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El viaje de ida y vuelta del lienzo al celuloide

Izquierda: La abadía en el robledal, de Caspar David Friedrich. Derecha: El renacido, imagen de New Regency.
Arriba: La abadía en el robledal, de Caspar David Friedrich. Abajo: El renacido, imagen de New Regency.

El renacido, la epopeya de supervivencia y venganza por la que Leonardo DiCaprio merece ganar por fin un Óscar, y Alejandro González Iñárritu, esta vez sí, también merece otro, tiene entre sus virtudes una presentación visual sencillamente espectacular: cuenta con algunas escenas de acción como hasta ahora servidor no había visto, grandiosos paisajes rodados en Canadá y Argentina, largos planos secuencia que ya no parecen gratuitos y unos encuadres de excepcional belleza inspirados, en algún caso, en clásicos de la pintura. Por si no afligieran suficientes calamidades al protagonista, cada vez que cierra los ojos tiene sueños desasosegantes como el que vemos arriba, con una iglesia en ruinas entre árboles desnudos en medio de la más absoluta soledad. Una imagen muy evocadora, que rinde homenaje a La abadía en el robledal, encima de la anterior, del pintor del Romanticismo Caspar David Friedrich. Curiosamente no es la primera vez que este artista sirve de inspiración a un cineasta. Veamos esta otra obra suya, Mar de hielo. ¿No hay un parecido más que sospechoso a la Fortaleza de la Soledad de Superman? Y qué decir de El caminante sobre el mar de nubes, tal vez la pintura más influyente de la historia del cine. Para hacerse una idea del número de escenas y carteles de películas que la han tomado como referencia basta echar un vistazo aquí. Puede que Friedrich no fuera consciente de ello, pero esas nubes ocultaban una invasión extraterrestre…

Aún siendo este un caso destacado, en realidad son legión los pintores y obras que han servido de inspiración a la hora de rodar. Desde sus mismos orígenes el séptimo arte ha visto al tercero con la codicia del invasor vikingo, dispuesto a llevarse hasta la última gallina; al fin y al cabo los pintores llevaban unos cuantos siglos imaginando nuevos mundos o nuevas maneras de ver el mundo que nos rodeaba. ¿Cómo no iba a saquear entonces semejante legado una disciplina tan joven en comparación, obligada a inventarse a sí misma sobre la marcha? Así que ha habido cuadros que han sugerido decorados, personajes, escenas, carteles e incluso películas enteras; también otros han sido protagonistas de la narración o más discretamente han acompañado el encuadre ofreciéndonos un sutil guiño; y finalmente, algunos incluso han sido pintados tomando como referencia algún film, cerrando así el círculo. De todos ellos haremos a continuación un breve repaso. Para ello hay que mencionar muchos nombres y títulos prestigiosos, aunque a veces uno puede encontrarse un hilo del que tirar en los lugares más insospechados. Es el caso de la mismísima saga Crepúsculo. En esta bonita historia de un señor de ciento nueve años que no tenía mejor cosa que hacer que acudir al instituto para ligar con una chica de dieciocho veíamos, concretamente en el comienzo de su segunda parte, Luna nueva, esta imagen:

Imagen de Summit Entertainment.
Imagen de Summit Entertainment.

¿Les suena ese cuadro del fondo? Se trata de San Francisco de Borja y el moribundo impenitente, de Goya, y de él ya hablamos con detalle en este artículo. Fue encargado por la duquesa de Osuna para la capilla de la Catedral de Valencia y, como su título indica, muestra al santo asistiendo a un moribundo en un momento en el que podía ser tentado por el feo demonio que permanece junto a él acechando. Formaba pues parte de la tradición tardomedieval en torno al llamado «arte de morir», la manera en que el buen cristiano debía encarar su paso al más allá y que es precisamente de lo que están hablando los personajes en ese momento: de cómo a veces un vampiro en principio inmortal puede escoger su propio final. De manera que, sutilmente, la narración se ve reforzada por ese guiño que une en extraño matrimonio al genio aragonés con esta saga de vampiros y hombres lobo enamoradizos. El resto de la película es lo que es, pero no puede negarse que este es un buen detalle.

