Life ain’t nothin’ but bitches and money.
¡Por fin! Llega a nuestras pantallas la película biográfica sobre la breve y turbulenta historia de N.W.A., quinteto de Los Ángeles que en 1988 publicó uno de los mejores discos de la historia del rap, llamado precisamente así, Straight Outta Compton. Viene precedida por un aluvión de críticas positivas y cabe aclarar que, si bien es una película que hará muy felices —sobre todo— a los fans del grupo, puede ser disfrutada también por quienes no se sientan muy atraídos por su música.
Una película biográfica sobre músicos es algo que suele pecar de cierta artificiosidad en un 99% de los casos. Y esto es algo comprensible, dado que necesita reflejar en su guion una secuencia de acontecimientos que no pueden ser cambiados con propósitos dramáticos sin que el resultado final sea acusado de flagrante falta de veracidad. Especialmente si esos acontecimientos son muy conocidos por el público y están muy bien documentados. Así pues, cuando uno ve este tipo de biopics sobre músicos suele tener la sensación de que todo es previsible, porque tenemos este suceso aquí, esta canción allá, luego aquella anécdota… algo inevitable. Añadamos que muchos de estos largometrajes desprenden, seguramente por que no lo pueden evitar, cierto aire de frialdad enciclopédica, o en los peores casos, ciertos aires de telefilm en donde se utiliza el recurso fácil de sobrecargar los momentos melodramáticos para compensar los fríos rigores de la imposición biográfica. Así pues, este es un tipo de película que nace con diversos defectos que son propios del subgénero. En algunos casos, muy raros, pueden convertirse en obras maestras, como aquella Bird en la que Clint Eastwood supo aprovechar con mucha inteligencia el aura romántica que siempre rodeó a Charlie Parker —con la aportación inestimable de un Forest Whitaker que se sacó de la manga una interpretación para la historia— y donde, por una vez, la película en sí importaba más que la tarea biográfica sin hacer la trampa de falsear la vida del personaje retratado. Este tipo de grandeza, sin embargo, no suele ser lo habitual. Personalmente, casi siempre tengo la sensación de que un biopic musical ofrece casi exactamente lo que se esperaba de él, sin grandes sorpresas.
Straight Outta Compton entra en esta última categoría… hasta cierto punto. Es decir, cuenta lo que tiene que contar sin buscarle tres pies al gato, y en este sentido es una película previsible. Sin embargo, y pese a los temores iniciales que les confieso que albergaba, su calidad está por encima de la media habitual en este subgénero. No es una película perfecta, ni desde luego es Bird, pero sus virtudes superan con mucho a sus defectos. Por ejemplo, Straight Outta Compton no cae en la trampa del melodrama más de la cuenta; lo hay, claro, pero no se abunda en él hasta hacerlo intragable. Tampoco se deja llevar por un excesivo documentalismo al que bien se prestaba el tema. Por fortuna, es una película que busca ante todo entretener y de hecho su ritmo parece más propio de un film de acción que del típico biopic musical al que podamos estar acostumbrados. Contiene mucha información, sí, pero sobre todo suceden muchas cosas, y francamente, resulta muy difícil aburrirse. El director F. Gary Gray tiene la habilidad de condensar la laberíntica historia del grupo en una narración que, si bien algo atropellada, es muy, muy amena. Leí en una crítica que la historia de N.W.A., pese a lo breve que fue, daba por lo menos para una miniserie de cinco o seis episodios, y la verdad es que estoy de acuerdo. Así pues, es meritoria la manera en que han conseguido resumir tantas cosas aquí. Sin virtuosismos ni alardes, pero tampoco sin demasiado cabo suelto. Por otra parte, la música del grupo aparece en su justa medida; esto no es una sucesión de numeritos musicales, sino que suena una canción cuando la narración lo requiere, como ese tremendo momento en el que Ice Cube rapea por primera vez «Gangsta Gangsta» en una discoteca, momento en que —al menos a quienes nos gusta el hip hop— se nos convence de que el joven Cube era algo distinto del típico rapero del barrio. Otra gran virtud de la película es la seriedad con la que han tratado las circunstancias de N.W.A., una banda surgida en uno de los peores barrios de Los Ángeles. Ciertamente hay tics típicamente hollywoodienses que no eran necesarios (como esa figura del poli malo-malísimo que, la verdad, queda un poco fuera de lugar), y sí, hay una dosis de melodrama de barrio, pero nada en exceso. Puede decirse que cuenta la historia con respeto y eficacia.
