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El espectáculo del Antiguo Testamento en cuarenta pinturas (I)

La historia de la pintura occidental sencillamente no podría entenderse sin el cristianismo. Las causas de tan sólido matrimonio entre el arte y la religión dan para una tesis, pero en un primer vistazo es evidente que si la segunda descubría en el arte un atractivo vehículo para su mensaje, este no resultaba menos beneficiado al encontrar en la religión patrocinio y, no menos importante, inspiración. Raro es el pintor que de forma reiterada o al menos en algún momento de su carrera no haya querido retratar algún pasaje bíblico. Los ejemplos son innumerables, así que como una primera acotación nos centraremos ahora en el Antiguo Testamento. La verdad es que no le falta de nada: crímenes espantosos, sexo salvaje, lluvias de azufre y fuego, fenómenos paranormales, venganzas, traiciones y sobre todo mucho espectáculo y efectos especiales. De manera que a continuación va esta pequeña selección distribuida en dos partes con la que aportar un mínimo de orden y contexto, centrándonos especialmente en el Génesis y el Éxodo, que son las partes que más han llamado la atención de los artistas a lo largo de los siglos.

La creación de Adán, de Miguel Ángel

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«Díjose entonces Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza» (Gén. 1:26). Charlton Heston, tan atraído siempre por los papeles grandiosos, no iba a dejar de lado la oportunidad de interpretar en El tormento y el éxtasis a Miguel Ángel pintando la bóveda de la Capilla Sixtina, una gesta como mínimo igual de meritoria que abrir las aguas del mar Rojo alzando los brazos. Cuatro años se pasó subido a un andamio, trabajando la mayor parte del tiempo en solitario, sometido a las constantes presiones del papa Julio II y con una limitada experiencia previa como pintor. Al fin y al cabo él se definía como escultor y en efecto sus imágenes tienen algo de esculturas en dos dimensiones, con un protagonismo absoluto de las figuras sobre los paisajes. De todas las escenas del Génesis que representó en la bóveda esta es sin duda la más icónica, y de entre el inmenso número de homenajes, versiones y parodias nos quedamos, claro, con E.T.

Adán y Eva, de Tiziano

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«Y dijo la serpiente a la mujer: «No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal». Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él la sabiduría, y tomó de su fruto y comió, y dio también de él a su marido, que también con ella comió» (Gén. 3:4-6). Si la Biblia en su conjunto es un texto alegórico, este pasaje en concreto es aún más rico en interpretaciones si cabe. Se ha escrito tanto al respecto por parte de autores tan eruditos e inteligentes que poco más podemos añadir, salvo elogiar el espíritu científico de Eva y traerles este cuadro de Tiziano que puede contemplarse en el Museo del Prado. Junto a él, además, está colgada la copia que hizo Rubens.

Expulsión. Luna y luz de fuego, de Thomas Cole

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Aunque hoy en día nos digan que el trabajo realiza y emancipa, no olvidemos que en su comienzo fue una maldición bíblica, así que tras comer del fruto prohibido (que tradicionalmente se representa como una manzana, aunque no se menciona que lo fuera) fueron condenados ellos y su estirpe con aquello de ganarse el pan con el sudor de la frente, para a continuación: «Y le arrojó Yavé Dios del jardín de Edén, a labrar la tierra de que había sido tomado. Expulsó al hombre y puso delante del jardín de Edén un querubín, que blandía flameante espada para guardar el camino del árbol de la vida» (Gén. 3:23-24). Eso sí, no perdieron el tiempo, y lo primero que hicieron tras ello lo describe eufemísticamente el Génesis 4:1: «Conoció el hombre a su mujer». Bien por ellos. El destacado paisajista norteamericano Thomas Cole, que nació y murió en la primera mitad el siglo XIX, imaginó de esta manera el momento de la expulsión, inspirándose en El Paraíso perdido de Milton: «El Ángel entonces, asiendo de las manos a nuestros padres, y apresurando sus lentos pasos, los condujo directamente a la puerta oriental, y desde ella con la misma prontitud hasta el pie de la roca, donde se extendía la llanura Inferior, y desapareció». Aunque sobre el mismo tema realizó otra pintura, más lograda creo yo, basándose en las White Mountains de New Hampshire, que puede ver sobre estas líneas y su original en el museo madrileño Thyssen Bornemisza.

