Fariña, de Nacho Carretero. No sabría decir si esto es periodismo narrativo del nivel más alto, o una novela magnífica en la que el autor olvidó meter algo inventado. Una maravilla, en cualquier caso. La historia del narcotráfico en Galicia, y su presente, tan bien contados y con anécdotas tan deliciosas que uno acaba riendo con toda esa desgracia.
El bar de las grandes esperanzas, de J. R. Moehringer. Me escribió Antonio, de la librería Méndez, para decirme que me guardaba una pieza imprescindible. Cuando uno de los mejores libreros de España afirma algo así, hay que hacerle caso. El autor es el Pulitzer que redactó Open, las fantásticas memorias de André Agassi. Se trata de la historia real de un bar y de unos hombres. Un libro magnífico. Gracias, Antonio.
El hambre, de Martín Caparrós. Uno de los mejores periodistas en lengua española se enfrenta a un tema desmesurado, inabarcable: el hambre y los alimentos en el mundo. Resulta que no solo lo abarca, sino que consigue construir un relato hipnótico y, además, una lección de vida. Hacía años que no leía algo tan brutal.
La habitación de Nona, de Cristina Fernández Cubas. Son cuentos. Son reflexiones sobre la memoria y la identidad. Son mecanismos literarios prácticamente perfectos. Y, además, se leen como pequeñas narraciones de misterio.
Instrumental, de James Rhodes. La autobiografía del pianista James Rhodes encoge el corazón: violaciones reiteradas en la infancia, adicciones múltiples, internamientos en psiquiátricos, pulsiones destructivas. El caso es que con todo eso, y con dosis industriales de lucidez y sarcasmo, Rhodes construye un raro himno al optimismo.
Sumisión, de Michel Houellebecq. El gran psicoanalista del europeo atemorizado, es decir, nuestro psicoanalista, vuelve a dejarnos desnudos ante la realidad. El argumento: en un futuro próximo, Francia se hace musulmana. Y esa conversión parece tan lógica, tan fácil, tan inexorable, que nos deja cavilando durante una temporada.
Soy Pilgrim, de Terry Hayes. Un simple thriller de espionaje y acción desenfrenada. No hay que buscarle más vueltas ni analizar el supuesto trasfondo ideológico, porque el único objetivo de esta lectura consiste en disfrutar de un relato trepidante. Es, en su género, de lo mejor que se ha publicado en mucho tiempo.
El Reino, de Emmanuel Carrère. ¿Le interesan las angustias religiosas de Carrère? ¿Le apetece leer un análisis asombroso de los textos evangélicos? ¿Quiere enterarse de los tejemanejes de los cristianos primitivos? Aunque piense que no, debe responder que sí. La prosa fluida y aparentemente fácil de Carrère es única e incomparable. Y lo que hace con los textos de Pablo y Lucas es puro virtuosismo.
María cumple veinte años, de Miguel y María Gallardo. Ocho años después de María y yo, el dibujante Gallardo y su hija retoman sus aventuras. María Gallardo es una joven muy aficionada a la música, a las claves gráficas, a la memorización, a los pellizcos y a montar algún que otro pollo en público. También es autista. Miguel Gallardo, que en su juventud dio vida (muy mala vida) a personajes como Makoki, el Niñato y el Emosiones, es uno de los más prestigiosos ilustradores españoles. Juntos firman esta joya de sensibilidad rotundamente antisensiblera.
La tabla rasa, de Steven Pinker. Esto es una relectura. El libro, de 2002, es ya relativamente antiguo. Aborda la naturaleza humana, los procesos cognitivos, la moral, la evolución de las ideas, la convivencia y muchas otras cosas interesantes, con la amenidad de un texto humorístico. Algunos apartados resultan polémicos y bastante discutibles. Pero nadie puede considerarse decentemente educado si no ha leído, y no relee de vez en cuando, La tabla rasa, tal vez el libro más importante publicado en lo que va de siglo XXI.
SOY PILGRIM, impresionante. Lo recomiendo sin ninguna duda.
Trepidante. No se para de leer. Sin pausa!
