1990. Una mujer de rasgos latinos y larga cabellera negra viaja en un transbordador acompañada de un afroamericano cuya cara solo se adivina entre su gorro calado hasta las cejas y una gran bufanda. Un cielo plomizo y un viento amenazador les acompañan. En una oficina impersonal, la funcionaria de turno muestra desdeñosa los formularios cuando los recién llegados le dan un nombre. Son Blanca Evangelista (Michaela Jaé Rodriguez) y Pray Tell (Billy Potter), dos protagonistas de la serie televisiva Pose. Con ellos hemos llegado al cementerio público de Nueva York en busca de la tumba de la expareja de Pray, fallecido en plena epidemia del sida. Excavadoras y tractores trabajan a destajo moviendo montones de arena y pilas de cajas de madera. En Hart Island (o Hart’s Island), un islote perteneciente al distrito del Bronx, los cuerpos de los fallecidos anónimos y de los que no tienen quien financie su entierro se sepultan dentro de ataúdes de pino sin desbastar que serán apilados dentro de enormes fosas comunes. Es una de las secuencias más duras de la serie. Durante las crisis del sida y el COVID-19, el trabajo se acumuló en Hart’s Island. Se supone que los restos de un millón de personas, con o sin nombre, descansan allí. Hasta tiempos relativamente recientes no había registros ni modo alguno de identificar las tumbas.
La desesperada obsesión de un mendigo con el desolador e infamante destino final que pueden tener sus restos mortales inspiró al californiano Tom Jans la canción «Hart’s Island» para cerrar su primer álbum, grabado con los mejores músicos de Nashville. Nacido en Washington, crecido en San José, en la bahía de San Francisco, Jans debió sentirse profundamente afectado al conocer el submundo existente en las calles de una gran ciudad y su población de indigentes, marginados y proscritos. Precisamente soledad, marginación y pobreza constituyen el porqué de esta narración musical que se desarrolla en diversos lugares, unos geográficos —con su latitud y su longitud precisas— y otros metafóricos y que, a lo largo de sus cinco minutos, presenta la idea de predestinación y de un ineludible destino aciago. Una canción estremecedora, poco o nada conocida, que lo mismo que la figura de su creador, debería haber entrado a formar parte de la esfera de la leyenda.
El escenario principal de la aventura vital de Gino es, por supuesto, la ciudad. Ya desde el segundo verso, Jans ha querido dar nombre e identidad en su canción a una persona a quien el futuro no va a recordar ni siquiera desde la triste lápida de una tumba. Con dos partes de tres estrofas de fluida rima consonante que Jans termina recalcando en la amenaza de una triste tumba sin nombre en Hart’s Island. Hijo de española y de un granjero, Jans estudió literatura inglesa y rechazó una beca de la Universidad de Columbia para dedicarse a cantar en clubs y cafés. En 1971 formó dúo con Mimi Fariña, hermana menor de Joan Baez y viuda del malogrado Richard Fariña. Según cuenta la Baez en su autobiografía1, volver a la música con Jans supuso para Mimi —una excelente guitarrista clásica— un gran apoyo emocional tras el inesperado fallecimiento de su prometedor marido. A pesar del apoyo de la discográfica A&M, su álbum Take Heart no funcionó, y el dúo acabó extinguiéndose.
En el mismo sello y con una portada no demasiado acertada, el primer disco de Jans incluyó su versión de «Loving Arms», la más célebre de sus composiciones, que tuvo un gran éxito en la voz de Dobie Gray y grabaron asimismo Kris Kristofferson y Rita Coolidge, Elvis Presley, Millie Jackson, Petula Clark y una larga lista de intérpretes. Otros tres álbumes siguieron, todos con poca suerte comercial, hasta que, en 1983, un accidente de tráfico le dejó incapacitado, logrando sobrevivir solamente un año más. El 25 de marzo de 1984 fallecía Tom Jans, posiblemente a causa de una sobredosis. Su amigo Tom Waits le dedicó el tema «Whistle Down the Wind (For Tom Jans)».
Jans era un cantautor folk con una pequeña voz y gran facilidad literaria. En «Hart’s Island» hace gala de una lograda habilidad narrativa sin necesitar ninguna complicación en el apoyo musical, descontando un bonito arreglo de cuerdas. Su protagonista es un huérfano que crece en las calles de Nueva York y Jans nos habla de su infancia y su soledad como introducción. «Pero Gino nunca tuvo familia, nadie que le quisiera o le ayudara a aprender», y continúa con una información, quizás biográfica (más adelante veremos a Gino como un boxeador fracasado), quizás metafórica sobre la necesidad de defenderse que tiene el que nada posee y todo en su mundo es una continua pelea para sobrevivir: «Fighting was the world he longed to see».
