiva a la hora de describir películas fallidas.
Batman… ¡Embarasado! o-O esto es de maciado sarbese quien pueda
Por la parte que tocaba a los creadores profesionales de ficción, aquellos que en el fondo contemplaban cómo otros estaban jugando con sus hijos sin pedir permiso y en algunos casos pervirtiéndolos por el simple hecho de que podían hacerlo, las opiniones sobre el fenómeno fan fiction eran bastante variadas: George R. R. Martin, en una extensa entrada en su blog, defendería la posición de su amiga Diana Gabaldón, autora del best selller Forastera, en contra de este tipo de literatura por considerarla nociva para el propio autor original, pero también para el escritor wannabe. Martin consideraba que el hecho de crear los personajes, junto con sus convicciones y naturaleza, era un punto ineludible del proceso de escritura que toda esta tanda de novatos regateaba por comodidad. J. K. Rowling parecía bastante contenta con el tema fanfic e invitaba a los seguidores de Potter a participar en el mismo si se veían con ganas. El periodista James Bow defendía la cocina de estas ficciones como práctica para perfeccionar el arte de diseñar personajes y mundos. Sir Terry Pratchett apuntaría un «Everything works so long as people are sensible about it» muy de su cosecha al referirse al fenómeno, y declararía que le parecía estupendo que la gente utilizase el ecosistema y los habitantes de su Mundodisco para crear sus propias historias siempre y cuando se cumpliesen dos condiciones: que no se persiguiese beneficio económico y que, en caso de subir los textos a la red, se publicasen en algún sitio donde él no los pudiese ver nunca. Los responsables de Star Trek serían una especie aparte, ellos rastrearían los trabajos de los fans y promocionarían los que consideraran dignos al formato novela.
… jugueteamos con nuestras leguas, en unos salvajes besos. Soltamos las flechas, el arco y las flechipollas y entramos en la habitación
Cassandra Claire firmaría The Draco Trilogy, una épica en tres partes situada en el universo de Harry Potter y centrada en el personaje de Draco Mafloy, y un trabajo tan eficiente como para proporcionarle una legión de fans que acabó catapultándola a publicar a la manera clásica. Hoy es la principal responsable de la exitosa franquicia Cazadores de sombras. Erika Mitchell comenzó en esto de la fanfiction escribiendo su propia versión de las novelas de Crepúsculo, pero añadiéndole puntadas de dominación/sumisión a la relación entre Edward Cullen y Bella Swan. Una editorial observó que aquellas letras parecían un imán de lectores y la contrató; obligaron a Mitchell a acortarse el nombre para la portada del libro (intuyendo que un nombre de mujer vendería menos) y a eliminar de la historia todas las referencias a Crepúsculo y el asunto del vampirismo. Erika Mitchell se transformaría en E. L. James y su creación, en cierto éxito reciente: aquella fanfic se transformaría en lo que hoy es Cincuenta sombras de Grey.
pobre john cuando se entere que sehrlock es agente de la TIA
La fan fiction como fenómeno no puede ser menos que celebrada por su frescura desvergonzada con tanto crossover imposible entre sodomizaciones repentinas y esa reinvención del lenguaje que provoca lágrimas sangrientas. Pero además tiene una ventaja fantástica: para disfrutarlo ni siquiera hace falta adentrarse a fondo en su vertiente más dura. Basta con pasearse por este Twitter (en español) o por este otro (en inglés), dos rincones exquisitos donde un par de almas generosas se dedican a pescar pedazos aleatorios de esas maravillas literarias, esquejes en escasas palabras que acaban componiendo microcuentos alucinantes en sí mismos. La mayor parte de las citas que invaden de manera totalmente inadecuada este texto han sido extraídas de ahí.
SONIC el erizo ENCUENTRA su VERDADERO amor JESUCRISTO
Pingback: Fanfic: cuando la ficción se asomó al abismo
Aunque haya dedicado la mitad de su artículo al Quijote y la obra con la que Avellaneda se quiso lucrar de su éxito, ha escrito el resto del texto sobre el fanfic actual con un tono que suena a menosprecio y desaprobación.
Criticar la capacidad de gente no (o sí) profesional que se anima a escribir, así como las temáticas que quieran tratar, cuando no hay un fin lucrativo en ello, es innecesario y hace un flaco favor a esta sociedad, siempre necesitada de creatividad y cultura. En lugar de menospreciar el talento literario de la gente que dedica su tiempo y su esfuerzo por pura pasión hacia el trabajo de otra persona, debería alegrarse de que el buen trabajo de un autor inspire a sus seguidores a crear algo por sí mismos, con el único fin de compartirlo y hacer disfrutar a quien quiera disfrutarlo. Toda iniciativa creativa debería ser ensalzada, alimentada y no infravalorada.
Si no le gusta la calidad de estos fanfics, le incomoda la temática, o le aberra el universo alternativo surgido en la mente de estos escritores, no tiene más que ignorarlos y dejar al fandom seguir disfrutando de ellos. Aunque yo le animo a que indague en las obras derivadas de aquellas que le gusten. Confío en que encontrará alguna a su altura y que le hará pasar un buen rato.
Por último, respeto posturas como las de Pratchet o Martin. Una obra propia es como un hijo y hay cosas que no gustan que le hagan a tus hijos. Pero a mí como escritor, solo hay una cosa que me hace más feliz que un lector que se ha leído mi trabajo, y es un lector que ha invertido tiempo, esfuerzo y cariño en hacer un fanart de mi trabajo. Aún espero el día en que alguien me escriba también un fanfic, carente de glamour, plagado de incesto y sexo anal, pero repleto de entusiasmo.
