Cartagena, monte sin leña, mar sin pescado. Así empezaba una tonadilla que escuché muchas veces en mi niñez, una tonadilla melancólica cuya melancolía quedaba arrasada por los versos que seguían, versos soeces y descarnados de los que no quiero acordarme. Era una tonadilla sucia y pesimista que condenaba de antemano a mi tierra a la miseria. Monte sin leña, mar sin pescado. En otras partes del mundo, en la fabulosa Escandinavia de la que, cada verano, nos llegaban al mar menor, rubias turistas decididas a tostarse bajo el sol mediterráneo, allí si había de todo.
Aquella percepción infantil, no estaba del todo desencaminada. En términos energéticos, no sólo Cartagena, sino España, en su conjunto, es un erial. Monte sin carbón y sin gas natural, mar sin petróleo, escasos recursos hidrológicos. Nuestro déficit energético es uno de los más altos de Europa, importamos del orden del 75% de la energía que consumimos. Nada que ver con Suecia y Noruega, dos países con enormes recursos energéticos.
La tabla 1 nos permite ponerle números a ese monte sin leña hispano, comparándolo con el vergel energético nórdico. Muestra, en tanto por ciento, la contribución de cada fuente energética primaria al mix eléctrico en España, Suecia y Noruega. Listamos seis fuentes de energía primaria. Hidroeléctrica, combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural), nuclear, eólica, solar y biomasa.
Tabla 1: Contribución de las energías primarias al mix eléctrico.
Fuente Primaria | España | Suecia | Noruega |
Fósil | 32,2 | 1 | 1,4 |
Eólica | 22,1 | 17,2 | 6,6 |
Nuclear | 22,0 | 29,5 | 0 |
Hidro | 13,1 | 44,7 | 92 |
Solar | 8,0 | 0,7 | 0 |
Biomasa | 2,5 | 6,9 | 0 |
Vale la pena revisar las filas una a una. Para empezar la contribución de los combustibles fósiles a la producción de electricidad en los países nórdicos es esencialmente despreciable, mientras que en España suma un tercio del total, fundamentalmente en la forma de gas natural, que necesitamos importar de otros países, como Argelia o Estados Unidos. No deja de ser interesante, además, que el “pescado fósil” del Mar del Norte, supone la mitad de la producción petrolífera de Europa. Un interesante detalle a tomar en cuenta es que tanto Noruega como Suecia pueden presumir de un mix eléctrico que ha eliminado los combustibles fósiles… Eso sí, mientras exportan su petróleo al resto del mundo.
La siguiente fila que vale la pena analizar se corresponde a la producción hidroeléctrica. En España no estamos del todo mal (13,1% de contribución al mix), pero nada que ver con la abundancia nórdica (44,7 % en Suecia y un espectacular 92 % en Noruega). Los recursos hidroeléctricos, no lo olvidemos, son una lotería similar a la del carbón o el gas natural. Se pueden construir presas, pero para eso se tienen que dar las condiciones apropiadas.
Examinemos la controvertida energía nuclear. Es España contribuye al mix de manera notable (22 %) a pesar de nuestro endémico rechazo a esa fuente. Los suecos le sacan algo más al átomo (casi 30 %). Los noruegos no tienen centrales nucleares ni falta que les hace, dada su abundancia hidroeléctrica.
En energía eólica, con algo más de 22 % estamos mejor que ellos y lo mismo ocurre con la energía solar. No debería extrañarnos. En nuestra vieja piel de toro, sobra suelo y sobra sol, que podemos y debemos emplear para algo más que tostar turistas. En cuanto a los molinos de viento, esos gigantes quijotescos, las últimas décadas nos han convertido en un país pionero a la hora de aprovechar un recurso que no escasea en el país.
¿Y la biomasa? Los noruegos, ya se sabe, ni se molestan. No así los suecos, que extraen casi el 7 % de su electricidad de ese recurso renovable. En cuanto a España, nuestro modesto 2,5 % está a medio camino entre Noruega y Suecia.
