Viene de «Peter Tosh: la voz humeante del Wailer más rebelde (1)»
Peter Tosh, Bunny Wailer y Bob Marley empezaron cantando en calles, mercados y plazas. Una de esas tardes, Peter se quedó hipnotizado por los dedos de un hombre que tocaba sentado en una vereda para ganarse unas monedas. Cuenta la leyenda que, tras observarlo por largos minutos, quizás horas, un jovenzuelo Tosh le pediría su guitarra y la tocaría con la destreza de los elegidos. El músico callejero le preguntó, asombrado, dónde había aprendido a tocar de ese modo. «Tú me enseñaste», le dijo el joven, que desde entonces dedicaría su espíritu indómito a dominar arpegios y armonías. Un amigo de Trenchtown, el barrio pobre y peligroso que algunos despistados amantes del reggae imaginan paradisiaco, Joe Higgs, ya un reconocido cantante, puso la guitarra en manos de Bob, pero fue Tosh quien le enseñó a mejorar sus habilidades, gracias a su talento natural. «Joe Higgs fue un hermano entre los Wailers durante años. Nos dio ánimos, nos inspiró y nos mantuvo unidos», diría Peter en 1976. Hasta el encuentro de estos cuatro músicos, los sonidos que ellos reinterpretarían eran considerados música propia del gueto que difícilmente saldría de allí.
«La música es una cuestión de lucha. No es bueno que se sepa que eres de Trenchtown —dijo alguna vez Higgs—. El reggae es una confrontación de sonidos. El reggae tiene que tener ese sonido vibrante básico que se escucha en el gueto. Es como tocar el drum & bass muy fuerte. Esos son los sonidos básicos. Un reggae clásico debería ser aceptado en cualquier parte del mundo». Pronto, así sería.
En poco tiempo, los Wailin’ Wailers grabaron en Studio One con el productor Coxsone Dodd, a quien conocieron gracias al percusionista rasta Alvin ‘Seeco’ Patterson. A pesar del éxito del ska «Sinner Man» y otros hits —como una versión arcaica de «One Love»—, a fines de 1965 tres integrantes —Junior Braithwaite y las coristas Beverley Kelso y Cherry Smith— abandonaron el grupo. Fue entonces que Bob partió a Delaware en los Estados Unidos, para acompañar a su madre, Cedella, y trabajar en una fábrica. Además, se casó con su novia, Rita. Por esos años, Bunny estuvo preso casi un año por tenencia y consumo de marihuana. En alguna época, los tres, Peter, Bunny y Bob, vivieron y ensayaron juntos en el 17 de Second Street en Trenchtown, a pocos pasos del mar Caribe. Fieles a ese pacto, esperaron el regreso de Marley y la liberación de Livingstone para retomar el rumbo.
En 1967 se encontrarían nuevamente. Ese año, Peter sería padre de su primogénito, el hoy también cantante Andrew Tosh, junto a Shirley Livingstone, hermana de Bunny. En 1968 se vivirían violentas revueltas en las calles de Kingston, después de que el gobierno jamaiquino le denegara el permiso de retorno al país al activista anticolonialista guyanés Walter Rodney, entonces catedrático de la University of the West Indies de dicho país. El 15 de octubre lo declararon persona non grata. Peter Tosh fue parte de las manifestaciones. El 18 nació Ziggy, el primer hijo de Bob y Rita. Los llamados disturbios de Rodney se extendieron por varios días y causaron millones de dólares en pérdidas. Sería solo un leve anuncio para la violencia política que azotaría Jamaica en la siguiente década.
En la segunda etapa de la banda podríamos incluir grabaciones como Soul Rebels (1970) o Soul Revolution (1971), producidos por Lee Perry. Tras el éxito alcanzado por esta nueva etapa del grupo, el productor Leslie Kong, uno de los más destacados de entonces, decidió lanzar una recopilación de lo mejor de esos años. Disgustado, Bunny le exigió que no lo haga. Incluso, cuenta una leyenda que le echó una maldición —que no una amenaza— a Kong: si seguía adelante con el disco, algo grave le sucedería. Kong, a pesar de todo, lanzó el compilado Best of Wailers. Poco después, en agosto de 1971 y con apenas treinta y siete años, murió de un infarto fulminante.
Es con Catch a Fire y Burnin’ —lanzados, respectivamente, en abril y octubre de 1973— los primeros álbumes producidos para Island Records, que The Wailers alcanzan la internacionalización y la difusión masiva de su mensaje militante y de conciencia social. Pero una extraña mezcla de ortodoxia religiosa y egos insatisfechos producen la escisión del grupo. En la segunda mitad de su primera gira norteamericana, en 1973, Bunny se negó a continuar: su fe rastafari entraba en conflicto con la vida desordenada de las giras. Regresó a Jamaica y los Wailers tuvieron que reclutar momentáneamente a su amigo Joe Higgs. Poco después, Peter Tosh también dejaría la banda, cansado de que la disquera haya intentado convertirlo en corista de su amigo Bob. Ahí donde estuvieron las voces de los compadres de Trenchtown, estarían desde ahora las I-Threes: Rita Marley, Judy Mowatt y Marcia Griffiths. El grupo no se llamaría más The Wailers, sino Bob Marley & The Wailers.