Descubrir pinturas célebres en películas y en algunos casos qué significado pueden aportar a la historia se ha llegado a convertir en un pasatiempo para algunos y tiene hasta su propia página web. Así por ejemplo en la segunda parte de Wall Street veíamos otro cuadro de Goya, Saturno devorando a un hijo, que no puede resultar más oportuno para describir la relación de Gordon Gekko con su hija y el novio de esta, a quien toma como pupilo. Otro caso interesante es el de Origen. En la primera misión del personaje de DiCaprio, Dom Cobb, en el subconsciente de un magnate japonés aparece por ahí su esposa, Mel, que se queda mirando un cuadro y lo comenta con él, a lo que este responde «al sujeto le apasionan los pintores británicos de posguerra». Pues bien, el pintor es concretamente Francis Bacon y la obra Estudio para la cabeza de George Dyer. Se trata de un retrato de su amante, al que conoció cuando intentaba robar en su estudio y le propuso que se llevase lo que quisiera a cambio de mantener relaciones sexuales con él. A partir de ahí mantuvieron una relación tormentosa durante ocho años marcada por las adicciones, que culminó con el suicidio de Dyer por sobredosis de alcohol y tranquilizantes. No es difícil trazar un paralelismo con la relación que mantienen Dom y Mel en la película, en la que esta, tras haberse suicidado, continúa apareciéndose en los sueños de su marido sin que él sea capaz de superarla. Tal como explicaba el director Christopher Nolan en esta entrevista la influencia de Bacon se extendería también a otras películas suyas como Batman, donde Joker estaría inspirado en el estilo de este artista. Curiosamente, otro Joker, aquel que interpretó Jack Nicholson, en el momento en que asaltaba el Museo de Gotham City para secuestrar a Kim Basinger, destrozaba sin piedad todas las obras a su paso, desde Degas hasta Veermer, haciendo una sola excepción cuando uno de sus secuaces iba a desgarrar una de ellas con un puñal y él mismo lo detenía diciendo «este me gusta». El cuadro en cuestión es Figure with Meat, y su autor, Francis Bacon.

Es interesante fijarse cómo en películas distópicas y posapocalípticas las grandes obras de arte suelen ser representadas con frecuencia, generalmente como símbolo de la civilización perdida o bastión de humanidad, belleza y libertad de pensamiento en una sociedad totalitaria que pretende erradicarlas. En Soy leyenda Will Smith quedaba como único superviviente en un Nueva York abandonado sin mucha compañía pero con cualquier objeto que desease a su alcance, de forma que optó por decorar su casa con cuadros de Van Gogh, Rousseau y Modigliani. El protagonista de V de Vendetta también tenía su particular galería de obras maestras, aunque en este caso era para protegerlas del Ministerio de Materiales Ofensivos, y entre ellas podíamos ver La dama de Shalott de Waterhouse, El Matrimonio Arnolfini de Van Eyck o Baco y Ariadna de Tiziano. En Equilibrium ocurría algo similar con la resistencia manteniendo ocultas algunas obras, aunque no pudieron evitar que La Gioconda terminara siendo quemada por las autoridades, mientras que en Hijos de los hombres eran estas las que protegían por medio del Ministerio del Arte pinturas como el Guernica de Picasso en un mundo que se desmoronaba.

Colaboración de Dalí con Hitchcock en Recuerda. Imagen de Selznick International Pictures.
Colaboración de Dalí con Hitchcock en Recuerda. Imagen de Selznick International Pictures.

En otras ocasiones el director no aprovecha una obra preexistente sino que logra contratar al artista para que aporte una específica para la película. El caso más notable es el de Giger y la magnífica criatura ya bosquejada en su trayectoria previa pero que en Alien conoció su esplendor. Por su parte, Alfred Hitchcock para la escena onírica de Recuerda dispuso del talento de Dalí, que ya había colaborado con Buñuel en Un perro andaluz. Pero lo más habitual, tal como veíamos al comienzo, es que el equipo artístico del rodaje o el propio director homenajeen, copien o tomen como punto de partida a algún pintor u obra concreta. Los ejemplos son ilimitados, aunque a menudo se cuiden de no hacerlo evidente.

Hace un millón de años, Jasón y los argonautas, La Tierra contra los platillos volantes, El monstruo de los tiempos remotos… Buena parte del cine de fantasía y ciencia ficción de hace unas décadas tuvo como productor y técnico en efectos especiales a Ray Harryhausen. Es un nombre fundamental en la historia del cine, dado que luego otros talentos como Steven Spielberg y Peter Jackson lo han tomado como referencia. Pues bien, Harryhausen tuvo como referente artístico fundamental a John Martin, pintor inglés nacido a finales del siglo XVIII, que se caracterizó por la espectacularidad de las escenas, a menudo bíblicas, que plasmó en sus lienzos. Superproducciones pioneras como Intolerancia también imitaron la estética de cuadros suyos como Fiesta de Belsasar. En Metrópolis, la enorme torre que preside la ciudad futurista estaba basada en La torre de Babel, de Pieter Brueghel el Viejo, quien a su vez se inspiró en el Coliseo romano. Y hablando de edificios, ¿recuerdan el siniestro motel de Psicosis? Seguramente sí, dado que era uno de los elementos más distintivos de ese film. Pues en realidad se la debemos al artista Edward Hopper, quien en 1925 había pintado House by the Railroad. Unos años después, en 1942, inspirado precisamente por el cine, concretamente el policiaco, pintaría su celebradísimo Nighthawks. Que además unas décadas después conocería una versión con estrellas de Hollywood. De manera que por fin el viaje también era de vuelta y el tercer arte también encontraría inspiración en el séptimo.

