Si están aquí, queridos insensatos, es porque la vida les ha traído hasta el rincón de la historia donde reside el arte que nació para negar todo arte. En 1916, en una taberna suiza que seguramente olía a absenta y desesperación, el Cabaret Voltaire vio nacer al Dadá. No fue un movimiento, no fue una escuela; fue una bofetada. Una reunión de espíritus extraviados, como sólo puede convocar el estruendo de una guerra mundial, decidió que la lógica, la razón y las normas eran la causa de tanto desastre. Y se rindieron al absurdo, a la provocación, a la belleza que emerge del caos. Desde entonces, la palabra «vanguardia» arrastra un eco de ruptura, de insubordinación, de un impulso suicida por inventar un mundo nuevo en medio de las ruinas del viejo. Qué afortunados ustedes, que no están en 1916 pero que quizás, esta noche, quieran brindar por lo absurdo, como aquellos locos gloriosos.
Si las vanguardias pudieran hablar, lo harían con una voz entre lo profético y lo insolente, entre lo visionario y lo perturbador. Siempre han sido así: un golpe contra la inercia del tiempo. Enfrentarse a algo que se llama «vanguardia» no es tarea fácil: ¿de qué manera podemos, en este preciso momento de la historia, romper con lo que ya ha sido, con lo que se nos ha impuesto como inevitable? Y cada vez, la respuesta llega del mismo lugar: de quienes se atreven.
Este es el espíritu que anima la edición especial de Jot Down #49 dedicada a las vanguardias. Y es precisamente lo que hace que, en este fin de año, merezca ser el regalo que descansa bajo el árbol, en el centro de la celebración navideña. Porque en cada una de sus páginas se encuentra un manifiesto implícito: no dejarnos engullir por la comodidad de lo conocido, sino aventurarnos a pensar, a crear, a experimentar.
Jot Down #49 no es solo una revista. Es un encuentro con el espíritu de quienes entendieron que la vida y el arte no están hechos para la resignación. En sus textos, se exploran las vanguardias en todas sus formas: como ruptura, como provocación, como riesgo. Lo hace a través de entrevistas con figuras que han dedicado sus vidas a explorar los límites de lo posible, como Jordi Costa o Marie Darrieussecq. Y lo hace también con artículos que desentrañan los movimientos más audaces del pasado y su impacto en el presente. Aquí está lo esencial: en un tiempo como el nuestro, dominado por la saturación y la prisa, detenernos a contemplar lo que significa romper con la norma es un acto revolucionario. Comprar esta revista es apostar por la reflexión, por la mirada inquisitiva, por esa chispa que hace que el mundo cambie aunque sea imperceptiblemente.
La portada en esta ocasión es del gran ilustrador Pablo Amargo. Con una ilustración que juega con las líneas simples y la composición geométrica, Amargo nos invita a reflexionar sobre los límites entre el espacio físico y el mental. La figura, que parece atravesar marcos imaginarios, sugiere una exploración constante, un cruce de fronteras que resuena con el espíritu crítico y creativo de esta edición. Es un homenaje visual a la curiosidad, la innovación y la profundidad que caracterizan a Jot Down.
Jot Down #49 también es un recordatorio de que las vanguardias no son solo una cuestión de arte o literatura. Están en la música, en la filosofía, en la tecnología. Están, incluso, en la manera en que nos relacionamos unos con otros. Piense en el Dadá y su rechazo a la racionalidad desmedida, o en el impacto transformador de Virginia Woolf, cuyas olas literarias todavía nos alcanzan. Todo esto y más está en estas páginas. Durante años, las vanguardias han sido objeto de fascinación y, a veces, de frustración. Nos hacen sentir esa pulsación de querer romper con el pasado, de querer encontrar algo nuevo. Pero también nos hacen entender que no hay nada más difícil que la originalidad. Las vanguardias nos enseñan que la originalidad no es una meta, sino un proceso: el acto constante de mirar el mundo desde ángulos que nunca antes habían sido contemplados.
Por eso esta edición de Jot Down es tan importante. Porque no se limita a celebrarlas; las cuestiona, las analiza, las pone en contexto. En «El artificio de la inteligencia», Irene Mozo nos recuerda que incluso en la era de la inteligencia artificial, el desafío de la creación sigue siendo profundamente humano. En «Arthur Cravan: la vida es la obra», Aloma Rodríguez nos lleva a los extremos de la vida misma como expresión artística. Y en «Friedrich Nietzsche: el pórtico de la vanguardia filosófica», Diego García Paz conecta al pensador con las revoluciones del pensamiento contemporáneo.
Esta Navidad, mientras las calles se llenan de luces y los villancicos invaden cada rincón, puede que sea un buen momento para recordar que no todo tiene que ser previsible. Que la magia también está en lo inesperado. Jot Down #49 es eso: un regalo inesperado, una provocación, una invitación a pensar de manera diferente. ¿Quién debería recibir este regalo? Cualquier persona que haya sentido alguna vez que el mundo puede ser algo más de lo que ya es. Cualquiera que haya mirado una pintura, leído un libro o escuchado una canción y se haya preguntado: ¿qué más hay? Esta revista es para los inconformistas, los curiosos, los que no temen a lo nuevo.
Las vanguardias nos recuerdan que no estamos aquí solo para aceptar lo que nos ha sido dado. Estamos aquí para transformar, para cuestionar, para imaginar. Y esta revista es una puerta abierta a todo eso.
Adquiérala. Regálela. Deje que este fin de año sea también el comienzo de algo nuevo.