En el mundo literario de 2024, donde la alta cultura parece enfrentarse a un mundo cada vez más fragmentado por la inmediatez y la sobreexposición de contenido, aparece Un duelo interminable de José Enrique Ruiz Domènec como un referente de ambición intelectual y profundidad analítica. Este libro, descrito por sus lectores como una obra maestra, encapsula la trayectoria del autor y ofrece una reflexión sobre las batallas culturales, la memoria histórica y la lucha por la preservación de la alta cultura en un mundo que parece acelerarse hacia su propia descomposición.
En torno a este libro se ha celebrado la reciente reunión del Círculo Formentor al que tuve el placer de asistir en el Hotel Barceló Torre de Madrid junto a otros editores, escritores y pensadores. El Círculo Formentor reafirma la importancia de la creación literaria y el pensamiento crítico de calidad sin complacencias con el mercado y las falsas lealtades del sector editorial, siendo un espacio imprescindible para la defensa de la literatura como arte mayor, un refugio donde las ideas se encuentran a salvo de la prisa y la superficialidad. Su labor de reunir a las voces más relevantes del pensamiento contemporáneo no solo permite un diálogo fecundo entre generaciones, sino que también reafirma la importancia de preservar los debates intelectuales de calidad consolidándose como un bastión de resistencia frente a la banalización cultural.
Una obra de “larga duración”
La narrativa de Ruiz Domènec comienza con un viaje temporal que abarca desde 1871 hasta 2021, un periodo que el autor llama “el largo siglo XX”. Esta elección no es fortuita. Como lo subrayaron varios participantes del círculo, la estructura del libro es un ejercicio de síntesis excepcional, donde la historia, la filosofía, la literatura, la música y otros campos culturales se entrelazan para ofrecer una visión compleja y multidisciplinaria.
El autor no evita temas controvertidos. El concepto de «duelo» que da título a la obra se desdobla en dos sentidos: el combate y el dolor. Este doble significado encapsula la esencia de las batallas culturales: conflictos entre ideas que también son profundamente personales y colectivos. Uno de los lectores del círculo mencionó que esta obra le recordó a las tensiones intelectuales descritas en la dialéctica negativa de Adorno, donde las contradicciones no necesariamente conducen a una síntesis, sino a una lucha constante que define nuestra historia.
El autor como intelectual total
Uno de los aspectos que más destacaron los participantes del círculo fue la figura del autor como un “intelectual total”. Ruiz Domènec ha sido descrito como un maestro del pensamiento, capaz de moverse entre disciplinas y temáticas con una fluidez impresionante. Desde la historia de las mujeres, en la que fue pionero, hasta la literatura de caballería, su obra refleja una curiosidad insaciable y una ambición intelectual que, según los participantes, es un ejemplo de la cultura europea en su máxima expresión. Durante la discusión, el autor admitió que Un duelo interminable es probablemente el libro donde más se ha desnudado. «Quizá necesitaba desnudarme para que fuera bueno,» comentó Ruiz Domènec, quien comparó este proceso con la lucha contra su propia melancolía natal, una lucha que se refleja en cada página del libro. Además, confesó que esta obra es, en cierto modo, una autobiografía intelectual, un compendio de su vida dedicada al pensamiento y al combate intelectual.
Uno de los elogios más recurrentes durante la sesión fue la capacidad del libro para «acoger» al lector. Un participante lo describió como una obra que combina el respeto por todas las posiciones con un estilo no combativo, lo que permite que el lector se sienta cómodo, incluso cuando se enfrenta a ideas complejas y desafiantes. La narrativa de Ruiz Domènec mantiene una tensión intelectual constante, una «armonía de contrarios» que refleja su búsqueda por integrar perspectivas opuestas. En palabras de un lector, «es un libro espejo» que nos invita a mirarnos en él para reflexionar sobre nuestra relación con el pasado y con los otros.
Las batallas culturales y el pesimismo del presente
Un tema recurrente en la discusión fue la idea de que estamos viviendo un «final de época». Ruiz Domènec, quien ha dedicado su carrera a explorar la historia como un artefacto intelectual, plantea que las batallas culturales son, en esencia, una lucha por preservar el legado de la alta cultura frente a la posverdad, el cinismo y la fragmentación del conocimiento. Uno de los participantes cuestionó si esta obra es un epitafio para la cultura occidental, una interrogante que el autor no eludió. «La clave de la historia es la periodización», respondió Ruiz Domènec, subrayando que su elección de 1871 como punto de partida no es casual. Para él, ese año marca el inicio de una lucha que culmina en nuestro presente, donde las estructuras tradicionales de conocimiento y cultura están siendo desafiadas como nunca antes.
Sin embargo, el autor también rechazó la idea de un pesimismo paralizante. “Toda crisis cultural es también una oportunidad para la regeneración”, afirmó, señalando que el humanismo, a lo largo de los siglos, ha demostrado una capacidad inagotable de reinventarse y responder a los desafíos de su tiempo. Ruiz Domènec recordó que, como en el Renacimiento, cuando el humanismo parecía eclipsarse, siempre hubo un retorno, un redescubrimiento que permitió construir nuevas formas de pensamiento y arte. La clave, insistió, es que las culturas no desaparecen sin dejar huella; se transforman, y en esa transformación residen las semillas de futuros renacimientos. En ese sentido, Un duelo interminable no es un epitafio, sino una invitación a leer la historia con ojos críticos y abiertos, preparados para reconocer las señales de ese renacimiento que, tarde o temprano, volverá a florecer.