En resumen. España, un país con pocos recursos energéticos naturales y por tanto con una dependencia energética enorme, necesita, desesperadamente, encontrar alternativas, no sólo en términos de reducir emisiones de gas de efecto invernadero, sino también por consideraciones elementales de seguridad energética. No es buena idea, por poner un ejemplo, que un rifirrafe con Argelia nos pueda dar un disgusto con el gas natural. Como quizás tampoco fue una idea brillante por parte de Alemania el clausurar sus centrales nucleares después de Fukujima, entrampándose a cambio con el gas ruso, con las nefastas consecuencias que todos conocemos.
El caso es que no puede decirse que no hayamos hecho los deberes. Solar, más eólica más hidro, aportan más del 40 % del mix y nuestras denostadas nucleares añaden otro 20 %. Por tanto, más de 60 % de la producción de electricidad en España no sólo no es de origen fósil, sino que aporta independencia energética[1].
¿Cómo podemos seguir avanzando en el doble objetivo de aumentar nuestra independencia energética y reducir el consumo fósil? Podríamos construir más nucleares, pero no parece que la sociedad española esté por la labor. Podemos aumentar la contribución eólica y solar y sin duda lo haremos. Pero también podemos tomar ejemplo de los suecos y aprovechar más la biomasa. Y la razón por la que podemos hacerlo es que la canción de mi niñez mentía, en Cartagena, en Murcia, en Valencia o en Euskadi sobran montes con leña y granjas ganaderas y campos de cultivo. Y no sólo eso, también hay pueblos y ciudades llenos de gente que consume alimentos y produce enormes cantidades de residuos orgánicos. Y toda esa leña seca de montes y bosques, todos los residuos vegetales de los campos de cultivo, todos los desperdicios orgánicos producidos en las granjas animales y en las casas de todo el mundo, pueden aprovecharse para producir energía. La propuesta no puede ser más atractiva y a la vez más elemental. Dicho en plata, hay mucho que ganar reciclando los deshechos naturales y nuestra propia basura.
Muchas décadas antes de que la noción de la economía circular se pusiera de moda, Frank Herbert imagino un planeta-desierto, Dune, (también hoy de moda gracias a Hollywood) en el que las condiciones extremas obligaban a sus habitantes a reciclar su propia orina y a extraer cada gota de fluido de los cadáveres. Menos extremo, pero quizás más realista, los pioneros del planeta Anarres (Úrsula K. Le Guin en los desposeídos) desarrollan por pura necesidad una economía circular basada en la cooperación, la solidaridad y la austeridad. En nuestras opulentas sociedades europeas, la palabra austeridad se utiliza como comodín en el que nadie cree del todo (nadie discute que hay que gastar menos, pero quién le pone el cascabel al gato) y mejor no entra en cuestiones como solidaridad o cooperación. Pero, aun así, reciclar sigue siendo posible a todas las escalas, desde la familiar a la industrial.
La biomasa puede utilizarse de muchas maneras. La más obvia, es, simplemente, quemarla. Pero hay alternativas mejores y la mejor de todas es someter todos esos residuos orgánicos a un proceso del que, finalmente, se extrae metano (o biometano, para indicar que su origen es biológico).
El biometano es una fuente excelente de energía por la misma razón que el gas natural (que no es otra cosa que metano) lo es. En particular, en España, existe una sofisticada infraestructura gasística, para aprovechar este recurso, que, repito, es casi totalmente importado. El metano permite generar electricidad en plantas de ciclo combinado, muy rápidas y eficientes, que, además, son imprescindibles para apoyar la abundante energía eólica implantada en España (acelerando la producción cuando falta viento y disminuyéndola cuando sobra). Es también ideal para uso doméstico (cocina, calefacción) y esencial en procesos cruciales como la producción de amoníaco, una pieza clave en los fertilizantes. Sin embargo, a diferencia del gas natural, el biometano es neutro en CO2, ya que la materia orgánica que lo produce ha capturado previamente el CO2 que su combustión libera. Así que el uso del biometano elimina directamente los dos grandes problemas del gas natural (contribución al efecto invernadero y necesidad de importarlo) sin renunciar a ninguna de sus ventajas.