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Tras abandonar la banda, Peter preparó a conciencia el que sería su primer álbum. Sin embargo, en pleno proceso, una noche de noviembre de 1975 tuvo un grave accidente automovilístico junto a su novia, considerada el amor de su vida. Ella permaneció en coma tres meses, y finalmente falleció. Él sufrió graves fracturas craneales. Según diversos testimonios, una combinación de ambas cosas cambió su carácter para siempre. Si para algunos ya era una persona difícil de tratar, a pesar de su consabida generosidad, ahora sería más rudo. Literalmente, les haría honor a apelativos como «The Thoughest», o «Stepping Razor», que eran también dos de sus temas más recordados. «I’m not in this world/ To live up to your expectations/ Neither are you here to live up to mine» («No estoy en este mundo/ para estar a la altura de tus expectativas/ ni tú estás aquí para estar a la altura de las mías») cantó en la innegablemente autobiográfica «I Am that I Am» («Yo soy el que soy») de 1977.
Entonces, la nave Tosh despegó fuera de The Wailers y busco consolidar su imagen más allá de Jamaica, no solo desde sus letras combativas, en las que criticaba la violencia, la mentira, la injusticia, las violaciones de los derechos humanos o al despiadado sistema capitalista, o a través de la estupenda música que producía junto a su banda Word, Sound & Power, sino también en las portadas de sus discos. Así, podemos ver a Peter sentado en una plantación de marihuana aspirando una humeante chalice (pipa tradicional jamaiquina) (Legalize It, 1976), o como una estampita postal repetida varias veces, con lentes oscuros y boina militar, una suerte de Che Guevara poeta del mundo afrodescendiente (Equal Rights, 1977). También podemos verlo surgiendo del corazón del África profunda (Mama Africa, 1983); convertido en alquimista de ceniza y lava ardiente (Bush Doctor, 1978); ironizando sobre su tirante relación con la policía, mostrándose como uno de los más buscados (Wanted Dread and Alive, 1981); aparentando un rezo bajo sus trenzas rastas (Mystic Man, 1979) o formando parte del hongo de una explosión nuclear (No Nuclear War, 1987) en su último trabajo discográfico.
Así transcurrieron los casi doce años de una carrera solista en la que llegó a grabar con los Rolling Stones —Keith Richards tocó la guitarra en el disco Bush Doctor y Jagger cantó con Peter «(You Gotta Walk) Don´t Look Back», logrando un dueto fantástico—, hacer giras por Europa o cantar en África. Se negó a hacerlo en Israel, porque siempre defendió la causa palestina. Por eso a veces aparecía en el escenario con una kufiya, en lugar de sus queridas boinas o el tradicional tam rasta. De hecho, hoy sería un radical opositor al genocidio en Gaza. Tampoco quiso siquiera pisar Sudáfrica, pues fue tenaz antagonista del Apartheid en tiempos en los que aún la escena musical no hablaba del tema y Nelson Mandela seguía preso por combatir ese sistema de discriminación institucionalizado. En julio del 78 se reencontró con Bob Marley en un escenario en California para cantar «Get Up Stand Up» —una célebre foto de Michael Putland reúne ese día a Peter, Bob y Mick Jagger— y poco después se convirtió en el primer intérprete de reggae en presentarse en el Festival de Jazz de Montreaux, en Suiza. «I am a man of the past/ I am living in the present and I am walking in the future/ I am just a mystic man…» («Soy un hombre del pasado/ estoy viviendo el presente y camino en el futuro/ soy solo un hombre místico»), cantó Tosh en «Mystic Man», casi al inicio de una década que no pudo terminar.
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Todo cambió alrededor de las 8 de la noche del viernes 11 de setiembre de 1987, en su casa de Plymouth Avenue, en un barrio acomodado de Kingston. Trenchtown, sin embargo, no se sentiría muy lejos, después de que Dennis ‘Leppo’ Lobban, un tipo al que Tosh había ayudado muchas veces, ingresara a su casa junto a otros hombres armados, exigiéndole dinero al artista, que estaba reunido con su esposa y unos amigos. Tras interminables minutos en los que los ladrones amedrentaron a los presentes y revolvieron toda la residencia en busca del botín, Tosh prometió tenerles una buena cantidad de dólares jamaiquinos para el día siguiente. Entonces, antes de que ninguna de las víctimas pudiera reaccionar, una lluvia de balas atravesó paredes, techos y cuerpos. Instantes después, los tres delincuentes abandonaron la casa a toda velocidad. Su mujer, Marlene Brown, y dos amigos, el baterista Carlos ‘Santa’ Davis y Michael Robinson, yacían inconscientes, incluso alguno con heridas de bala en la cabeza. Dos amigos de Tosh, el DJ Jeff ‘Free-I’ Dixon y el herbolario Wilton ‘Doc’ Brown estaban muertos. El joven autodidacta de la guitarra, el guerrillero de la canción, el rebelde de Trenchtown, fundador de The Wailers, amigo de Bob Marley y autor de Legalize It, el «Bush Doctor» que se enfrentaba al mundo con su música, tampoco abriría los ojos nunca más. Dos tiros disparados en su cabeza acabaron con él. Su mensaje, para bien o para mal, sigue tan vigente como la última vez que cantó.