Cain y Abel, de Tintoretto

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«Dijo Caín a Abel, su hermano: «Vamos al campo». Y cuando estuvieron en el campo, se alzó Caín contra Abel, su hermano, y le mató. Preguntó Yavé a Caín: «¿Dónde está Abel, tu hermano?». Contestole: «No lo sé. ¿Soy acaso el guardián de mi hermano?»» (Gén. 4:8-9). En realidad quien había comenzado malmetiendo era el propio Dios —lo que se convertirá en costumbre al aceptar la ofrenda de Abel, ganado, y desdeñar la de Caín, que era labrador. ¿Por qué? En mi opinión porque era un caprichoso insufrible, pero la explicación teológica va en la dirección de considerar el cordero como un símbolo místico, pues «Cordero de Dios» es el mote que san Juan le pone a Jesús en su evangelio. La escena en cualquier caso fue el primer crimen de la humanidad e inspiró a Tiziano este cuadro y también a un alumno suyo, Tintoretto, quien encontró en la religión el motivo para gran parte de su obra artística.

El despertar de la tristeza, de William-Adolphe Bouguereau

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Aunque no hay en el Génesis una mención a este momento, así imaginó Bouguereau a Adán y Eva expresando su duelo ante el cuerpo de su hijo. Una escena con una gran carga emocional para el artista —pues había perdido a su hijo poco antes de pintarlo en 1888— y que inevitablemente recuerda a la Piedad de Miguel Ángel.

Caín huyendo antes de la maldición de Jehová, de Fernand Cormon

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Mientras tanto Yavé maldijo a Caín: «La voz de la sangre de tu hermano está clamando a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito serás de la tierra, que abrió su boca para recibir de mano tuya la sangre de tu hermano. Cuando la labres, no te dará sus frutos, y andarás por ella fugitivo y errante» (Gén. 4:10-12). Y Caín tuvo que emprender la huida al este del Edén. En 1880, el pintor Fernand Cormon se basó en el poema «La conciencia», de Víctor Hugo, para retratar ese momento, dándoles a sus protagonistas un curioso aspecto entre ermitaños y hombres de las cavernas.

El Diluvio, de Leon Francois Comerre

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«Viendo Yavé cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra y que su corazón no tramaba sino aviesos designios todo el día, se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra, doliéndole grandemente en su corazón y dijo: «Voy a exterminar al hombre que creé de sobre la faz de la tierra; y con el hombre, a los ganados, reptiles y hasta las aves del cielo, pues me pesa haberlos hecho». Pero Noé halló gracia a los ojos de Yavé» (Gén. 6:5). Nunca he logrado ver la lógica a este episodio: es algo así como curar un dolor de cabeza mediante la guillotina, no queda claro por qué condena a las aves y no a los peces y respecto a la inmensa logística requerida por Noé, Ricky Gervais ya señaló algún que otro inconveniente. Se podrá responder que no hay que sacar de quicio una narración mítica, pero oiga, la ficción también debe tener una coherencia interna. En cualquier caso lo perdonaremos porque a este artista francés del siglo XIX le sirvió para pintar un cuadro magnífico, cuyo amasijo de cuerpos remite a La caída de los condenados de Rubens, basado en el Apocalipsis de san Juan.

La embriaguez de Noé , de Giovanni Bellini

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Una vez cesaron las lluvias Noé y su familia bajaron del arca y entonces ocurrió lo siguiente: «Noé, agricultor, comenzó a labrar la tierra, y plantó una viña. Bebió de su vino, y se embriagó, y quedó desnudo en medio de su tienda. Vió Cam, el padre de Canaán, la desnudez de su padre, y fue a decírselo a sus hermanos que estaban fuera; y tomando Sem y Jafet el manto, se lo pusieron sobre los hombros, y yendo de espaldas, vuelto el rostro, cubrieron, sin verla, la desnudez de su padre. Despierto Noé de su embriaguez, supo lo que con él había hecho el más pequeño de sus hijos, y dijo: «Maldito Canán, siervo de los siervos de su hermano será»» (Gén. 9: 20-24). Veamos, ¿es la resaca lo que le lleva a condenar a su nieto en lugar de al hijo que lo vio desnudo? El Levítico 18, además de prohibir la sodomía y el sexo con animales, insiste de una extraña forma en no ver a los parientes sin ropa y suele interpretarse que ese «contemplar la desnudez» es un eufemismo. En consecuencia los comentaristas deducen que aquí ocurrió algo de lo siguiente:

-Cam observó secretamente a sus padres manteniendo relaciones sexuales.