Tal vez a usted no le han escrito ninguno a su gusto aún, y por ello no denote saber apreciarlo, pero le deseo de corazón que ese día llegue, si es que escribe usted textos originales además de artículos :)
Sinceramente, hablar del fanfiction y elegir estas citas es como presentar la Jot Down enseñando la crítica vergonzosa de Star Wars y sólo la crítica vergonzosa de Star Wars (ésta: http://www.jotdown.es/2015/12/star-wars-vll-el-despertar-del-enganabobos/). En fin, para ti la perra gorda, espero que te hayas quedado a gusto.
Si la RAE le da puñaladas al idioma, ¿quien le da puñaladas a la RAE tiene 100 años de perdón?
Creo que todo lo dicho sobre el Quijote es cierto, pero… la primera novela moderna es la de Genji (c. 990 d. C.), porque aunque no haya piruetas con la ficción, la sicología de sus personajes es algo que no volvería a verse en 800 años.
Tengo dos historias de fanfic. Una es que la novela «La esfinge de los hielos», de Julio Verne, es una especie de spin-off realista de «Las aventuras de Arthur Gordon Pym» de Edgar Allan Poe, bastante curiosa. La otra es que la traducción no profesional (en todo el sentido de la expresión) de «Harry Potter y las Reliquias de la Muerte» fue tomada por un fanfic entre algunos, porque la parte del dragón de Gringotts y la explicación del último Horcrux parecían recursos demasiado rebuscados para salir del paso.
Saludos.
La RAE no da puñaladas al idioma. La RAE recoge las palabras que se usan en lengua castellana, y «asín» (por ejemplo) está mal dicho aunque esté recogido en el DRAE. Simplemente establece que su uso es corriente e indica que ese uso es «vulgar o coloquial». Hay palabras correctas que no están en el diccionario, como «desafortunadamente», y otras que no lo son pero sí están.
Gracias por el aporte de Genji, momento gafapasta del día. Pero hay obras en sánscrito y en griego antiguo que también se podrían llamar novelas, por su psicología y estructura. Pero está bastante aceptado en todo el mundo que Don Quijote es la primera novela moderna, al estilo europeo.
La RAE recoge mal y tarde las palabras que se usan en lengua castellana y no es raro que le aseste puñaladas al idioma. Por una parte están sus definiciones espantosas, por otra están su ideología de hegemonía española, y por otra están sus metidas de pata.
Sí, hay novelas de otros tiempos. Pero lo que podríamos llamar «novela moderna» (personajes desarrollados, no meros títeres ejecutando una trama) es lo que empezó Murasaki Shikibu y que 600 años después volvió a hacer Cervantes. El mérito de Don Quijote, además del literario que le es propio, es haber creado escuela en Europa. Saludos.
Nunca he leído ‘fanfiction’; además, de hecho, he tenido que buscar en Internet, antes de empezar a leer su artículo, el significado de ese término. Por tanto, no me atrevo a dar una opinión al respecto. Ya, ya sé que esta actitud es impropia de un ciudadano español. Lo sé. Pero probablemente sea yo una rara avis; de los asuntos que no sé nada, no opino. Sin embargo, sí he leído el Quijote, y me gustaría resaltar el hecho que se deriva de la inclusión en la segunda parte de referencias al Quijote de Avellaneda, al falso Quijote, y, sobre todo, el conocimiento que los dos protagonistas tienen de la primera parte de sus aventuras (no de sus vivencias, sino del libro), pues se produce una consecuencia muy interesante. Es decir, de este primer episodio de ‘fanfiction’ de la historia nacen, a mi modo de ver, quizá no las más altas y profundas líneas de la obra de Cervantes (¡son todas tan elevadas, que no sabe uno con cuál quedarsel), sino unos renglones que a mí particularmente me sobrecogieron, cuando por primera vez los leí. Con ellos el de Alcalá me metió dentro de la piel de Sancho, y lo hizo hasta un extremo insospechado. Me refiero a cuando el escudero del Caballero de la Triste Figura le pregunta al bachiller Sansón Carrasco: «¿cómo pudo saber, el historiador que las escribió, las cosas que les habían sucedido a Sancho y a Don Quijote si ellos estaban «a solas»?». En parte, y sólo en parte, creo que el falso Quijote le hizo a Cervantes escribir un Quijote todavía más espectacular si cabe. Por todo ello, a priori yo no criticaría el fenómeno ‘fanfiction’; primero porque no he leído a sus autores y segundo porque el primer ‘fanfic’ de la literatura tuvo unas consecuencias memorables.
¿Se podría considerar que Alan Moore, el de los cómics, hace fanfiction? Utiliza personajes ajenos libres de derecho de autor y les crea una trama que incluye dosis generosas de sexo.
¿Son fanfiction las novelas de Umberto Eco trufadas de pasajes y libros históricos puestos al servicio de una historia propia?
Si -como dice Richard Rorty- aprehendemos mejor nuestros conocimientos a través de relatos, cuentos y canciones que de ensayos y tratados, cabría considerar que todas estas versiones, remakes, fanfictions y demás serían causadas, no tanto por falta de imaginación como por la necesidad de transmitir unos valores compartidos desde un enfoque renovado.
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