Es necesario mencionar que no fue el único artista de reggae que padeció una muerte violenta, producto de la despiadada criminalidad de la Jamaica de esos años —que, lamentablemente, es origen de la actual: solo el 2022 hubo mil cuatrocientos noventa y ocho asesinatos—. De hecho, si colocan en Google «La capital mundial del crimen», uno de los primeros resultados es Kingston.
Jacob Miller, entonces vocalista de Inner Circle, murió en un accidente automovilístico en 1980. El productor King Tubby fue asesinado a tiros afuera de su casa, en 1989. Junior Braithwaite, vocalista en algunos temas de los seminales Wailing Wailers, murió de similar modo en 1999. El mismo Bob Marley sufrió un atentado que casi le cuesta la vida a él o a su esposa Rita, también cantante, en 1976. Poco antes que Tosh, en abril de 1987, fue asesinado el exbaterista de The Wailers, Carlton Barret. En 1993, la víctima fue el DJ y cantante de dancehall Pan Head. En junio de 1999, el productor Henry Lawes. El 2005, el bailarín y coreógrafo Gerald ‘Bogle’ Levy. Todos los crímenes, como el de Tosh, ocurrieron en circunstancias oscuras.
Por cierto, a pesar de que Dennis ‘Leppo’ Lobban purga cadena perpetua, nunca se encontró a sus cómplices ni se supo la verdadera razón del asesinato, pues él insiste en proclamar su inocencia hasta hoy. Una versión decía que Lobban fue preso por tener un arma que era de Tosh, para que él pudiera ir a la gira del Mama Africa. El resentimiento habría surgido porque Tosh no se hizo cargo como Lobban esperaba. Probablemente, nunca se sepa si realmente lo mataron por eso, o por dinero, o si fue el propio sistema, Babilonia, protegiéndose a sí misma del profeta que osaba criticarla furiosamente y sin tregua.
«Because of the words I say/ Dem say di bwoy shoot I head/ Because of the truth I say/ Babylon wish me fi dead» (Por las palabras que digo/ dicen que el chico me dispara a la cabeza/ Por la verdad que digo/ Babilonia desea mi muerte), cantó en «Peace Treaty». Amarga profecía para un hombre que solo quería seguir cantando.
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«Siempre pensé que Tosh era relevante no solo por ser un buen músico, sino creo más importante porque su ira tenía integridad y enojo por la injusticia. Creo que no importa cuán famoso se volvió, cuánto haya ganado, ardía con él esta indignación sobre lo que estaba mal», dijo Michael Manley tras su muerte. Edward Seaga, el otro poderoso político presente en aquella primera fila del One Love Peace Concert, también lo recordó: «Peter Tosh fue uno de los gigantes musicales de los últimos veinte años (…) Fue un excepcional artista. Cuando Marley murió, Tosh heredó su corona como rey del reggae, lo que fue ampliamente proclamado a través del mundo».
Es más que curioso que se refieran a él de este modo dos políticos que, cuando fueron primeros ministros de Jamaica, Tosh los llamara —no tan irónicamente— «Crime Minister» (Ministro del Crimen). Nunca pudo probarse que alguno de ellos estuviera detrás de la paliza recibida por Tosh tiempo después del concierto o del crimen cometido por Lobban, pero la sombra de la duda siempre rodeó sus nombres.
Por eso, quizás sea mejor recordar a Winston Hubert McIntosh a través de las palabras de su amigo Jimmy Cliff, una de las últimas leyendas vivas del reggae: «Él creía en cada palabra que cantaba. No era una de esas personas que solo maquillan algunas. Él creía en todo lo que hacía. Su música fue más del lado militante, fue un cantante de protesta. Peter creía que el sistema estaba absolutamente corrupto y peleó contra esto. Pero debajo de todo eso, fue una persona cálida, gentil y amable».
Un metro noventa y tres. Dreadlocks. Keikogi de karate. O thawb palestino. Lentes oscuros. Un monociclo que gira y rueda y gira y rueda. De su boca sigue saliendo el mensaje político más poderoso de la historia del reggae. Ante multitudes. En una sala. A través de audífonos. Mientras un porro incombustible sigue humeando en la eternidad de sus canciones.
Cuando veo el ancho océano azul, veo la verdad; cuando levanto la vista al cielo, al inmenso e insondable cielo, veo la verdad. Cuando lleno mis pulmones de aire puro, siento la verdad. Solo la verdad puede hacer a un hombre libre. Solo la verdad puede hacer a un hombre vivir.
(Peter Tosh)