La conspiración cultural
Uno de los conceptos más intrigantes que surgió en la discusión fue el de la «conspiración cultural» de la que tanto se ha escrito en la Querella española. Los participantes coincidieron en que el libro es una invitación a formar parte de una red de resistencia intelectual. Frente a un mundo donde las tendencias superficiales y el entretenimiento dominan, Un duelo interminable se erige como un manifiesto para aquellos que creen en el valor intrínseco del conocimiento y la cultura. Esta «conspiración» no es un esfuerzo masivo, sino una labor de círculos pequeños y comprometidos que buscan preservar y difundir la alta cultura. Como lo mencionó uno de los lectores, «si los malos conspiran, que los buenos también lo hagan».
En el Círculo Formentor se subrayó que esta red de resistencia no pretende imponerse de forma estridente, sino influir con sutileza y persistencia, recordando que los grandes cambios culturales no nacen de multitudes, sino de minorías apasionadas y constantes. La clave está en organizarse, reconocerse y actuar con inteligencia, ejerciendo una presión silenciosa pero efectiva sobre los espacios de poder cultural y político. El libro invita a dejar atrás el derrotismo y abrazar la idea de que, incluso en momentos críticos, las ideas y el arte encuentran formas de sobrevivir y regenerarse. Se trata de un gesto obstinado, casi arrogante, de fe en medio del derrumbe, como si aferrarse al valor de las palabras pudiera retrasar —aunque sea por un tiempo— la inevitable erosión de todo lo que importa.
¿Qué hacemos con nuestra historia?
El autor plantea una pregunta esencial: ¿Qué hacemos con nuestra historia? Este interrogante permea toda la obra y fue uno de los puntos más discutidos en el Círculo Formentor. Desde el Imperio Romano hasta el presente, Un duelo interminable nos invita a reflexionar sobre cómo construimos nuestra identidad colectiva a partir de un pasado que siempre está en disputa. Doménec, con una visión que trasciende el simple análisis del pasado y se centra en el uso activo y crítico de la memoria histórica, nos recuerda que cada generación reinterpreta y resignifica los acontecimientos a la luz de sus propios dilemas. Su obra no solo narra, sino que interpela al lector, exigiendo que asuma la responsabilidad de esa memoria, entendiendo que el olvido, voluntario o impuesto, es también una herramienta de poder que define el rumbo de las sociedades.
Por lo tanto, la tesis de autor es que nuestra relación con el pasado es esencialmente dialéctica: una tensión constante entre la memoria y el olvido. En su libro, utiliza el concepto de duelo para describir cómo lidiamos con el pasado: como un conflicto entre lo que queremos preservar y lo que estamos dispuestos a dejar atrás. Desde Nietzsche contra Wagner —una audacia para un observador de nuestra época— al que protagonizan Harari contra Ratzinger el autor nos invita a ver la historia como un escenario donde las grandes batallas culturales nunca terminan, sino que se transforman y renuevan con cada generación.
Un enfoque multidisciplinario
Una de las grandes virtudes de Un duelo interminable es su capacidad para integrar disciplinas y perspectivas diversas. Ruiz Domènec no solo aborda la historia desde una óptica tradicional, sino que también incorpora elementos de la filosofía —el mal es la ignorancia, el bien es la razón—, la música, la literatura y la política. Este enfoque multidisciplinario no solo enriquece el texto, sino que también lo convierte en una obra accesible para lectores de diferentes intereses y formaciones.
El autor también se adentra en temas actuales como el impacto de la tecnología y la aceleración del tiempo. Uno de los participantes destacó la relevancia de estos temas, señalando que «la lectura requiere tiempo y atención, dos recursos que parecen escasear en el mundo contemporáneo.» Ruiz Domènec aborda este desafío con una narrativa que invita al lector a detenerse, reflexionar y, sobre todo, a pensar.
Un libro necesario para nuestro tiempo
Uno de los participantes se refirió al libro como abrumador para continuar diciendo que se trata de «un libro de alta cultura que hay que celebrar. En un tiempo donde proliferan ensayos de personas con poco interés, basados en sus microtraumas, encontrarse con un artefacto de alta cultura es reconfortante. Al leerlo, resuenan los ecos de Fumaroli, Compagnon y Steiner. Este libro afirma, sin titubeos, que la alta cultura existe y debe ser defendida». Para otro de los participantes «el hilo conductor de esa larga duración que recorre el libro es el sapere aude, que tiene cien años más que el texto. Es el “atrévete a pensar” kantiano, y verdaderamente el libro, que se desarrolla dentro de ese impulso de atreverse a pensar, alcanza un final bastante pesimista. Refleja una época en la que resulta más cómodo volver a los orígenes campanianos, dejar que el sacerdote piense por ti o que el médico te ponga la dieta».
En estos tiempos donde las plataformas digitales y las redes sociales, con sus inasibles algoritmos, dictan el ritmo y la textura de nuestras vidas, Un duelo interminable emerge como un acto de desafío contra la estupidez colectiva. No es solo un libro sobre nuestro pasado ilustrado, es una barricada levantada con palabras, una resistencia testaruda al empobrecimiento intelectual que nos rodea. Domènec no ofrece consuelo, ofrece una advertencia: si no aprendemos a leer con atención, a pensar con rigor, nos hundiremos aún más rápido en este lodazal de banalidad. Este libro no es solo una guía, es una llamada a las armas para quienes todavía creen que hay algo más allá del griterío incesante del presente y, como el propio autor recuerda, «el humanismo siempre vuelve, el humanismo supera incluso la muerte».