A todos nos gusta ver nuestras series en HBO, en Amazon, en Filmin; le ponemos los subtítulos y luego, claro, podemos criticar entre colegas que eso no es lo que ha dicho. Porque ahora todos sabemos inglés, que está muy bien para abrirnos puertas laborales y equiparar un poco nuestro currículum educativo al del resto de Europa. De idiomas vamos pegados, pero saber inglés no es ser traductor y no me cansaré de decirlo, porque una cosa es entender más o menos el idioma o incluso ser bilingüe porque uno de tus progenitores sea originario de un país angloparlante y otra cosa es conocer en profundidad la jerga, los acentos, los idiolectos, la cultura, el humor y las particularidades que engloban un país y un idioma y trasladarlo a otra lengua, a otra cultura, en la que también conoces el funcionamiento de todos esos mecanismos. Eso es traducir y para eso estudié cinco años. No para que venga alguien a decirme que eso no es lo que ha dicho.
Escribo cabreada y escribo muy cansada porque ya estoy harta de no tener nunca nada a lo que agarrarme, de estar siempre esperando a que me manden trabajo y a no tener paro ni vacaciones pagadas ni un salario mínimo y decente ni ninguna ventaja más que dedicarme a lo que me gusta y a lo que he estudiado y no venderme al sistema. Y estoy cansada de ver a todos mis compañeros de profesión renunciar a lo mismo en busca de un poco de calidad de vida y que mis amigos traductores me digan: «Yo es que hablo cinco idiomas y no tengo nada».
En la carrera siempre nos decían que si el traductor hace bien su trabajo es invisible, porque cuando no se nota que una traducción es una traducción, entonces es que está bien hecha. Cuando canta que hay coletazos de otro idioma, cuando no se entiende y te quedas pensando en qué ha querido decir, entonces sí, entonces se critica al traductor porque vaya mierda. Lo triste es que para que todo el mundo disfrute de productos culturales, que es a lo que yo me dedico, la profesión deba sufrir de esa invisibilidad y, lo que nunca nadie sabe, de esa tan absoluta y total precarización.
Fui del primer año de grado, y estudié Traducción e Interpretación para luego especializarme con un máster en Traducción Audiovisual. La traducción audiovisual se centra en todos los productos audiovisuales, es decir, en la traducción para subtítulos, para doblaje, para personas sordas y ciegas, para subtítulos para teatro y para traducción de videojuegos y páginas web. La gran mayoría de los traductores que se dedican a la traducción de estos productos son autónomos, ya que los puestos en plantilla en empresas de traducción suelen centrarse en la gestión de proyectos y en la externalización de las traducciones a nosotros, los autónomos. Eso implica que siempre debemos tener varias empresas que nos manden trabajo y que estamos completamente supeditados a las fluctuaciones de la carga que puedan o no tener. El día a día del traductor es pasar rachas sin trabajo, facturando, ponte, 500 euros para pagar 300 de autónomos.
Nunca sabemos si vamos a tener trabajo, ni siquiera, normalmente, de una semana a otra. Doy palmas con las orejas si me he cubierto todos los días hasta la semana que viene, milagro saber que voy a trabajar seguro hasta el lunes siguiente. En el gremio siempre se dice que es para ayer y, aunque dé risa, lo cierto es que da bastante pena. En audiovisual, sobre todo, que suelen ser proyectos cortos, la rapidez del mundo postmoderno también nos ha invadido, como si fuera una profesión líquida en sí misma. Los encargos llegan de hoy para hoy o de hoy para mañana, por lo que siempre tienes que estar disponible y atenta al correo. Como no lo aceptes ya, como no puedas empezar hoy, ya se encargará otro de hacerlo. Estamos a expensas hasta última hora como todo en el mundo globalizado: rápido, corriendo, en el último momento y para ya. Esa es la realidad de los traductores audiovisuales.
Con el boom de las plataformas mejoró un poco la carga de trabajo, porque aumentó muchísimo la cantidad de productos audiovisuales que se producían para llenarlas, y se incrementó la necesidad de subtítulos en varios idiomas para ellas. Pero de nuevo nos vemos abocados a los movimientos inmensos del mercado. En los últimos años, nos hemos visto afectados por el COVID, que por supuesto paró las producciones y rodajes de todo el mundo. Nosotros también lo notamos: si no se graba nada, no hay nada que traducir. Pero, más recientemente, la huelga de guionistas de Hollywood (con la que estoy totalmente de acuerdo, también debo decir) nos ha repercutido hasta el límite de vernos obligados a renunciar a nuestra profesión. Una vez al año se conceden los premios ATRAE, un reconocimiento a la mejor traducción y adaptación audiovisual en varias categorías. En 2023, Rocío Martínez Veloso quedó finalista a la mejor traducción y adaptación para voces superpuestas en cine, TV, DVD o plataforma en línea por su trabajo en Dance Monsters y, tres meses después, decidió dejar la traducción. Se dio de baja de autónoma y ahora está estudiando un máster sobre Big Data. Así cuenta su experiencia:
«Lo dejé porque en general es un ámbito bastante inestable y el último año la actividad fue decayendo más y más. Me generaba ansiedad porque iba avanzando el mes y no llegaba nada. Poco a poco, todas las empresas dejaron de tener encargos. También sentía que funcionaban más por «enchufe» y siempre le daban los proyectos grandes a los mismos. Después de cinco años, entre la huelga de guionistas y la llegada de la IA, vi que ya poco había que hacer… Así que pensé en empezar de cero en otro ámbito con la ayuda del cese por actividad que me correspondía, más que justificado al no haber trabajo. Sin embargo, me lo rechazaron. Lo he reclamado, explicando la situación que ha habido de la huelga y me lo han vuelto a rechazar por no ser la pérdida tan grande».
