Cine y TV

‘V, invasión extraterrestre’: qué verdes eran mis lagartos

V, invasión extraterrestre. Imagen NBC.
V, invasión extraterrestre. Imagen: NBC.

Llegó precedida por la madre de todas las campañas publicitarias. Era lo nunca visto, un llamativo despliegue de medios para una historia de ciencia ficción épica, grandiosa; era la miniserie que iba a sacudirnos en nuestros sofás. Si tenías un televisor en casa, tenías que ver eso. Ahora quizá no nos parezca para tanto, pero cosechó un enorme éxito. La miniserie original, de dos largos episodios, supuso todo un acontecimiento que la gente comentaba en el trabajo o en el bar, como si fuese un partido de fútbol, rememorando con entusiasmo las secuencias más llamativas. Se vendieron juguetes y colecciones de cromos. Las revistas regalaban pósteres y pegatinas. El faccioso símbolo de los invasores aparecía en carpetas, libretas, gorras, camisetas y bolsas de deporte. Incluso se llegaron a comercializar réplicas de los uniformes. La «V» pintada con espray rojo sangre —símbolo de la resistencia frente a la invasión y hallazgo mercadotécnico digno de un Nobel— era el epítome de lo molón. ¿De verdad causó tanto impacto un programa de marcianos que vista hoy parece una estupidez propia de franja de sobremesa dominical? ¡Sí! Piensen que en 1983 apenas se veían aquellas cosas por televisión y uno tenía que pagar la entrada de cine para recibir la conveniente dosis de alienígenas malvados y rayos láser. Así que, ¿tener el espectáculo en casa? ¡Eso no tenía precio! 

V es uno de los paradigmas de serie ochentera y también un gran ejemplo de cómo construir un perfecto entretenimiento para toda la familia. Es verdad que tiene bastantes facetas mejorables. Es verdad que sus continuaciones fueron a peor y en su tercera temporada la calidad empezó a decaer a ritmo de batiscafo. Pero no se engañen, lectores jóvenes: en 1983 esto era sinónimo de Espectáculo Televisivo Total. Incluso entonces los espectadores eran bien conscientes de algunos de los puntos débiles del guion, pero V era un programa capaz de focalizar el interés de adultos y niños por igual. ¿Cómo resistirse a una invasión extraterrestre en la que, además de naves y reptiles, había metáforas políticas nivel bachillerato, diseño prêt-à-porter y lagartas con pinta de pornstar? ¡Aquellos uniformes anaranjados! ¡Aquella estética pseudohitleriana! ¡Aquella morenaza tragando ratas! 

La serie mezclaba hábilmente ciencia ficción, acción y drama en un guion lo bastante accesible como para que pudieran entenderlo hasta los pequeños de la casa —de ahí que hoy nos parezca un poco tonta— pero añadiendo no solamente dosis de culebrón enfocado a los adultos, sino también un filo sexual bastante atrevido para un programa familiar de 1983, con alguna que otra extraterrestre en lencería, Faye Grant enfundada en un mono color carne que se ajustaba al milímetro o con aquella sexi líder alienígena, Diana, que convirtió a la actriz Jane Badler en una estrella de fulgor breve pero intenso (entonces no había Twitter, ni siquiera internet, pero la capacidad de Diana para convertirse en trending topic durante aquel lejano año 83 es algo verdaderamente digno de estudio). El resto del reparto era efectivo y con personajes también carismáticos, desde el intrépido reportero Mike Donovan al chuleras cien por cien siglo XX, Ham Tyler. Así que, pese a todos sus defectos, V era endiabladamente entretenida.

¿El problema? Que llevaba dentro de sí la semilla de su propia debacle, por ejemplo con absurdos amoríos entre seres humanos y lagartos (¡puag!), amén de otros desvaríos de guion que quizá podían ser obviados al principio, pero que cuando alargaron el invento se tornaron más aberrantes.

V murió víctima de su propio éxito, pero el imborrable recuerdo de su impacto cultural y de su aparataje visual en plan Zara-CCCP acompañará a toda una generación. Recuerden que en 2010 se rodó un remake en plan moderno, pero ya no era lo mismo. Ya no pillaba al mundo de sorpresa. Para entonces habíamos visto muchos marcianos y muchas cosas raras en nuestra pequeña pantalla. Toda una era de inocencia y cándida capacidad de asombro había quedado atrás. Ahora ya sabemos que en V había muchas cosas que son imposibles de creer. ¿Un periodista honrado y resolviendo problemas? ¡Venga ya!

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