-Cam mantuvo relaciones sexuales con su padre mientras dormía.

-Cam mantuvo relaciones sexuales con su madre mientras Noé dormía (lo más probable, por lo que Canaán sería fruto de una relación incestuosa y por tanto maldito).

Así es la vida en el campo.

La torre de Babel, de Pieter Brueghel el Viejo

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«Bajó Yavé a ver la ciudad y la torre que estaban haciendo los hijos de los hombres, y se dijo: «He aquí un pueblo uno, pues tienen todos una lengua sola. Se han propuesto esto, y nada les impedirá llevarlo a cabo. Bajemos, pues, y confundamos su lengua, de modo que no se entiendan unos a otros»» (Gén. 11:5-7). De nuevo vemos a Dios jugar sádicamente con sus criaturas como si fuéramos hormigas de su terrario, aunque conociendo su carácter sorprende que no optase por derrumbarla haciendo morir aplastados a todos sus esforzados constructores. El autor de la representación más conocida de este episodio es Pieter Brueghel el Viejo, que pintó este cuadro en 1563 cuando aún vivía en Amberes, una ciudad en plena expansión debido a la actividad comercial con América y Asia. La fiebre constructiva y el cosmopolitismo políglota que le rodeaban debieron influir en su elección del tema, mientras que en el diseño del colosal edificio se adivina su inspiración en el Coliseo romano, que pudo ver en uno de sus viajes. Abajo a la izquierda encontramos al rey Nemrod, bisnieto de Noé, el artífice último de esta torre algo inclinada que parece construida sobre una montaña ya existente, fundiendo así la obra humana y la naturaleza, a la manera de los castillos roqueros. Por cierto, las órdenes debió de darlas en euskera, la lengua primigenia antes de la confusión, o de ello se mostraban convencidos algunos

La destrucción de Sodoma y Gomorra, de John Martin

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El siguiente personaje que entra en escena en el Génesis es Abraham, padre de los judíos y tío de Lot en particular. Este último vivía en Sodoma, y a su casa llegaron dos ángeles a los que hospedó y protegió de quienes pretendían violarlos, y Lot, como buen anfitrión aunque algo peor padre, ofreció a la chusma a sus hijas para que fueran violadas en su lugar. Tras ese incidente los ángeles le anunciaron: «Todo cuando tengas en esta ciudad, sácalo de aquí, porque vamos a destruir este lugar, pues es grande su clamor en la presencia de Yavé, y este nos ha mandado para destruirla» (Gén. 19:12-13). El momento de la huida fue retratado por uno de los principales exponentes del romanticismo, John Martin, con su grandiosidad característica.

El sacrificio de Isaac, de Caravaggio

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«Después de todo esto quiso probar Dios a Abraham y llamándole, dijo: «Abraham». Y este contestó: «Heme aquí». Y le dijo Dios: «Anda, toma a tu hijo, a tu unigénito, a quien tanto amas, a Isaac, y ve a la tierra de Moriah, y ofrécemelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te indicaré» (Gén. 22:1-2). Este ha sido uno de los temas predilectos de muchos pintores y Caravaggio, fascinado por la religión y por la violencia a partes iguales, evidentemente no iba a dejarlo de lado. Afortunadamente la sangre no llegó al río y cuando estaba a punto de sacrificar a su hijo, Yavé, complacido por su obediencia, le ordenó parar y le proporcionó un carnero en su lugar. El cuadro es todo lo narrativo que una imagen estática permite ser, incluyendo el animal (que en el pasaje aparece más adelante) y sustituyendo la voz que habla desde los cielos del original por un ángel que lo sujeta de la mano.

Jacob luchando contra el ángel, de Alexander Louis Leloir

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«Quedose Jacob solo, y hasta rayar la aurora estuvo luchando con él un hombre, el cual, viendo que no le podía, le dio un golpe en la articulación del muslo, y se relajó el tendón del muslo de Jacob luchando con él» (Gén. 32:25-26). Más adelante ese hombre se revela como un ángel, así que una escena tan extraña no podía quedarse sin ser representada.