Lo más sorprendente, al menos para mí, ha sido la increíble efectividad de los cinco actores que interpretan a los propios N.W.A. Pocas veces he visto un grupo musical representado con semejante veracidad. Y eso que había por lo menos dos figuras que sabíamos iban a ser complicadas de abordar por su carisma; hablo, cómo no, de Ice Cube y Eazy-E. Ice Cube no solamente era el cerebro lírico del grupo sino que incluso el público ajeno al rap está familiarizado con él gracias a sus incursiones en el cine. Vamos, que es un tipo muy famoso con una cara muy familiar. Pues bien, el problema de la veracidad ha sido resuelto por la vía rápida, ya que Ice Cube es interpretado por su propio hijo, que no solo se llama como él (O’Shea Jackson) sino que tiene casi su misma cara y adopta exactamente las mismas expresiones. De hecho, cuando Jackson hijo aparece en pantalla uno se queda perplejo, es casi como estar viendo a su padre hace dos décadas. Pero no piensen que Jackson Jr. está ahí simplemente por ese parecido físico y que después su actuación es mediocre, porque para colmo es bastante buen actor. En cuanto al legendario Eazy-E, también es un personaje difícil de abordar. Era el auténtico gangsta del grupo (de hecho pagó la grabación de las primeras canciones con el dinero que había ganado traficando con drogas) y desprendía un carisma muy particular, difícil de representar con un actor. Sabemos que su talento musical era prácticamente nulo, por más que los fragmentos que rapeó para N.W.A. tengan bastante fuerza, pero su importancia en cuanto a imagen y actitud era enorme. Pues bien, resultaba fácil fallar el tiro con un personaje así. Al contrario que con Ice Cube, resultaba imposible encontrar un doble en la familia, pero el hasta ahora desconocido Jason Mitchell, que efectivamente no se parece mucho al verdadero Eazy-E, se mete de tal manera en su piel que llega a hacerlo completamente creíble ya desde las secuencias iniciales. Eazy es el primero en aparecer en pantalla y desde el principio queda claro que la caracterización es magnífica. Incluso un momento tan difícil de modular como aquel en que Eazy descubre que se está muriendo de sida (falleció en 1993, poco después de cumplir treinta y un años), resulta tremendamente poderoso gracias al buen hacer de este actor, que transmite a la perfección la desesperación de su personaje. Hace creíble que Eazy-E hubiese reaccionado así. En fin, conociendo las dificultades de encarnar a semejante personaje, es una interpretación de primer nivel. Lo mismo puede decirse de Corey Hawkins, que resulta igual de creíble como Dr. Dre. Vamos que, solamente la representación de los miembros del grupo hace que la película merezca la pena, porque semejante carambola de casting en una película biográfica no se ve a menudo.
En el lado negativo, digamos que los guionistas han cuidado bastante menos el perfil de ciertos personajes secundarios que no son tan secundarios. Es el caso de Jerry Heller, el maánager de N.W.A., que aparece muy estereotipado sobre el papel. Eso sí, el actor Paul Giamatti, a quien vimos por ejemplo en aquella fantástica miniserie histórica llamada John Adams, se las apaña para añadirle algunos matices que desgraciadamente no aparecen en sus diálogos. Como era de esperar, el verdadero Heller no está muy contento con la manera en que se lo retrata en el film, que ha sido producido por Ice Cube y Dr. Dre. Y se nota, porque sobre todo Dr. Dre se nos muestra como una especie de santo varón que no tuvo culpa de nada de lo malo que ocurrió en N.W.A. (no, qué va), cuando el rol que desempeñó en la realidad tiene pinta de haber sido muy diferente. Esto tiene su efecto en el film porque, como digo, el personaje de Jerry Heller es uno de los pocos que, salvo por los loables esfuerzos del actor que lo encarna, parece hecho de cartón piedra. Otros secundarios, como las figuras de algún que otro policía, bordean todavía más la caricatura; es como si quisieran forzar un mensaje que resultaba evidente por sí mismo y que no había que subrayar, a riesgo de caer en lo redundante: que la policía de Los Ángeles no era muy amable con los jóvenes negros de ciertos barrios. Pero bueno, hay otros secundarios, como las representaciones de un hilarante Snoop Dog o de Tupac Shakur, que son casi tan efectivas como las de los propios N.W.A., si bien bastante más breves.