La segunda estrofa insiste, de nuevo, en la soledad y en la metáfora de la lucha que cada vez se concreta con más información: «Las calles de Nueva York eran sus únicas amigas, tan apropiadas para él como el guante para la mano de un boxeador. Pero soñar era gratis así que seguiría fingiendo que nunca había oído hablar de «Hart’s Island»»: una necesaria localización geográfica que conlleva el presentimiento de un desamparado final que aterroriza a Gino. «Todo el mundo le había hablado de aquel lugar solitario», el compositor continúa desarrollando el leit motiv de la soledad y elige algo accidental y efímero para describir aquella tierra maldita: el viento frío que, al igual que en el episodio de Pose, sopla en la isla. Quizás el más incómodo y enervante fenómeno atmosférico, capaz de generar un malestar que muchas tradiciones identifican con la locura. Los dos últimos versos de la estrofa nos sirven de explicación: «Lo único que es aún peor que morir en desgracia es que te entierren allí, en «Hart’s Island»». Muerte, tumba, soledad y frío: palabras clave de la narración que aterrorizan a Gino, un antihéroe que va a tener que luchar duramente si quiere librarse de una vida y un destino miserables.
El estribillo, además de cumplir una función aclaratoria, nos habla de la derrota de terminar en el triste y sórdido cementerio cuando «eres alguien que nadie conoce»: ese enterramiento impersonal y sin cortejo fúnebre es el resultado de una vida sin identidad ni compañía. A continuación, un verso inquietante: «Tan solo una rosa de plástico en «Hart’s Island»», una flor falsa, seguramente fea, pero que es indestructible, hecha de un material que va a sobrevivir vientos y tempestades. Alguien la ha dejado en la tumba del proscrito. No recibimos información de quién porque Jans nos recuerda enseguida que «Nadie viene por aquí», es decir: por aquel lugar donde «no se puede encontrar ningún nombre», porque, sin identidad, no hay memoria y la muerte es el final absoluto. El olvido. El último hogar de los descastados: «El submundo de los sin techo», como lo define la canción.
Nos vamos a la segunda parte. Encontramos a Gino envejecido, el tiempo ha pasado y le ha dejado el cuerpo dolorido aunque «nada más cruel que el dolor de su mente». Cuando dice «Peleaba en todas las ciudades, huyendo de pueblo en pueblo», ya no dudamos si es metáfora o biografía: está hablando de huir de la pobreza, de luchar por sobrevivir. Seguramente ha sido boxeador, un oficio para pobres que puede brindar fama y riqueza a un indigente… o dejarlo tirado en la lona. No es una elección casual del compositor y, en paralelo a la lucha, encontramos la búsqueda interminable de Gino —«Searching for the home he longed to find»— la necesidad imperante y el deseo acuciante de tener un hogar, un lugar al que pertenecer. El Gino anciano ha regresado a Nueva York donde quiere creer que está el hogar que ha echado de menos durante toda una vida de desamparo.
Las dos últimas estrofas son duras y crueles. Primero nos encontramos con el viejo perdedor: «El ring no le ha dejado más que el pasado». Y después con el hombre envilecido por las vicisitudes de la vida que quiere huir de su triste y abrumadora realidad: «La bebida aliviaba su pena y ayudaba a calmar sus miedos», pero un soplo de realidad, quizá motivada por la experiencia, le hace saber que «el consuelo no va a durar». En un último, sórdido y penoso lugar encontramos al viejo boxeador encarándose al destino del que no se escapa, el final de los sueños y el final de la vida: «En un cuartito solitario, justo antes de morir». Es allí donde Gino agonizante intenta encontrar por última vez la necesitada mano amiga: «Reached out to hold a hand».
Una canción imposible de encontrar en internet —hasta ahora— que va a terminar como empezó, con el llanto del pobre solitario que busca la familia que nunca tuvo. La lucha por sobrevivir unida a la lucha por el afecto, la amistad, las raíces: «For the family he prayed for and all the nights he cried». Y, sí, se va a cumplir el destino final del desheredado, del marginado, que no es solo la muerte, es la completa desaparición, el borrado de una vida tal vez gratuita e inútil. «Gino encontró su hogar en «Hart’s Island»».
«Hart’s Island» (Tom Jans, 1972)
As an orphan in the city, he could use a helping hand
But Gino never had no family,
No one there to love him or help him understand
And fighting was the world he longed to see
The streets of New York became his only friends
Fit him like a glove on a fighter’s hand
But dreaming was for free, so he would just pretend
That he had never heard of Hart’s Island
Everyone had told him of that lonely place
The wind that blows so cold across the land
The only thing that’s worse that dying in disgrace
Is being buried there in Hart’s island
Chorus
That’s where you go if you’re someone no one knows
Just a plastic rose on Hart’s Island
No one comes around and no names can be found
The homeless underground, Hart’s Island
The year’s had left their scars in the body of that man
Nothing like the pain inside his mind
He fought in every city, from town to town he ran
Searching for the home he longed to find
He returned to New York City ,in the twilight of his years
The ring that left him nothing but the past
Drinking eased is sorrow, and helped to calm his fears
Knowing that the comfort would not last
In a lonely little room just before he died
Gino had reached out to hold a hand
For the family he prayed for and all the nights he cried
Gino found his home on Hart’s Island
Notas
(1) And a Voice to Sing with, Joan Baez. Summi, 1987.