Como buen cartagenero, soy escéptico. La gente de mi tierra, vengan de Cartagena, Caravaca o Águilas, desconfía de los vendedores de crecepelo y de los bálsamos de Fierabrás y se tienen muy sabido que nadie vende duros a cuatro pesetas (los americanos dicen, “no free lunch”, pero en mi tierra la gente invita a sus amigos a almorzar sin pedirles nada a cambio, quizás porque la región de Murcia tiene algo de planeta Anarres y todavía no ha olvidado la solidaridad y la amistad generosa como formas de vida). Como buen escéptico, si alguien me asegura que ha dado con la fuente ideal de energía, me lo tomo con un grano de sal y estoy seguro que lo mismo hará el astuto lector. Y hace, hacemos bien. El problema con el biometano es que no es tan fácil de producir como el gas natural. En el segundo caso, lo único que hay que hacer (si estamos entre los países a los que les ha tocado la lotería energética) es un agujero en el suelo. En el primero, es necesario construir sofisticadas plantas que, en primer lugar, descompongan los residuos en ausencia de luz y oxígeno, un proceso que se conoce como “digestión anaeróbica” y a mí siempre me ha sugerido a una enorme bestia que se alimenta de basura, defeca fertilizantes y emite flatulencias de biogás (ver figura 1). Para producir biometano, es necesario purificar este biogás. Se trata de procesos industriales bien entendidos y razonablemente eficientes, pero, aun así, por supuesto, no salen gratis. Pero es que la producción de energía no es gratis, excepto para los suecos, los noruegos, los saudíes, todos esos habitantes de ese otro planeta que imaginó la Le Guin, Urras, done sobra de todo. Los que vivimos en Anarres, tenemos que compensar la cicatería de la naturaleza con tecnología, ingenio y realismo. Nadie da duros a cuatro pesetas, los generadores eólicos tienen un impacto en el paisaje y el ecosistema, los parques solares requieren enorme espacio e introducen sus propias dependencias (China domina el mercado de las células fotovoltaicas), las nucleares nos caen fatal y el biometano requiere rascarnos los bolsillos para fabricar plantas de reciclaje.
Con todo, el potencial de este gas natural reciclado es inmenso[2] . Europa, después de los puntapiés recientes de la madre Rusia, parece haber aprendido una lección al respecto y uno de los objetivos fundamentales del plan REPower EU es eliminar la dependencia del gas ruso. En España no tenemos esa dependencia, pero sí otras similares (en concreto la dependencia del gas argelino). REPower pretende aumentar la producción de biometano en Europa hasta unos estupendos 35,000 millones de metros cúbicos en 2030, de los que, al menos 4,000 millones podrían producirse en España.
Pero para desarrollar ese potencial hay que espabilar. La figura 2 lo deja bastante claro, en lo que se refiere a las plantas de producción de biometano, somos casi los últimos de la fila. Y no tiene por qué ser así, no tiene por qué seguir siendo así. El “boom” español en eólica y solar se produjo en un par de décadas, a partir de la voluntad política de desarrollarlas y el apoyo social a las energías renovables. El caso del biometano no es diferente. De hecho, como la figura 3 deja muy claro, España podría situarse a la cabeza en la producción de este gas renovable, si se aplican criterios similares a los que se aplicaron para desarrollar la energía eólica y solar.
¿Qué criterios son esos? Hay toda una batería de acciones posibles, que van desde subvenciones directas hasta incentivos fiscales. El potencial está ahí y para aprovecharlo solo se precisa la voluntad política y la concienciación ciudadana.
Ojalá, en un futuro no lejano, los murcianos y todos los españoles podamos cambiar aquella tonadilla derrotista sobre Cartagena, por otra diferente, que hable de la España del sol, los molinos como gigantes y el gas biológico que hemos aprendido a reciclar de nuestros propios residuos, como modernos Fremen de un nuevo Anarres[3].
Notas
[1] Aunque no somos productores del uranio enriquecido que se precisa para operar las nucleares, ese recurso no escaso ni está concentrado en pocos países, de ahí que no se considere un problema, como bien saben los franceses, con tan poco uranio como nosotros y más de un 70% de electricidad de origen nuclear.
[2] Ver por ejemplo: https://estudio-biometano.sedigas.es/wp-content/uploads/2023/03/sedigas-report-potential-biomethane-2023.pdf
[3] Tampoco nos haría daño incluir la fisión atómica en la tonadilla… Peor esa es otra canción.