El hallazgo de Moisés, de Frederick Goodall

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«Bajó la hija del faraón a bañarse en el río, y sus doncellas se pusieron a pasear por la ribera. Vio la cestilla entre las plantas de papiro, y mandó a una de sus doncellas que la trajeran. Al abrirla vio al niño que lloraba, y compadecida de él se dijo: «Es un hijo de los hebreos». La hermana del niño dijo entonces a la hija del faraón: «¿Quieres que vaya a buscar entre las mujeres de los hebreos una nodriza para que críe al niño?». «Ve» le dijo la hija del faraón» (Éxo. 2:5-8). La historia de Moisés ya ha sido contada con, cómo no, Charlton Heston de protagonista y más recientemente con Christian Bale, e incluso ha tenido su versión Disney en dibujos animados. Pero antes de que existiera el cine ya hubo mucho artistas que la reflejaron de una u otra forma dado su significado religioso y, por qué no decirlo, lo espectacular que resulta. Podría hacerse un cómic poniendo un cuadro tras otro y en tal caso este de Frederick Goodall lo abriría.

Moisés defendiendo a las hijas de Jetró, de Sebastiano Ricci

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Así que Moisés creció en su hogar de adopción y aunque aún no conocía qué le deparaba el destino, ya sentía cierta inclinación por defender a los hebreos esclavizados por el faraón. En una ocasión mató a un egipcio que maltrataba a uno de ellos y eso le obligó a exiliarse a la tierra de Madián. Una vez allí «estando sentado junto a un pozo, siete hijas que tenía el sacerdote de Madián vinieron a sacar agua y llenar los canales para abrevar el ganado de su padre. Llegaron unos pastores y las echaron de allí, pero Moisés se levantó, salió en defensa de las jóvenes, y, sacando agua, abrevó su ganado» (Éxo. 2:16-17).

La séptima plaga de Egipto, de John Martin

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Con una de esas jóvenes terminó casándose y teniendo un hijo, se convirtió en pastor y llevó una vida rutinaria hasta que cierto día vio una zarza ardiendo y Dios le dijo que debía liberar a los hebreos y guiarlos a «una tierra que mana leche y miel» (El cantante de reggae Matisyahu tiene una bonita canción al respecto). Para ganarse a la audiencia le enseñó cómo convertir su cayado en una serpiente, pero el truco no impresionó al faraón y Yavé tuvo que enseñarle también cómo transformar con ese mismo cayado el agua del Nilo en sangre, tal como podemos observar en esta pintura del artista barroco Bartholomeus Breenbergh. Esa primera plaga tampoco afectó al endurecido corazón del faraón y le siguieron otras con ranas, mosquitos, tábanos y con la muerte del ganado, según como retrató aquí J. M. W. Turner. Pero no hubo manera. Así que «Yavé dijo a Moisés: «Tiende tu mano hacia al cielo, para que caiga el granizo en toda la tierra de Egipto sobre hombres y animales y sobre todas las verduras del campo»» (Éxo. 9:22). El momento lo pintó John Martin con la espectacularidad que vemos sobre estas líneas, un autor que influiría notablemente en la estética de Hollywood.

Moisés golpeando la roca, de Adriaen van de Venne

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Finalmente el faraón cedió, los judíos partieron en busca de la Tierra Prometida, atravesaron las aguas del mar Rojo que se cerraron sobre sus perseguidores, aunque una vez en medio del desierto no encontraron agua. «Pero el pueblo sediento, murmuraba contra Moisés y decía: «¿Por qué nos hiciste salir de Egipto, para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?». Moisés clamó a Yavé diciendo: «¿Qué voy a hacer yo con este pueblo? Poco más y me apedrean». Yavé dijo a Moisés: «Vete delante del pueblo y lleva contigo a ancianos de Israel; lleva en tu mano el cayado con que heriste el río, y ve, que yo estaré allí delante de ti, en la roca de Horeb. Hiere la roca, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo»» (Éxo. 17:3-6). Este episodio, que también se menciona en Números 20:11, aparte de mostrarnos que el cayado de Moisés tenía más funciones que el cinturón de Batman, sirvió de inspiración a este pintor holandés nacido a finales del siglo XVI y conocido principalmente por otra pintura religiosa, Pescando almas, una aguda sátira sobre la rivalidad entre protestantes y católicos.

Moisés en el Monte Sinaí, de Jean Léon Gérôme

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Siguieron la marcha hasta llegar a los pies del monte Sinaí, donde subió Moisés: «Todo el Sinaí humeaba, pues había descendido Yavé en medio de fuego, y subía el humo como el humo de un horno, y todo el pueblo temblaba. El sonido de la trompeta se hacía cada vez más fuerte. Moisés hablaba, y Yavé le respondía mediante el trueno» (Éxo. 19:18-19). Allí recibió una serie de instrucciones sobre rituales, objetos sagrados y, sobre todo, le anunció los Diez Mandamientos. Los cuales debían ser inscritos en piedra y contenidos en un arca de la que se da una minuciosa descripción de su forma, tamaño y adornos, que es la que podemos ver en la primera película de Indiana Jones.