Nighthawks, de Edward Hopper.
Nighthawks, de Edward Hopper.

Pero a su vez Nighthawks sirvió de modelo a películas posteriores. Win Wenders lo reprodujo literalmente en El final de la violencia. Mientras que Ridley Scott lo tomó como una referencia fundamental para Blade Runner: «Estaba constantemente enseñando una reproducción de este cuadro a las narices del equipo de producción para demostrarles la estética y el estado de ánimo que buscaba». Precisamente del director que inicialmente iba a encargarse de Blade Runner, Martin Scorsese, cuesta imaginarse qué habría sido de ¡Jo, qué noche! sin ese mismo cuadro, dado que incluso parte de la trama tiene lugar en una cafetería prácticamente idéntica. Y si hablamos del cineasta de las grandes gafas de pasta no podemos dejar de mencionar a su pintor predilecto, alguien que ha influido extraordinariamente en él. Su fascinación por la violencia, el realismo sucio, los personajes grotescos, la religión, la iluminación con claroscuros, la composición de cada escena… todo está ya en Caravaggio:

Así que él estaba allí. Impregnaba la totalidad de las secuencias de baress en Malas calles. Él estaba allí en la forma en que yo quería el movimiento de la cámara, la elección de la forma de montar una escena. Se trata básicamente de personas que se sientan en los bares, la gente en las mesas, la gente levantándose. La vocación de San Mateo, ¡pero en Nueva York! Hacer películas con gente de la calle era de lo que se trataba realmente, como él hizo cuadros con ellos. Entonces eso se extendió a una película muy posterior, La última tentación de Cristo. La idea era representar a Jesús a la manera de Caravaggio.

La vocación de San Mateo, de Caravaggio o Scorsese en el siglo XVII.
La vocación de San Mateo, de Caravaggio o Scorsese en el siglo XVII.

En conclusión, como decíamos anteriormente los ejemplos son innumerables, pues al fin y al cabo eso es la tradición cultural: una larga cadena en la que cada generación copia a la anterior aportando cuando se ve capaz pequeñas variaciones. Pero no querría terminar dejar sin citar algún caso más, como la huella de M. C. Escher en Interstellar —concretamente el teseracto y en la mencionada Origen (como puede apreciarse aquí); el homenaje al citado Saturno devorando a un hijo en El laberinto del fauno; la toma final de Los duelistas basada en Napoleon Bonaparte de Benjamin Robert Haydon; el guiño a La última cena de Da Vinci en M.A.S.H. y en el cartel de Los mercenarios 2. Precisamente los carteles de películas han seguido a rajatabla aquello de que lo que no es homenaje es plagio, y de todos ellos mi ejemplo favorito es el de El exorcista, que tomó por modelo El imperio de las luces de René Magritte:

El imperio de las luces de René Magritte y El exorcista, imagen de Warner Bros.
Arriba: El imperio de las luces de René Magritte. Abajo: El exorcista, imagen de Warner Bros.

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13 Comentarios

  1. Transepto

    Estupendo artículo de un tema tan apasionate como amplio en una revista Jotdown que siempre va a mas.
    Me gusta especialmente Hopper y el viaje de ida y vuelta al cine. También creo que es muy interesante la relación de Kurosawa con la pintura.
    Dejo aquí un enlace con mi modesta aportación sobre Eduard Hopper y el cine
    http://vimeo.com/66449718

  2. Qué raro que nombres a Buñuel, pero no a su clara asimilación de «La última cena» en la genial «Viridiana». Interesante artículo, de cualquier manera.

  3. Aunque no es una película, sino un tebeo, creo que El hombre que ríe de Fernando de Felipe tiene algunas de las recreaciones más alucinantes, con varios cuadros recreados en cada una de las páginas iniciales de cada capítulo. También es muy famosa su recreación, creo que en Nacido Salvaje, del famoso cuadro American Gothic de Grant Wood. ¡Búsquenlos (si los encuentran)!

  4. No acabo de entender que se titule «el viaje de ida y vuelta del lienzo al celuloide» si no hay ningun ejemplo de viaje del celuloide al lienzo, de influencia del cine en la pintura. ¿Donde está el viaje de vueta?

  5. Mataclanes

    Pollice verso como inspiración clara y directa de Gladiator.

  6. Hay una escena mítica de Melancolía de Lars Con Trier que está claramente inspirada en La muerte de Ofelia de Millais

  7. Pues yo cuando veo Nighthawks de Hopper, me acuerdo de Eyes Wide Shut de Kubrick, no sé muy bien el porqué, pero parecen la misma atmósfera.

  8. condealmasy

    Me ha sabido a poco. Hay tantísimo.

  9. La insoportablemente cruda soledad de Hopper, el silencioso terror de Magritte o Friedrich… Se antojan mas tolerables Los desastres de la Guerra de Goya…

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