Sumisión es el pufo Sofico. En Francia hay mucha gente que escribe más y mejor sobre el tema. Florence Aubenas, por ejemplo. Lo de Rhodes es de otro mundo.Pero que no nos ciegue su terrible pasado para que Instrumental parezca un gran libro. El Reino es la señal de que a todos los grandes creadores les llega su «sanmartín», como a Cimino con La puerta del Cielo o a Coppola con Corazonada
No sé si he entendido bien el sentido del comentario sobre «El Reino», pero ha sido leerlo y bajarme el libro al Kindle: «La puerta del cielo» y «Corazonada» son dos de mis debilidades.
Fariña es un gran libro. Y El hambre, lo mejor del siglo.
La tabla rasa la escribió Ivan Pavlov hace 100 años. Es una triste señal de que los europeos necesitamos que culturas sin historia nos digan lo que es «malo o bueno».
La tabla rasa, con otros títulos, se vendió a granel en el Puente Glienicke y en el Checkpoint Charlie. Era la única oportunidad de conseguir libros de los grandes científicos rusos que, desde lo experimental, desafiaron a Freud y al marxismo.
Genial comentario. Especialmente lo de «culturas sin historia», las que ahora nos venden a granel aquello de matar antes de preguntar -o investigar- como la mejor respuesta a los ataques que ellas mismas incubaron y provocaron. No. El dinero nunca ha dado buena luz, por favor. Saludos cordiales.
Se me hace raro no ver ningún libro de poesía.
Aunque se lo tiene bien merecido. Hay un pufo publicado por Fernández Mallo en forma de poesía que «sus amigos» nos intentan colar como obra maestra. Y después de leerlo que ese libro no se hubiera publicado sino fuera detrás su firma.
Además, es curioso que los poetas que por ejemplo dijeron en Babelia sus libros del año no lo mencionaron (Elena Medel y Luna Miguel).
Es que me jode mucho que la gente se niegue a decir que hay buenos escritores que alguna vez escriben libros pésimos.
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Soy entusiasta de la psicobiología y la sociobiología, disciplinas que abordan el estudio de la conducta humana con perspectiva darwiniana y genetista. Quizás por eso no me entusiasmó La tabla rasa cuando lo leí, pues no explica ni aporta nada a esas disciplinas, sino que habla de la polémica que han suscitado en la sociedad «lega»; es decir, no científica. En concreto discute por qué las investigaciones de Edward Wilson y otros sociobiólogos ha encontrado una oposición fiera entre grupos de orientación marxista y feminista, y por qué en su opinión esa oposición no está justificada. No es que eso no tenga valor divulgativo, que seguramente lo tenga, pero a mi me aporta poco que me describan las reacciones defensivas de los seres irracionales ante lo que ignoran, pues eso lo veo a mi alrededor a diario. Y sobre la polémica suscitada por la sociobiología en el mundo anglosajón -también en la comunidad científica- en los 70 y 80 mejor el estupendo libro Defenders of the Truth de Ullica Segerstrale.
La habitación de Nona me pareció bien escrito (sin ser maravilloso) pero sus historias vienen con finales mal rematados, más para parecer que para ser. No sé si me explico.
Fariña me parece brutal.
Del resto no he leido ninguno, Martín Caparrós hace tiempo que me llama pero no encuentro hueco entre las lecturas que llevo, a ver si le adelanto un poco en la pila.
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Lo siento. Y disiento en una de las, por lo demás, interesantes recomendaciones. Soy uno de los estafados con Soy Pilgrim. Un libro que empieza como una genial novela negra y pronto se convierte en una historieta de tres por medio. Hay escritores especializados en inicios magníficos. Tal vez son mayoría: de hecho, los humanos somos especialistas en fabricarnos mundos magníficos de un solo plumazo, nuevas vidas con un par de copas. Lo difícil, la tarea, es persistir y continuar la historia, mantener el alto nivel inicial. La vida de un escritor tal vez es eso: pasárselas sosteniendo el listón. Lo grave es cuando un editor no tiene paciencia (o le da igual el resto) y decide sacar lo que hay al viento. Lástima. Pero así, también, es el fútbol.
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