Otro aspecto que queda bien reflejado en la película es lo que N.W.A. supusieron en su momento a nivel mediático y social, porque sus letras reflejaban de una manera muy descarnada la realidad que habían visto, en la que habían crecido, y canciones con títulos tan explícitos como «Fuck The Police» («Que se joda la policía») eran la expresión de un sentimiento bastante generalizado en determinados barrios marginales, como bien pudo comprobarse durante las revueltas que siguieron al brutal apaleamiento de Rodney King por parte de varios policías. Esto resultaba muy chocante para el conjunto de la sociedad estadounidense, por entonces en pleno reaganismo patriotero y poco acostumbrada a que se aireasen sus trapos sucios y sus miserias de manera tan evidente. El llamado gangsta rap contrastaba por su agresividad verbal con la actitud festiva de Run-DMC o la denuncia política de Public Enemy, más intelectual, menos agresiva y más llevadera para los medios y el público blanco. Lo de N.W.A. era distinto. Alcanzaron un súbito estrellato casi sin pasar por los filtros de la industria, con un producto asilvestrado y sin retoques, y golpearon a la América biempensante con mensajes para los que muchos no estaban preparados. En esto, la película no exagera la nota —de hecho fueron aún más escandalosos de lo que se ve en pantalla— lo cual permite que no suene panfletaria, quedando bien representado el hecho de que, aunque únicamente un miembro de los N.W.A. había sido un verdadero delincuente (Eazy-E), los demás también habían visto en primera persona la «mierda hardcore» de la que hablaban sus letras, así como el carácter irónico que muchas veces encerraban. Por ejemplo, vemos en alguna secuencia como Ice Cube —que había escrito la mayor parte de aquellas letras— era un tipo inteligente que pese a su juventud rara vez era pillado en un renuncio por la prensa, y no porque no lo intentasen. Esto sucedió así, pero si la película hubiese insistido más en ello, quizá algunos lo hubiesen encontrado poco creíble. En este sentido, bien conseguido el balance.
En fin, Straight Outta Compton ha sido una auténtica sorpresa que fácilmente podría haber fallado en muchas, muchas cosas, pero que al final muestra virtudes muy sólidas. Sus aciertos son muy superiores en número e importancia a sus defectos, que existen, sí, pero que francamente se hacen perdonar. Me resulta muy fácil imaginar un universo paralelo en el que esta película hubiese sido un decepcionante telefilm, y la verdad, eso me hace valorar mucho más lo que se ha conseguido con ella. Sí, a nivel documental tenemos solamente una de las versiones de la historia y se cuentan algunos detalles de los que resulta fácil sospechar que han sido manipulados, pero esto es tema para otra discusión. Cinematográficamente, el contexto es creíble, los valores de producción son altos y, qué demonios, no hay un minuto en el que no esté pasando algo.
Sé que para muchos lectores N.W.A. quizá no signifiquen gran cosa, pero yo le daría una oportunidad a Straight Outta Compton (la película, y por qué no, ¡también al disco!). Y bueno, no hace falta decirlo: si es usted un fan de N.W.A., va a disfrutar como un niño, porque esto está muy cerca de la película que esperaba ver pero que quizá no confiaba en que llegase a existir. Quizá no es una obra maestra, pero se merece un notable, que no es poco.
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Gracias por este artículo. Escuché NWA con mis colegas con 13-14 años en los 90. Nos vestíamos como ellos cuando salíamos con el skate. Mis primeras camisetas de bandas fueron una de Public Enemy y una de NWA en la que salían los miembros del grupo con escopetas en la mano (!) Todavía puedo cantar bastantes fragmentos de sus canciones. Creo que es una buena peli y —el autor tiene razón— los actores clavan la interpretación de los personajes principales. Y es un poco como los Ramones: mola que gente normal (bueno, marginal) puedan llegar a tanta gente, y tan lejos.
Una película que contribuye aún más a cultificar a los iniciadores del movimiento gangsta, que junto al welfare state, ha destruido a una generación entera de negros estadounidenses.
Por aquellas tierras tienen una palabra para describir al fan típico de este refrito: wigger.
Aaaaaro, culpa del «movimiento gangsta». El crack lo inventó Ice Cube en un laboratorio para después llevarlo él mismo a todos los barrios pobres durante los 80 (supongo que el basuco de Sudamérica también habrá que atribuírselo a él, qué eficiencia la de estos gangstas) y la visiblemente fallida política de la war on drugs, cuyas consecuencias son más que evidentes, la llevó Eazy E cuando estaba en el gobierno. Y Judas Priest hace que los adolescentes se suiciden.
Muy bien escogido tu nick de usuario. Thomas Sowell es uno de los peores Tíos Tom de aquella horrible tierra llamada E$tado$ Unido$ de AmériKKKa.
¿Pero donde la habeis visto??? Si la estrenan en Noviembre
Off Topic: Ice Cube es uno de los peores actores de la historia del cine. No dudo de su olfato para ganar dinero viniendo de un barrio chungo, no, pero como intérprete sólo tiene dos registros:
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A: Malote.
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B: Malote estreñido (boca y ceño fruncido)
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Por lo demás, me gusta el tema y me interesa la época, así que iré a ver la cinta.
Ice Cube podría haber hecho de si mismo porque está igual
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