La boda de Sansón, de Rembrandt

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Tiempo después de haber escapado del yugo egipcio, los israelitas volverían a estar sometidos, esta vez por los filisteos. En ese contexto se sitúa la historia de Sansón, nacido por milagro divino de una mujer estéril. Una vez adulto se enamoró de una filistea y camino de su boda con ella pasó junto a un león que había matado tiempo atrás. En su cráneo encontró un panel de abejas y comió de su miel y ello le sirvió de acertijo en una apuesta con los invitados al banquete: «Del que come salió lo que se come, y del fuerte la dulzura» (Jue. 14:14). Pasaron los días y no pudieron adivinarlo, hasta que su esposa en un acto de traición se lo reveló. Sansón, encolerizado, la repudió y mató a treinta filisteos para arrebatarles sus túnicas, pues treinta túnicas es lo que había apostado en el banquete.

Sansón y Dalila, de Anton van Dyck

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Tras la anterior masacre los filisteos intentaron detener a Sansón, pero a este le bastó una quijada de asno para matar nada menos que a mil de ellos. Como el día había ido bien, qué mejor manera de celebrarlo: «Fue Sansón a Gaza, donde había una meretriz, a la cual entró» (Jue. 16:1). Más adelante conoció —también en el sentido bíblico a Dalila, otra mujer que de nuevo terminaría traicionándole. Ante sus ruegos para que le contase cómo neutralizar su increíble fuerza él le respondió que bastaba atarlo con cuerdas húmedas. Así que a continuación un grupo de filisteos al acecho se abalanzó sobre él intentando atarle, tal como vemos en la imagen. Pero se trataba de una broma de Sansón y se soltó sin dificultad. Incomprensiblemente ella siguió preguntándole y él dándole respuestas falsas, repitiéndose la misma situación, «hasta llegar a producirle un tedio de muerte» al bueno de Sansón, que ya entonces hastiado le dijo lo del pelo y a continuación se durmió sobre sus rodillas. Esa escena es la que pintó Rubens, mientras que Rembrandt además del pelo cortado añadió cómo le sacaron los ojos una vez debilitado.

David y Goliat, de Caravaggio

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Concluimos también con los filisteos: aunque seguramente ya estarán familiarizados con esta historia, es preciso aclarar que Goliat no era una versión gigante de Nelson ni terminaba lanzando con su honda a Bart Simpson. La Biblia lo describe como un filisteo con una estatura de seis codos y un palmo que iba protegido por una coraza de bronce de cinco mil siclos de peso, lo cual debe de ser mucho, suponemos. Tras retar en combate individual a cualquier voluntario del ejército enemigo, un joven pastor que pasaba por allí le tomó la palabra y entonces «David echó a correr a lo largo del frente del ejército para ir al encuentro del filisteo; metió la mano en el zurrón, sacó de él un chinarro y lo lanzó con la honda. El chinarro se clavó en la frente del filisteo, y este cayó de bruces a tierra. Así David, con una honda y una piedra, venció al filisteo y le hirió de muerte. Corrió, parándose ante el filisteo, y no teniendo espada a la mano, cogió la de él, sacándola de la vaina; le mató y le cortó la cabeza» (1 Sam. 17:48-51). ¿Y quién sino Caravaggio querría pintar esa decapitación con todo detalle?

(Continúa aquí)

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7 Comentarios

  1. Pingback: El espectáculo del Antiguo Testamento en cuarenta pinturas

  2. The Hoff

    «Así es la vida en el campo «. .

  3. La lectura escrita de la Biblia basada en los cuadros aquí expuesto que realiza el articulista pierde todo rigor histórico-religioso cuando atribuye al concepto mayestático de Cordero, la voz de mote puesto pos San Juan.

  4. Pingback: El espectáculo del Antiguo Testamento en cuarenta pinturas (I) – Jot Down Cultural Magazine | Historia del Arte 2º de Bachillerato

  5. me ha encanado esta noticia. Muy buena

  6. Pingback: Pensamiento: La religión en el arte. El Antiguo Testamento en 40 pinturas | El mundo visto desde mi isla

  7. No entiendo: A Dios le mola más el cordero porque lo decía San Juan muchos siglos después de la historia de Cain y Abel?

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