A pesar de unas condiciones pésimas de trabajo, sin estabilidad y sin un salario decente, ni derecho a paro tenemos. En España, el 16 % de los trabajadores en activo son autónomos, el séptimo país con mayor número de trabajadores por cuenta propia dentro de los países de la Unión Europea que pertenecen a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). No sé cómo debemos justificar que no tenemos trabajo, que pagamos nuestros impuestos y el 21 % de IVA y el 15 % de IRPF y ¿qué más se supone que debemos hacer para que nos den una prestación social que se supone que también estábamos pagando? Parece que debemos rogar para trabajar, ¿también debemos rogar para que nos concedan nuestro derecho de desempleo?
Lo que no se nombra no existe y lo que no se ve resulta más fácilmente en la precarización. Yo ya estoy cansada de la invisibilidad del traductor, de las traductoras, que solemos ser mujeres, porque nuestro trabajo en remoto, detrás de una pantalla, sí lo ve todo el mundo. Y hay que dar las gracias si acaso ponen nuestro nombre en los créditos.
Es una profesión invisible de la que todo el mundo opina. Esos «eso no es lo que ha dicho» que comentaba antes pueden deberse a una decisión de traducción, que por parámetros técnicos o idiomáticos deban ajustarse de otra forma o puede deberse a que no es lo mismo traducir para subtítulos que para doblaje, por ejemplo. Pero también pueden verse implicadas otras razones. Una es que la empresa o el responsable x contrate a no profesionales y que, por tanto, no estén formados en las directrices básicas de subtitulación, que pasen por alto la velocidad lectora y no digamos ya los calcos y las malas traducciones. Como el tan extendido uso del posesivo en recetas e instrucciones: «pon tu mano», «coge tu libro». No. Eso es un calco y en castellano de España no se utiliza. Las personas no profesionales suelen resultar en muchas ocasiones más económicas y, al no contar con un colegio de traducción, porque no existe, nos es imposible combatir y denunciar esas tarifas denigrantes.
Otra razón puede ser la misma precarización de la profesión. Vivimos con el agua hasta el cuello y con un ritmo de trabajo inhumano. Los encargos, como decía, se hacen de hoy para mañana y, si no trabajas, no ganas, así que aceptas todos los proyectos posibles, con una ventana de tiempo mínima que no te da ni para pensar mucho ni para investigar todo lo que te gustaría, solo para producir, producir y producir. Si quieres sobrevivir, debes aprender a trabajar rápido y bien. Lo que yo aprendí en la carrera es que hay que dejar reposar la traducción para luego volver a leerla y revisar lo que no suena bien. Qué sueño idílico. Normalmente tengo dos o tres días para entregar un capítulo de una serie y acabarlo rápido para poder coger otro capítulo y así quizás el viernes pueda hacer medio y lo entrego el lunes. Qué asfixia. Yo sí he aprendido a trabajar rápido y corriendo.
La traducción audiovisual, junto con la literaria, es de las peor pagadas (¡sorpresa!, la creatividad siempre la peor pagada) y Rocío Martínez también sufrió ese aspecto:
«[Las plataformas] no ofrecen buenas tarifas. He hecho películas que se han estrenado en cines e incluso que han estado nominadas a los Óscar por las cuales me han pagado poquísimo».
Así, no es ninguna sorpresa que haya decidido dejarlo. Por mucho que disfrutes tu trabajo, tú también quieres lo mismo que el resto: comprar una casa, un coche, tener la posibilidad de formar una familia. No creo que estemos pidiendo tanto.
A mí me encanta mi trabajo, cuando tengo. Me encanta buscar ese juego de palabras imposible, investigar qué dice la ley alemana por la que se acusa al asesino, pensar en la forma más natural en que se diría ese insulto. Pero la verdad es que ya se me está haciendo cuesta arriba, se me está haciendo difícil aguantar esta inestabilidad después de diez años soportando lo mismo y en la que sé que seguramente nunca pueda comprarme una casa, que nunca un banco me dará un préstamo por ser autónoma, que ni siquiera tengo derecho a paro.
Qué pena que la creatividad sufra tanto, que los trabajos más bonitos siempre sean los peor tratados y pagados, que tengamos que renunciar a lo que se nos da bien, el lenguaje, la palabra, la creación, por una imposición más fuerte del capital. Qué pena.
Con la salida de verdaderos profesionales de la traducción se están aceptando prácticas que hacen desdoro de los productos a los que acompañan. Una buena traducción (y subtitulación) es fundamental para acercar una obra a otras culturas, y se está sacrificando en aras de la inmediatez y el ahorro.
Me chirrían los dientes cada vez que leo «tanque pensante», «un billón de personas pasa hambre», «atendió a la boda», el uso de ‘to score’ suele ser dramático fuera del ambiente deportivo, etc.
¡Basta ya de «perros empaquetados»! Es «jauría»…